El infierno son los otros...
(un fantasma recorre Europa...)
por Alberto Farías Gramegna
“El infierno son los otros...” - Jean Paul Sartre
"Un fantasma recorre Europa..." - Carlos Marx
U
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Europa…(aunque a pie y con bastón) pero esta vez no es el comunismo, como pretendía Marx -enfrascado en sus teorías sociales en la Biblioteca del Museo Británico londinense- en
el prólogo de aquel famoso Manifiesto de 1848. Nuestro espectro caminante
actual es mucho menos idealista que aquel que se ilusionaba con la solidaridad
proletaria del orbe y la construcción romántica de un mundo armónico, sin
clases sociales ni crisis económicas recurrentes, que en la realidad terminó con experimentos totalitarios y horrendos.
Se trata hoy, en
cambio, de la manida y tristemente conocida xenofobia, sea explícita o
implícita, síntesis léxica que alude al rechazo y desconfianza temerosa por lo
forastero. No resulta difícil que este rechazo, además encubra otra lacra: el
racismo, término que etimológicamente sobrevive encubriendo una anacrónica y reaccionaria raíz
ideativa, inaplicable a lo humano: la de “raza”. El infierno no son los otros, como insinuaba irónica y provocativamente Sartre, sino la proyección prejuiciosa y ignorante y muchas veces malsana que tenemos sobre esos otros genéricos. La cultura paradójicamente sostiene el prejuicio y el miedo al diferente lo exacerba. Todo tristemente muy del animal humano.
Y el tema cobra
actualidad cada vez que en algún país de la CEE aparece
alguna forma implícita o explícita de rechazo y temor a los colectivos de
inmigrantes irregulares, pero sobre todo hacia aquellos sectores socioeconómica
y educativamente carenciados, que además tienen costumbres, creencias y
culturas muy alejadas a las de la sociedades donde intentan residir, que tiende
a concretarse ora como medida restrictiva, ora como discurso de contenido
reaccionario, enancado al fin y al cabo, en la crisis económico-laboral.
Cuando escuchamos
declaraciones y propuestas políticas de exóticas agrupaciones de sesgo
populista o en algún caso de ultraderechas no confesada, que ante la alta tasa
de parados (desempleados) y los recortes presupuestarios en áreas sensibles,
sobre todo en los países mediterráneos, proponen menos Europa y más
nacionalismo, segregacionismo, secesionismo , aislamiento, fronteras
inflexibles o vuelta a la moneda propia, no podemos dejar de pensar en aquellas
recetas demagógicas y paranoides de entreguerras de la primera mitad del siglo
XX, que siempre buscaba la causa de los males en afuera , en el otro diferente
para convertirlo en el chivo expiatorio de todas los desmanes, equivocaciones y
vicios propios.
Estas ideas pequeñas
(por lo anodinas y mediocres) de “mejor solos y entre nosotros”, que solo
pueden ver el ombligo panzón de quien dormita musitando bajo el frío sol invernal
del patio trasero de su casa, suelen recubrirse, a manera de pudorosa
justificación, de razones variopintas vinculadas a la escasez local de oferta
de trabajo, al paro generalizado en los países meridionales, a la “amenaza” a
las homogeneidad cultural de las sociedades receptivas o al “fracaso” de la
integración sociocultural (sic), como si la integración implicara la negación
de la multiculturalidad. Se ornamenta esta seudoideología miope y sectaria con
una retahíla de prejuicios psicológicos (el infaltable “ser o espíritu cultural
de la nación”) siempre de cuño populista, (sagradas tradiciones reaccionarias,
fundamentalismo religioso, anti-europeísmo recalcitrante, anti-republicanismo, etc.)
es decir inmediatista, falso y escénico, cuando no de fascismo explícito
proponiendo medidas represivas o persecutorias que desvelan la falta de
creencia democrática y republicana, y de paso, -por suerte solo en casos aislados
de un puñado de tribus urbanas de marginales cuyo entretenimiento es pintar esvásticas
en los muros- se agrega una pizca de antisemitismo, un lugar común que siempre
paga bien a la mentalidad totalitaria.
De aquellos barros…
Estas ideas
estrechas e insolidarias que siempre incluyen entre sus adeptos a incipientes criaturas
reaccionarias (en el sentido etimológico del término), surgidas ellas tardíamente
de aquel lejano huevo del serpentario oscuro y xenófobo de los años de
preguerra, si bien por suerte no encuentran en esta Europa de hoy, comunitaria,
humanista, democrática y moderna, el escenario propicio de aquellos tiempos
atroces, no deben ser menospreciadas en su maligna capacidad de generar
aplaudidores, aunque sean hasta ahora solo unos pocos. Europa y en general el
mundo civilizado actual ciertamente ha progresado en su marcha hacia una
sociedad integrada en el pluralismo político y la globalización, a partir de la
democracia, la búsqueda de una mayor justicia social, las instituciones libertarias,
la tolerancia cultural, sexual y religiosa,
los derechos humanos y civiles,
la valoración de la multiculturalidad y la ponderación de la riqueza de
las diferencias, así como al mismo tiempo la igualdad de las oportunidades de
género. Todo esto es cierto, pero debemos tener presente que la crisis
socio-económica por la que aún atraviesa es ,“naturalmente”, un caldo de
cultivo, no solo de los alentadores del populismo irresponsable, sino también
un activador por defecto de los latentes prejuicios ideológicos del pensamiento
conservador, su aparente contradictor ideológico, y por tanto también por su
lado, los actores retardatarios se aprestan hoy a aprovechar la ola de bajamar
para proponer contrareformas “a menos” de legislaciones progresistas vigentes y
votadas en los “años dorados” de la modernidad post-muro berlinés, intentando
así en medio del río revuelto, volver atrás el reloj de la historia y quedarse
con toda la pesca. Unos venden espejuelos de colores, los otros quieren quitar hasta
los espejos para que no podamos saber quiénes somos y quiénes éramos.
De aquellos barros,
pues estos lodos de hoy. Pero a no desesperar amigo lector: los fantasmas son
eso, fantasmas y la manera de lograr que se deshilachen sus raídas sábanas con
las que cubren sus malhadados cuerpos, es enfrentándolos sin el miedo que
pretenden infundir. Como en la hilarante pieza de Oscar While, ambientada en
Canterville, el pensamiento libre, irónico, desprejuiciado, racional y
humanista es el mejor repelente contra estos espectros ideológicos de un pasado
funesto, “zombies” políticos que ni siquiera han pisado la mítica biblioteca
londinense, ya que no para una ilusoria lectura del Marx determinista, por lo
menos para enterarse del sorprendente final de aquel relato cáustico del genial
escritor inglés.
(c) by af 2014
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