Psicología social: entre el deseo y realidad
La ilusión al diván (*)
por Alberto Farías Gramegna
“Sé lo difícil que es evitar las
ilusiones, y es muy posible que las esperanzas por mí confesadas antes sean
también de naturaleza ilusoria” - Sigmund Freud
En
"El porvenir de una Ilusión", (1927) Sigmund Freud hace un análisis
acerca de la necesidad humana de
"creer" o "ilusionarnos", a través de las ideologías religiosas,
políticas, sociales o eligiendo íconos mesiánicos de cualquier índole, y de esa
manera expresar nuestros valores morales y modelos de mundo, que suponemos
mejor que el de los otros para contrarrestar los miedos, y darle sentido a los sufrimientos
y esperanzas de la vida cotidiana. En las primeras páginas de aquel texto el
ínclito vienes nos advierte que “ilusión” y “error” no son sinónimos: “Una ilusión no es lo mismo que un
error ni es necesariamente un error. Da como ejemplo de error la opinión
aristotélica de que “la suciedad engendra los parásitos”. “En
cambio -ilustra a renglón seguido- fue
una ilusión la de Cristóbal Colón el creer que había descubierto una nueva ruta
para llegar a las Indias. La participación de su deseo en este error resulta
fácilmente visible. (…) Así, pues, calificamos de ilusión una creencia cuando
aparece engendrada por el impulso a la satisfacción de un deseo, prescindiendo
de su relación con la realidad, del mismo modo que la ilusión prescinde de toda
garantía real”. Para que haya ilusión entonces ha de haber un deseo de
ocurrencia. Por eso la ilusión no tiene por fuerza que ser verdadera ni falsa, realizable
o contraria a la realidad posible, en todo caso diremos que nada garantiza que
realmente acontecerá en el futuro. Es parte de la actividad desiderativa del
pensamiento que refleja muy bien la expresión popular: “De ilusión también se
vive”. Pero
aquí se hace necesario establecer una nueva diferencia que en el citado trabajo
aparece reiterada a manera de un “va de suyo”: la que hay entre la naturaleza
de la "ilusión" y la actitud asertiva
específica que llamamos "esperanza".
Los límites de la
esperanza
“Hallándonos
dispuestos a renunciar a buena parte de nuestros deseos infantiles, podemos
soportar muy bien que algunas de nuestras esperanzas demuestren no ser sino
ilusiones”. El aserto nos sorprende al conducirnos ahora a ver que la
ilusión se co-instituye integrada al pensamiento
mágico (como el de los niños) y avanza en la dirección al cumplimiento de
los deseos con el sólo hecho de pensar en ellos. La omnipotencia del pensamiento fuerza la
realidad pretendiendo que esta no
interfiera con el final deseado. La ilusión ,desde luego, no es privativa de
los niños: como adultos más de una vez quedamos enajenados en la fascinación a
la espera de algún acontecimiento maravilloso que debería suceder porque así lo
queremos. A
diferencia de la ilusión, la esperanza se relaciona comprensivamente con la
posibilidad estadística de que un hecho tenga una razonable posibilidad de suceder, de acuerdo con
nuestros proyectos y desde luego también con nuestros deseos ligados a la
escala de valores que constituyen nuestra identidad moral e ideológica. Así, en
tanto la ilusión nos mantiene pasivos, ingenuos, dependientes de “ver qué pasa”,
en la inacción contemplativa, la esperanza (aún con toques de ilusión), por lo
contrario, nos motiva para construir sueños realizables. Sin embargo la
esperanza por sí sola no alcanza. Unicamente la acción racional, el plan de
trabajo concreto sobre la materia de que se trate hace factible el logro
buscado, previniendo inconvenientes y minimizando lo azaroso.
La voluntad jactanciosa
Al mismo tiempo
apelar solo a la voluntad por toda estrategia de acción esperanzada, el llamado
“voluntarismo”, como forma de alcanzar logros es una actitud que se sostiene en
otro error ilusorio: la doctrina del siempre “querer es poder”. La voluntad es
sin dudas condición necesaria para iniciar una acción orientada a un logro,
pero no es suficiente porque la voluntad como motor del deseo debe crear luego
las condiciones de factibilidad de ese logro. El éxito es el resultado de una
construcción que se inicia en la esperanza de la efectividad de un
emprendimiento, y no el precipitado causal de una ilusión machacona. Si así apareciera
en el tiempo, sería más bien por orden de una casualidad contingente. Una
esperanza declamada que reposa solo en la ilusión voluntarista es una
seudo-esperanza y por tanto una empresa de escasa factibilidad, ya que supone
la creencia en la omnipotencia de las ideas y el triunfo de la voluntad por
sobre los límites materiales y las leyes que regulan los sistemas psicológicos,
sociales, económicos, políticos o culturales. Al decir de Jean Cottraux: “Toda
ideología triunfalista termina por toparse con la realidad, que un día pone fin
a sus ilusiones”. El pensamiento promedio del “hombre de la calle” es afecto a
refugiarse en la lógica de aquel viejo tema folklórico donde se alentaba al grotesco
“sapo cancionero” para que siga cantando su deseo desde el charco, su universo
conocido, porque suponía que “la vida es triste si no la vivimos con una
ilusión”. Y si de sapos hablamos, la sociedad tiene experiencia en tragarse
muchos a lo largo de la historia institucional del país. Pareciera entonces que
una legítima esperanza en un próspero porvenir de las menospreciadas instituciones
republicanas no alcanza, sin embargo, para alejar el trance de otra frustración.
Es necesario reconocer por fin que “los sueños se construyen con las manos” y solo
se hacen realidad cambiando autocríticamente actitudes e ideas atávicas que se han
revelado ineficaces, ora anticuadas y necias, ora oportunistas y obsecuentes,
porque detrás de sus seductoras apariencias omnipotentes solo habita el vacío
de una vaga ilusión nostálgica a la manera de la “compulsión a la repetición”
de los neuróticos.
Así como cierto es
que -al igual que algunos amores adictivos- hay ilusiones que matan, no menos
verdadero -y alentador en este caso- resulta constatar que donde hay vida hay
esperanza. Como dicen los psicoanalistas, por hoy dejamos acá.
(*) Publicado en La Capital de Mar del Plata, Argentina el 14/09/15
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario