lunes, 27 de noviembre de 2017

EL CAMBIO TAN TEMIDO (pub.LC 27/11/17)

El cambio tan temido
por Alberto Farías Gramegna
(desde Madrid)

“Cambia tus pensamientos y cambiarás tu mundo.” - Norman Vincent Peale

   

"Aquí las cosas siempre se hicieron así, no nos compliquemos tratando de cambiarlas, además seguro que detrás hay algún interés oculto”, me dijo alguna vez, entre irónico y escéptico un antiguo empleado de una empresa, -en la que me estrenaba gerenciando el nuevo departamento de RRHH-, ante mi requerimiento de revisar ciertos aspectos en la organización del trabajo. Es que el cambio afectaba no solo a su débil identidad prejuiciosa amenazada por lo nuevo, (como defensa apela a la idea de la intriga y la confabulación) sino principalmente a sus concretos intereses ocultos (algunos para él mismo). Este es un ejemplo de lo que llamo “inercia cultural perceptiva”. Sin saberlo encarnaba todos los vicios característicos del empleado atornillado a su puesto e intoxicado por lo que Sabina llama “la sucia rutina”, un mal tan destructivo de la motivación tanto en una pareja como en la organización.

 Liderando el cambio                                                               


Todo cambio produce miedos, resistencias y ambigüedad, deseo y temor, entusiasmo y nostalgia. Más aún si aquel caracteriza un pasaje desde liderazgos anómicos o demagógicos-paternalista a uno racional protagonístico, donde se alienten la autonomía de equipo y el pensamiento crítico en la toma de decisiones por sobre la dependencia al manipulador de turno.
Ante las propuestas e iniciativas, así en la empresa como en la sociedad, de un nuevo supervisor, gerente o líder político, surgirán reacciones diversas con arreglo a las diferentes culturas, creencias, ideologías, compromisos emocionales, intereses y personalidades (salvo en un grupo sectario de fanáticos sin identidad diferenciada hablados por la doctrina, propio de la ideologías integristas) y que antes estaban latentes por efecto de un estilo que “garantizaba”  la ilusión de seguridad y pertenencia a una identidad grupal homogénea. En los grupos más reaccionarios y/o conservadores, pasado el momento de ansiedad, aparecerá otro de confusión y luego uno de polémica y lucha para recuperar lo que viven como “el ideal perdido”, si es que el grupo no se disolvió antes por extrema rigidez, que suele terminar en conflictos internos, donde unos y otros se acusan de traiciones ante cualquier signo de connivencia o tolerancia con el nuevo estilo de liderazgo.

Tres son multitud

Entre las múltiples actitudes de los miembros de los diferentes subgrupos hallados en las organizaciones y “mutatis mutandis” en la sociedad, pueden recortarse sintéticamente tres actitudes básicas que se corresponden con otros tantos roles claves que motorizan o detienen la dinámica de la organización: a) el innovador-pragmático b) el  conservador-recurrente y c) el indiferente-distante.
a) El innovador pragmático aceptará finalmente la nueva realidad e intentará tomar lo mejor de las tradiciones grupales buscando nuevas rutinas o cambiando formatos y  costumbres que eran funcionales cuando estaban contenidas por un liderazgo diferente, pero en la nueva situación podrían resultar ineficaces o imposibles de sostener. Intentará entonces introducir cambios de perfil horizontal, racionalizando y reglamentando lo que antes era  intuición y decisión unipersonal. También propondrá cambios de estilos, ahora vistos como disfuncionales y tal vez algunos criterios o normas que no siempre fueron totalmente compartidos por unanimidad en la anterior etapa.
b) El conservador recurrente, está fijado a la historia pasada para mantener su equilibrio emocional. En nombre del líder ausente, (ahora idealizado) no aceptara modificaciones de ningún tipo. Lamentará una y otra vez el cambio, que considera amenazante, sin que en  realidad pueda  entender su naturaleza. Criticará cada propuesta del innovador, denostará su solvencia y en nombre del pasado congelará el presente. En la lógica del conservador (en política puede ser de derechas o de izquierdas, lo mismo da) la mayor desgracia sin solución es el advenimiento de este tiempo diferente al que no puede adaptarse porque nunca aprendió a pensar por sí mismo. Todo lo que hacía era lo que otro había autorizado y el confiaba en ese otro de tal manera que le era cómodo actuar, obedecer y negarse el derecho a pensar otro camino posible. Ahora está paralizado frente a costumbres que pudieran desembocar en formas distintas de hacer las cosas pero quizá igual o más eficaces que antes. Resistirá en nombre de la nostalgia, abrazado a una ilusión autoritaria. Su actitud se irá tornando conflictiva, hostil y sobre todo lo asaltará el miedo. Es un rol, al igual que los otros, sostenido en una personalidad facilitadora: es rígido y prejuicioso, sobre todo prejuicioso porque ya ha decidido de antemano que no puede haber nada mejor después de la pérdida. Por eso decretó que la vida debe cesar y transformarse en una fotografía a la que hay que contemplar abatido para siempre. Es la gran negación del espíritu emprendedor y dinámico, su negativo.
c) Finalmente tenemos al indiferente-distante: nunca tuvo un gran compromiso con el grupo ni con las ideas de la organización.
Su  inclusión era más bien pragmática, escéptica, voluntarista y oportunista, en el sentido que vive las oportunidades desprovistas de ideales: le sirven o no le sirven. Su lema es “No es mi problema”. 
Su personalidad  aparece  frecuentemente relacionada a la desconfianza (miedos imprecisos que llevan al aislamiento social), es  individualista y su permanencia en el  grupo estuvo siempre  enmarcada en una necesidad práctica, utilitaria o fortuita. No se  mueve por ideales. Antes y ahora solo funciona en base a ciertas normas burocráticas, es decir cumple formalismos funcionales para evitar conflictos. No sufre los cambios en tanto no pierda comodidad o privilegios. El indiferente le teme al compromiso afectivo porque su mundo termina en sí mismo.
Resumiendo: en un grupo o una comunidad, la tarea inherente a su existencia se reciente cuando se estanca en un "dilema", es decir, cuando sus integrantes quedan pegados a antinomias insolubles vividas como “enemigas”. La vida en los grupos es compleja y siempre amenazada en su fútil intento por evitar, paradójicamente, lo que precisamente los mantiene vivos: los cambios.
 

                                           
*  *  *




No hay comentarios:

Publicar un comentario