domingo, 30 de octubre de 2016

Fe de a ratos...

Fe de a ratos
por Alberto Farías Gramegna


-Donde dice “Debe decir”, debe decir “¿Dónde dice..?” - (“Fe de erratas”- Alberto Relmú)



El refrán latino nos recuerda que “errare humanun est”. Se completa con el aserto que reza “ignoscere divinum”. Y  como “perdonar es divino”, los imperfectos mortales nos imaginamos investidos de una pía sacralidad al esbozar el gesto generoso el perdón. “Ego te absolvo”…en el  nombre de mi racional y empática comprensión de tu error porque la equivocación es parte de lo humano. Pero pido a cambio que te autocritiques, sino debo entender que no ha sido solo un error tu conducta pasada, sino una intención obstinada que aún persiste, aunque puedas ver  (¿o no?) las consecuencias dramáticas de aquellas. Si persistes en el error, pensaré que eres tonto, neurótico, perverso o acaso nada de eso…simplemente un argentino.

Así en la tierra como en el cielo.

Los sujetos, hombres de a pié, como las sociedades, conjunto de hombres mediados por las instituciones y expresando una media cultural hegemónica, pueden aprender de sus errores históricos y evitar tropezar más de tres veces con la misma piedra o repetir los errores realimentando la frustración y potenciando la idea de un destino al que se está condenado, al estilo de la “compulsión a la repetición” de los neuróticos que trataba Freud y que el adicto psiquiatra vienes, inventor del psicoanálisis, vinculaba con la presencia tenaz de lo que llamaba “pulsión de muerte”. La autodestrucción, el encadenamiento a comportamientos degradantes, la persistencia de conductas deletéreas y la adicción a cualquier cosa en general (“a-dictum” , significa “sin palabras” y era pues el esclavo el que no podía hablar, no tenía palabra porque no era libre, por eso el adicto es un esclavo de sus actos compulsivos), serían ejemplos del imperio de aquella pulsión por sobre la pulsión de vida, es decir que Thanatos domina a Eros.
De momento que resulta creíble aquel aserto atribuido al irónico Albert Eienstein: “Es estúpido esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”, no podemos tener expectativas de cambio si la mayoría de los ciudadanos no se propone cambiar de actitud frente a las ideas tercas con las que se han venido abordando los problemas complejos que nuestra sociedad, en los últimos 80 años, con mayor o menor fundamentalismo ideológico.
Sucede que en el mundo contemporáneo persisten  dos tradiciones político-filosóficas provenientes del siglo XVIII: la franco-latina que inauguró J.J Rousseau, con su idea del “buen salvaje” víctima de una sociedad cuyos usos y costumbres lo corrompen, y la mirada opuesta, la anglosajona, cuyo mayor exponente fue John Locke con su visión del hombre naturalmente imperfecto en su perfecta búsqueda de la felicidad basada en la responsable libertad y voluntad personal para tener éxito o equivocarse.
La primera desembocó en los experimentos de ingeniería social dónde el Estado define la felicidad de sus ciudadanos controlando al hombre y su economía individual; la segunda en la primacía de los derechos del individuo a buscar su propia felicidad y ejercer la  libertad económica en el marco de las Rules of Law  por sobre la omnipotencia del Estado proveedor y sometedor siempre presuntamente en nombre del “bien común”. La Historia de estos últimos 300 años demuestra cual de las dos tradiciones ha producido más progreso y desarrollo de las sociedades que las han adoptado.

Soy o me hago

En otro famoso artículo de curioso título, Freud sintetiza un notable descubrimiento clínico relacionado con aquella neurosis de destino: en “Los que fracasan al triunfar” muestra como hay sujetos que no saben, no pueden y básicamente no quieren triunfar, porque la culpa por el placer los aleja del erotismo. Boicotean sus logros para poder seguir quejándose de sus desgracias. Por lo que no es tanto la causa como el motivo. El problema de estos sujetos y de estas sociedades -como la nuestra- no está tanto en la constante letanía y añoranza por el pasado adolescente perdido, sino por el temor a las responsabilidades de un futuro adulto. Aquí el aparente oxímoron de aquel político peronista que avisaba a los argentinos que “estaban condenados al éxito”, resulta muy interesante, porque -conscientemente o no- expresa la contradicción inherente a vivir un éxito como una condena. Y así es cuando la sociedad percibe estar cerca del éxito, acude a boicotearlo, para seguir atribuyendo su fracaso a las causas de aquellos que quieren verla sufrir: los padres “autoritarios” o “desamorados” son al neurótico lo que los “malos”, los ricos, el imperialismo, la oligarquía, la antipatria, el neoliberalismo, etc. a la sociedad enferma de la pulsión a seguir actuando un populismo compulsivo que la detiene en el “es lo que hay” y el “no va a andar” o adorando fotos sepias de ídolos demagógicos de dudosa creencia libertaria, alimentando así el culto a los muertos vivos. Los sociólogos y los psicólogos sociales han mostrado con suficientes pruebas experimentales los efectos concretos de las “profecías autocumplidas”: no importa que las premisas sean falsas, si pensamos que algo es o será de tal o cual manera, actuaremos preventivamente en consecuencia produciendo los mismos hechos que tememos y que de habernos comportado diferente habríamos evitado. A lo que hay que sumar la acción de los desquiciados morales que con sus locuaces desvaríos pretenden llevar agua a su envenenado molino. El controvertido empresario innovador Henry Ford, dijo: “Si piensas que una cosa va a funcionar o no va a funcionar, finalmente en ambos casos estarás en lo cierto”.

Fe de a ratos

Una característica  patognomónica de las sociedades aturdidas de nostalgia paternalista como la nuestra es la de la oscilación brusca del ánimo, la fe de a ratos y la poca o ninguna tolerancia a la espera. Aún no sabe bien lo que quiere, pero lo quiere ya. Los extremos son siempre más ilusoriamente entretenidos que los centros que suelen ser menos excitantes para alimentar las fantasías heroicas de las personalidades inmaduras. Hoy pongo toda la carne al asador y mañana me muero de hambre. Hoy estoy convencido de elegir al Mesías, el salvador, líder amoroso, papá grande que resolverá más allá de la Ley y las Instituciones todos los problemas y mañana me doy cuenta que es mortal y está “castrado” del omnipoder que infantilmente le otorgué. Entonces no le perdono que haya herido mi ilusión. “Se me cayó un ídolo”, dicen los chicos del barrio. El problema es que  -sepámoslo- los ídolos siempre se caen más temprano que tarde porque sus pies están hechos con las fantasías de los creyentes. Y las fantasías son eso, fantasías. Los niños creen en la omnipotencia de sus padres, en el falo que todo lo puede. Los adultos saben que los reyes, la cigüeña y los padres inmortales no existen. Saben que los sueños se construyen con las manos y se concretan en la acción. Por eso los dioses son buenos, pero si se los ayuda son mucho mejores. No hay nada escrito a manera de un destino. Es la decisión pragmática de la fe en la errata: donde dice “Debe decir”, debe decir “¿Dónde dice…?”. En criollo: ¿dónde lo encontraste escrito?.

 (c) by afc 2016


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