lunes, 30 de diciembre de 2013

El año que viene...

El año que viene a la misma hora
Por Alberto Farías

M
añana termina un nuevo año e inicia un año nuevo. Estoy en Madrid. Exactamente cuando den las doce campanadas escucharé la “Canción del Adiós”, comeré las 12 uvas y emocionado me pensaré viajero trascendente, y una turbada lágrima sincera sola inundará mis ojos, y agridulce en la lengua dirá que soy humano.
El año que viene a la misma hora diré que espero una mejor vida, que las cosas encuentren caminos ideales. Y pensaré en mi mujer, en mis hijos y sus parejas, en los hijos de mis hijos, en el amor a toda la familia extensa que quizá sea aún más grande y en el dolor del cuerpo al levantarme.
El año que viene a la misma hora diré que el que pasó fue un año complicado. Y pensaré en la inseguridad de los caminos, en los crímenes absurdos, en la estupidez de las ideologías, en los hombres inmorales, en los estudiantes que no estudian, en los buenos que se esfuerzan, en los soñadores, en los justos.
El año que viene a la misma hora diré que no cumplí con mis promesas prometidas. Y pensaré en los cursos que no hice, en los amigos que no frecuenté, en aquellos que de mí se apartaron porque no pensaba como ellos, en los miedos que ganaron, en la lucha que me debo, en la gente que me sigue, en los logros humildes que alcancé sin felonía.
El año que viene a la misma hora diré que aún tengo proyectos en carpeta. Y pensaré en todos los destinos que me esperan, en  los libros que no abrí y en los que pienso escribir, en las propuestas que me impulsan, en la fiesta de la vida.
El año que viene a la misma hora diré que las Fiestas me incomodan. Y pensaré que reunirse por rutina es vaciar las emociones verdaderas, y que los regalos sin embargo son bonitos, que me fastidian los petardos y que me lastima la locura de aquellos que se matan justo antes de ver la luz recién nacida.
El año que viene a la misma hora creeré ingenuo en la magia del discurso. Y pensaré que todos juntos podremos derrotar la pesadilla, y crecer comunitarios, y dejar de engañarnos con palabras, y pasar a ser dueños del color de la sonrisa.
El año que viene a la misma hora diré que soy el que soy y me contengo. Y pensaré que puedo dominar mis pensamientos, y que controlo mis días y mi suerte, y que soy capaz de doblegar a los malvados y desestimar a los mediocres.
El año que viene a la misma hora beberé y comeré lo que no puedo. Y pensaré que total por una vez, y me sumaré a los rituales, y recordaré las mesas de la infancia, y a los que ya no pueden sentarse con nosotros. Y una fuerza oprimirá mi corazón, como cada año desde siempre.
El año que viene a la misma hora exclamaré “¡Feliz Año!”, y besaré a quien esté a mi lado, y chocaré mi copa, y abrazando a los que quiero pensaré que el tiempo es fugaz y que al final no valió la pena pelearse por pavadas, y olvidaré las distancias que separan.
El año que viene a la misma hora diré que lo importante es el amor y las sencillas cosas que no vemos. Y pensaré con el poeta que lo esencial es invisible a los ojos, y que hay que reírse más, y comer sano, y no fumar que mata, y no llevar el trabajo a nuestra casa y de cuando en cuando mandar al jefe donde cuadre.
El año que viene a la misma hora seré un poco más viejo de almanaque y un poco más joven de prejuicio. Y pensaré que aprendiendo a vivir se va la vida, y qué suerte que he tenido a pesar de mis errores, y miraré alrededor sin tener porqué quejarme, y sin perder empero la costumbre.
El año que viene a la misma hora pensaré que algo se termina y que algo está empezando. Imaginaré que el tiempo existe y viajaré hacia atrás y hacia delante. Resistiré al cansancio y mentiré sobre el sueño que no tengo. No sabré si irme o si quedarme. Si negar mi condición de carenciado o reafirmar mi derecho a que me miren. Repetiré lo mismo que reitera mi calidad de ser humano. El año que viene a la misma hora quizás escriba lo que escribo ahora, el año que viene…por inercia, por rutina, en la mera esperanza de estar vivo.

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