martes, 6 de agosto de 2019

EL FUTURO POR UN VOTO...



¡El futuro por un voto!
(o cómo evitar el aumento de la entropía)




Por Alberto Farías Gramegna

“La calidad de la democracia es la calidad de sus ciudadanos”- (Anónimo)

“Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”- (Edmund Burke)


L
a entropía es la medida de la tendencia al desorden de un sistema cualquiera, sea físico o conductual, como en el caso de una sociedad. De la famosa “segunda ley de la termodinámica” se deriva que en un sistema aislado, cerrado a la interacción externa, la entropía global no disminuye, antes bien tenderá a aumentar con el tiempo.

Así planteada la cosa, la entropía social puede asimilarse al desorden caótico (el caos, es diferente del azar, ya que tiende a ciertas regularidades en el largo plazo, otro concepto interesante que no podemos desarrollar aquí) y ese desorden suele ser facilitador de efectos malsanos, dicho esto no en términos metafísicos ni religiosos, sino más bien como concepto de sana convivencia en libertad y con observancia de los contratos sociales, es decir con respeto a las leyes y las instituciones. El aserto de Burke del inicio, puede traducirse pues, como sigue: Si no hacemos nada para disminuir la entropía social, esta seguirá aumentando, es decir el desorden caótico no desaparecerá y a la manera de una noria, los problemas crónicos retornan una y otra vez como el ave a su nido. Y en nuestras sociedades políticas, esa tendencia al desorden es alimentada paradigmáticamente por una seudoideología, que en verdad es ni más ni menos que una actitud psicosocial demagógica, asentada en la pura emocionalidad ciega por sobre la razón madura, la negación manipuladora de los hechos, la predominancia de la inmediatez del hoy sobre el futuro y de la banalidad mendaz sobre la responsable verdad, que a la mayoría le cuesta aceptar. Y esa seudoideología, de sesgo finalmente autoritario y excluyente de la compleja pluralidad, se llama “populismo”, una corriente transversal a los dogmas de derechas e izquierdas. Con dureza y un tanto simplista, Fernando Sabater lo definió como “la democracia de los ignorantes”.

De lo nuestro lo peor

Encuestas encontradas, verdades sospechosas y mentiras verdaderas, campañas escabrosas, reacomodamientos partidarios a como sople el viento, eufemismos elegantes, discursos encendidos y banales de palcos callejeros,  marketing aplicado, profusas pegatinas, candidatos home delivery, fotos con sonrisas retocadas .Todo vale al momento de jugarse a suerte y verdad.
Lástima que lo más importante de una campaña electoral moderna, esto es la discusión racional de ideas y propuestas de políticas de Estado para analizar su justeza y factibilidad, no se incluya con mayor frecuencia como prioridad en los intereses del aspirante promedio, aunque sí debiera formar parte central de los intereses de los votantes. Claro está que por parte de los populistas sólo podemos esperar anécdotas imprecisas siempre dotadas de emotividad irracional. Por otra parte predominan las formas y poco de los contenidos. En los últimos tiempos el producto de las ofertas electorales se ha degradado, y puesto en el anaquel de las baratijas, se ofrece como un descartable plástico de ocasión. Están de moda los denuestos y las improvisaciones sacadas del bolsillo. Pero -a todo esto-  sobre todo desde la tribu del populismo no se muestran (porque no las tienen) las propuestas estrategias a largo plazo. Y paradojalmente, son los consensos de políticas de Estado a largo plazo, los que facilitan y definen la aplicabilidad de medidas coherentes, aunque sean duras y resistidas  en el corto plazo, que satisfagan a futuro al hombre real de las necesidades diarias. Los ladrillos, si se los coloca en el orden y la dirección precisa que se busca, en el tiempo que lleve la construcción no se convertirán en un montón de piezas superpuestas sino en una armoniosa pared.

Lucha de modelos

Los adversarios políticos de cualquier orden -en una sociedad que se considere madura, y la argentina, que arrastra el legado peronista aún no lo es- debieran igualarse en la coincidencia de esas políticas para ameritar seriedad y diferenciarse, en cambio, en las miradas tácticas (el cómo hacerlo, el cómo lograr las metas y el orden de las preferencias y prioridades).
Hay tres niveles que es necesario diferenciar: 1) El modelo de sociedad se confronta en la filosofía política y expresa los intereses de clase y corporativos. 2) Los intereses políticos de gestión de gobierno  se confrontan con propuestas del cómo hacerlo y las prioridades de ejecución,
Y 3) Los intereses comunes de la sociedad, sin embargo, se consensuan en las políticas de Estado.
En el caso que nos ocupa, las próximas elecciones generales, se juega centralmente el primer nivel mencionado, por sobre los otros dos: el modelo de sociedad, su componente estructural, ya que más allá de las declaraciones de ocasión, el “modelo” de sociedad que subyace a las intenciones del principal sector opositor, descree en los valores republicanos, de lo que llama despectivamente “democracia liberal” y finalmente apunta a una sociedad hegemónica de pensamiento único, con políticas autoritarias de sesgo claramente populista.
Es frecuente ver en los modelos populistas como la “sobre-ideologización” abstracta de un  discurso, -en lugar del diagnóstico fáctico de las necesidades y la solución ejecutiva ofrecida- termina vaciando de contenido las propuestas que el ciudadano espera para mejorar su vida cotidiana y asegurar en parte los proyectos de vida de sus hijos.

Darse cuenta

La realidad de la lidia mediática no conoce de sesudas reflexiones metafísicas, ético-estéticas o filosóficas. Más bien es hija del crudo pragmatismo del poder. La verdad en tiempos del posibilismo es patrimonio sofístico del ganador y votos son amores.
En algunos casos, se venden marcas que buscan modelar al ciudadano mudándolo en cliente consumidor de “slogans”. En otros, se pregonan discursos de puros idearios que algunos, empero, consideran pura verborrea de muy  poco convincente realismo globalizador. El vecino medio -ciudadano de a pie al fin de cuentas- termina padeciendo las consecuencias de tanto personalismo intransigente. En el mientras tanto, la compulsión a lograr prontas soluciones en el reino de este mundo, lleva a construir agradables quimeras de prestidigitadores del éxito fácil
Pero no desespere amigo lector, que siempre habrá una de cal por otra de arena. La clave es darse cuenta de que un gran país hoy mismo está en obra y nada cambia de la noche a la mañana, sobre todo cuando hay sectores corruptos y mafiosos desplazados del poder que tuvieron durante décadas y que cada día intentan boicotear cualquier cambio. Democracia es esfuerzo republicano serio y sostenido, tolerancia por la opinión del otro diferente, pero dentro de un sistema consensuado, es aprendizaje compartido, crecimiento de la madurez política, reemplazo generacional de los representantes, inteligencia ciudadana y creatividad electiva. Democracia republicana es marco jurídico institucional para construir sobre la rutina de la soberanía política la soberanía cívica. Es cambio cultural dentro de la Ley. Es acuerdo para jugar el mismo juego y no entrar a él para destruirlo desde dentro, como hacen los enemigos del sistema republicano.
Una elección democrática no es un partido de fútbol donde se juegue la ilusión de camiseta por una copa, como si ganáramos el Edén y la salvación del alma popular. Una elección de gobierno es notablemente mucho más importante, y por eso mismo debe ser menos espectacular, menos extraordinaria y quizá naturalmente mucho más aburrida, pero también mucho más razonada y responsable por parte del ciudadano que vota. No da lo mismo unos u otros, porque ya lo dijimos: en esta oportunidad no se opta por dos planes de gobierno en un marco de sistema común, se opta por dos sistemas de vida: libertad, pluralismo y democracia republicana o autoritarismo, pensamiento único y populismo. ¡Y esto es muy distinto que la frivolidad de ignorar que se puede rifar el futuro por un voto!


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