martes, 4 de marzo de 2014

El infierno son los otros...


Especial desde Madrid, escrito en 2014, pero no pierde vigencia


                               El infierno son los otros... 
                   (un fantasma recorre Europa...)
                  por Alberto Farías Gramegna
                          textosconvergentes@gmail.com 


“El infierno son los otros...” - Jean Paul Sartre
"Un fantasma recorre Europa..." - Carlos Marx

U
n fantasma recorre Europa…(aunque a pie y con bastón) pero esta vez no es el comunismo, como pretendía Marx -enfrascado en sus teorías sociales en la Biblioteca del Museo Británico londinense- en el prólogo de aquel famoso Manifiesto de 1848. Nuestro espectro caminante actual es mucho menos idealista que aquel que se ilusionaba con la solidaridad proletaria del orbe y la construcción romántica de un mundo armónico, sin clases sociales ni crisis económicas recurrentes, que en la realidad terminó con experimentos totalitarios y horrendos.
Se trata hoy, en cambio, de la manida y tristemente conocida xenofobia, sea explícita o implícita, síntesis léxica que alude al rechazo y desconfianza temerosa por lo forastero. No resulta difícil que este rechazo, además encubra otra lacra: el racismo, término que etimológicamente sobrevive encubriendo una anacrónica y reaccionaria raíz ideativa, inaplicable a lo humano: la de “raza”. El infierno no son los otros, como insinuaba irónica y provocativamente Sartre, sino la proyección prejuiciosa y ignorante y muchas veces malsana que tenemos sobre esos otros genéricos. La cultura paradójicamente sostiene el prejuicio y el miedo al diferente lo exacerba. Todo tristemente muy del animal humano.
Y el tema cobra actualidad cada vez que en algún país de la CEE  aparece  alguna forma implícita o explícita de rechazo y temor a los colectivos de inmigrantes irregulares, pero sobre todo hacia aquellos sectores socioeconómica y educativamente carenciados, que además tienen costumbres, creencias y culturas muy alejadas a las de la sociedades donde intentan residir, que tiende a concretarse ora como medida restrictiva, ora como discurso de contenido reaccionario, enancado al fin y al cabo, en la crisis económico-laboral.
Cuando escuchamos declaraciones y propuestas políticas de exóticas agrupaciones de sesgo populista o en algún caso de ultraderechas no confesada, que ante la alta tasa de parados (desempleados) y los recortes presupuestarios en áreas sensibles, sobre todo en los países mediterráneos, proponen menos Europa y más nacionalismo, segregacionismo, secesionismo , aislamiento, fronteras inflexibles o vuelta a la moneda propia, no podemos dejar de pensar en aquellas recetas demagógicas y paranoides de entreguerras de la primera mitad del siglo XX, que siempre buscaba la causa de los males en afuera , en el otro diferente para convertirlo en el chivo expiatorio de todas los desmanes, equivocaciones y vicios propios.

Estas ideas pequeñas (por lo anodinas y mediocres) de “mejor solos y entre nosotros”, que solo pueden ver el ombligo panzón de quien dormita musitando bajo el frío sol invernal del patio trasero de su casa, suelen recubrirse, a manera de pudorosa justificación, de razones variopintas vinculadas a la escasez local de oferta de trabajo, al paro generalizado en los países meridionales, a la “amenaza” a las homogeneidad cultural de las sociedades receptivas o al “fracaso” de la integración sociocultural (sic), como si la integración implicara la negación de la multiculturalidad. Se ornamenta esta seudoideología miope y sectaria con una retahíla de prejuicios psicológicos (el infaltable “ser o espíritu cultural de la nación”) siempre de cuño populista, (sagradas tradiciones reaccionarias, fundamentalismo religioso, anti-europeísmo recalcitrante, anti-republicanismo, etc.) es decir inmediatista, falso y escénico, cuando no de fascismo explícito proponiendo medidas represivas o persecutorias que desvelan la falta de creencia democrática y republicana, y de paso, -por suerte solo en casos aislados de un puñado de tribus urbanas de marginales cuyo entretenimiento es pintar esvásticas en los muros- se agrega una pizca de antisemitismo, un lugar común que siempre paga bien a la mentalidad totalitaria.

De aquellos barros…

Estas ideas estrechas e insolidarias que siempre incluyen entre sus adeptos a incipientes criaturas reaccionarias (en el sentido etimológico del término), surgidas ellas tardíamente de aquel lejano huevo del serpentario oscuro y xenófobo de los años de preguerra, si bien por suerte no encuentran en esta Europa de hoy, comunitaria, humanista, democrática y moderna, el escenario propicio de aquellos tiempos atroces, no deben ser menospreciadas en su maligna capacidad de generar aplaudidores, aunque sean hasta ahora solo unos pocos. Europa y en general el mundo civilizado actual ciertamente ha progresado en su marcha hacia una sociedad integrada en el pluralismo político y la globalización, a partir de la democracia, la búsqueda de una mayor justicia social, las instituciones libertarias, la tolerancia cultural, sexual y religiosa,  los derechos humanos y civiles,  la valoración de la multiculturalidad y la ponderación de la riqueza de las diferencias, así como al mismo tiempo la igualdad de las oportunidades de género. Todo esto es cierto, pero debemos tener presente que la crisis socio-económica por la que aún atraviesa es ,“naturalmente”, un caldo de cultivo, no solo de los alentadores del populismo irresponsable, sino también un activador por defecto de los latentes prejuicios ideológicos del pensamiento conservador, su aparente contradictor ideológico, y por tanto también por su lado, los actores retardatarios se aprestan hoy a aprovechar la ola de bajamar para proponer contrareformas “a menos” de legislaciones progresistas vigentes y votadas en los “años dorados” de la modernidad post-muro berlinés, intentando así en medio del río revuelto, volver atrás el reloj de la historia y quedarse con toda la pesca. Unos venden espejuelos de colores, los otros quieren quitar hasta los espejos para que no podamos saber quiénes somos y quiénes éramos.
De aquellos barros, pues estos lodos de hoy. Pero a no desesperar amigo lector: los fantasmas son eso, fantasmas y la manera de lograr que se deshilachen sus raídas sábanas con las que cubren sus malhadados cuerpos, es enfrentándolos sin el miedo que pretenden infundir. Como en la hilarante pieza de Oscar While, ambientada en Canterville, el pensamiento libre, irónico, desprejuiciado, racional y humanista es el mejor repelente contra estos espectros ideológicos de un pasado funesto, “zombies” políticos que ni siquiera han pisado la mítica biblioteca londinense, ya que no para una ilusoria lectura del Marx determinista, por lo menos para enterarse del sorprendente final de aquel relato cáustico del genial escritor inglés.

 (c) by af 2014
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