Los enemigos de la sociedad abierta
por Alberto Farías Gramegna
“Para
que el mal triunfe solo se necesita que los hombres bueno no hagan nada”- Edmund
Burke
“La
lucha entre la libertad y la autoridad es el rasgo más saliente de las épocas
históricas”- John Stuart Mill
En “La sociedad abierta y sus enemigos”, Karl Popper analiza la
relación de las ideologías totalitarias con las principales corrientes de
pensamiento y sus promotores, examinados a la luz de sus ideas sobre el hombre,
la libertad y la estructura de poder de la sociedad .
Las ideologías autoritarias e irracionales -que apuntan a manipular, exterminar y conculcar el
pensamiento y los cuerpos- no mueren, solo duermen para cobrar fuerzas y
despertar ante cada crisis sociopolítica, y no son exclusividad de mentes
pequeñas y afiebradas; como dijo Popper: resulta curioso y sorprendente “que algunas de las celebridades más ilustres
del pasado llevaron un permanente ataque contra la libertad y la razón”.
El siglo XX vio nacer y crecer a los dos sistemas ideológicos más
atroces que ha conocido el mundo moderno: el nazismo con su siniestra y
monstruosa idea de la “raza superior”, y el comunismo con la delirante búsqueda
del “hombre nuevo”.
Ambos sistemas masacraron planificadamente a millones de
personas en nombre de sus “ideales” políticos (además de los 60 millones de
muertos en la Segunda Guerra Mundial). Uno quería construir una sociedad mundial
pangermánica libre de judíos, gitanos, homosexuales, desvalidos, negros y el
resto de la humanidad no aria; los comunistas, por su parte, soñaban con una
sociedad unificada, libre de burgueses y propietarios, donde todos pensaran de
igual manera y trabajaran bajo la mirada del Partido, recibiendo cada cual
según sus necesidades, y tomando de cada uno según sus capacidades. La realidad
fue que se termino trabajando para el Estado totalitario, controlado por un
grupo de ideólogos oligarcas homicidas, tal como sucedió en la URSS. Las similitudes
totalitarias por debajo de los símbolos entre ésta última y la Alemania nazi, son
muchas y profundas, como lo ha demostrado magistralmente Friedrich Hayek
en su “Camino de servidumbre”.
Los fascismos de ayer, de hoy y de
siempre
El recientemente fallecido Umberto Eco, quien irónicamente definió
al humano como “el único ser que indefectiblemente necesita un enemigo”, en su
conferencia “El fascismo eterno”, describe los 15 atributos del pensamiento fascista:
1) culto a las tradiciones y al pasado, 2) rechazo del modernismo progresista, 3)
culto a la acción por la acción misma, 4) rechazo del pensamiento crítico y de
la duda, 5) desprecio por el diálogo, 6)
convocatoria a los sectores sociales frustrados o nostálgicos de épocas “de
gloria” a refundar la Historia, 7) nacionalismo visceral y xenofobia, 8)
obsesión por el complot y las conspiraciones,
9) envidia y miedo al otro diferente que es visto como “enemigo”, 10)
desprecio por los “débiles” y moderados, 11) principio de lucha permanente, 12)
construcción del mito del heroísmo militante, 13) desprecio al parlamentarismo
, 14) culto de la personalidad y elogio de la figura del líder omnipotente, 15)
estereotipos, uniformidad, símbolos, himnos, cánticos y léxicos de pertenencia.
Todas estas peculiaridades se asientan en complejos procesos de percepción de
masas que ha estudiado detalladamente la psicología social desde Kurt Lewin en
adelante.
Hoy, en las ciudades de occidente, las creencias totalitarias y
reaccionarias siguen seduciendo a los sectores más lúmpenes, convocando a
personalidades marginales extraviadas, resentidos antisistema, sectas que
mezclan terrorismo político y misticismo religioso, tribus urbanas que lindan
con la delincuencia común. Todo un amasijo social marginal que emerge del malestar
por las crisis cíclicas de la postmodernidad
y la globalidad del mercado. Enmascarado por derecha y por izquierda
tras las mil caras de nuestros populismos contemporáneos, la ideología neo-fascista
se nutre de aquel “malestar en la cultura”. Ignorar, minimizar o naturalizar esto es
complicidad por omisión, como alerta Martin Niemöller
en su “Cuando los nazis vinieron…”, por lo que aplica el consejo de Berthold
Brecht “No
aceptes lo habitual como cosa natural, porque en tiempo de desorden, de confusión
organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de
cambiar”.
La sociedad abierta
El pensamiento liberal clásico que nace en el siglo XVII ha
sido el avance más formidable de la lucha de la Humanidad por sacudirse el yugo
del totalitarismo, la ignorancia y la
sumisión a la religión opresiva y el corporativismo medieval. Las ideas
liberales, dice Joaquín Abellan, lucharon “en contra del poder absoluto del
Estado y de la autoridad excluyente de las iglesias y en contra de los privilegios
político-sociales existentes, con el fin de que el individuo pudiera
desarrollar sus capacidades personales, su libertad, en el ámbito religioso, económico y político”.
Fueron mucho más que una doctrina socioeconómica, una
concepción filosófica del hombre libre y sus derechos personalísimos. Adam
Smith, David Ricardo, John Stuart Mills y otros, influidos por los fisiócratas
franceses, retomaron lo mejor de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, desmarcándose claramente de la barbarie del Terror robespierano. Revulsivas
para el conservadurismo, con las ideas liberales nacen los estados laicos y las
“sociedades abiertas”, modernas y seculares que caracterizaron el progreso de Occidente,
en contraposición a las “sociedades cerradas” que descreen de la
institucionalidad republicana. Subsidiarias de ideas chauvinistas, corporativas
y autoritarias, estas últimas suelen parir regímenes despóticos, surgidos
paradójicamente de elecciones democráticas de mayorías contingentes, sin
respeto por los derechos de las minorías y con pretensiones de hegemonía
política atemporal.
Contrariamente, las sociedades abiertas y democráticas
están edificadas sobre los grandes valores del liberalismo y se caracterizan
por un equilibrio dinámico y creativo entre Estado y Mercado, jugando
libremente dentro del Estado de Derecho de los tres poderes republicanos;
alentando el progreso, la inclusión social, la diversidad y el pluralismo, la
libertad de ideas y de expresión, la ciencia, la prensa libre, los derechos de
las minorías, el diálogo, la propiedad privada con responsabilidad social, la
seguridad, la razón y la alternancia política partidaria; al tiempo que siempre
amenazadas por el necio oscurantismo doctrinal de sus cerriles enemigos.
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