viernes, 28 de noviembre de 2025

 

EL ARGONAUTA

(Diccionario de la Vida Cotidiana)

Por AFG

Presentación de la serie de cuentos y relatos


En la mitología griega, Argos o Argo (en griego Άργος, 'brillante') es el nombre de varios personajes: Argo o Argos, la nave de los Argonautas.

La nave Argo era el barco mítico en el que Jasón y los argonautas viajaron en busca del vellocino de oro. Fue construida por un artesano llamado Argos, por lo que fue nombrada en su honor, y recibió ayuda de los dioses para su creación. El Argo poseía el don de la profecía gracias a una madera del oráculo de Dodona y, tras la expedición, fue consagrada a Poseidón. 

 

“El Argo”, cuadro del pintor Lorenzo Costa, el Viejo, que representa la nave Argo, realizado entre 1500 y 1530, Museo Cívico de Padua (Italia).

 

Palabras de lo cotidiano y cotidianeidad de las palabras (*)

S

e dice que las palabras se las lleva el viento…no tanto cuando están escritas.

En la vida cotidiana usamos palabras que muchas veces no expresan exactamente lo que queremos decir. Otras veces de tanto usarlas en cualquier circunstancia y sin relación directa o estricta con su significado van perdiendo la fuerza de su sentido y terminan como algo inservible o generando un mal entendido. Se ha dicho alguna vez que “se empieza cediendo en las palabras y se termina cediendo en los hechos”.

El ser humano que somos construye un mundo subjetivo, particular, a partir de las palabras para reflejar la realidad concreta que nos rodea. Esa realidad construida a partir y por el lenguaje, que va y viene hacia y desde las cosas, nos sirve para entender el entorno en que nos movemos, pero a veces el mal uso de las palabras puede ser la señal de que estamos “pensando mal” las relaciones que tienen esas cosas entre sí y nosotros con ellas. Llamar a las cosas por su nombre es reconocerlas en su doble existencia: material y lingüística.

Vivimos en una sociedad que ha hecho un culto perverso de las palabras, quitándole el estricto sentido que tenían en el contexto de un corpus de significados.

Si bien el habla revitaliza la lengua, cuando a esta se la traiciona impostando o transponiendo contenidos bajo vocablos que no prestaron consentimiento para otros decires, se abre la puerta  que conduce a un cambalache de valores.

Lo malo se llama bueno, lo científico y la charlatanería van de la mano en un carnaval de palabras donde el lector aprendió a leer entre líneas, dándole a los dichos el exacto sentido opuesto a lo que pretenden decir.

En nuestros días los textos parecen estar escrito en clave.

Aburrido y empobrecido sería el mundo si todos viéramos las mismas cosas al mirar. Mejor dicho: las cosas que todos miramos son las mismas, reales, pero cada cual percibimos impar y pensamos distinto sobre ellas, ya que nos evocan situaciones y secuencias propias de nuestra historia singular.

La información precisa nos ayuda a entender los hechos, pero debemos primero ponernos de acuerdo en el sentido que le damos a las palabras utilizadas, lo que los técnicos llaman “el código”.

Nuevas palabras o el uso distinto de las conocidas, el despojarnos de los prejuicios que algunas conllevan entre nosotros, plantean una exigencia cognitiva y una ética consistente en saber de lo que se está hablando. Pero también abren un escenario fascinante de imaginación y creatividad despojado del corsé del discurso escolar. Y ese portal asequible es la historia de vida, de la vida cotidiana de cada quien, prohombres y villanos, tristes sombras silentes que deambulan por las calles del ensueño y truenos avasallantes, refulgentes personalidades que crecen en cada gesto

y trepan a veces a los altares del cortinado mediático.

Y las historias y relatos de nuestro diccionario pretenden seguir ese camino del mítico Argos, un camino discontinuo, a veces destemplado, otras esperanzado, las más inciertas.

Personas y personajes diferentes y similares, con historias disímiles, que remedan el viaje del Héroe, donde lo social y la existencia son una extraña pareja tributaria de un pasado que no puede ocultar su inequívoca acción disfrazado de destino. Y al final de ese viaje de dramas y comedias, regresando a la tierra conocida, hoy nos sentimos -al menos para mí- sobrevivientes del naufragio de tan polícroma aventura y, reconociendo la pasión por la escritura, allá vamos a contar los recuerdos que vienen una y otra vez desde la cubierta misma del Argos, la nave de la vida que nos viste de argonautas.

(*) El Diccionario de la Vida Cotidiana, fue el título de una columna de más de 300 publicaciones, que escribí durante varios años en el suplemento Cultura del diario La Capital, de Mar del Plata, Argentina.

                                                             

 

sábado, 19 de julio de 2025

UN HOMBRE BUENO

 Relatos de familia

                                             Pietro, un hombre bueno

                                      (Aquellos fueron los días)

Por Alberto Farías Gramegna

textosconvergentes@gmail.com


Nacido en el Piamonte, Pietro salió de Génova una fría y brumosa tarde del 6 de setiembre de 1919, dejando atrás un muelle repleto de madres y esposas empapadas en pañuelos de algodón, simples y modestos como sus vidas de mujeres dedicadas a servir a sus maridos y criar a sus hijos con la hosquedad propia del amor proletario. 

“Principessa Mafalda” se llamaba el barco. Pietro Graciano Inocencio, -que ese era su nombre completo- tenía entonces 17 años recién estrenados y un sueño de aventura americana por cumplir. Tengo sus dibujos a plumín con diseños de guardas grecorromanas, que ensayaba sobre cartulina en el estrecho rincón de su litera en el humilde camarote compartido con cinco paisanos más. Durante las mañanas pagaba por cuotas su pasaje trabajando en el torno del taller de reparaciones del barco, en las profundas catacumbas debajo de la línea de flotación.

Los preparativos del viaje a Sudamérica incluían la idea de una “Colt 38” al estilo western -que final y felizmente nunca compró-, ya que creía desembarcar en medio de polvorientas diligencias, sheriffs y “saloones”.  Al llegar a Buenos Aires, la ciudad lo defraudó por un instante cuando al mostrarle su rostro moderno de ciudad cosmopolita europea surcada por tranvías y Ford T, adoquinada a la sombra de edificios complejos de mil balcones como los que había conocido acompañando a su padre en aquella visita inolvidable a Milán. “Pobrecita la mía mamma que lloraba en el puerto”, le dijo Pietro emocionado a su tía que lo esperaba a su llegada a la ciudad.

Pero el tiempo todo lo puede y en pocos meses superó la nostalgia apañada en noches tristes de faroles mortecinos mirados por la hendija de la pieza que su tía materna le había preparado en el descampado y fangoso suburbio de Banfield. Vinieron después los primeros trabajos en talleres, los amigos y las chicas de estas tierras, como Ángela, aquella simpática “pizcueta” adolescente que flechó al “tanito” buen mozo que lucía polainas relucientes, bombín de terciopelo y cuello cerrado al corbatín. Todo un dandy. La foto con “el Broya” -camarada en las buenas y en las malas- los muestra saliendo de una función en el Colón. La ópera era una de sus pasiones y Caballería Rusticana su favorita. Por suerte en su vida no hubo un Alfio y Santuzza lo amó con el nombre de Angelita.

Los domingos Pietro tomaba el Ferrocarril del Pacífico para visitar a su novia en el suburbio de manzanas descampadas, calles de tierra y chacras familiares. Aún no sabía que ese barrio conurbano sería el escenario elegido para construir su mundo de sueños y trabajo, su amada familia, su modesto taller que mudó después en pequeña pero orgullosa fábrica de bombeadores de agua.

Lo recuerdo artesano, con su guardapolvo gris, embadurnado de grasa y enseñándoles codo a codo a los bisoños operarios los trucos del manejo de la fresa y el  torno revólver.  

                           A veces pienso que Pietro inventó el “coaching” laboral, la acción de entrenar y capacitar al trabajador. En su pequeña empresa de no más de veinte operarios, él los conocía a todos hasta en los más mínimos detalles: sus virtudes, sus defectos, sus estilos de ser y hacer, sus experiencias, sus dudas, sus debilidades y sus fortalezas. Como dije, vestido con su infaltable guardapolvo gris y su boina negra, los acompañaba siempre en el puesto de trabajo, conversando con ellos acerca de las tareas y de sus estados de ánimo, supervisando los procedimientos, estaba abierto a las sugerencias y modificaciones. Los consultaba sobre cómo solucionar un problema y los alentaba en sus aciertos. Cuando aparecía un inconveniente en algún punto del proceso productivo, él los convocaba para discutir el tema y entre todos encontrar una solución. Entrenaba competencias laborales, aunque no utilizara estos modernos términos. El tercer viernes de cada mes suspendían las tareas dos horas antes y se reunían en el fondo del galpón en torno a una mesa improvisada (incluido el contador de la empresa), con mate y facturas, para hablar de cómo andaba todo en el trabajo. De tanto en tanto alguien hablaba de su familia, de algún pedido de licencia, o de cualquier otro tema que tuviera repercusión en el grupo, y ahí mismo se evaluaba y después de escucharse la opinión de todos, Pietro lo resolvía. Era, a su manera, un líder empresarial y un “coach” al mismo tiempo, porque guiaba la estrategia de la empresa y además -tal como hace un “manager”-  entrenaba roles y personas, para mejorar el desempeño. Claro que yo no tenía ni idea de todas esas palabras que hoy usamos tan a menudo. Cuando veía un conflicto o una dificultad en el desarrollo de la tarea de algún obrero, Pietro lo convocaba a su escritorio y charlaban con franqueza. Asesoraba y motivaba delegando, pero sin abandonar su responsabilidad en la gestión. Con los nuevos era un instructor y con los viejos un delegador responsable de tareas, es decir que utilizaba intuitivamente la técnica de la conducción situacional operativa.

Por esa época mi entusiasmo y energía infantil me izaba a los techos de chapa del galpón lindero al taller de Pietro y desde allí miraba fascinado las nubes multiformes, el achatado horizonte del barrio dormido y más cerca el hermoso Buick azul eléctrico con el que Pietro me enseñó a manejar a mis trece años. 

Recuerdo también los años anteriores, aquellos días en que él me leía los “chistes” de la sexta La razón y Don Fulgencio, Apolinario Mamerto, el cimarrón Lindor Covas, Chapaleo, el dulce hogar de Dadwood, Cristóbal, Ramona, me acompañaban en mis travesuras de rodillas lastimadas. Entusiasta lo evoco, compinche alentando mi pasión por los aviones. Iniciando juntos fatigadas excursiones en sus queridas sierras cordobesas, (que quizá lo transportaran a su infancia italiana montañesa) curiosos nuestros ojos de niños desiguales creciendo en la complicidad de la aventura. 

Así lo recuerdo a Pietro, inmigrante, tolerante, compañero, a mi abuelo, “el nonno”, simplemente un hombre bueno.

(c) by AFG 2025 

*  *  *


martes, 4 de marzo de 2025

EL PROYECTO...

 


Psicología y cultura en tiempos de incertidumbre

El proyecto…

por Alberto Farías Gramegna (*)

textosconvergentes@gmail.com 

“El hombre es un ser de expectativas…”- Ataulfo Relmu

“Ante la incertidumbre…el proyecto” - Xavier Salinas

“Las pequeñas oportunidades son a menudo el inicio de grandes proyectos” - Demosthenes

“¡No! Permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida.. hay tantas maneras de no ser,tanta conciencia sin saber ,adormecida “- Eladia Blázquez

 

I PARTE

La palabra proyecto deriva del latín "pro-iectus" y significa “lanzado hacia adelante, que avanza”. 

La psicología evolutiva (sub-especialidad que se ocupa de la maduración y el desarrollo del hombre), la antropología cultural y en general las ciencias “humanísticas” y el arte, han dado una especial importancia al tema del proyecto en la búsqueda del sentido de la vida humana. 

Más recientemente, después de la Segunda Guerra Mundial, la Psicopatología y la Psiquiatría, han enfatizado la importancia del proyecto de vida y el papel que el manejo y la planificación del tiempo propio, tienen en la salud mental y el confort emocional de las personas.

En estas breves líneas me quiero detener en analizar la relevancia del proyecto de vida en la estabilidad emocional de cualquier persona. Un proyecto implica la necesidad de planificar hechos y situaciones que aún no son reales, que existen solo en nuestras cabezas, por lo que implica un ejercicio vital propio del ser humano: la imaginación. Imaginamos como seremos en un lapso corto, mediano o largo.

Anticipamos en imágenes (raíz de la actividad imaginativa) lo que haremos, donde estaremos, como se verá nuestra forma de ser y hacer en un espacio tiempo virtual, que solo es prerrogativa humana: la idea de futuro. 

Suponemos que el resto de las especies animales vive en una suerte de “presente continuo” existencial. 

Esto no niega desde luego, que ciertos animales superiores no solo aprendan a anticipar sino que asocien rutinas que les otorga una suerte de “expectativa del devenir temporal”: el perro espera la llegada del amo, pero difícilmente “piense” en su futuro como perro-abuelo, ni se preocupe por la suerte de los cachorros de sus descendientes en segunda y tercera generación.

Semejante aventura del pensamiento que genera entusiasmo, energía o ansiedad y estrés, es el precio de ser seres de cultura, organismos capaces de construir una realidad social de la que no podemos escapar (y por suerte no queremos) sino en la excepción de la finitud de la existencia o la locura. 

Tiempo y existencia: el proyecto de vida 

El proyecto humano por antonomasia es un proyecto de vida. Sin él somos un barco navegando al garete en medio de una tormenta sin nombre. Y en sentido amplio, (tal vez también en sentido estricto) un proyecto de vida se liga fuertemente con un proyecto de trabajo, es decir, del ser como hacer productivo. Nos modificamos y delineamos gran parte de nuestra identidad por nuestro hacer cotidiano.

Somos finalmente lo que hacemos, pero también y ante todo lo que imaginamos hacer. Y el hacer laboral (de lo que nos ocupamos en gran parte de nuestras vidas para interactuar productivamente con la sociedad en que vivimos) nos define ante la mirada de los otros y ante nuestra misma mirada: decimos “soy pintor”, “soy fotógrafo”, “soy comerciante”, “soy deportista”, etc.

Nos definimos en nuestra identidad esencial por nuestra identidad profesional-laboral. Al fin y al cabo, a tal punto un proyecto de vida se liga con lo laboral, que se dice de alguien que “Se gana la vida” trabajando de esto o aquello. ¿Es factible entonces pensar que sin proyecto laboral más o menos articulado funcionalmente con un proyecto de vida general, (cualquiera sea este en los valores y estilos que proponga), en lugar de ganar perdemos en calidad y cantidad de oportunidades? 

Proyecto y motivación 

El hombre es un ser de tiempo percibido. El tiempo lo atraviesa y lo ubica en una escena siempre por venir. Trabajamos no para lo que somos sino para lo que seremos, siempre persiguiendo un cambio, un “porvenir”. Es la zanahoria de la vida. Lo que le da sentido al sinsentido del Cosmos. No es tanto lo que estoy haciendo sino adónde llegaré con lo que hago. La ausencia de proyecto de vida (y los tiempos posmodernos ayudan a difundir la dudosa filosofía del “vive solo el momento”, donde la objeción por mi parte radica en el “solo”) implica la vivencia difusa de un “aquí y ahora perpetuo”, un presente inmóvil y reiterado que no posibilita direccionar nuestras energías. Surge así una suerte de derroche de gestos cotidianos sin acopio de logros, sin crecimiento acumulativo, ya que cualquier norte da lo mismo. Proyecto -como ya se dijo-es lanzarse, estar en movimiento hacia un objetivo (la “estrategia” del proyecto) que tiene escalones o hitos en el camino, estaciones de llegada y partida (metas). El camino del proyecto puede ser más o menos complicado, por eso los pasos de cada etapa pueden ser pensadas como las “tácticas” que utilizamos en un todo de acuerdo con la estrategia. 

La motivación o el presente continuo

La ausencia de proyecto es la detención del movimiento y por eso mismo la falta de motivación. Esta palabra deriva del latín “movere”, movimiento. Estar motivado es estar en movimiento hacia un objetivo, cumpliendo metas.

Así necesariamente tener un “proyecto de vida” es estar motivado. Los proyectos de vida tienen, de suyo, varias etapas: corto, mediano y largo plazo. De atrás para adelante: obtener un título o radicarse en tal lugar para ejercer tal o cual actividad es el largo plazo. No se hace de la noche a la mañana. Poder aprobar materias de una carrera o iniciar un viaje de exploración para evaluar posibilidades laborales o relacionarse, es el mediano plazo.

Inscribirse en una beca, un curso preparatorio, o juntar dinero y hacer trámites para realizar aquel viaje, es el corto plazo. Por eso un proyecto de vida implica ordenar prioridades. Ningún esfuerzo rinde si no se diferencia lo urgente de lo importante y no se sabe aún adonde se quiere llegar. Pero al mismo tiempo un proyecto puede mudar en contenido a lo largo de su desarrollo: alguien puede darse cuenta que no era eso lo que buscaba, que hay algo recién llegado que impacta en su deseo de ser, que activa lo que parece ser su íntima “vocación” (esta palabra vulgarmente tan mal usada, deriva de “vocare”, y quiere decir “llamada”), o bien lo que se inició como algo rutinario y poco interesante, por mera necesidad, después puede transformarse en una actividad que despierta en nosotros una creatividad dormida, un interés insospechado, una nueva identidad profesional-laboral.

Entonces el proyecto no es algo necesariamente inmutable y “para toda la vida”. Lo que importa es tener siempre uno a mano para echarlo a andar. 

 

II PARTE


Proyecto de vida e identidad personal

Es una tendencia general que las personas busquen los mejores resultados con el mínimo posible de gasto energético, de ahí que el acto de postergar una satisfacción cuando el momento no es oportuno para su seguridad, fortalece la voluntad de logro real del sujeto. Y es la imaginación anticipatoria (un sueño posible) la que instala la internalización del “tiempo subjetivo”, es decir el manejo interno del tiempo. Un proyecto personal se despliega en una doble vía, a través del tiempo objetivo y del tiempo subjetivo y se sostiene desde una identidad que se fortalece con ese mismo proyecto. Así, la identidad personal es motor y receptor de un proyecto de vida en general y de un proyecto laboral en particular. Pero la identidad (saber quien soy como persona y que quiero llegar a ser como personaje social) es una dimensión compleja y agónica,con idas y vueltas que se construye muy lentamente desde el principio de la vida y a lo largo de muchos años posteriores. Además son muchas las variables que intervienen en su configuración, siendo las crisis madurativo-evolutivas, la influencia familiar y las modas sociales, las tres principales. Por su parte la mayoría de los adolescentes y jóvenes normales viven inevitablemente una paradoja: sus sueños idealistas los proyectan a un futuro atemporal, sin límites, “todo es posible más adelante”, pero al mismo tiempo su natural omnipotencia etárea los hace ser intensamente “presentistas”,donde el presente por momentos aparece como la totalidad del tiempo universal, todo el tiempo es el presente hasta que llegue el futuro de la Utopía. Aquí el proyecto puede lentificarse o ponerse a reposar porque total “tengo toda una vida por delante” para cumplirlo. 

Aprendiendo a vivir se va la vida 

Un proyecto de vida se despliega viviendo, pero viviendo con un pie en la tierra y el otro en el escalón siguiente de la escalera que me lleva a mi objetivo. La dimensión de la escalera no la conozco con exactitud. Incluso puedo descender tácticamente un escalón para luego ascender dos. Lo que importa es que esté en movimiento subiéndola. Esto nada tiene que ver con la idea marquetinera de “éxito” social, sino más bien con alcanzar el logro de lo que cada uno vive como “autorealización”, es decir estar bien con uno mismo y con la imagen propia que he construido y colocado en algún lugar de mi proyecto personal. Este punto ético y filosófico es tributario de una idea muy importante que se relaciona con las actitudes que tenemos para con nosotros y las cosas: la idea de autoeficacia. El camino de nuestro proyecto de vida no está hecho de antemano, su transitabilidad no está definida ni para bien ni para mal, lo vamos conformando nosotros al transitarlo. Y las características de esa senda, su diseño también depende de nuestras propias ambiciones y autoexigencias. 

Causas y efectos

Nuestra mirada e imaginación de cómo será nuestras acciones condicionaran los resultados. La autoeficacia nos dice que no es tan importante lo que creemos tener al partir sino más bien como lo usamos. También en este sentido debe advertirse lo negativo de ciertos determinismos retrospectivos que buscan las causas de las dificultades en el pasado, o en los errores ya cometidos, como si fueran determinantes inmodificables de lo que va a suceder. Nada de eso es condicionante si nosotros no lo permitimos. El maestro del existencialismo moderno Jean Paul Sartre, edificó su sistema filosófico sobre el lema “Siempre podrás elegir algo nuevo sobre lo que ya otros han elegido antes por vos”. ¿Hasta dónde queremos llegar hoy?, Bill Gates, dixit. En resumen, el proyecto de vida es el motor y la gasolina para nuestra motivación vital, el gran dador de sentido y organizador social y emocional de las personas. Sin proyecto el tiempo se detiene y el fluir de la vida se degrada en una temida constante: la huida de la ilusión. 

Tiempo de decisión

Pero a esta altura del escrito, se me puede preguntar: Si uno aun no tiene claro un proyecto de vida conformado por una vocación neta… ¿Qué conviene hacer? ¿Esperar a que se aclare solo? No, claro que no. Una metáfora puede ser útil: Un campamentista desorientado en las serranías nevadas y sin estar muy seguro de cuál es el sendero más convincente que lo devuelva al poblado, sabe que no puede quedarse inmóvil porque se congelará. Después de descartar aquellas opciones menos accesibles y temerarias, tomará el camino que más se acerque a su intuición y sentido común, avanzando por ensayo y error, hasta que se acerque al territorio que finalmente le resultará familiar y confortable. 

No se trata de hacer planes de larguísimo alcance sino se tienen todos los datos asegurados, sino de optar por el corto plazo en función de una dirección inicial que se habrá elegido por descarte de las demás, y ver una vez caminando como se van acomodando las demandas y las ofertas que la interacción entre mi voluntad predispuesta y las condiciones disponibles del entorno (junto con una pizca de azar), lo que me llevará a la siguiente meta redefinida en el mediano plazo. Y reitero no olvidemos el efecto notable de la autoeficacia. Finalmente querido lector, si llegaste con tu paciencia hasta aquí, te sugiero que vuelvas a leer este texto, ya que leer sobre lo leído nos da una segunda comprensión que amplía nuestro pensar. Pero antes habré de premiarte con unas líneas del gran poeta republicano español Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ha de ver la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, solo estelas en la mar”. 

(c) by AFG 2025

(*) Psicólogo Universidad de Buenos Aires, Argentina. Docente Universidad de Mar del Plata, Argentina.

Profesor invitado en la Universidad de Murcia, España. Consultor en RRHH y Psicología del Trabajo y Organizacional.

URL de la imagen:  https://www.cosasdearquitectos.com/wp-content/uploads/mejorar-vida-personas.jpg

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martes, 25 de febrero de 2025

El “turista eventual” como cliente potencial

 Serie cliente y agente. Protagonistas de la transacción comercial


El “turista eventual” como cliente potencial

Por Alberto Farías Gramegna (*)

textosconvergentes@gmail.com 

“La oferta, si es legítima y oportuna, modela la demanda” 

Hemos dicho que cliente es aquel que ha tenido una primera “experiencia de satisfacción” comercial tanto en la atención como en la calidad y funcionalidad del producto consumido y vuelve al lugar de la oferta redoblando la demanda, como el boomerang describiendo un círculo virtuoso. Se sabe al respecto que cliente satisfecho vale por dos.

El estatus de cliente implica por fuerza ser un co-optador del agente de ventas. Por eso el usuario cautivo es en verdad un seudo cliente, ya que la esencia clientelar resulta de la libertad para elegir. Por eso también la competencia honesta entre proveedores de productos similares en una pugna por mejorar y crear nuevos escenarios confortables para la venta, coadyuva al perfeccionamiento de la praxis clientelar. Solo puedo elegir en la diversidad. Solo puedo crear en el desafío de mostrar un valor diferencial en la similitud de mis ofertas.

El agente de la venta (empresario y comerciante) debe entonces mostrar y demostrar su calidad total para ser elegido genuina y legítimamente, con arreglo al tríptico regio: mejor producto, mejor precio, mejor atención.

El turista como cliente eventual

Cuando alguien viaja temporalmente a un destino nuevo por causas laborales o profesionales, se transforma -va de suyo- en turista. Congresos, jornadas, seminarios, encuentros, simposios, cursos, etc., son ejemplos de convocatorias que atraen a miles de personas con objetivos puntuales y específicos. En una nota anterior, en este mismo espacio, (“Me voy pero volveré”) abordamos el análisis del turista habitual que regresa al sitio receptivo. Ahora veamos el caso de lo que llamamos el “turista eventual”.

El turista eventual (no vacacional), aquel que llega motivado por un evento es ante todo un consumidor intensivo (se queda por horas o pocos días).  Este cliente eventual debe ser considerado un cliente potencial, es decir alguien que si es bien atendido y asesorado puede regresar. Y de hecho regresa en presencia o a través de recomendar el lugar a sus amigos y conocidos.

El turista eventual se hace tiempo para conocer la ciudad, su gastronomía, comprar un “souvenir”, acceder a los lugares que le han recomendado. El escaso tiempo del que dispone hace que valore mucho más una adecuada orientación de los lugares que merezcan ser visitados. El turista eventual no tiene tiempo para aclimatarse, por lo que el riesgo de equivocarse y frustrarse aumenta en directa proporción a la deshonestidad o ineptitud de la población residente con la que se vincule.

Hemos dicho que el buen trato es necesario, pero no suficiente para lograr la meta de una ciudad con cultura turística, no solo estacional sino también la relacionada con los eventos que pueden constituirse en una fuente muy importante de ingresos. La capacitación técnica y actitudinal del recurso humano es el nodo esencial de un adecuado abordaje del cliente eventual. El clima de trabajo interno en que se desenvuelven empleados y directivos es otro factor a tener en cuenta.

Asesoramiento específico y general , accesibilidad a los centros comerciales y lugares recreativos, indicación de lugares históricos, señalética y cartelería urbana bi o trilingüe (castellano, inglés y portugués, por ejemplo) gastronomía temática y típica , excelencia hotelera , servicios de citytour, restaurantes con personal entrenado y cartas multilingües, exigen recursos humanos capacitados y proactivos, con un perfil cultural medio adecuado a las circunstancias, así como un conocimiento básico de idiomas que cubra la comunicación pragmática del servicio o producto que se pretende ofrecer.

Todo esto exige una planificación coordinada entre los entes gubernamentales, los comerciantes y las cámaras empresariales. Una política turística estable y estratégica, que vaya más allá de la búsqueda del rendimiento aluvional del verano o del manido “fin de semana largo”. Precisamente por y no a pesar de las dificultades para consensuar iniciativas sofisticadas, que plantea la desocupación y los conflictos sociales de inclusión al sistema productivo. Comprender los errores es comenzar a organizar el cambio.

(*) Consultor en Psicología del Trabajo y los RRHH. Profesor invitado de la Universidad de Murcia, España.

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miércoles, 1 de enero de 2025

BIENVENIDOS AL BLOG...


Bienvenidos a "Panorama desde el blog
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EL VALOR DE LAS PALABRAS...
Dime como piensas…y te diré que mundo te cabe.

El modelo mental previo de la percepción, interpretación y propositividad de la organización social que nos entorna, actuando como referente práctico o como sistema ideológico, refrenda y legitima luego la totalidad del proceso interpretativo de cada suceso. Por eso unos y otros “vemos cosas” distintas al mirar los mismos objetos interactuar , y así sacamos seguidamente diferentes conclusiones causales y valorativas de esos procesos que aunque ocurren con una dinámica propia objetiva -es decir espacio-temporalmente por fuera de nuestra subjetividad- sin embargo los ordenamos en secuencias disímiles a la hora de evaluarlos. Los sesgamos con arreglo a nuestras preferencias “lógicas” consecuencia no de una evidencia trascendente sino de nuestra escala valorativa y necesidad emocional  “ad hoc”. Los socio-comunicólogos llaman este proceso cotidiano “sesgo de disponibilidad” (lo que se ofrece ahí fuera para su selección significativa) y “sesgo de confirmación” (termino seleccionando lo que busco encontrar para confirmar mis creencias).
Cuando esta dialéctica resulta extrema se hace irreductible a la contrastación alternativa y surge la “polémica” (confrontación de posiciones imaginarias opuestas por sobre el análisis de la tensión suplementaria o complementaria de intereses legítimos). Y ya se sabe que se empieza cediendo en las palabras y luego se termina cediendo en los hechos.
En tanto que un camino diferente hacia el esfuerzo por descentralizar las ideas por parte de los protagonistas, los llevaría a un “debate” de fundamentaciones (en lugar de los agobiantes y tóxicos “fundamentalismos”, propios de los fanatismos de ayer, de hoy y de siempre) capaz de flexibilizar posiciones y explicitar intereses, lo que muda el dilema insoluble y lo transforma en problema soluble. La etapa final de este segundo camino es el acercamiento de intereses comunes y la negociación de aquellos intereses particulares. El común denominador lleva de lo abstracto a lo concreto, del dilema al problema y de éste a encontrar la solución, potenciando así el valor ético y crucial de las palabras.















                                                                         
















lunes, 16 de diciembre de 2024

LOS LIBROS....ALGUNOS TITULOS

 LOS LIBROS -ALGUNOS TITULOS DE ALBERTO FARÍAS GRAMEGNA

 EDITADOS EN ESPAÑA Y ARGENTINA



SER EN EL HACER

El tema de la identidad es central para entender tanto la percepción del mundo como la del “sí mismo” del sujeto. Apoyada en la identidad (quién soy, cómo me veo y como deseo que me vean los demás) se construyen y se sostienen las creencias en general y la autoestima en particular. También la autoestima identitaria está relacionada dialécticamente con la “elección” de determinadas ideologías (sistema omniabarcativo de creencias y propuestas axiológicas sobre temas específicos particulares o universales). 





EL ARBOL Y EL BOSQUE

Vemos lo que esperamos -y queremos- ver. Mucho se ha dicho ya sobre lo que los psicólogos y sociólogos llaman “sesgo de disponibilidad” (el menú ofrecido por la realidad) y “sesgo de confirmación” (lo que estamos esperando elegir de ese menú variopinto). La interpretación apriorística de la generalidad ideológica (el bosque de creencias y prejuicios) nos condiciona a la interpretación puntual de un hecho, en la necesidad de confirmar nuestro "prejuicio de creencia" : es el “sesgo de confirmación”. Muchas veces nuestro interés más inmediato y limitado (la autoestima, por ejemplo) nos impide ver un panorama más amplio del problema. Aquí se cumple el aforismo clásico de que “el árbol impide ver el bosque”. Pero otras veces, con frecuencia, nuestras creencias ideológicas en general (políticas, sociales, religiosas, filosóficas, etc.) nos ocultan la simpleza imprescindible de nuestro árbol, el que está ignorado a nuestro lado. Es lo que he dado en llamar "el ocultamiento inverso".


CUENTAME TU VIDA 

El título del libro está inspirado en el clásico film “Spellbound”, realizado en 1945 (en Argentina conocido como “Cuéntame tu vida” y en España como “Recuerda”), del genial director Alfred Hitchcock que nos habla de los recuerdos encubridores, las entrevistas psicológicas y las intrigas y misterios que esconde la psiquis normal y patológica, generando desconcertantes signos y síntomas característicos de la compleja conducta humana, donde muchas veces nada es lo que parece. Su clave es precisamente la interlocución dialógica, capaz de echar luz en la oquedad del relato encubridor del interlocutor, que en el caso de la entrevista del ámbito de las intervenciones socio-praxiológicas y especialmente en el marco profesional del Trabajo Social, ese interlocutor es el sujeto entrevistado con fines de obtener un perfil integral de su identidad, su personalidad, su situación vital y su contexto socioeconómico y cultural. 


EL HOMBRE DE UN SOLO LIBRO

La identidad de una persona puede ser definida como lo que permanece idéntico a lo largo de sus años de crecimiento. Es decir lo que subsiste luego de atravesar los cambios. Estos presuponen conservar un “nicho” básico de representaciones de uno mismo y del lugar que ocupamos en el mundo, un punto de referencia que precisamente permite reconocer (re-conocer es al mismo tiempo re-conocer-se) que uno es quien es siendo sin embargo distinto al que era. Estamos diciendo que mantener una identidad normal es cambiar. El adulto normal conserva algo de su adolescencia para reconocerse crecido. No hay cambio sin conservación. Es una ley de la dialéctica.




PERSONALIDADES COMPETENTES Y ORGANIZACIONES EUTOPICAS

El libro “Personalidades competentes y organizaciones eutópicas. El modelo COTA: educando personalidades en la motivación para el cambio” del profesor Alberto J. Farías Gramegna, es una apuesta innovadora e integradora de los procesos de construcción de personalidades y organizaciones competentes. Un libro que integra de manera excelente las tres miradas que permiten comprender el sentido de dicha construcción: social, educacional y organizacional.






PERSONALIDAD, ROL Y SITUACION

¿Qué hace alguien como yo en un lugar como este?...Cuántas veces hemos pensado este interrogante ante situaciones incómodas o extrañas a las que arribamos no sabemos muy bien cómo ni por qué. Un ámbito laboral, familiar, recreativo, de estudio, etc., cualquiera sea la característica particular de cada uno de ellos puede generar en nosotros esa sensación de impostura, de equívoco, de desencuentro con nuestros valores y gustos, con nuestro estilo de hacer y nuestra forma de ser.





RECURSOS MUY HUMANOS

Está de moda entre algunos colegas cuestionar la conocida y precisa noción de “Recurso Humano”. Dicen en su bienintencionada fundamentación que los “humanos no son recursos” y apelan -en mi opinión con más voluntarismo que rigor- a una presunta vindicación humanista -desde luego irreprochable- arropada de un progresismo que mira a la persona como totalidad sensible y sujeto de conciencia, antes que objeto capaz de producir valor. Sin explicitarlo, creo que se está hablando -con mayor o menor conciencia- de la teoría de la alienación en Marx. Aquí el trabajador se enajena del valor producido, en tanto su “fuerza de trabajo”  tenida como mercancía puesta en acto productivo será capaz de producir un valor mayor que trasciende al de ella misma, un plus valor, ínsito en el producto o servicio que sale al mercado.










jueves, 31 de octubre de 2024

LA CULTURA DEL TRABAJO Y LA IDENTIDAD LABORAL


  

                La cultura del trabajo

            y la identidad de rol laboral

               (ser en el hacer: una actitud que se aprende


por Alberto Farías Gramegna (*)

textosconvergentes@gmail.com


  “A mi trabajo acudo, con mi dinero pago …” - Antonio Machado

  “El trabajo es mucho más que un medio de vida, es ante todo un modo de vivir” -  L. D Porta

Sin duda, lo que se ha dado en denominar “cultura del trabajo”, junto a la educación general, técnica y superior es el mayor capital social de cualquier país que apueste al desarrollo productivo, al crecimiento global y a una mejor calidad de vida de sus ciudadanos. Esto es casi una obviedad de Perogrullo. Y precisamente todo esto es lo que se ha perdido en grandes sectores de las poblaciones potencialmente productivas en muchas sociedades contemporáneas.

 

La “cultura del trabajo”

 

Hace casi dos décadas y media el recordado periodista German Sopeña describió a la “cultura del trabajo” como “la suma del conocimiento específico, una actitud honesta y productiva, el deseo de progresar, la capacidad para trabajar en conjunto y el respeto por el trabajo y los derechos de los demás”. Y luego concluye, en referencia ya al ámbito del empleo que los ámbitos de trabajo, son -o debieran ser- lugares donde a partir de una suerte de jerarquía vinculada a la experiencia y el conocimiento, se refuerce esa cultura del trabajo.

Sin embargo, los principales transmisores de estos valores son en primer lugar la educación familiar y luego debiera ser la escuela desde el nivel primario hasta el universitario pasando por el secundario.

Claro que, lamentablemente, en épocas de marginalidad, crisis económicas globalizadas y confrontaciones ideológico-socioculturales, la mayoría de las instituciones educativas -quizás con la excepción de los institutos técnicos de formación de oficios- están muy lejos de poder cumplir con eficacia esa importante misión.  Sin cultura del trabajo no hay autoestima que consolide una “identidad de rol laboral” estable capaz de edificar un proyecto de vida a largo plazo. Y enfatizo el concepto de “proyecto de vida” por oposición a la “reactividad circunstancial” del día a día. Por eso ante su ausencia histórica o por efecto de un paro (desempleo) forzoso, la identidad se resiente y aumentan las carencias.

 

Soy en gran medida lo que hago: el ser en el hacer, la identidad laboral

 

En mi nuevo libro editado en España, “Ser en el hacer”, Factor y recurso humano: personalidad e identidad laboral. Una perspectiva desde la intervención convergente en la organización del trabajo (R&S Ediciones, 2024), me ocupo centralmente de analizar las relaciones entre sociedad, organización, identidad de rol, cultura del trabajo y las posibles interacciones con los estilos de personalidad.

La identidad es lo que siento que soy y se relaciona con mi ser y mi hacer. Mi hacer determina gran parte de mi ser. Cuando queremos saber a qué se dedica alguien en el mundo del trabajo, es frecuente que al preguntarle “¿A qué te dedicas?”, responda “Soy…” obrero, periodista, arquitecto, albañil, comerciante, carpintero, empresario, profesor, etc.

Lo que llamamos la “identidad laboral” o también “identidad de rol” es un aspecto determinante a la hora de evaluar el equilibrio emocional y la capacidad de adaptación saludable a la organización del trabajo.


La temática de la competencia profesional (lo que sé hacer) y el desempeño laboral (el cómo lo hago) tiene mucho que ver con esto. Una parte relevante de la identidad total de una persona la constituye su “identidad de rol laboral”, que recorre los aspectos relacionados con las expectativas atribuidas y asignadas en el plano de la performance socio-laboral.

Estudios realizados en distintas situaciones de pérdida forzosa de empleo, en diferentes colectivos sociales de culturas disímiles, han mostrado reacciones promedio relativamente similares. Una serie de signos y síntomas actitudinales que pueden presentarse de a uno o varios a la vez y que podríamos englobar bajo el concepto de “síndrome reactivo al desempleo no deseado”, que pude describirse como una tendencia al aislamiento, disminución de la autoestima, eventual aumento de la agresividad (ya que la frustración de una necesidad de cualquier índole suele suscitar ese tipo de respuesta).

Finalmente, si el desocupado forzoso no logra insertar la frustración en una red sociofamiliar que le devuelva la confianza en sí mismo, podría resignarse a una actitud de espera depresiva. Sin embargo, en otros casos, y por reacción defensiva, muchos participes de agrupaciones reivindicativas de desocupados -muy ostensibles en los últimos años- terminan encontrando allí junto a sus pares, una nueva identidad social. Luego tenemos el “desocupado generacional”, los “ni-ni”: los jóvenes que ni estudian, ni trabajan.

La cultura del trabajo: una actitud que se aprende

Hoy en el mundo hay millones de jóvenes que no están insertos en actividades laborales y tampoco se están formando profesionalmente. Las causas de este cuadro inquietante son al tiempo que socioeconómico productivas, también culturales: factores motivacionales, económicos y educativos de base, etc. y no sólo de oportunidades de oferta y demanda del mercado laboral. En muchos de estos casos, la subocupación, el trabajo inestable, el llamado trabajo “en negro”, errático e informal sin aportes previsionales o directamente la desocupación crónica lleva dos y tres generaciones dentro de una familia y por tanto la cultura del trabajo no tiene significación alguna para sus integrantes.

La cultura del trabajo refuerza y perfila la identidad de rol laboral y también en otros casos la identidad vocacional profesional previa (el “que quiero ser cuando sea grande”) facilita el fortalecimiento de la cultura del trabajo. Como vemos, la cultura del trabajo y la identidad laboral son dos caras inextricablemente unidas y el resultado de complejas interacciones de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas en un contexto sociocultural y económico concreto, que se confrontan con la acción u omisión, afrontamiento o defección de cada persona, porque no sabe, no quiere o no puede, ya que la historia universal es la de un solo hombre, como quería Borges.

En definitiva, más allá de las sobredeterminaciones que generan las circunstancias económico-sociales, la cultura del trabajo no surge espontáneamente, es producto de una lenta construcción, tanto individual como colectiva, que deviene en una necesidad psicológica, una cuestión de actitud al final de un largo aprendizaje social.

(*) Consultor en RRHH y Psicología del Trabajo. Psicología Social y de la Personalidad 

    - Profesor invitado Universidad de Murcia, España.

 

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