Por Alberto Farías
“Lo primero que debe hacer el lector es
desconfiar del narrador”- Javier Cercas
L
|
e
edición en castellano de la apasionante biografía del filósofo franco argelino
Jacques Derrida, -padre del pensamiento “de-constructivo”- ,escrita por Bernout
Peeter, me brindó una emotiva excusa
para reflexionar sobre uno de los temas que, desde hace años, ha interesado
sobremanera mi inquietud de conocimiento: la subjetividad como
causa de ilusión de la existencia
de una verdad binaria, esto es, la realidad puede ser “de tal manera o de tal otra”, o una u otra. Cada cual cerrada en su propia lógica excluyente.
Por ejemplo, sos “de izquierda” o sos “de derecha”, sos
“progresista” o sos “reaccionario”.
Creemos
lo que percibimos, pero el problema es que…percibimos lo que creemos. Este
último aserto no pretende negar el estatus de materialidad del existente
objetivo. Las cosas existen “en si” y producen hechos “per se”. Lejos estoy de
la metafísica idealista. Esa no es la cuestión. Si lo es la interpretación, lo
que la Psicología de la cognición llama “percepción significativa” (lo que es una
redundancia, ya que en sentido estricto, toda percepción implica un efecto de
significación, en otras palabras es “tendenciosa”).
En
la Cátedra de Psicología Social que presido, inicio la cursada de cada año,
escribiendo en el pizarrón lo siguiente: “No crean en todo lo que piensan”, y enseguida pido a los estudiantes que partiendo
de esa consigna opinen libremente sobre la frase, lo que les genera una
paradoja inquietante: todo lo que expresen quedará bajo sospecha de
incertidumbre.
Estamos
acostumbrados a manejarnos con certezas intuitivas cotidianas. Pero la
intuición devenida en certeza discursiva es la gran trampa del ideólogo, en
tanto que la duda es el reaseguro de la civilización para defenderse de la
tentación de caer en la barbarie.
La
certeza intuitiva es en esencia un prejuicio. En su libro “La iglesia católica y
el holocausto”, Daniel Goldhagen nos
recuerda que “los prejuicios de una
persona no nos enseñan nada sobre aquellos a los que pretenden describir, sino
que nos hablan de la propia persona prejuiciosa y de los que comparten sus
prejuicios.”
El relato como un
espejo
Toda
percepción está sostenida por una creencia
(racional o irracional) acerca del tipo de relaciones entre las cosas
externas que se perciben con las “cosas” internas que nos habitan: certezas
mágicas, recuerdos, historias, valores, emociones, traumas, etc. La manera en
que relacionamos ambas dimensiones (el “afuera”
y el “adentro”) le da sentido a las relaciones que se construyen como “hechos”
percibidos, correlato de los hechos objetivos. Sin embargo -a manera de un paréntesis- este punto resulta
controvertido según como se piense: para el pensamiento deconstructivo y
tomando un ejemplo de la escritura -dice Ariel Penissi- “no hay afuera del
texto, es decir no hay texto y separadamente los distintos niveles de
realidad.Como consecuencia (Derrida) desbarata la primacía del fenómeno como
realidad objetiva y el privilegio de la conciencia como unidad facultada.(…)
Hay
tanto texto en el mundo como mundo en el textos, de modo que los dispositivos
conceptuales, y finalmente, la escritura son las herramientas y el dominio, en
que los diferentes registros de la vida adquieren sentidos más allá de las
oposiciones rígidas con que solemos leer la realidad”.
Más
allá de este punto de vista filosófico, lo cierto es que para nosotros una
concatenación causal de “hechos” percibidos constituye un “argumento”, y una
adecuación de varios argumentos a mi molde axiomático (valores motivacionales,
morales , éticos y utilitarios) da como resultado un “relato” del mundo. No
otra cosa son los “sistemas ideológicos” en tanto funcionen para el sujeto como
“ideologismos”, es decir que se justifican a sí mismos abarcando la totalidad del universo que
pretenden explicar, sin posibilidad de aceptar contrastación de pruebas.
Son al
mismo tiempo juez y parte, donde el veredicto
sobre la realidad ya fue dictado antes del juicio.
El
relato es un espejo que refleja solo las imágenes que el relator proyecta en él,
proyectando al mismo tiempo una parte de su identidad: la que depende de un
argumento que creemos devenido de una causalidad externa, que nos muestra
indiscutiblemente la “naturaleza” de la realidad…de mi realidad. Por eso la
confrontación de dos relatos antitéticos en su “naturaleza” son incompatibles,
ya que cada uno está “encerrado” en soportes argumentales refractarios a otra
lógica que no sea la especular.
La de-construcción
del relato
Aquellas
imágenes entonces no son neutras, porque están cargadas de valoraciones
pre-juiciosas. Con un ejemplo tomado del mundo de las ideologías sociopolíticas: si asocio automáticamente “propiedad privada de medios de
producción” con “explotación”, ante mis
ojos por carácter transitivo “todos los patrones serán explotadores”…y como
corolario moral “malas personas”, ya que “ser explotador” es un antivalor
social. Así pués una buena manera de intentar un dialogo con quien así piensa
sería comenzar por pedirle que “se explique a sí mismo” los fundamentos
verosímiles que para él conectan a todo el universo jurídico que regula la
propiedad con las relaciones injustamente extremas de contratación de la fuerza de trabajo. Es
probable que la respuesta sea un “lugar común” a partir de un nuevo pre-juicio:
“el capital y el trabajo nunca se llevaron bien”…etc.
La
capacidad de cuestionar los fundamentos lógicos y fácticos de mis percepciones
confrontándolas con la existencia o ausencia de pruebas sobre las que sostener
asertos basados en evidencia contrastable más allá de mis intereses materiales
y emocionales, es algo que la mayoría de los hombres no tienen en su haber. Esa
capacidad e intencionalidad volitiva de poner mis percepciones entre paréntesis
y confrontarlas con las de otros sujetos
des-semejantes que las pudieran cuestionar, es el inicio de lo que -con
Derrida- pudiéramos llamar “de-construcción” del pensamiento binario.
Deconstruir mi relato es “no creer en todo lo que pienso”.
Además la identidad de una persona es un compuesto histórico complejo sobre el
que ningún relato puede dar cuenta exhaustivamente: siempre habrá algo que el
relato proyectado sobre ella, dejará escapar en sus fisuras porque -para nuestra sorpresa- el más “solido” de los
relatos siempre estará construido sobre laxas generalidades banales que podrán
leerse de la manera que más convenga al que a él adhiera. Un caleidoscopio
interpretativo que hace justicia al espejismo de todo relato.
(c) by afc 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario