miércoles, 11 de marzo de 2015

Sentimiento e Interés...

Psicología y Política

            Sentimiento e interés             
(el dogma pragmático del hombre creyente)
por Alberto Farias Gramegna


Creyente y dogmático son adjetivos que describen la conducta habitual de una persona en particular. Ambos no necesariamente van juntos, aunque todo creyente forma parte de la “población en riesgo” de padecer dogmatismo. Si bien las podemos agrupar por sus comportamientos y convicciones, esta taxonomía no está anclada en temperamentos, rasgos de carácter o de personalidad, aunque, va de suyo, que estas variables interactúan a la hora del comportamiento devenido de cada uno de estos sistemas lógicos. Podríamos hablar en este caso de “tipologías existenciales” basadas más bien en las cosmovisiones, creencias sistemáticas, ideologías en su sentido amplio, como sistemas de ideas y representaciones de la realidad, que determinan lo que los psicólogos llaman “actitudes” (tendencias, pensamientos, convicciones y acciones observables reactivas a las diferentes situaciones externas e internas). Por lo tanto la educación, las consignas y mitos familiares, los usos y costumbres de cada sociedad, las culturas e idiosincrasias del ser social y aún nacional, influyen considerablemente, de manera compleja y desigual, en la formación de estos tipos lógicos.

El creyente dogmático

Nos ocuparemos en esta nota de un tipo particular de creyente: el dogmático en sentido estricto. Una especie que cuando actúa en el escenario de la política y el poder es potencialmente peligrosa para la salud republicana y la convivencia democrática. Si bien todo creyente a su manera cree en algún “dogma” en sentido amplio, ya que creer en algo sin posibilidad de evidencia es sostenerse en un relato incomprobable y por tanto irrefutable, es decir dogmático, en su acepción más general: proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de un discurso.
El creyente dogmático se caracteriza por una forma de pensamiento que toma la parte por el todo. Lo que es bueno para él deberá serlo para todos. Es  un ser de doctrina -una buena parte de de su identidad reposa en ella- antes que de principios basados en el conocimiento falible.
El creyente dogmático no duda. Es egosintónico: sintoniza a las maravillas con sus ideas. Presume que la duda es jactancia propia de quien puede subvertir sus certezas tranquilizadoras. Es -en un sentido estricto- un gnóstico por defecto (gnosis significa conocimiento absoluto e intuitivo).
Sus principios (morales) están sujetos al dogma, por eso son invariables y refractarios a la lógica de la polémica fundada. Las cosas son como son y no deben cambiar. El mundo es mi mundo y mi creencia en una “verdad natural”, indiscutible.
Su moral, (la amoralidad no sería compatible con el dogma, por lo que nos hablaría mejor de un psicópata o un perverso) domina su ética y esta se somete a las normas del dogma, que es una fe. Todo cambio resultará  iconoclasta. Por eso suele recaer en el discurso autoritario, lo que es un asunto que le resulta funcional a sus intereses. Enseguida volveremos sobre este aspecto.
A diferencia de la gnoseología de los principios no dogmáticos (sustentados en el “logos”: discurso que da razón a las cosas) su gnoseología es un conocimiento “a priori”, es decir no conoce, sino que imprime su creencia (en verdad una fe, sostenida en el sentimiento) a todo lo percibido.
Por eso, el dogmático es un ser de pre-juicio. Y este es otro aspecto central en el comportamiento del creyente dogmático que también refuerza su sistema de intereses. No se detiene en el contenido de un pensamiento de terceros sino que lo valora en función de quien lo dice.
Todo lo clasifica con arreglo a la axiología (escala de valores) del dogma que profesa. El dogmático en sentido estricto observa siempre un comportamiento que hemos definido como “ideológista”.
A la manera de Procusto -el hostelero del mito griego- recorta los salientes que no entran en su sistema para valorar y tomar posición a partir de la ilusión omnicomprensiva.
Su campo de acción abarca cualquier temática de la vida: política, sexualidad, ciencia, religión, estilo de vida, etc. Es políticamente reaccionario en sus asertos e intolerante en sus actitudes. Llevado al extremo el dogmático puede mudar en una ética fanática fundamentalista.

Cuanto el interés facilita el sentimiento

El creyente dogmático suele ser fácil presa de situaciones discrecionales, ya que si lo que importa es mantener el dogma, el fin justificará los medios. Así pasará casi sin admitirlo de una actitud rígida a una más dura aún, la lógica del fundamentalista. Su moral se hace lábil en nombre de la causa dogmática: “el que roba a un ladrón…” y termina comiéndose al caníbal. Su sistema de intereses va desde los lugares de poder en que proclama el dogma hasta el dudoso incremento de su patrimonio. Todo en nombre de su pragmatismo que es coherente con la idea de sostener su creencia sobre todo y todos. Llegado a este punto sus intereses vitales que incluyen poder, dinero o estatus, se entrelazan de tal manera con su sistema de ideas dogmáticas que se confunden aun para él mismo. ¿Que defiende, una idea o un interés vil?. Se dirá que un ideal es un interés racional y emocional. Aceptado, pero nos referimos a otro caso, ya que la idea dogmática funciona como coartada más o menos consiente , más o menos ignorada para defender su situación social. A este interés “prosaico” lo diferenciamos del interés “espiritual”.
Es decir que la amalgama “interés prosaico-interés espiritual” da como resultado un comportamiento coherente que se abraza al dogma vilipendiándolo hasta desnaturalizar su función primigenia.
Se consolida pues un relato del mundo que le da sentido a sus conductas erráticas y en esencia por perversas amorales, ya que desaparece la creencia legítima en el dogma original, más allá de sus contenidos buenos o malos.
Los mecanismos de defensa del sujeto harán el resto de trabajo: negar la realidad, distorsionar los hechos reales y mantener su propia autoestima cada vez que es cuestionado su integridad moral y su honestidad intelectual. Un trabajo muy aceitado entre sentimiento e interés. Cuestión elemental de sobrevivencia de la especie.

http://afcrrhh.blogspot.com.es/


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