lunes, 8 de septiembre de 2014

El espejismo del relato

El espejismo del relato

Por Alberto Farías


“Lo primero que debe hacer el lector es desconfiar del narrador”- Javier Cercas

L
e edición en castellano de la apasionante biografía del filósofo franco argelino Jacques Derrida, -padre del pensamiento “de-constructivo”- ,escrita por Bernout  Peeter, me brindó una emotiva excusa para reflexionar sobre uno de los temas que, desde hace años, ha interesado sobremanera mi inquietud de conocimiento: la subjetividad  como  causa de ilusión de  la existencia de una verdad binaria, esto es, la realidad puede ser  “de tal manera o de tal otra”, o una u otra.  Cada cual cerrada en su propia lógica excluyente. Por ejemplo, sos “de izquierda” o sos “de derecha”,  sos  “progresista”  o  sos “reaccionario”.

Creemos lo que percibimos, pero el problema es que…percibimos lo que creemos. Este último aserto no pretende negar el estatus de materialidad del existente objetivo. Las cosas existen “en si” y producen hechos “per se”. Lejos estoy de la metafísica idealista. Esa no es la cuestión. Si lo es la interpretación, lo que la Psicología de la cognición llama  “percepción significativa” (lo que es una redundancia, ya que en sentido estricto, toda percepción implica un efecto de significación, en otras palabras es “tendenciosa”).
En la Cátedra de Psicología Social que presido, inicio la cursada de cada año, escribiendo en el pizarrón lo siguiente: “No crean en todo lo que piensan”, y  enseguida pido a los estudiantes que partiendo de esa consigna opinen libremente sobre la frase, lo que les genera una paradoja inquietante: todo lo que expresen quedará bajo sospecha de incertidumbre.

Estamos acostumbrados a manejarnos con certezas intuitivas cotidianas. Pero la intuición devenida en certeza discursiva es la gran trampa del ideólogo, en tanto que la duda es el reaseguro de la civilización para defenderse de la tentación de caer en la barbarie.
La certeza intuitiva es en esencia un prejuicio. En su libro “La iglesia católica y el holocausto”, Daniel Goldhagen  nos recuerda que  “los prejuicios de una persona no nos enseñan nada sobre aquellos a los que pretenden describir, sino que nos hablan de la propia persona prejuiciosa y de los que comparten sus prejuicios.”

El relato como un espejo

Toda percepción está sostenida por una creencia  (racional o irracional) acerca del tipo de relaciones entre las cosas externas que se perciben con las “cosas” internas que nos habitan: certezas mágicas, recuerdos, historias, valores, emociones, traumas, etc. La manera en que relacionamos ambas dimensiones  (el “afuera” y el “adentro”) le da sentido a las relaciones que se construyen como “hechos” percibidos, correlato de los hechos objetivos. Sin embargo  -a manera de un paréntesis- este punto resulta controvertido según como se piense: para el pensamiento deconstructivo y tomando un ejemplo de la escritura -dice Ariel Penissi- “no hay afuera del texto, es decir no hay texto y separadamente los distintos niveles de realidad.Como consecuencia (Derrida) desbarata la primacía del fenómeno como realidad objetiva y el privilegio de la conciencia como unidad facultada.(…)

Hay tanto texto en el mundo como mundo en el textos, de modo que los dispositivos conceptuales, y finalmente, la escritura son las herramientas y el dominio, en que los diferentes registros de la vida adquieren sentidos más allá de las oposiciones rígidas con que solemos leer la realidad”.
Más allá de este punto de vista filosófico, lo cierto es que para nosotros una concatenación causal de “hechos” percibidos constituye un “argumento”, y una adecuación de varios argumentos a mi molde axiomático (valores motivacionales, morales , éticos y utilitarios) da como resultado un “relato” del mundo. No otra cosa son los “sistemas ideológicos” en tanto funcionen para el sujeto como “ideologismos”, es decir que se justifican a sí mismos  abarcando la totalidad del universo que pretenden explicar, sin posibilidad de aceptar contrastación de pruebas. 

Son al mismo tiempo juez  y parte, donde el veredicto sobre la realidad ya fue dictado antes del juicio.
El relato es un espejo que refleja solo las imágenes que el relator proyecta en él, proyectando al mismo tiempo una parte de su identidad: la que depende de un argumento que creemos devenido de una causalidad externa, que nos muestra indiscutiblemente la “naturaleza” de la realidad…de mi realidad. Por eso la confrontación de dos relatos antitéticos en su “naturaleza” son incompatibles, ya que cada uno está “encerrado” en soportes argumentales refractarios a otra lógica que no sea la especular.

La de-construcción del relato

Aquellas imágenes entonces no son neutras, porque están cargadas de valoraciones pre-juiciosas. Con un ejemplo tomado del mundo de las ideologías  sociopolíticas: si  asocio automáticamente  “propiedad privada de medios de producción”  con “explotación”, ante mis ojos por carácter transitivo “todos los patrones serán explotadores”…y como corolario moral “malas personas”, ya que “ser explotador” es un antivalor social. Así pués una buena manera de intentar un dialogo con quien así piensa sería comenzar por pedirle que “se explique a sí mismo” los fundamentos verosímiles que para él conectan a todo el universo jurídico que regula la propiedad con las relaciones injustamente extremas  de contratación de la fuerza de trabajo. Es probable que la respuesta sea un “lugar común” a partir de un nuevo pre-juicio: “el capital y el trabajo nunca se llevaron bien”…etc.

La capacidad de cuestionar los fundamentos lógicos y fácticos de mis percepciones confrontándolas con la existencia o ausencia de pruebas sobre las que sostener asertos basados en evidencia contrastable más allá de mis intereses materiales y emocionales, es algo que la mayoría de los hombres no tienen en su haber. Esa capacidad e intencionalidad volitiva de poner mis percepciones entre paréntesis y confrontarlas con las de otros  sujetos des-semejantes que las pudieran cuestionar, es el inicio de lo que -con Derrida- pudiéramos llamar “de-construcción” del pensamiento binario.
Deconstruir  mi relato es “no creer en todo lo que pienso”. Además la identidad de una persona es un compuesto histórico complejo sobre el que ningún relato puede dar cuenta exhaustivamente: siempre habrá algo que el relato proyectado sobre ella, dejará escapar en sus fisuras porque  -para nuestra sorpresa- el más “solido” de los relatos siempre estará construido sobre laxas generalidades banales que podrán leerse de la manera que más convenga al que a él adhiera. Un caleidoscopio interpretativo que hace justicia al espejismo de todo relato.

(c) by afc 2014

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