El año que viene a la misma
hora
Por Alberto
Farías
M
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añana termina un nuevo año e inicia un año nuevo. Estoy
en Madrid. Exactamente cuando den las doce campanadas escucharé la “Canción del
Adiós”, comeré las 12 uvas y emocionado me pensaré viajero trascendente, y una turbada
lágrima sincera sola inundará mis ojos, y agridulce en la lengua dirá que soy
humano.
El año que viene a la misma hora diré que espero una mejor
vida, que las cosas encuentren caminos ideales. Y pensaré en mi mujer, en mis
hijos y sus parejas, en los hijos de mis hijos, en el amor a toda la familia
extensa que quizá sea aún más grande y en el dolor del cuerpo al levantarme.
El año que viene a la misma hora diré que el que pasó fue
un año complicado. Y pensaré en la inseguridad de los caminos, en los crímenes
absurdos, en la estupidez de las ideologías, en los hombres inmorales, en los
estudiantes que no estudian, en los buenos que se esfuerzan, en los soñadores,
en los justos.
El año que viene a la misma hora diré que no cumplí con
mis promesas prometidas. Y pensaré en los cursos que no hice, en los amigos que
no frecuenté, en aquellos que de mí se apartaron porque no pensaba como ellos, en
los miedos que ganaron, en la lucha que me debo, en la gente que me sigue, en
los logros humildes que alcancé sin felonía.
El año que viene a la misma hora diré que aún tengo
proyectos en carpeta. Y pensaré en todos los destinos que me esperan, en los libros que no abrí y en los que pienso
escribir, en las propuestas que me impulsan, en la fiesta de la vida.
El año que viene a la misma hora diré que las Fiestas me
incomodan. Y pensaré que reunirse por rutina es vaciar las emociones
verdaderas, y que los regalos sin embargo son bonitos, que me fastidian los
petardos y que me lastima la locura de aquellos que se matan justo antes de ver
la luz recién nacida.
El año que viene a la misma hora creeré ingenuo en la
magia del discurso. Y pensaré que todos juntos podremos derrotar la pesadilla,
y crecer comunitarios, y dejar de engañarnos con palabras, y pasar a ser dueños
del color de la sonrisa.
El año que viene a la misma hora diré que soy el que soy
y me contengo. Y pensaré que puedo dominar mis pensamientos, y que controlo mis
días y mi suerte, y que soy capaz de doblegar a los malvados y desestimar a los
mediocres.
El año que viene a la misma hora beberé y comeré lo que
no puedo. Y pensaré que total por una vez, y me sumaré a los rituales, y
recordaré las mesas de la infancia, y a los que ya no pueden sentarse con
nosotros. Y una fuerza oprimirá mi corazón, como cada año desde siempre.
El año que viene a la misma hora exclamaré “¡Feliz Año!”,
y besaré a quien esté a mi lado, y chocaré mi copa, y abrazando a los que
quiero pensaré que el tiempo es fugaz y que al final no valió la pena pelearse
por pavadas, y olvidaré las distancias que separan.
El año que viene a la misma hora diré que lo importante
es el amor y las sencillas cosas que no vemos. Y pensaré con el poeta que lo
esencial es invisible a los ojos, y que hay que reírse más, y comer sano, y no
fumar que mata, y no llevar el trabajo a nuestra casa y de cuando en cuando
mandar al jefe donde cuadre.
El año que viene a la misma hora seré un poco más viejo
de almanaque y un poco más joven de prejuicio. Y pensaré que aprendiendo a
vivir se va la vida, y qué suerte que he tenido a pesar de mis errores, y
miraré alrededor sin tener porqué quejarme, y sin perder empero la costumbre.
El año que viene a la misma hora pensaré que algo se
termina y que algo está empezando. Imaginaré que el tiempo existe y viajaré hacia
atrás y hacia delante. Resistiré al cansancio y mentiré sobre el sueño que no
tengo. No sabré si irme o si quedarme. Si negar mi condición de carenciado o
reafirmar mi derecho a que me miren. Repetiré lo mismo que reitera mi calidad
de ser humano. El año que viene a la misma hora quizás escriba lo que escribo
ahora, el año que viene…por inercia, por rutina, en la mera esperanza de estar
vivo.
* * *
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