martes, 31 de marzo de 2015

El porvenir de nuestra ilusión...

Psicología social: ideología y realidad

   El porvenir de nuestra ilusión

Por Alberto Farías


“La esperanza es el sueño del hombre despierto” - Aristóteles

“Sé lo difícil que es evitar las ilusiones, y es muy posible que las esperanzas por mí confesadas antes sean también de naturaleza ilusoria” - Sigmund Freud

Cuenta Jean Cottraux, en un artículo de la extraordinaria obra colectiva “El libro negro del Psicoanálisis”, que  “en la Antigüedad, cuando un general romano lograba una gran victoria, el Senado y el pueblo de Roma organizaban un acto de triunfo por su regreso a la ciudad. El general victorioso marchaba a la cabeza del desfile. Dos pasos detrás de él, un esclavo repetía sin cesar: ´La gloria es efímera´”. Esta maravillosa escena (“se non è vero, è ben trovato”), nos alerta sobre la fantasía de la perennidad de las certezas que tiene el hombre. “Toda ideología triunfalista termina por toparse con la realidad, que un día pone fin a sus ilusiones”, remata el autor.


En "El porvenir de una Ilusión", (1927) -uno de sus  pocos trabajos que han sobrevivido a la rigurosa revisión epistemológica moderna-  Freud hace un análisis acerca de la necesidad  humana de "creer" o "ilusionarnos", a través de las ideologías religiosas, políticas, sociales o eligiendo  íconos de cualquier índole, y de esa manera contrarrestar los miedos y sufrimientos de la vida cotidiana.
En sus primeras páginas el egregio y controvertido vienés nos advierte que “ilusión” y “error” no son sinónimos: “Una ilusión no es lo mismo que un error ni es necesariamente un error. La opinión aristotélica de que la suciedad engendra los parásitos, (…) es un error”. A renglón seguido comenta que sería abusivo calificar este ejemplo de ilusión. “En cambio, fue una ilusión de Cristóbal Colón creer que había descubierto una nueva ruta para llegar a las Indias. La participación de su deseo en este error resulta fácilmente visible. También podemos calificar de ilusión la afirmación de ciertos nacionalistas de que los indogermanos son la única raza susceptible de cultura” (…) “Así, pues, calificamos de ilusión una creencia cuando aparece engendrada por el impulso a la satisfacción de un deseo, prescindiendo de su relación con la realidad, del mismo modo que la ilusión prescinde de toda garantía real”. Coincidimos en este punto clave y casi perogrullesco, que remarco con negritas: para que haya ilusión ha de haber un deseo de ocurrencia. Por eso la ilusión no tiene por fuerza que ser falsa, irrealizable o contraria a la realidad posible, en todo caso diremos que nada garantiza que realmente acontecerá en el futuro.

Con la esperanza no alcanza…
Pero aquí se hace necesario establecer una nueva diferencia que en el citado trabajo aparece reiterada a manera de un “va de suyo”: la que hay entre la naturaleza de la "ilusión" de la actitud específica que llamamos "esperanza". De tal suerte: “Hallándonos dispuestos a renunciar a buena parte de nuestros deseos infantiles, podemos soportar muy bien que algunas de nuestras esperanzas demuestren no ser sino ilusiones”. La ilusión se co-instituye  integrada al pensamiento mágico  (como el de los niños)  y avanza en la dirección al cumplimiento de los deseos con el sólo hecho de pensar en ellos.
La omnipotencia del pensamiento fuerza la realidad  pretendiendo que esta no interfiera con el final deseado. La ilusión desde luego no es privativa de los niños: como adultos más de una vez quedamos enajenados en la fascinación  a la espera del acontecimiento maravilloso que sucederá porque así lo queremos.
Pero a diferencia de la ilusión, la esperanza se relaciona comprensivamente con la posibilidad estadística de que un hecho tenga una razonable  posibilidad de suceder  de acuerdo con nuestros proyectos y desde luego también con nuestros  deseos. Tener la esperanza de ver llover cuanto antes para favorecer mi cosecha es muy distinto a tener la ilusión de que esa lluvia natural contenga  “per se” fertilizantes  y pesticidas que me eviten el trabajo de aplicarlos surco por surco. La ilusión nos mantiene pasivos, ingenuos, dependientes de “ver qué pasa”, en la inacción y el desamparo infantil. La esperanza por el contrario nos motiva para seguir construyendo los sueños de nuestras cabezas. Pero con la esperanza no alcanza…hay que agregarle la acción de nuestras manos, acompasadas al ritmo de lo probable o azaroso.

Ilusión, voluntarismo y esperanza
Al mismo tiempo el voluntarismo como forma de alcanzar logros se sostiene en última instancia en otra ilusión: la que piensa que “querer es poder”. La voluntad es sin dudas condición necesaria para iniciar una acción orientada a un logro, pero no es suficiente porque la voluntad como motor del deseo debe crear luego las condiciones de factibilidad de ese logro. El éxito es el resultado de una construcción que se inicia en la esperanza de la efectividad de un emprendimiento, y no el precipitado causal de una ilusión. Si así pareciera derivada en el tiempo, sería más bien por orden de una casualidad. Una esperanza que reposa en la ilusión es una “seudo-esperanza”.
El voluntarismo exacerbado como propuesta única de interacción con el mundo, por ejemplo en política, es una ideología que supone la creencia en la omnipotencia de las ideas. El triunfo de la voluntad por sobre los límites materiales y las leyes que regulan los sistemas sociales, económicos, políticos o culturales. El resultado suele ser siempre el mismo: cuando acaba la fiesta fantástica, nos damos cuenta que nada es lo que creíamos, las ropas de oro no están porque nunca fueron reales…el rey está desnudo. Y se ha dicho que la realidad puede ser linda o fea, pero lo que no tiene es solución. Por eso somos afectos a refugiarnos en la lógica opinable de aquel viejo tema popular de nuestro folklore, donde se alentaba al “sapo cancionero” para que siga cantando su deseo, porque “la vida es triste si no la vivimos con una ilusión”. Y si de sapos de trata, al igual que Freud intuimos que el porvenir de nuestra esperanza será indigerible si descubrimos que detrás de su apariencia solo habita una ilusión.

 (c) by afc 2015

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