Por Alberto Farías Gramegna
“La mujer del César no solo debe ser honrada sino también
parecerlo” - Plutarco
“El
respeto a las leyes como ciudadanos nos
garantiza la libertad como hombres” – J.B. Alberdi
C
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uenta
Plutarco que Julio César decidió divorciarse de Pompeya a causa de un confuso incidente
de alcoba. Los jueces le preguntaron por qué quería divorciarse, si no le
constaba que su esposa le hubiera engañado con un amante, a lo que el emperador
respondió: "Porque pienso que mi esposa debe estar por encima de toda
sospecha, la mujer de César no sólo debe ser honesta, sino también
parecerlo". Luego la expresión
"Como la mujer del César" se emplea cuando se exige a una persona pública
una rectitud moral excelsa y escrupulosa.
Todo dentro de la Ley
Nada fuera
de la Ley. Sin embargo este aserto es desestimado con frecuencia por la
sociedad en su conjunto y por sus dirigentes en particular. Al eslogan lo hizo
famoso Juan Perón, aunque su origen se halla en la Italia fascista: La frase deriva
metamorfoseada y casi irreconocible de otra en apariencia muy diferente en su
esencia propositiva: “Todo para el Estado, todo por el Estado, nada fuera del
Estado”, repetía Benito Mussolini. Pero
cuando la Ley sucumbe a los caprichos e intereses personales y el Estado se
confunde con el gobernante de turno, ambas frases en apariencia diferentes se
acercan en su significación última.
“L'État,
c'est moi” (El Estado soy yo), habría dicho alguna vez Luis XIV frente al
Parlamento: “Ustedes están aquí por mi voluntad”.
Para el “Rey Sol” la Ley, el
Estado y su persona, se confundían.
A partir
de 1661, Luis XIV anuncia que sería su propio primer
ministro. Gobierna Francia durante más
de cincuenta años, con absoluta omnipresencia y se piensa como modelo
autocrático gobernando por derecho divino. Así establece la estructura
absolutista del Estado, organizando consejos consultivos coordinados por
hombres totalmente dependientes de su voluntad que llevaban adelante sus indiscutidas instrucciones. “La
demanda de los parlamentos provinciales de un veto sobre los decretos reales se
silenció totalmente. Los nobles, potencialmente peligrosos por ser
descendientes de la antigua nobleza feudal, quedaron unidos a la corte a través
de cargos prestigiosos pero de carácter ceremonial, que no les dejaban tiempo
libre para su actividad política. Una parte de la burguesía se mantuvo
políticamente satisfecha con la garantía de orden interno que le ofrecía el
gobierno, el fomento activo del comercio y la industria y las oportunidades de
hacer fortuna explotando los gastos del Estado” (1)
Esclavos de la Ley
Como vemos la historia
-tal cual lo quería Vico- tiene su “corsi e ricorsi”, y esa recurrencia nos advierte que el arco de la Ley y la cancha
de la Constitución se mueven según los vientos soplen a favor o en contra de la estrategia
del poder y sus acólitos, intentando reemplazar la interacción reguladora de
los poderes institucionales. Sin reglas no hay deporte y sin deporte no hay
partido. Sin Ley no hay República y sin República no hay Democracia genuina.
En su
“Fenomenología del Espíritu” Hegel acude a la dialéctica del amo y el esclavo
para ilustrar el juego entre lo que llamó la “conciencia señorial” (superior,
abstraída, autosuficiente) y la “conciencia servil” (inferior, atenta y
dependiente del mundo sensible de las cosas), y mostrar así con aquella
metáfora cómo la relación entre dos personas que ocupan diferentes lugares
formales de poder, se convierte finalmente en una relación de mutua
dependencia, en donde el amo depende del esclavo hasta ser él mismo esclavo de
la presunta libertad que el poder omnímodo le otorga: “El señor necesita del
siervo, y en esta necesidad pierde su independencia, y el siervo, al ser puesto
por él mismo señor como esencial, pierde su condición de ´prescindible´,
quedando como lo más necesario” La
Psicología ha mostrado muy claramente la complejidad de las relaciones de
sometimiento, en donde el sometido termina teniendo -aún desde su limitación y
sufrimiento- un poder invisible sobre el sometedor. Así el politico debe su
lugar al voto contingente del elector.
Dura lex, sed lex
La ley es dura,
pero es la ley. Hay una dialéctica de proporción inversa entre la delegación del poder y la
instauración de la ley en el marco de una sociedad de derecho: Cuanto más Poder
unilateral, menos vigencia de los “poderes” institucionales que provee y prevé
la Constitución (Lo común consensuado: co-instituir). Al revés, cuanto más Ley
(con mayúscula porque representa la vara universal que está por sobre los
intereses particulares), menos posibilidad de “leyes” amañadas al uso del Poder
de turno que inevitablemente conduce a decisiones discrecionales,
potenciadas por la arbitrariedad, que “corren el arco” y
cambian las reglas del juego cada vez que la pelota amenaza.
Complementariamente, el
ciudadano argentino medio tiende a asociar la vida en democracia con un comportamiento
individualista, libertino, anárquico y hasta anómico, que busca ganar siempre,
ignorando la Ley y asociando la Democracia y la República como una misma cosa,
indiferenciada y confusa, aunque son dos dimensiones complementarias y
diferentes: la primera expresa que una parte sustancial del poder reside en la
voluntad popular de mayorías (y minorías), a traves de los mecanismos
electorales y de consulta directa vinculante; la segunda alude justamente a la
forma de distribuir ese poder y a los
resortes de control institucional, donde cada poder está limitado por el otro,
en el marco de lo que prescribe y lo que
prohíben las leyes, conforme los bordes filosóficos constitucionales. Sin embargo se cree -tal como lo predica el
populismo- que el voto de una mayoría circunstante habilita a cualquier acción de
gobierno, que por ser legítimo en su orígen no debiera preocuparle la
prolijidad republicana. Todo lo contrario: la libertad nos plantea la necesidad
inalienable de ser esclavos de la Ley, y no solo serlo sino, como la mujer del
Cesar, parecerlo.
(1) (Francia y el Absolutismo, Planeta Sedna).
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