martes, 4 de marzo de 2025

EL PROYECTO...

 


Psicología y cultura en tiempos de incertidumbre

El proyecto…

por Alberto Farías Gramegna (*)

textosconvergentes@gmail.com 

“El hombre es un ser de expectativas…”- Ataulfo Relmu

“Ante la incertidumbre…el proyecto” - Xavier Salinas

“Las pequeñas oportunidades son a menudo el inicio de grandes proyectos” - Demosthenes

“¡No! Permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida.. hay tantas maneras de no ser,tanta conciencia sin saber ,adormecida “- Eladia Blázquez

 

I PARTE

La palabra proyecto deriva del latín "pro-iectus" y significa “lanzado hacia adelante, que avanza”. 

La psicología evolutiva (sub-especialidad que se ocupa de la maduración y el desarrollo del hombre), la antropología cultural y en general las ciencias “humanísticas” y el arte, han dado una especial importancia al tema del proyecto en la búsqueda del sentido de la vida humana. 

Más recientemente, después de la Segunda Guerra Mundial, la Psicopatología y la Psiquiatría, han enfatizado la importancia del proyecto de vida y el papel que el manejo y la planificación del tiempo propio, tienen en la salud mental y el confort emocional de las personas.

En estas breves líneas me quiero detener en analizar la relevancia del proyecto de vida en la estabilidad emocional de cualquier persona. Un proyecto implica la necesidad de planificar hechos y situaciones que aún no son reales, que existen solo en nuestras cabezas, por lo que implica un ejercicio vital propio del ser humano: la imaginación. Imaginamos como seremos en un lapso corto, mediano o largo.

Anticipamos en imágenes (raíz de la actividad imaginativa) lo que haremos, donde estaremos, como se verá nuestra forma de ser y hacer en un espacio tiempo virtual, que solo es prerrogativa humana: la idea de futuro. 

Suponemos que el resto de las especies animales vive en una suerte de “presente continuo” existencial. 

Esto no niega desde luego, que ciertos animales superiores no solo aprendan a anticipar sino que asocien rutinas que les otorga una suerte de “expectativa del devenir temporal”: el perro espera la llegada del amo, pero difícilmente “piense” en su futuro como perro-abuelo, ni se preocupe por la suerte de los cachorros de sus descendientes en segunda y tercera generación.

Semejante aventura del pensamiento que genera entusiasmo, energía o ansiedad y estrés, es el precio de ser seres de cultura, organismos capaces de construir una realidad social de la que no podemos escapar (y por suerte no queremos) sino en la excepción de la finitud de la existencia o la locura. 

Tiempo y existencia: el proyecto de vida 

El proyecto humano por antonomasia es un proyecto de vida. Sin él somos un barco navegando al garete en medio de una tormenta sin nombre. Y en sentido amplio, (tal vez también en sentido estricto) un proyecto de vida se liga fuertemente con un proyecto de trabajo, es decir, del ser como hacer productivo. Nos modificamos y delineamos gran parte de nuestra identidad por nuestro hacer cotidiano.

Somos finalmente lo que hacemos, pero también y ante todo lo que imaginamos hacer. Y el hacer laboral (de lo que nos ocupamos en gran parte de nuestras vidas para interactuar productivamente con la sociedad en que vivimos) nos define ante la mirada de los otros y ante nuestra misma mirada: decimos “soy pintor”, “soy fotógrafo”, “soy comerciante”, “soy deportista”, etc.

Nos definimos en nuestra identidad esencial por nuestra identidad profesional-laboral. Al fin y al cabo, a tal punto un proyecto de vida se liga con lo laboral, que se dice de alguien que “Se gana la vida” trabajando de esto o aquello. ¿Es factible entonces pensar que sin proyecto laboral más o menos articulado funcionalmente con un proyecto de vida general, (cualquiera sea este en los valores y estilos que proponga), en lugar de ganar perdemos en calidad y cantidad de oportunidades? 

Proyecto y motivación 

El hombre es un ser de tiempo percibido. El tiempo lo atraviesa y lo ubica en una escena siempre por venir. Trabajamos no para lo que somos sino para lo que seremos, siempre persiguiendo un cambio, un “porvenir”. Es la zanahoria de la vida. Lo que le da sentido al sinsentido del Cosmos. No es tanto lo que estoy haciendo sino adónde llegaré con lo que hago. La ausencia de proyecto de vida (y los tiempos posmodernos ayudan a difundir la dudosa filosofía del “vive solo el momento”, donde la objeción por mi parte radica en el “solo”) implica la vivencia difusa de un “aquí y ahora perpetuo”, un presente inmóvil y reiterado que no posibilita direccionar nuestras energías. Surge así una suerte de derroche de gestos cotidianos sin acopio de logros, sin crecimiento acumulativo, ya que cualquier norte da lo mismo. Proyecto -como ya se dijo-es lanzarse, estar en movimiento hacia un objetivo (la “estrategia” del proyecto) que tiene escalones o hitos en el camino, estaciones de llegada y partida (metas). El camino del proyecto puede ser más o menos complicado, por eso los pasos de cada etapa pueden ser pensadas como las “tácticas” que utilizamos en un todo de acuerdo con la estrategia. 

La motivación o el presente continuo

La ausencia de proyecto es la detención del movimiento y por eso mismo la falta de motivación. Esta palabra deriva del latín “movere”, movimiento. Estar motivado es estar en movimiento hacia un objetivo, cumpliendo metas.

Así necesariamente tener un “proyecto de vida” es estar motivado. Los proyectos de vida tienen, de suyo, varias etapas: corto, mediano y largo plazo. De atrás para adelante: obtener un título o radicarse en tal lugar para ejercer tal o cual actividad es el largo plazo. No se hace de la noche a la mañana. Poder aprobar materias de una carrera o iniciar un viaje de exploración para evaluar posibilidades laborales o relacionarse, es el mediano plazo.

Inscribirse en una beca, un curso preparatorio, o juntar dinero y hacer trámites para realizar aquel viaje, es el corto plazo. Por eso un proyecto de vida implica ordenar prioridades. Ningún esfuerzo rinde si no se diferencia lo urgente de lo importante y no se sabe aún adonde se quiere llegar. Pero al mismo tiempo un proyecto puede mudar en contenido a lo largo de su desarrollo: alguien puede darse cuenta que no era eso lo que buscaba, que hay algo recién llegado que impacta en su deseo de ser, que activa lo que parece ser su íntima “vocación” (esta palabra vulgarmente tan mal usada, deriva de “vocare”, y quiere decir “llamada”), o bien lo que se inició como algo rutinario y poco interesante, por mera necesidad, después puede transformarse en una actividad que despierta en nosotros una creatividad dormida, un interés insospechado, una nueva identidad profesional-laboral.

Entonces el proyecto no es algo necesariamente inmutable y “para toda la vida”. Lo que importa es tener siempre uno a mano para echarlo a andar. 

 

II PARTE


Proyecto de vida e identidad personal

Es una tendencia general que las personas busquen los mejores resultados con el mínimo posible de gasto energético, de ahí que el acto de postergar una satisfacción cuando el momento no es oportuno para su seguridad, fortalece la voluntad de logro real del sujeto. Y es la imaginación anticipatoria (un sueño posible) la que instala la internalización del “tiempo subjetivo”, es decir el manejo interno del tiempo. Un proyecto personal se despliega en una doble vía, a través del tiempo objetivo y del tiempo subjetivo y se sostiene desde una identidad que se fortalece con ese mismo proyecto. Así, la identidad personal es motor y receptor de un proyecto de vida en general y de un proyecto laboral en particular. Pero la identidad (saber quien soy como persona y que quiero llegar a ser como personaje social) es una dimensión compleja y agónica,con idas y vueltas que se construye muy lentamente desde el principio de la vida y a lo largo de muchos años posteriores. Además son muchas las variables que intervienen en su configuración, siendo las crisis madurativo-evolutivas, la influencia familiar y las modas sociales, las tres principales. Por su parte la mayoría de los adolescentes y jóvenes normales viven inevitablemente una paradoja: sus sueños idealistas los proyectan a un futuro atemporal, sin límites, “todo es posible más adelante”, pero al mismo tiempo su natural omnipotencia etárea los hace ser intensamente “presentistas”,donde el presente por momentos aparece como la totalidad del tiempo universal, todo el tiempo es el presente hasta que llegue el futuro de la Utopía. Aquí el proyecto puede lentificarse o ponerse a reposar porque total “tengo toda una vida por delante” para cumplirlo. 

Aprendiendo a vivir se va la vida 

Un proyecto de vida se despliega viviendo, pero viviendo con un pie en la tierra y el otro en el escalón siguiente de la escalera que me lleva a mi objetivo. La dimensión de la escalera no la conozco con exactitud. Incluso puedo descender tácticamente un escalón para luego ascender dos. Lo que importa es que esté en movimiento subiéndola. Esto nada tiene que ver con la idea marquetinera de “éxito” social, sino más bien con alcanzar el logro de lo que cada uno vive como “autorealización”, es decir estar bien con uno mismo y con la imagen propia que he construido y colocado en algún lugar de mi proyecto personal. Este punto ético y filosófico es tributario de una idea muy importante que se relaciona con las actitudes que tenemos para con nosotros y las cosas: la idea de autoeficacia. El camino de nuestro proyecto de vida no está hecho de antemano, su transitabilidad no está definida ni para bien ni para mal, lo vamos conformando nosotros al transitarlo. Y las características de esa senda, su diseño también depende de nuestras propias ambiciones y autoexigencias. 

Causas y efectos

Nuestra mirada e imaginación de cómo será nuestras acciones condicionaran los resultados. La autoeficacia nos dice que no es tan importante lo que creemos tener al partir sino más bien como lo usamos. También en este sentido debe advertirse lo negativo de ciertos determinismos retrospectivos que buscan las causas de las dificultades en el pasado, o en los errores ya cometidos, como si fueran determinantes inmodificables de lo que va a suceder. Nada de eso es condicionante si nosotros no lo permitimos. El maestro del existencialismo moderno Jean Paul Sartre, edificó su sistema filosófico sobre el lema “Siempre podrás elegir algo nuevo sobre lo que ya otros han elegido antes por vos”. ¿Hasta dónde queremos llegar hoy?, Bill Gates, dixit. En resumen, el proyecto de vida es el motor y la gasolina para nuestra motivación vital, el gran dador de sentido y organizador social y emocional de las personas. Sin proyecto el tiempo se detiene y el fluir de la vida se degrada en una temida constante: la huida de la ilusión. 

Tiempo de decisión

Pero a esta altura del escrito, se me puede preguntar: Si uno aun no tiene claro un proyecto de vida conformado por una vocación neta… ¿Qué conviene hacer? ¿Esperar a que se aclare solo? No, claro que no. Una metáfora puede ser útil: Un campamentista desorientado en las serranías nevadas y sin estar muy seguro de cuál es el sendero más convincente que lo devuelva al poblado, sabe que no puede quedarse inmóvil porque se congelará. Después de descartar aquellas opciones menos accesibles y temerarias, tomará el camino que más se acerque a su intuición y sentido común, avanzando por ensayo y error, hasta que se acerque al territorio que finalmente le resultará familiar y confortable. 

No se trata de hacer planes de larguísimo alcance sino se tienen todos los datos asegurados, sino de optar por el corto plazo en función de una dirección inicial que se habrá elegido por descarte de las demás, y ver una vez caminando como se van acomodando las demandas y las ofertas que la interacción entre mi voluntad predispuesta y las condiciones disponibles del entorno (junto con una pizca de azar), lo que me llevará a la siguiente meta redefinida en el mediano plazo. Y reitero no olvidemos el efecto notable de la autoeficacia. Finalmente querido lector, si llegaste con tu paciencia hasta aquí, te sugiero que vuelvas a leer este texto, ya que leer sobre lo leído nos da una segunda comprensión que amplía nuestro pensar. Pero antes habré de premiarte con unas líneas del gran poeta republicano español Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ha de ver la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, solo estelas en la mar”. 

(c) by AFG 2025

(*) Psicólogo Universidad de Buenos Aires, Argentina. Docente Universidad de Mar del Plata, Argentina.

Profesor invitado en la Universidad de Murcia, España. Consultor en RRHH y Psicología del Trabajo y Organizacional.

URL de la imagen:  https://www.cosasdearquitectos.com/wp-content/uploads/mejorar-vida-personas.jpg

                                                           *  *  *

martes, 25 de febrero de 2025

El “turista eventual” como cliente potencial

 Serie cliente y agente. Protagonistas de la transacción comercial


El “turista eventual” como cliente potencial

Por Alberto Farías Gramegna (*)

textosconvergentes@gmail.com 

“La oferta, si es legítima y oportuna, modela la demanda” 

Hemos dicho que cliente es aquel que ha tenido una primera “experiencia de satisfacción” comercial tanto en la atención como en la calidad y funcionalidad del producto consumido y vuelve al lugar de la oferta redoblando la demanda, como el boomerang describiendo un círculo virtuoso. Se sabe al respecto que cliente satisfecho vale por dos.

El estatus de cliente implica por fuerza ser un co-optador del agente de ventas. Por eso el usuario cautivo es en verdad un seudo cliente, ya que la esencia clientelar resulta de la libertad para elegir. Por eso también la competencia honesta entre proveedores de productos similares en una pugna por mejorar y crear nuevos escenarios confortables para la venta, coadyuva al perfeccionamiento de la praxis clientelar. Solo puedo elegir en la diversidad. Solo puedo crear en el desafío de mostrar un valor diferencial en la similitud de mis ofertas.

El agente de la venta (empresario y comerciante) debe entonces mostrar y demostrar su calidad total para ser elegido genuina y legítimamente, con arreglo al tríptico regio: mejor producto, mejor precio, mejor atención.

El turista como cliente eventual

Cuando alguien viaja temporalmente a un destino nuevo por causas laborales o profesionales, se transforma -va de suyo- en turista. Congresos, jornadas, seminarios, encuentros, simposios, cursos, etc., son ejemplos de convocatorias que atraen a miles de personas con objetivos puntuales y específicos. En una nota anterior, en este mismo espacio, (“Me voy pero volveré”) abordamos el análisis del turista habitual que regresa al sitio receptivo. Ahora veamos el caso de lo que llamamos el “turista eventual”.

El turista eventual (no vacacional), aquel que llega motivado por un evento es ante todo un consumidor intensivo (se queda por horas o pocos días).  Este cliente eventual debe ser considerado un cliente potencial, es decir alguien que si es bien atendido y asesorado puede regresar. Y de hecho regresa en presencia o a través de recomendar el lugar a sus amigos y conocidos.

El turista eventual se hace tiempo para conocer la ciudad, su gastronomía, comprar un “souvenir”, acceder a los lugares que le han recomendado. El escaso tiempo del que dispone hace que valore mucho más una adecuada orientación de los lugares que merezcan ser visitados. El turista eventual no tiene tiempo para aclimatarse, por lo que el riesgo de equivocarse y frustrarse aumenta en directa proporción a la deshonestidad o ineptitud de la población residente con la que se vincule.

Hemos dicho que el buen trato es necesario, pero no suficiente para lograr la meta de una ciudad con cultura turística, no solo estacional sino también la relacionada con los eventos que pueden constituirse en una fuente muy importante de ingresos. La capacitación técnica y actitudinal del recurso humano es el nodo esencial de un adecuado abordaje del cliente eventual. El clima de trabajo interno en que se desenvuelven empleados y directivos es otro factor a tener en cuenta.

Asesoramiento específico y general , accesibilidad a los centros comerciales y lugares recreativos, indicación de lugares históricos, señalética y cartelería urbana bi o trilingüe (castellano, inglés y portugués, por ejemplo) gastronomía temática y típica , excelencia hotelera , servicios de citytour, restaurantes con personal entrenado y cartas multilingües, exigen recursos humanos capacitados y proactivos, con un perfil cultural medio adecuado a las circunstancias, así como un conocimiento básico de idiomas que cubra la comunicación pragmática del servicio o producto que se pretende ofrecer.

Todo esto exige una planificación coordinada entre los entes gubernamentales, los comerciantes y las cámaras empresariales. Una política turística estable y estratégica, que vaya más allá de la búsqueda del rendimiento aluvional del verano o del manido “fin de semana largo”. Precisamente por y no a pesar de las dificultades para consensuar iniciativas sofisticadas, que plantea la desocupación y los conflictos sociales de inclusión al sistema productivo. Comprender los errores es comenzar a organizar el cambio.

(*) Consultor en Psicología del Trabajo y los RRHH. Profesor invitado de la Universidad de Murcia, España.

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miércoles, 1 de enero de 2025

BIENVENIDOS AL BLOG...


Bienvenidos a "Panorama desde el blog
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EL VALOR DE LAS PALABRAS...
Dime como piensas…y te diré que mundo te cabe.

El modelo mental previo de la percepción, interpretación y propositividad de la organización social que nos entorna, actuando como referente práctico o como sistema ideológico, refrenda y legitima luego la totalidad del proceso interpretativo de cada suceso. Por eso unos y otros “vemos cosas” distintas al mirar los mismos objetos interactuar , y así sacamos seguidamente diferentes conclusiones causales y valorativas de esos procesos que aunque ocurren con una dinámica propia objetiva -es decir espacio-temporalmente por fuera de nuestra subjetividad- sin embargo los ordenamos en secuencias disímiles a la hora de evaluarlos. Los sesgamos con arreglo a nuestras preferencias “lógicas” consecuencia no de una evidencia trascendente sino de nuestra escala valorativa y necesidad emocional  “ad hoc”. Los socio-comunicólogos llaman este proceso cotidiano “sesgo de disponibilidad” (lo que se ofrece ahí fuera para su selección significativa) y “sesgo de confirmación” (termino seleccionando lo que busco encontrar para confirmar mis creencias).
Cuando esta dialéctica resulta extrema se hace irreductible a la contrastación alternativa y surge la “polémica” (confrontación de posiciones imaginarias opuestas por sobre el análisis de la tensión suplementaria o complementaria de intereses legítimos). Y ya se sabe que se empieza cediendo en las palabras y luego se termina cediendo en los hechos.
En tanto que un camino diferente hacia el esfuerzo por descentralizar las ideas por parte de los protagonistas, los llevaría a un “debate” de fundamentaciones (en lugar de los agobiantes y tóxicos “fundamentalismos”, propios de los fanatismos de ayer, de hoy y de siempre) capaz de flexibilizar posiciones y explicitar intereses, lo que muda el dilema insoluble y lo transforma en problema soluble. La etapa final de este segundo camino es el acercamiento de intereses comunes y la negociación de aquellos intereses particulares. El común denominador lleva de lo abstracto a lo concreto, del dilema al problema y de éste a encontrar la solución, potenciando así el valor ético y crucial de las palabras.















                                                                         
















lunes, 16 de diciembre de 2024

LOS LIBROS....ALGUNOS TITULOS

 LOS LIBROS -ALGUNOS TITULOS DE ALBERTO FARÍAS GRAMEGNA

 EDITADOS EN ESPAÑA Y ARGENTINA



SER EN EL HACER

El tema de la identidad es central para entender tanto la percepción del mundo como la del “sí mismo” del sujeto. Apoyada en la identidad (quién soy, cómo me veo y como deseo que me vean los demás) se construyen y se sostienen las creencias en general y la autoestima en particular. También la autoestima identitaria está relacionada dialécticamente con la “elección” de determinadas ideologías (sistema omniabarcativo de creencias y propuestas axiológicas sobre temas específicos particulares o universales). 





EL ARBOL Y EL BOSQUE

Vemos lo que esperamos -y queremos- ver. Mucho se ha dicho ya sobre lo que los psicólogos y sociólogos llaman “sesgo de disponibilidad” (el menú ofrecido por la realidad) y “sesgo de confirmación” (lo que estamos esperando elegir de ese menú variopinto). La interpretación apriorística de la generalidad ideológica (el bosque de creencias y prejuicios) nos condiciona a la interpretación puntual de un hecho, en la necesidad de confirmar nuestro "prejuicio de creencia" : es el “sesgo de confirmación”. Muchas veces nuestro interés más inmediato y limitado (la autoestima, por ejemplo) nos impide ver un panorama más amplio del problema. Aquí se cumple el aforismo clásico de que “el árbol impide ver el bosque”. Pero otras veces, con frecuencia, nuestras creencias ideológicas en general (políticas, sociales, religiosas, filosóficas, etc.) nos ocultan la simpleza imprescindible de nuestro árbol, el que está ignorado a nuestro lado. Es lo que he dado en llamar "el ocultamiento inverso".


CUENTAME TU VIDA 

El título del libro está inspirado en el clásico film “Spellbound”, realizado en 1945 (en Argentina conocido como “Cuéntame tu vida” y en España como “Recuerda”), del genial director Alfred Hitchcock que nos habla de los recuerdos encubridores, las entrevistas psicológicas y las intrigas y misterios que esconde la psiquis normal y patológica, generando desconcertantes signos y síntomas característicos de la compleja conducta humana, donde muchas veces nada es lo que parece. Su clave es precisamente la interlocución dialógica, capaz de echar luz en la oquedad del relato encubridor del interlocutor, que en el caso de la entrevista del ámbito de las intervenciones socio-praxiológicas y especialmente en el marco profesional del Trabajo Social, ese interlocutor es el sujeto entrevistado con fines de obtener un perfil integral de su identidad, su personalidad, su situación vital y su contexto socioeconómico y cultural. 


EL HOMBRE DE UN SOLO LIBRO

La identidad de una persona puede ser definida como lo que permanece idéntico a lo largo de sus años de crecimiento. Es decir lo que subsiste luego de atravesar los cambios. Estos presuponen conservar un “nicho” básico de representaciones de uno mismo y del lugar que ocupamos en el mundo, un punto de referencia que precisamente permite reconocer (re-conocer es al mismo tiempo re-conocer-se) que uno es quien es siendo sin embargo distinto al que era. Estamos diciendo que mantener una identidad normal es cambiar. El adulto normal conserva algo de su adolescencia para reconocerse crecido. No hay cambio sin conservación. Es una ley de la dialéctica.




PERSONALIDADES COMPETENTES Y ORGANIZACIONES EUTOPICAS

El libro “Personalidades competentes y organizaciones eutópicas. El modelo COTA: educando personalidades en la motivación para el cambio” del profesor Alberto J. Farías Gramegna, es una apuesta innovadora e integradora de los procesos de construcción de personalidades y organizaciones competentes. Un libro que integra de manera excelente las tres miradas que permiten comprender el sentido de dicha construcción: social, educacional y organizacional.






PERSONALIDAD, ROL Y SITUACION

¿Qué hace alguien como yo en un lugar como este?...Cuántas veces hemos pensado este interrogante ante situaciones incómodas o extrañas a las que arribamos no sabemos muy bien cómo ni por qué. Un ámbito laboral, familiar, recreativo, de estudio, etc., cualquiera sea la característica particular de cada uno de ellos puede generar en nosotros esa sensación de impostura, de equívoco, de desencuentro con nuestros valores y gustos, con nuestro estilo de hacer y nuestra forma de ser.





RECURSOS MUY HUMANOS

Está de moda entre algunos colegas cuestionar la conocida y precisa noción de “Recurso Humano”. Dicen en su bienintencionada fundamentación que los “humanos no son recursos” y apelan -en mi opinión con más voluntarismo que rigor- a una presunta vindicación humanista -desde luego irreprochable- arropada de un progresismo que mira a la persona como totalidad sensible y sujeto de conciencia, antes que objeto capaz de producir valor. Sin explicitarlo, creo que se está hablando -con mayor o menor conciencia- de la teoría de la alienación en Marx. Aquí el trabajador se enajena del valor producido, en tanto su “fuerza de trabajo”  tenida como mercancía puesta en acto productivo será capaz de producir un valor mayor que trasciende al de ella misma, un plus valor, ínsito en el producto o servicio que sale al mercado.










jueves, 31 de octubre de 2024

LA CULTURA DEL TRABAJO Y LA IDENTIDAD LABORAL


  

                La cultura del trabajo

            y la identidad de rol laboral

               (ser en el hacer: una actitud que se aprende


por Alberto Farías Gramegna (*)

textosconvergentes@gmail.com


  “A mi trabajo acudo, con mi dinero pago …” - Antonio Machado

  “El trabajo es mucho más que un medio de vida, es ante todo un modo de vivir” -  L. D Porta

Sin duda, lo que se ha dado en denominar “cultura del trabajo”, junto a la educación general, técnica y superior es el mayor capital social de cualquier país que apueste al desarrollo productivo, al crecimiento global y a una mejor calidad de vida de sus ciudadanos. Esto es casi una obviedad de Perogrullo. Y precisamente todo esto es lo que se ha perdido en grandes sectores de las poblaciones potencialmente productivas en muchas sociedades contemporáneas.

 

La “cultura del trabajo”

 

Hace casi dos décadas y media el recordado periodista German Sopeña describió a la “cultura del trabajo” como “la suma del conocimiento específico, una actitud honesta y productiva, el deseo de progresar, la capacidad para trabajar en conjunto y el respeto por el trabajo y los derechos de los demás”. Y luego concluye, en referencia ya al ámbito del empleo que los ámbitos de trabajo, son -o debieran ser- lugares donde a partir de una suerte de jerarquía vinculada a la experiencia y el conocimiento, se refuerce esa cultura del trabajo.

Sin embargo, los principales transmisores de estos valores son en primer lugar la educación familiar y luego debiera ser la escuela desde el nivel primario hasta el universitario pasando por el secundario.

Claro que, lamentablemente, en épocas de marginalidad, crisis económicas globalizadas y confrontaciones ideológico-socioculturales, la mayoría de las instituciones educativas -quizás con la excepción de los institutos técnicos de formación de oficios- están muy lejos de poder cumplir con eficacia esa importante misión.  Sin cultura del trabajo no hay autoestima que consolide una “identidad de rol laboral” estable capaz de edificar un proyecto de vida a largo plazo. Y enfatizo el concepto de “proyecto de vida” por oposición a la “reactividad circunstancial” del día a día. Por eso ante su ausencia histórica o por efecto de un paro (desempleo) forzoso, la identidad se resiente y aumentan las carencias.

 

Soy en gran medida lo que hago: el ser en el hacer, la identidad laboral

 

En mi nuevo libro editado en España, “Ser en el hacer”, Factor y recurso humano: personalidad e identidad laboral. Una perspectiva desde la intervención convergente en la organización del trabajo (R&S Ediciones, 2024), me ocupo centralmente de analizar las relaciones entre sociedad, organización, identidad de rol, cultura del trabajo y las posibles interacciones con los estilos de personalidad.

La identidad es lo que siento que soy y se relaciona con mi ser y mi hacer. Mi hacer determina gran parte de mi ser. Cuando queremos saber a qué se dedica alguien en el mundo del trabajo, es frecuente que al preguntarle “¿A qué te dedicas?”, responda “Soy…” obrero, periodista, arquitecto, albañil, comerciante, carpintero, empresario, profesor, etc.

Lo que llamamos la “identidad laboral” o también “identidad de rol” es un aspecto determinante a la hora de evaluar el equilibrio emocional y la capacidad de adaptación saludable a la organización del trabajo.


La temática de la competencia profesional (lo que sé hacer) y el desempeño laboral (el cómo lo hago) tiene mucho que ver con esto. Una parte relevante de la identidad total de una persona la constituye su “identidad de rol laboral”, que recorre los aspectos relacionados con las expectativas atribuidas y asignadas en el plano de la performance socio-laboral.

Estudios realizados en distintas situaciones de pérdida forzosa de empleo, en diferentes colectivos sociales de culturas disímiles, han mostrado reacciones promedio relativamente similares. Una serie de signos y síntomas actitudinales que pueden presentarse de a uno o varios a la vez y que podríamos englobar bajo el concepto de “síndrome reactivo al desempleo no deseado”, que pude describirse como una tendencia al aislamiento, disminución de la autoestima, eventual aumento de la agresividad (ya que la frustración de una necesidad de cualquier índole suele suscitar ese tipo de respuesta).

Finalmente, si el desocupado forzoso no logra insertar la frustración en una red sociofamiliar que le devuelva la confianza en sí mismo, podría resignarse a una actitud de espera depresiva. Sin embargo, en otros casos, y por reacción defensiva, muchos participes de agrupaciones reivindicativas de desocupados -muy ostensibles en los últimos años- terminan encontrando allí junto a sus pares, una nueva identidad social. Luego tenemos el “desocupado generacional”, los “ni-ni”: los jóvenes que ni estudian, ni trabajan.

La cultura del trabajo: una actitud que se aprende

Hoy en el mundo hay millones de jóvenes que no están insertos en actividades laborales y tampoco se están formando profesionalmente. Las causas de este cuadro inquietante son al tiempo que socioeconómico productivas, también culturales: factores motivacionales, económicos y educativos de base, etc. y no sólo de oportunidades de oferta y demanda del mercado laboral. En muchos de estos casos, la subocupación, el trabajo inestable, el llamado trabajo “en negro”, errático e informal sin aportes previsionales o directamente la desocupación crónica lleva dos y tres generaciones dentro de una familia y por tanto la cultura del trabajo no tiene significación alguna para sus integrantes.

La cultura del trabajo refuerza y perfila la identidad de rol laboral y también en otros casos la identidad vocacional profesional previa (el “que quiero ser cuando sea grande”) facilita el fortalecimiento de la cultura del trabajo. Como vemos, la cultura del trabajo y la identidad laboral son dos caras inextricablemente unidas y el resultado de complejas interacciones de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas en un contexto sociocultural y económico concreto, que se confrontan con la acción u omisión, afrontamiento o defección de cada persona, porque no sabe, no quiere o no puede, ya que la historia universal es la de un solo hombre, como quería Borges.

En definitiva, más allá de las sobredeterminaciones que generan las circunstancias económico-sociales, la cultura del trabajo no surge espontáneamente, es producto de una lenta construcción, tanto individual como colectiva, que deviene en una necesidad psicológica, una cuestión de actitud al final de un largo aprendizaje social.

(*) Consultor en RRHH y Psicología del Trabajo. Psicología Social y de la Personalidad 

    - Profesor invitado Universidad de Murcia, España.

 

* * *

 

 

miércoles, 14 de agosto de 2024

CLIENTE NO SE NACE, SE HACE


 Psicología de la venta


              Cliente no se nace, se hace (*)

(éxitos y fracasos de una relación ambivalente)

  Por Alberto Farías Gramegna (**)

 textosconvergentes@gmail.com

 

1

El cliente y el agente 

AMBIVALENCIA: “La ambivalencia es un término utilizado en psicología para describir la presencia simultánea de sentimientos contradictorios hacia una persona, situación u objeto. Es decir, una persona experimenta sentimientos positivos y negativos hacia la misma cosa al mismo tiempo.” - Diccionario RAE

CLIENTE:  1-Persona que compra en una tienda, o que utiliza los servicios de un profesional o empresa. 2- Persona que está bajo la protección o tutela de otra. - Diccionario RAE

 


La relación múltiple en el proceso de las transacciones comerciales en general entre “agente y cliente” implica variables tanto económicas objetivas como psicológicas subjetivas.  Bajo el título de “Cliente no se nace, se hace”, intentaremos analizar en los siguientes cuatro apartados aquellas complejas variables.

Hazme tu cliente

Se suele denominar “cliente” a la persona que compra un producto o recibe un servicio de una empresa dada, aunque esta sea de opción excluyente, es decir que no exista posibilidad de elegir en el contexto de otras ofertas competentes en el mercado. En este último caso, el consumidor cautivo, se asemeja a la segunda definición del diccionario, que recoge la acepción etimológica histórica que alude a la relación entre el trabajador (“siervo”) de la gleba y su señor feudal, del que dependía totalmente. En general se cree que un consumidor se asimila a un cliente por el solo hecho de entrar a un negocio por vez primera. Lo cierto es que aún no lo es.

Cliente es aquel que vuelve porque ha encontrado allí las condiciones favorables y aceptables para sus necesidades de consumo.

Sino es solo un usuario consumidor por obligación excluyente. Si hay opción de elegir, se puede regresar a un mismo lugar cada vez que surge la demanda ante una oferta disponible por una o varias razones concurrentes a) accesibilidad del sitio b) coste del producto ofrecido c) calidad del mismo d) trato recibido.

Si se dan todos estos factores el reforzamiento de la voluntad de volver es intenso. A eso se le suele llamar “fidelizar al cliente”. ¿Pero, entonces quién hace del consumidor un cliente?. Pues de lo anterior se deriva una conclusión espontánea: el agente.

De tal agente este cliente

Agente y cliente son una unidad en la dialéctica de la oferta y la demanda. El uno no existe –en la su estatus sociológico- sin el otro. Ambos, además, son consumidores en distintos momentos. Ambos son comerciantes. Ambos tienen derechos y deberes.

Pero a pesar de la unidad funcional agente-cliente, esta relación no es simétrica. El agente necesita y debe construir un perfil de cliente que lo elija. El cliente, por su parte, puede y debe elegir al agente que mejor satisfaga sus necesidades, y este aspecto no se agota en la calidad intrínseca del producto-servicio. La atención clientelar agrega y modifica el valor original de la mercancía; cualifica la venta. Por eso decimos que vender es ante todo asesorar, contener, informar y cumplimentar necesidades diversas y no meramente “despachar”.

El cliente es por fuerza –cuando no está cautivo-un “cooptador” del agente. Este último debe demostrar su calidad total para ser elegido genuina y legítimamente, con arreglo al tríptico regio: mejor producto, mejor precio, mejor atención. Es este, en definitiva, el meollo de la competencia, su razón medular: ser competente para competir. Ser competente como agente (empresario) es tener competencia en el rubro en el que se está. Saber y saber vender. Competir es participar con la meta de ganar…clientes al fin de cuentas.

El “agente pasivo” (empresario desmotivado) se comporta como si creyese que el cliente tiene obligación de elegirlo y suele confundir venta con oportunidad, que al reiterarse troca en oportunismo.

El “agente activo” (empresario emprendedor) en cambio, entiende que cuidar y motivar al cliente es la tarea central de toda la actividad comercial, siempre que se cuente con un producto-servicio digno de ser vendido.

El comercio es -va de suyo- intercambio de mercancía, (productos-objetos o servicios) por moneda o valor equivalente. Se sostiene, entonces, en necesidades y valores. Si no hay valor de uso para el cliente, no habrá valor de cambio para el agente, nuestro “empresario” de ahora en más. Así como toda organización comercial con objetivos de venta es una empresa, todo comprador ocasional que regresa a la misma, reiteramos se convierte en cliente. En esa actividad ordenadora que es el comercio “en general”, recortaremos en una próxima nota el proceso de la venta “en particular”, la segunda parte de “Cliente no nace, se hace”.

 

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                                 El proceso de la venta                                               

“Desde la perspectiva objetiva de la economía de mercado la ley de la ´oferta y demanda´ describe cómo el precio en que se ofrece un producto (o servicio) determina finalmente la cantidad disponible de ese producto que los oferentes están racionalmente dispuestos a vender y se presupone que los consumidores a comprar. Pero esta perspectiva objetiva es, va de suyo, necesaria, aunque no suficiente muchas veces para explicar las oscilaciones en el proceso de la venta, porque existen factores y variables propios de la psicología de la venta, y la condición de “cliente” es parte importante de aquellos factores que pueden definirse como subjetivos frente a aquellos objetivos antes mencionados.” - Xavier Silo Salinas

 

L

a venta implica y presupone un complejo proceso de persuasión apoyado en una motivación ligada siempre a necesidades básicas o de estilo de vida. Es una transacción socioeconómica-cultural. Vender presupone comprar, es decir, una dualidad concretada en un encuentro que fragua un vínculo entre agente y cliente.

Ese vínculo-en-acción es social porque resuelve necesidades de la vida cotidiana. Es económico porque sostiene la producción y circulación de mercancías. Y es cultural porque lo que consumimos, lo que queremos poseer siempre está condicionado por los valores de cada cultura.

Hay pues, en el proceso de la venta, varios momentos: a) la necesidad que lleva a la demanda b) la oferta excluyente o competente c) la transacción propiamente dicha, que incluye factores formales e informales d) la satisfacción o insatisfacción posterior (esto es clave para el proceso de construcción de la identidad clientelar)

A veces el proceso se define por el lado de la oferta, otras el cliente busca activamente lo que necesita, y por lo mismo, es pertinente decir que toda venta tiene una historia de necesidad y motivación.

Los personajes salen a escena: personalidad, clima y estilo

Así, la persona del cliente “actúa” en el escenario mercantil el personaje del “comprador” y el agente, por su parte, ostenta las vestiduras del “vendedor”. Los personajes saben su oficio y deben respetar el guion, aunque no siempre se cumple: amabilidad con la persona y sensatez con el personaje.

No los une el amor -aunque a veces si el espanto- sino un interés recíproco sostenido en la necesidad de uno y la relación coste-beneficio del otro. Dos a quererse en la “acción y el efecto de vender” según define el diccionario, mostrando así el doble aspecto de la venta: como proceso y punto de llegada, que justifica el encuentro y el ritual de la demanda, la oferta, el examen, el consenso y el cierre de la transacción.

Sin embargo, la formalidad y la razón del personaje, suele claudicar cuando la pasión de la persona irrumpe informal. Persona y personaje se mezclan en la vida cotidiana. Razón y pasión están presentes en ambos lados del mostrador. Vender orientado a la persona, sus estilos y sus valores, sin perder de vista el marco que regula al personaje, sus normas de hecho y derecho: tal la clave del éxito profesional del empresario motivado. El mismo deberá regular su pasión: sentimiento de rechazo, encono, prejuicio, cansancio, impaciencia, hastío, etc., para poder actuar desde el personaje del “vendedor”, escuchando y respetando la necesidad de la persona del cliente.

Cada personalidad “pide” un estilo de relación informal diferente: el charlatán, el curioso, el prolijo, el afectivo, el anecdótico, el discreto, el barullero, el parco, etc.

La personalidad del agente interactúa con la del cliente y crea el “clima” del encuentro, la faz emotiva, el gradiente de adecuación o disfuncionalidad psicológica.

El clima resultante es parte de la calidad atencional. “Háblame como quiero escucharte, trátame como persona que soy y no solo como personaje comercial” pareciera decirnos el cliente. Resumiendo, razonar juntos sobre la venta es considerar a la persona real que siente y piensa, sin traspasar los límites de los personajes que cada cual encarna.

Gané una venta, pero perdí un cliente: de la necedad al conflicto

El conflicto en la venta es el fracaso de la lógica de la razón y como observamos, los motivos más frecuentes son un mal manejo de la relación formal-informal, pero también el llano incumplimiento de los deberes del personaje.

En detalle estos motivos podrían agruparse en a) los derivados del incumplimiento formal de las condiciones: tiempo de entrega, garantía ineficaz, mala calidad del producto, información inexacta, no respetar el precio pactado, no devolución del dinero cuando hay insatisfacción del cliente, no querer cambiar un producto en mal estado o degradado en su sabor o consistencia, aduciendo que el proveedor no acepta devoluciones, no extender debida factura, etc.

b) los surgidos directamente de la mala o deficiente atención clientelar: mal trato, descortesía, no asesoramiento sobre características del producto o servicio, falta de asistencia postventa, ineptitud profesional del personal, falta de empatía, exigencias improcedentes, discriminación, abuso de confianza, etc.

c) los relacionados con el contexto ambiental: lugares inadecuados, ausencia de elementos auxiliares en los lugares de consumo, falta de higiene, barreras en los espacios de espera, señales agresivas, obscenas o provocativas, contaminación, comportamiento desaprensivo o peligroso, presentación personal y conducta desubicada o grosera, etc.

d) finalmente aquellos derivados de lo que llamaremos la “personalización emotiva” de una relación comercial:  por ejemplo, enojo pueril por no obtener una rebaja, solicitud de ventajas especiales improcedentes, desconocimiento de las normas regulatorias del comercio, pretensión de obtener beneficios discrecionales, exigencias improcedentes al personal, etc. La “personalización emotiva”, es básicamente un malentendido: el personaje del “comprador” no le habla al “vendedor” sino a la figura personal, que le impresiona como “buena”, “mala”, “simpática” “antipática”, etc.

Genera un clima regresivo y lleva a la dramática escalada del malestar y a que el cliente y el agente se vean como adversarios o enemigos. Aquí el “deseo” de comprar se ve frustrado. Y sobre eso hablaremos en una tercera nota de esta serie: el deseo y las cinco constantes de la venta.

 

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Las cinco constantes de la venta 

“Escuchar para entender, entender para vender”

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na transacción comercial (el encuentro operativo comprador-vendedor) tiene siempre –y aunque no sea evidente- cinco constantes, que va de suyo, cada uno tiene aspectos variables según el caso particular, que es lo que explica finalmente si la venta fue exitosa y satisfactoria para ambos protagonistas (vendedor y comprador) o frustrante para uno, otro o ambos. Estas “constantes” son: una historia de motivación, una necesidad instalada, un acuerdo implícito, un escenario y un remate trunco o exitoso, abierto al mismo tiempo a la posibilidad de nuevas transacciones, es decir el comprador convertido en cliente. Tal los casos paradigmáticos del asiduo concurrente al quiosco de la esquina; la señora del almacén de barrio o el parroquiano de la mesa de café con el matutino y la charla cotidiana. El café-bar –digamos al pasar- es un caso especial de ámbito servicial por su compleja implicancia sociocultural en la identidad del consumidor.

Al comienzo señalábamos: a) Historia de motivación, porque los motivos por lo que se compra o consume un producto (esto o aquello, tal marca o tal otra) son a la vez efecto de una historia de usos, costumbres y aspiraciones vinculadas al marketing, expectativas de satisfacción y causa de nuevas motivaciones. Es decir que la motivación del consumidor viene de una necesidad y va hacia el logro de una satisfacción. En el medio está el vendedor y su desempeño profesional.

b) La necesidad instalada, por su parte, es la petición de principios de toda compra y su razón de ser.

No importa si esta necesidad sea primaria y vital, como un kilo de pan, o secundaria y prescindible, como el último CD de mi cantante favorito. Sin necesidad no hay transacción. Este punto se hace interesante al vincularlo con las estrategias de creación mediática de necesidades. Recurso –a mi entender- plenamente legítimo en la lógica del mercado. Los que estamos trabajando, desde hace años, en la temática de los recursos humanos sabemos de la verosimilitud del aserto: “la oferta, si es legítima y oportuna, modela la demanda”. Esto no implica pensar al cliente como consumidor autónomo y pasivo, sino descubrir su perfil y animarlo a innovar, reafirmar o recrear sus gustos. Después de todo, la tarea de asesoramiento (nunca la de despachante) de un vendedor profesional consiste, en gran medida, en ayudar a vencer las tendencias conservadoras que como consumidores compartimos espontáneamente al suscribir con frecuencia y en los hechos cotidianos la premisa cultural  más vale malo conocido que bueno por conocer”.

c) El acuerdo implícito al que hacemos referencia como tercera característica de la transacción comercial, refiere a algo muy sencillo: si hay alguien que quiere comprar, debe haber alguien que quiera vender. Este acuerdo se basa en el supuesto entendido de que ambos actores están hablando del mismo producto, con un mismo valor de necesidad y representación afectiva, cosa que en general no ocurre, tal como hemos visto en otros artículos.

c) El escenario, luego, es el tiempo y el espacio en donde tiene lugar la transacción. El medio ambiente, la situación, el contexto y el clima psicológico del encuentro cliente-agente. Cada uno de estos conceptos recién aludidos tiene características y se diferencian a la hora de incidir de manera compleja e interactiva en el éxito o el fracaso de una venta. Enseguida veremos esto con mayor detalle, ya que precisamente el escenario constituye el nudo de la presente nota.

d) El remate, al igual que en un cuento, nos habla de cómo fue todo el proceso anterior. La virtud princeps de un vendedor es -remedando la mitológica magia de Midas- convertir en cliente a cada comprador que atienda. Por eso la frase nefasta tantas veces escuchada: “si no le gusta vaya a otro lugar” es la anticultura de la venta, el suicidio del agente comercial en boca del necio mercader, verdugo de su propio emprendimiento, -al decir del poeta- por no conocer su oficio ni tener vocación.

Cliente y agente son entonces dos personajes en un mismo escenario. La obra que representan es “Véndeme si puedes”.

El guion no está escrito. Sus autores, comprador y vendedor, dos a quererse, son los protagonistas que a cada instante co-escriben la dramática que en ocasiones, cuando ambos se malentienden, parece tragicomedia. “Háblame como quiero escucharte” parece decir el comprador. Entiende mis necesidades, dime lo que sabes y no me hagas sentir como un molesto visitante del que quieres deshacerte rápido. Préstame atención y no solo me muestres tus alhajas, que ya se sabe, lo esencial (de un encuentro) es invisible a los ojos. Digamos que la mejor estrategia de venta es la honestidad, el sentido común y la idoneidad en el conocimiento y el manejo del producto. En ese orden me animo a decir.

Escuchar para comprender, comprender para vender 

Escuchar para comprender, comprender para vender es la premisa. En el escenario de la venta, todo buen vendedor realiza -frecuentemente de manera intuitiva- un diagnóstico de situación y del perfil de comprador: qué busca, quien es, qué sabe del producto que lo interesa. Su desempeño deberá adecuarse a este diagnóstico operativo, porque le servirá para trabajar profesionalmente utilizando esos datos como marco de referencia, indicándole guiones diferentes frente a perfiles de clientes diferentes: el inseguro, el curioso, el polémico, el indeciso, el exigente, el desconfiado, el parlanchín, el confianzudo, el cordial, el parco, el enojado, el caprichoso, el soberbio, etc.

La personalidad (dimensión persona) y las circunstancias del escenario (dimensión personaje) configurarán cada tipo-en-situación. Como el escenario de la transacción incluye  el “clima” y a  este último en parte contribuye la personalidad  del vendedor, tenemos que a veces los protagonistas mudan en extraña pareja y nos encontramos ahora ante una suerte de tipología del vendedor : el ansioso (que no aguanta al comprador indeciso), el autoritario (que cree que lo sabe todo) , el descortés (que no saluda y utiliza modales groseros) , el obsecuente (que falsea la sonrisa) , el desconfiado (que ve un ladrón o un estafador en cada cliente) , el apremiante (que siente que atender le hace perder tiempo) ,el deshonesto (que miente y es desconsiderado con la persona del cliente), etc.

En cada caso podemos agregar nuevos ejemplos o variantes.

Lo cierto es que al ser el escenario de la venta lugar y tiempo de despliegue de razones y pasiones propias de un encuentro, (y en el caso de la clientela aparece un vínculo más o menos estable) cuentan allí al menos cuatro variables, que según sean compatibles o antagónicas determinarán  el clima y el resultado de la transacción: 1) las personas y sus necesidades 2) las personalidades singulares de esas personas 3) el papel de los personajes condicionados y 4) la situación comercial general y sus circunstancias particulares (precio, calidad, forma de pago, etc.). Como se ve, no basta con las ganas. Cuando el deseo mete la cola…es el momento de llamarlo por su nombre. El cliente agradecido.

En la cuarta y última nota, abordaremos finalmente un análisis de la calidad del ámbito laboral y la capacitación del agente de ventas.

 

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El ámbito de la venta y la gestión del recurso humano

 

E

n notas anteriores de este mismo espacio relacionadas con las condiciones y el clima laboral en general, decíamos que  la clave para lograr calidad sustentable por parte de una empresa reside en la gestión del recurso humano, diferente según el estilo de liderazgo utilizado.

Así, la calidad de la vida laboral resultante de una gestión adecuada redundará en la facilitación de una mejor atención clientelar y una optimización del producto.

El confort laboral depende de variables vinculadas tanto con el contexto general económico, como con las condiciones socio-psico-materiales del trabajo, es decir el medio ambiente laboral. Conocidas como CYMAT (condiciones y medio ambiente de trabajo) estas variables pueden ser tanto facilitadoras como discapacitantes de conductas y rendimientos deseables o indeseables, según las características que finalmente presenten.

Las condiciones refieren principalmente al marco contractual (horas, ritmo, tipo de trabajo, productividad, remuneración); el medio ambiente, alude al clima y el lugar, el cómo y el dónde de la tarea (satisfacción de necesidades básicas del trabajador, espacio optimo para desplazarse, mobiliario adecuado, comunicación formal e informal, cordialidad o mal trato en el grupo, de y con los jefes, etc.).

Ambas dimensiones tienen efectos en el equilibrio psicofísico del trabajador y redundarán en la creación de un entorno de tarea saludable o insalubre.

Entre nosotros es frecuente observar condiciones de trabajo inadecuadas por su extrema exigencia y desconsideración para con la dignidad personal y que sumadas a un medio ambiente conflictivo u hostil constituyen una combinación altamente negativa. El impacto de esta situación sobre el ánimo y la conformidad del trabajador lo aleja de una identificación con la empresa resintiendo su motivación en el logro de la optimización del producto y la atención clientelar.

El paradigma del “protagonismo laboral”

El paradigma del protagonismo laboral impulsado entre otros por E. Demming hace ya más de tres décadas en Japón y los EE. UU, apunta a incentivar como su nombre lo indica, el protagonismo y la horizontalidad en la toma de decisiones sobre las tareas cotidianas. Esto no significa, por ejemplo, que cualquier empleado desde cualquier rol, pueda decidir sobre la política de inversiones de una empresa o sobre la estrategia de lanzamiento de un nuevo producto. Sin embargo, nada impide que sea convocado a opinar desde su especialidad o tarea, experiencia y lugar en la organización, acerca de variados temas que lo involucran como parte activa de la empresa.

Así, el protagonismo de rol se asienta sobre la paulatina toma de decisiones en el marco de la tarea específica que cada uno desarrolla en interacción con su grupo de referencia y pertenencia laboral.

La convergencia del recurso humano (capacitación profesional y desempeño técnico del rol) con la consideración del factor humano (necesidades personales y expectativas de auto superación, satisfacción y reconocimiento) constituye el nudo conceptual y ético de esta perspectiva.

Una política empresarial que privilegie el trabajo en equipo y la distribución equilibrada de responsabilidad y toma de decisiones tácticas, resultará consistente con aquella perspectiva y bien puede llamarse de gestión integrada sustentable. El liderazgo que exige será de tipo situacional, es decir que privilegiará la situación, el contexto y la personalidad del liderado siendo su dinámica delegativa, pragmática y no autoritaria.

En este modelo, el gerente, el coordinador, el encargado o el jefe, capacita, asesora y delega. En otras palabras, ayuda a crecer. Es ante todo una gestión de confianza en la capacidad del otro, porque la dignidad y el reconocimiento del empleado refuerzan la legitimidad del liderazgo.

Así el liderazgo situacional en la gestión de los RRHH recurre a la directividad, a la persuasión, al consejo o a la delegación en la toma de decisiones, con arreglo a la capacitación de cada uno, la experiencia, el status del puesto, el perfil y la complejidad del rol, los factores personales y la situación que enmarca la acción y la relación grupal. Es decir, no tiene el mismo estilo con todo el mundo y en cualquier momento. Pero es estratégicamente protagonístico, apuntando a capacitar y ayudar al crecimiento profesional y el confort en el vínculo laboral y esto último incide en la calidad total del producto organizacional. Digámoslo otra véz: esta calidad del producto se correlaciona con el gradiente de calidad de vida laboral. Este gradiente se acercará a la optimización cuanto mayor sea la integración armónica entre la persona (necesidades) y el personaje (prescripción de rol) es decir entre lo informal y lo formal de la tarea.

La persona del agente y su personaje de rol

Aquí se nos ofrecen tres posibilidades muy relacionadas con el clima y la estructura de la organización: a) que el personaje niegue y empañe a la persona. Surge así lo que he llamado automatismo o burocratismo de rol.  b) que la persona distorsione y utilice al personaje en beneficio propio. Es el típico comportamiento discrecional o personalismo de rol y c) que persona y personaje se integren funcionalmente sin anularse uno a otro y de esta manera la personalidad de cada uno tiñe el rol, aunque sin distorsionar los objetivos de la organización. La resultante de este encuentro es un comportamiento pertinente, cordial y con sentido común, donde se “siente” que detrás del rol del personaje hay una persona de carne y hueso.

Los casos a y b –tan frecuentes en nuestra cultura- siempre resultan disfuncionales a la empresa.

El primero por no resolver problemas prácticos, dado que “la persona no esta presente en la función”; es un autómata que no interacciona, solo “vomita” un discurso sin alma, a la manera de una cinta grabada.

No hay disfrute de pasión del empleado porque “no debe sentir” y así no hay empatía posible con el cliente o con sus compañeros de trabajo. Esta actitud suele corresponderse con climas de gestión autoritarios dependientes o temerosos de ser sancionados ante cualquier innovación y generan muy poca calidad laboral y agentes comerciales mediocres.

El segundo (discrecionalismo de rol) linda con las conductas negligentes y a veces corruptas, dado que el agente utiliza el puesto de trabajo acomodándolo a su interés personal y manejando los tiempos y las tareas para rendir poco y mal, escamotear la información práctica y otras arbitrariedades propias de un clima laboral degradado, que es importante diferenciar de la mediocridad rutinaria más relacionada con el burocratismo.

El agente discrecional, al igual que el burocratista, mantiene los “pies en el plato”, pero, a diferencia de este, lleva el agua al molino del menor esfuerzo, ya que no se identifica con la empresa y su motivación se liga al oportunismo.

Este clima suele ser concurrente con liderazgos débiles y prescindentes o por lo contrario fuertes y perversos que dan mensajes tácitos tales como “hagan lo que quieran mientras no me comprometan, ni me compliquen la vida”. Hay en este clima una complicidad por omisión.

Como hemos dicho enfáticamente: solo un estilo de liderazgo maduro, seguro, respetuoso y situacional, que contemple a la persona y su identidad, será operativo; un liderazgo que facilite la identificación con el rol laboral y estimule el protagonismo, contribuirá al potenciamiento de la motivación en cada personalidad; un liderazgo que mantenga consignas claras y espacios de toma de decisión pertinentes en cada nivel de responsabilidad técnica, podrá aspirar a un mínimo de situaciones conflictivas.

Un liderazgo así consolidará la calidad total en el producto y un desempeño que combine eficacia y eficiencia en el logro de las metas.

Sin duda una ardua tarea profesional que requiere compromiso, pasión y convicción…virtudes de los buenos agentes de venta, quienes parecieran en este caso, “nacidos para vender”.


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(*) Cada uno de los apartados de este artículo completo serán publicados quincenalmente y por separado en el sitio web del diario La Capital de Mar del Plata, Argentina.

(**) Consultor en Psicología del Trabajo, de la Personalidad y los RRHH.

Profesor invitado de la Universidad de Murcia, España.

 

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