Psicología y cultura en tiempos de incertidumbre
El proyecto…
por Alberto Farías Gramegna (*)
“El hombre es un ser de expectativas…”- Ataulfo Relmu
“Ante la
incertidumbre…el proyecto” - Xavier Salinas
“Las
pequeñas oportunidades son a menudo el inicio de grandes proyectos” - Demosthenes
“¡No! Permanecer y transcurrir no
es perdurar, no es existir ni honrar la
vida.. hay tantas maneras de no ser,tanta
conciencia sin saber ,adormecida “- Eladia Blázquez
I PARTE
La palabra proyecto deriva del
latín "pro-iectus" y significa “lanzado hacia
adelante, que avanza”.
La psicología evolutiva (sub-especialidad que se ocupa de la maduración y el desarrollo del hombre), la antropología cultural y en general las ciencias “humanísticas” y el arte, han dado una especial importancia al tema del proyecto en la búsqueda del sentido de la vida humana.
Más recientemente, después de la Segunda Guerra Mundial, la Psicopatología y la Psiquiatría, han enfatizado la importancia del proyecto de vida y el papel que el manejo y la planificación del tiempo propio, tienen en la salud mental y el confort emocional de las personas.
En estas breves líneas me quiero
detener en analizar la relevancia del proyecto de vida en la
estabilidad emocional de cualquier persona. Un proyecto implica la
necesidad de planificar hechos y situaciones que aún no son reales, que
existen solo en nuestras cabezas, por lo que implica un ejercicio vital propio
del ser humano: la imaginación. Imaginamos como seremos en un lapso corto,
mediano o largo.
Anticipamos en imágenes
(raíz de la actividad imaginativa) lo que haremos, donde estaremos, como se verá
nuestra forma de ser y hacer en un espacio tiempo virtual, que solo es
prerrogativa humana: la idea de futuro.
Suponemos que el resto de las
especies animales vive en una suerte de “presente continuo” existencial.
Esto no niega desde luego, que
ciertos animales superiores no solo aprendan a anticipar sino que
asocien rutinas que les otorga una suerte de “expectativa del devenir
temporal”: el perro espera la llegada del amo, pero difícilmente “piense”
en su futuro como perro-abuelo, ni se preocupe por la suerte de
los cachorros de sus descendientes en segunda y tercera generación.
Semejante aventura del pensamiento que genera entusiasmo, energía o ansiedad y estrés, es el precio de ser seres de cultura, organismos capaces de construir una realidad social de la que no podemos escapar (y por suerte no queremos) sino en la excepción de la finitud de la existencia o la locura.
Tiempo y existencia: el proyecto de vida
El proyecto humano por antonomasia es un
proyecto de vida. Sin él somos un barco navegando al garete en medio
de una tormenta sin nombre. Y en sentido amplio, (tal vez también en sentido
estricto) un proyecto de vida se liga fuertemente con un proyecto de
trabajo, es decir, del ser como hacer productivo. Nos modificamos y
delineamos gran parte de nuestra identidad por nuestro hacer cotidiano.
Somos finalmente lo que hacemos,
pero también y ante todo lo que imaginamos hacer. Y el hacer laboral (de lo que
nos ocupamos en gran parte de nuestras vidas para interactuar
productivamente con la sociedad en que vivimos) nos define ante la mirada de
los otros y ante nuestra misma mirada: decimos “soy pintor”, “soy
fotógrafo”, “soy comerciante”, “soy deportista”, etc.
Nos definimos en nuestra identidad esencial por nuestra identidad profesional-laboral. Al fin y al cabo, a tal punto un proyecto de vida se liga con lo laboral, que se dice de alguien que “Se gana la vida” trabajando de esto o aquello. ¿Es factible entonces pensar que sin proyecto laboral más o menos articulado funcionalmente con un proyecto de vida general, (cualquiera sea este en los valores y estilos que proponga), en lugar de ganar perdemos en calidad y cantidad de oportunidades?
Proyecto y motivación
El hombre es un ser de tiempo percibido. El tiempo lo atraviesa y lo ubica en una escena siempre por venir. Trabajamos no para lo que somos sino para lo que seremos, siempre persiguiendo un cambio, un “porvenir”. Es la zanahoria de la vida. Lo que le da sentido al sinsentido del Cosmos. No es tanto lo que estoy haciendo sino adónde llegaré con lo que hago. La ausencia de proyecto de vida (y los tiempos posmodernos ayudan a difundir la dudosa filosofía del “vive solo el momento”, donde la objeción por mi parte radica en el “solo”) implica la vivencia difusa de un “aquí y ahora perpetuo”, un presente inmóvil y reiterado que no posibilita direccionar nuestras energías. Surge así una suerte de derroche de gestos cotidianos sin acopio de logros, sin crecimiento acumulativo, ya que cualquier norte da lo mismo. Proyecto -como ya se dijo-es lanzarse, estar en movimiento hacia un objetivo (la “estrategia” del proyecto) que tiene escalones o hitos en el camino, estaciones de llegada y partida (metas). El camino del proyecto puede ser más o menos complicado, por eso los pasos de cada etapa pueden ser pensadas como las “tácticas” que utilizamos en un todo de acuerdo con la estrategia.
La motivación o el presente continuo
La ausencia de proyecto es la
detención del movimiento y por eso mismo la falta de motivación.
Esta palabra deriva del latín “movere”,
movimiento. Estar motivado es estar en movimiento hacia un
objetivo, cumpliendo metas.
Así necesariamente tener un
“proyecto de vida” es estar motivado. Los proyectos de vida tienen, de
suyo, varias etapas: corto, mediano y largo plazo. De atrás para adelante:
obtener un título o radicarse en tal lugar para ejercer tal o cual actividad
es el largo plazo. No se hace de la noche a la mañana. Poder aprobar
materias de una carrera o iniciar un viaje de exploración para evaluar
posibilidades laborales o relacionarse, es el mediano plazo.
Inscribirse en una beca, un curso
preparatorio, o juntar dinero y hacer trámites para realizar aquel viaje,
es el corto plazo. Por eso un proyecto de vida implica ordenar
prioridades. Ningún esfuerzo rinde si no se diferencia lo urgente de lo importante
y no se sabe aún adonde se quiere llegar. Pero al mismo tiempo un
proyecto puede mudar en contenido a lo largo de su desarrollo: alguien
puede darse cuenta que no era eso lo que buscaba, que hay algo recién
llegado que impacta en su deseo de ser, que activa lo que parece ser su
íntima “vocación” (esta palabra vulgarmente tan mal usada, deriva
de “vocare”, y quiere decir “llamada”), o bien lo que se inició como algo
rutinario y poco interesante, por mera necesidad, después puede
transformarse en una actividad que despierta en nosotros una
creatividad dormida, un interés insospechado, una nueva identidad
profesional-laboral.
Entonces el proyecto no
es algo necesariamente inmutable y “para toda la vida”. Lo que importa es
tener siempre uno a mano para echarlo a andar.
Proyecto de vida e identidad personal
Es una tendencia general que las personas busquen los mejores resultados con el mínimo posible de gasto energético, de ahí que el acto de postergar una satisfacción cuando el momento no es oportuno para su seguridad, fortalece la voluntad de logro real del sujeto. Y es la imaginación anticipatoria (un sueño posible) la que instala la internalización del “tiempo subjetivo”, es decir el manejo interno del tiempo. Un proyecto personal se despliega en una doble vía, a través del tiempo objetivo y del tiempo subjetivo y se sostiene desde una identidad que se fortalece con ese mismo proyecto. Así, la identidad personal es motor y receptor de un proyecto de vida en general y de un proyecto laboral en particular. Pero la identidad (saber quien soy como persona y que quiero llegar a ser como personaje social) es una dimensión compleja y agónica,con idas y vueltas que se construye muy lentamente desde el principio de la vida y a lo largo de muchos años posteriores. Además son muchas las variables que intervienen en su configuración, siendo las crisis madurativo-evolutivas, la influencia familiar y las modas sociales, las tres principales. Por su parte la mayoría de los adolescentes y jóvenes normales viven inevitablemente una paradoja: sus sueños idealistas los proyectan a un futuro atemporal, sin límites, “todo es posible más adelante”, pero al mismo tiempo su natural omnipotencia etárea los hace ser intensamente “presentistas”,donde el presente por momentos aparece como la totalidad del tiempo universal, todo el tiempo es el presente hasta que llegue el futuro de la Utopía. Aquí el proyecto puede lentificarse o ponerse a reposar porque total “tengo toda una vida por delante” para cumplirlo.
Aprendiendo a vivir se va la vida
Un proyecto de vida se despliega viviendo, pero viviendo con un pie en la tierra y el otro en el escalón siguiente de la escalera que me lleva a mi objetivo. La dimensión de la escalera no la conozco con exactitud. Incluso puedo descender tácticamente un escalón para luego ascender dos. Lo que importa es que esté en movimiento subiéndola. Esto nada tiene que ver con la idea marquetinera de “éxito” social, sino más bien con alcanzar el logro de lo que cada uno vive como “autorealización”, es decir estar bien con uno mismo y con la imagen propia que he construido y colocado en algún lugar de mi proyecto personal. Este punto ético y filosófico es tributario de una idea muy importante que se relaciona con las actitudes que tenemos para con nosotros y las cosas: la idea de autoeficacia. El camino de nuestro proyecto de vida no está hecho de antemano, su transitabilidad no está definida ni para bien ni para mal, lo vamos conformando nosotros al transitarlo. Y las características de esa senda, su diseño también depende de nuestras propias ambiciones y autoexigencias.
Causas y efectos
Nuestra mirada e imaginación de cómo será nuestras acciones condicionaran los resultados. La autoeficacia nos dice que no es tan importante lo que creemos tener al partir sino más bien como lo usamos. También en este sentido debe advertirse lo negativo de ciertos determinismos retrospectivos que buscan las causas de las dificultades en el pasado, o en los errores ya cometidos, como si fueran determinantes inmodificables de lo que va a suceder. Nada de eso es condicionante si nosotros no lo permitimos. El maestro del existencialismo moderno Jean Paul Sartre, edificó su sistema filosófico sobre el lema “Siempre podrás elegir algo nuevo sobre lo que ya otros han elegido antes por vos”. ¿Hasta dónde queremos llegar hoy?, Bill Gates, dixit. En resumen, el proyecto de vida es el motor y la gasolina para nuestra motivación vital, el gran dador de sentido y organizador social y emocional de las personas. Sin proyecto el tiempo se detiene y el fluir de la vida se degrada en una temida constante: la huida de la ilusión.
Tiempo de decisión
Pero a esta altura del escrito,
se me puede preguntar: Si uno aun no tiene claro un proyecto de
vida conformado por una vocación neta… ¿Qué conviene hacer? ¿Esperar a que
se aclare solo? No, claro que no. Una metáfora puede ser útil: Un
campamentista desorientado en las serranías nevadas y sin estar muy seguro
de cuál es el sendero más convincente que lo devuelva al poblado, sabe que no
puede quedarse inmóvil porque se congelará. Después de descartar aquellas
opciones menos accesibles y temerarias, tomará el camino que más se
acerque a su intuición y sentido común, avanzando por ensayo y error,
hasta que se acerque al territorio que finalmente le resultará familiar y
confortable.
No se trata de hacer planes de
larguísimo alcance sino se tienen todos los datos asegurados, sino de
optar por el corto plazo en función de una dirección inicial que se habrá
elegido por descarte de las demás, y ver una vez caminando como se van
acomodando las demandas y las ofertas que la interacción entre mi voluntad
predispuesta y las condiciones disponibles del entorno (junto con una pizca de
azar), lo que me llevará a la siguiente meta redefinida en el mediano
plazo. Y reitero no olvidemos el efecto notable de
la autoeficacia. Finalmente querido lector, si llegaste con tu
paciencia hasta aquí, te sugiero que vuelvas a leer este texto, ya que
leer sobre lo leído nos da una segunda comprensión que amplía nuestro pensar.
Pero antes habré de premiarte con unas líneas del gran poeta republicano
español Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al
andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ha de ver la
senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, solo estelas
en la mar”.
(c) by AFG 2025
(*) Psicólogo Universidad de Buenos Aires, Argentina. Docente Universidad
de Mar del Plata, Argentina.
Profesor invitado en la Universidad de Murcia, España. Consultor en RRHH y
Psicología del Trabajo y Organizacional.
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