Por Alberto Farias Gramegna
“El miedo al cambio alimenta la hipocresía de la
reiteración”
- Xavier C. Orozco
H
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a terminado un año
y como siempre ocurre hicimos votos para que el nuevo sea mejor que el que se
fue. Sin embargo, curiosamente es probable que no cambiemos ninguna de nuestras
ancestrales costumbres, (sociales, electorales, culturales, cívicas,
económicas, empresariales, ideológicas, educativas, sanitarias, etc.) de las
que en gran medida dependen las mejorías deseadas, y por tanto nuevamente “algo
cambiará para que nada cambie”, Tomasi di Lampedusa dixit en “Il Gattopardo”. Al
respecto Einstein aportó: “No esperen consecuencias diferentes si las causas siguen
siendo las mismas”. Por fin Ortega y Gasset nos arrojó: “¡Argentinos, a las
cosas!”. A buen entendedor.
Pero sospecho que a la sociedad argentina promedio
le gusta más jugar con las palabras que cambiar realmente las cosas. País del
verso y el relato, somos los grandes enamorados del lenguaje, lo que sería un
mérito cultural si no fuera porque cuando el relato no forma parte de la buena
literatura, sino que está al servicio de negar la realidad, mortifica y degrada
la comunicación. Palabra liviana que se torna engañosa por “chanta” y “trucha”, dos vulgarismos de la
jerga vernácula nacidos como una masoquista y lúcida conciencia de enfermedad
social. Que parezca, pero que no sea. Más de lo mismo. Simulacro de cambio,
donde la conducta “as if” plasma el “País del Como Sí”, una suerte de versión
nac&pop del Nunca Jamás. Como una terrible mueca de burla siniestra, la
cultura del poder y -también hay que decirlo- la del hombre de la calle -causa
y consecuencia de aquella cultura-
parecen enarbolar la consigna: “Todo fuera de la Ley, Nada dentro de la Ley”. Es
el Reino del Revés que nos pronosticaba María Elena Walsh.
Votos más, votos menos…
¿Realmente “la
gente” -como se dice ahora- está dispuesta a producir un cambio profundo en su
cultura cívica? ¿Queda algo parecido a la condición de ciudadano de pleno
derecho en la mayoría de la población, sumida en la pobreza creciente, la
desmotivación, el oportunismo populista, la banalidad , la desafección política
y la corrupción a pequeña escala en el hombre de a pie y a gran escala en los
grupos de poder.?
Según una muy reciente
encuesta exploratoria realizada a
1.300 personas de 40 localidades del país, la mitad de los
sujetos dijeron
que le pedirían un “cambio moderado” al próximo gobierno (sic). Un 18% quiere continuar la "mayoría" de las
políticas actuales (sic) y el 29% espera un cambio profundo (ref: artículo de La Nación; 26/10/14). Si
nos atenemos a estos resultados, solo uno de cada tres argentinos estaría
dispuesto a “barajar y dar de nuevo”. ¿Pero
que significa un “cambio moderado”? , ¿A que aspectos se refieren estos cambios?
La nota referida aporta algunas pistas débiles: "Los votantes afrontan las próximas elecciones con
actitud conservadora, con una mayoría que desea que el próximo gobierno
mantenga los logros del actual y corrija las malas políticas. Sólo un tercio de
los electores no le reconoce nada (positivo) al actual gobierno”.
El año del dilema
Un dilema es una
dualidad excluyente. Pero hay vida más allá del puro dilema y tiene forma de problema:
no todo está construido sobre los dos caminos propios del dogma. Sin embargo
hay dilemas morales, éticos y de principios institucionales que no admiten
neutralidad o grises: el bien y el mal no son virtuales, la honestidad es la
antítesis de la mentira, el amor no es lo mismo que el odio, la estupidez se
diferencia claramente de la genialidad, la dignidad de la denigración y
libertad de la opresión. Estas antinomias son en verdad antagonismos
existenciales. Nos plantean opciones axiológicas, es decir donde se juegan la
dignidad de nuestros valores personales: no puedo aceptar neciamente que la
injusticia sea lo mismo que la justicia, que el victimario tenga el estatus de
la víctima.
No hay lugar para presuntas neutralidades y terceras posiciones ante
la corrupción, la barbarie o la infamia del ilícito: ¿Qué ideología inmoral
podría justificarlas sin mostrar su esencia de basura conceptual?. Otra cosa es
reconocer que existen vías diferentes de pensar la realidad que trascienden las
dualidades simplistas y banales, maneras distintas de plantear un mismo asunto
en el plano de la pluralidad de ideas: el pensamiento complejo, la inteligencia
emocional y el pensamiento lateral. En su “Derecha e Izquierda”, Norberto
Bobbio dice que en una sociedad “(…) existen diadas en las que los dos términos
son antitéticos, otras en las que son complementarios”. El desafío de la
sociedad argentina en este año electoral será decidir si realmente quiere
cambiar de raíz la infausta cultura sociopolítica populista que ya lleva casi
un siglo o seguir en el limbo de los simuladores, donde algo cambia para que
nada cambie.
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