Almas a bordo
Por Alberto Farías Gramegna
“(…) Somos una sombra que espera su turno tras el decorado, sólo para
salir un breve momento a escena, decir nuestra parte y desaparecer... " - Shakespeare
(Macbeth)
Los últimos 20 años, trabajando en diferentes
organizaciones productivas , como asesor en unas , investigador en otras y gerente
de RRHH en una ocasión, me han permitido desarrollar un modelo comprensivo del
comportamiento humano vinculado al contexto de las organizaciones formales e
informales, en que todos desarrollamos los proyectos de nuestras vidas. Ese
modelo tiene en cuenta lo que considero las tres dimensiones básicas del hombre:
biológica, sociológica y psicológica.
La primera alude a las necesidades inherentes a la
“persona”: sustento, descanso, afecto, identidad, etc. Es una dimensión que nos
acerca, nos iguala. La segunda apunta al grupo de referencia y pertenencia: rol
laboral-profesional, cultura, ideología, religión, que nos diferencia, nos
separa en la ilusión de “los unos y los otros”. Y la tercera refiere a la manera
de adaptarnos al entorno, las estrategias de relación con las otras personas,
con las situaciones y con el mundo: es la dimensión psicológica, es decir el
comportamiento expresado por el estilo de personalidad. Esto nos agrupa, nos
clasifica en introvertidos, extrovertidos, etc. Estas tres dimensiones están en
constante interacción entre ellas y con una cuarta, externa a cada uno de
nosotros: la situación, eventual o permanente, algo imprevisto o algo
rutinario.
La persona
detrás del personaje
Somos personajes en el teatro del mundo, y nuestra vida
cotidiana se despliega en el escenario de las situaciones sociales de la que
somos parte inevitable, nos guste o no, en tanto seres sociales y por tanto
actores de roles que nos preceden. Pero hay una tensión en delicado equilibrio,
entre la persona biológica que somos y el personaje socio-laboral que asumimos por
defecto o por elección.
“No queremos ser personajes -asevera Buero- En el fondo de nuestros corazones late un
pulsar insobornable que quiere ser libre”. Hay aquí una aparente paradoja, toda
vez que las fiestas, lo carnestolendo, las bacanales romanas o las orgías
dionisiacas griegas en honor a Baco y Dioniso, implican a la vez una liberación
del personaje social bajo la caricatura del disfraz, es decir asumiendo otros
personajes que la vida cotidiana no permite. “La fiesta, -concluye nuestro
autor- es “un momento de ruptura de lo cotidiano...y hace que nos sumerjamos en
(el anonimato, agrego) de la colectividad. Es el momento en que se permite lo
que antes estaba censurado, el momento del disfraz y la máscara. Es la ocasión
para quitarnos el corsé de nuestro personaje y dejar correr libremente nuestras
energías sin fin ni propósito”. En este punto preciso, el disfrazado juega a
ser otro, un personaje al que puede entrar y salir como juega el actor de
teatro cada vez que protagoniza al héroe o al villano.
Pero del personaje social -no el del “cómo sí”- del teatro o la fiesta
comunitaria, no se puede entrar y salir lúdicamente, porque es parte de la
identidad del sujeto: ser padre es para siempre y cambia la autopercepción que
de sí mismo el que lo es. Ser carpintero o médico, artista plástico, músico,
periodista o escritor, no es un juego de
simulación más o menos virtuoso, sino una entidad personal que me posiciona y
me define, familiar o laboralmente.
Almas a bordo
El escritor de ficciones, es alguien que al jugar el
rol laboral identitario que lo define, esto es, inventar historias, se permite
al mismo tiempo proyectar sus disfraces en los personajes que crea en sus
cuentos, novelas, relatos o guiones de teatro, cine o TV. Es, tal como el actor, alguien que hace decir y hacer
al personaje creado o protagonizado, que no es, desde el personaje profesional
que sí es.
De tal manera que hace subir a bordo de su imaginación a muchas almas distintas a la suya, algunas odiadas y temidas, otras amadas y deseadas. Así, el escritor es uno y muchos en el onírico escenario de la ficción, que construye como parte de un arte que le permite soñar paraísos uterinos y también conjurar la angustia maniquea del ser humano, contradictorio al fin de cuentas como esencia de su naturaleza, socializada a fuerza de cultura y represión, dicho esto último en el sentido que le da el psicoanálisis: el de controlar y anular los impulsos antisociales.
Como escritor vocacional desde mi adolescencia, soy
consciente de esa maravillosa oportunidad que resulta un escape de la
alienación inevitable que nos propone la identidad en cualquier rol laboral,
por más elegido que haya sido con afecto y entusiasmo. Por eso mismo, mi último
libro publicado en España el pasado año, se llama “Almas a bordo”, título de
uno de los relatos de ficción que cuenta la historia de un desencuentro, en el
contexto de la vida amorosa de un piloto de avión. La persona detrás del
personaje.De tal manera que hace subir a bordo de su imaginación a muchas almas distintas a la suya, algunas odiadas y temidas, otras amadas y deseadas. Así, el escritor es uno y muchos en el onírico escenario de la ficción, que construye como parte de un arte que le permite soñar paraísos uterinos y también conjurar la angustia maniquea del ser humano, contradictorio al fin de cuentas como esencia de su naturaleza, socializada a fuerza de cultura y represión, dicho esto último en el sentido que le da el psicoanálisis: el de controlar y anular los impulsos antisociales.
Publicado en La Capital de Mar del Plata el 11/1/2018
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