de la demagogia
Por Alberto Farías
Gramegna
“No importa
que me odien, lo importante es que me teman”- Calígula
U
|
n dilema plantea la lógica de una elección
contradictoria que excluye totalmente a uno de los términos. Cuando un dilema
resulta falso presenta como disyuntiva lo que es naturalmente conjunción y
complemento. Y este es precisamente el caso del político autócrata que en
nombre de la Democracia desestime a la República.
Una de las formas posibles de la autocracia es la demagogia (del griego, demos, pueblo y ago, conducir),
que cuando está ligada a la acción política asume el ropaje de populismo.
El “demagogo” era un gran orador y tenía
habilidades para conseguir éxito en sus
propuestas, pero el término ha perdido esa connotación positiva y hoy se vincula al engaño. Al igual que el sofista,
parafraseando a Arthur Koestler, dice creer todo lo que puede demostrar, pero
en verdad intentará vanamente demostrar todo aquello que cree.
Así el autócrata populista presentará discrecionalmente
sus transgresiones a la institucionalidad republicana como legitimados por
representar la voluntad de una mayoría o de una primera minoría, pero omitirá
decir que el equilibrio de poder implica tener en cuenta las otras minorías,
que en algunos casos sumadas pueden ser la verdadera mayoría que no lo eligió.
Pero no es esta la cuestión fundamental: al no respetar las normas de la
institucionalidad constitucional, lo que se afecta es la esencia de la voluntad
de los votantes (ajenos y propios), ya que el voto no habilita al gobernante
elegido a hacer y deshacer como más le parezca.
Solo en un marco político en el que las
reglas son fijadas por las leyes y no por voluntades y ambiciones personales,
puede prosperar la convivencia. En los
sistemas democráticos, que efectivizan el poder soberano de la figura del
“pueblo”, las formas institucionales son el fondo que concreta el espíritu de
aquel poder. La alteración de las formas afecta directamente el funcionamiento
genuino de las normativas republicanas, y el discrecionalismo atenta no solo
contra el espíritu de las leyes sino que subvierte el poder que el ciudadano
ejerce al momento de manifestar su voluntad a través del voto.
La voluntad sospechosa
Pero todo esto al autócrata no le interesa
para nada. En su certeza de que su voluntad coincide con la verdad y de que sus
intereses son universales, asimila la totalidad a la parcialidad y construye un
enemigo externo contra el que hay que lidiar envuelto en la aureola demagógica
de la epopeya. Son los objetivos los que definen su lógica. En este sentido
dice acertadamente Armando Ribas: “Dado que la racionalidad depende del
objetivo, la demagogia es un comportamiento racional en busca de poder
político. Por ello, no existe la posibilidad de determinar a priori la
racionalidad si previamente no conocemos el objetivo de la misma, que como
dijera Hume es una pasión y tal es la voluntad de poder”.
El autócrata demagogo es un gran simulador:
Aboga por un ideal mientras trabaja para
demoler los cimientos en los que ese ideal se edifica. Así en nombre de la
libertad conculca las fuerzas que la garantizan. En nombre de la Ley se erige
como juez y parte de los conflictos que él mismo precipita. El autócrata
acomodará los tiempos y las formas al
fondo de sus intereses. No se limita porque cree en inutilidad del consenso. No
dialoga, monologa altisonante. No consulta, ni comparte, sino que ordena,
premiando o castigando lealtades y rebeldías. Se rodea de adulones y
obsecuentes, porque no soporta que lo contradigan. Busca obsesivamente
permanecer en el poder porque confunde Estado con Gobierno y continuidad
institucional con continuismo del régimen. Por último, el autócrata es la
antítesis del estadista. Se aferra a una visión ideologizada del mundo, porque
reviste su permanencia en el poder como un hecho predestinado, que su propia
creencia mesiánica autoconfirma.
El autócrata es un hombre condenado. Como en
el teatro mitológico la tragedia que
protagoniza no admite finales abiertos. Lo dramático es que arrastra con él al
vasto elenco ciudadano que lo acompaña en las tablas de la vida cotidiana, y
eso no es puro teatro.
Publicado en La Capital de( Mar del Plata el 2/10/14
C) by afg 2014
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