sábado, 5 de julio de 2014

Sociedad: individualidad e individualismo

Sociedad: individualidad e individualismo

Juntos pero no revueltos
Por Alberto Farías




“Individuo: del lat. ´individuus´, indivisible.  La unidad mínima y no divisible en un grupo es el individuo”

“No hay cosa más libérrima  y a la vez más solitaria para un hombre que ser extranjero en su cultura”- Xavier Orozco

Advertencia

V
amos a ver: El mundo antes, ahora -y sospecho que forever-  es una camino interminable y ambiguo desde el infierno en busca de la utopía del paraíso , la zanahoria ética que nos alimenta y cuyo nombre de pila es “doña Ilusión” . Mi abuela española solía decir: “De ilusión también se vive”. Pues con todo afecto modificaré su aserto cambiando el “también” por el “solo” , ya que sin ilusión no habría vida humana sobre el planeta ni en otro lado donde pretendamos ir en el futuro. Y el planeta es hoy una mezcolanza mezquina de injusticias, fanatismos, pobreza, migraciones forzadas, crisis innecesarias, doctrinas reaccionarias, discursos y relatos felones, perversiones de todo tipo y color, xenofobias, racismos (propongo el neologismo “etnofobias”), integrismos repugnantes, guerras terribles, pederastias y trata de blancas, narcotráfico, ideologías monstruosas, imberbes idiotas útiles de todo discurso drástico que siempre suele matar a la libertad y la democracia, etc, etc..Para que seguir con estas lacras, si el lector seguramente podrá  completarlas con sus diarias experiencias.
Pero el mundo que hoy conocemos, integrado por las redes sociales, los medios, las entidades multinacionales, las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales reivindicativos de los derechos del hombre, de las minorías, es también un mundo mucho mejor que el de épocas anteriores, aunque no lo parezca. No es que las atrocidades y la estupidez hayan desaparecido, sino que ahora se puede hablar de ellas y son para la mayoría de la conciencia oficial del orbe, “políticamente incorrectas”. Es un avance, toda vez que no hay “naturaleza humana” sino como quería André Malraux “condición humana”. Es el hombre, sus pasiones y las circunstancias. Para decirlo con Ortega: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo»,


Del objeto al sujeto: la individualidad como garantía de libertad 

Dicho esto, pasemos al análisis de la relación entre ese “yo y su “circunstancia”, la situación que lo entorna, lo sitúa y lo limita. Se suele confundir frecuentemente individualidad con individualismo. La defensa de la individualidad es la defensa del derecho a ser uno mismo, la libertad de decir lo que se piensa, de expresarlo sin miedos, el derecho a la intimidad, a decidir cada cual sobre su cuerpo y su vida, a poner límites a los avances del deseo del otro semejante y del Estado sobre su espacio privado, su expresión y su cuerpo y la pretensión perversa de controlar sus elecciones sexuales, filosóficas, religiosas y políticas. De todo esto trata la individualidad, del sujeto único e irrepetible, aferrado a su identidad, inviolable e irreductible a cualquier definición que pretenda su disolución en la masa en nombre de cualquier ideología de lo popular. 

Y de esto también trata la libertad como conjunto no sistemático de ideas reunidas en el pensamiento liberal  (derivado psicológico indirecto del liberalismo social y político-económico del siglo XVIII y XIX) y manifestadas en la liberalidad de actitudes como derecho inalienable de la persona. Individualidad y liberalidad son dos caras inextricablemente unidas en las convicciones del ciudadano que se siente tal, libre, soberano y no atado a ninguna doctrina política, social o religiosa, doctrinas  masificantes, que finalmente lo niegan en su autonomía matando la pluralidad y la diversidad en nombre de una mitológica “igualdad” que no es sino un sometimiento alienante a un modelo fetiche: el líder, el partido, el dogma, la idea divina, etc. La liberalidad como actitud coherente no es sectaria porque no hay sectarismos sino hay sectas y éstas son producto del pensamiento alienado de grupos negados en su libertad individual.
En cambio, el hombre individual es un hombre liberal y por tanto rechaza todo fanatismo y se aleja de las creencias de los fundamentalismos integristas.

El hombre solitario…

El individualismo, por su parte, es -como todo “ismo”- un sistema de ideas excluyentes; en este caso concreto una ideología implícita del aislamiento, sistemática y autocentrada en la especularidad de un discurso -como toda ideología- y edificada en la ilusión escéptica de poder vivir al margen del otro y de la situación que los reúne en el aquí y ahora de la sociedad. El individualismo como postura existencial es un egoísmo ingenuo no constructivo, porque no valora la colaboración del conjunto, ni entiende la consigna liberal de buscar  trabajar juntos a partir  de las “semejanzas en las diferencias”.
El individualista es un ser solitario que se aleja del ser ciudadano, porque al desinteresarse por el otro y su “destino”, se desinteresa del  “bien común” creyendo que él está más allá de ese comunidad de bienes. El individualismo niega la política porque es un ser “apolítico”, ignorante de la centralidad de esa dimensión social que se quiera o no, determina el principio y el fin de nuestras vidas, tan entrelazadas de los unos con los otros y mediatizadas por las instituciones que nos incluyen y limitan.
El individualista coincide en algunas opiniones con el hombre individual nominalmente, hasta que se profundiza un diálogo y surgen las profundas diferencias: uno no va a votar porque se ocupa solo de sus intereses inmediatos, “quien gobierne me da lo mismo”, dice. El otro tiene conciencia de su rol democrático e intenta evitar con su protagonismo que las políticas futuras conculquen su libertad y terminen haciendo de su sociedad un infierno donde ya no pueda vivir ni él ni sus descendientes. Porque cree  -una ingenuidad  ético moral-  en una sociedad de hombres libres y en el respeto a las leyes y a las instituciones republicanas, se declara un “hombre político”, comprometido en primer lugar con sus principios, sin que eso implique necesariamente que milite en un partido político o en una agrupación social, sino es su determinación en su proyecto de vida.

El hombre acompañado

El individual-liberal es aún una “rara avis” en un mundo de hombres-masa, de dogmatismos emblemáticos político-religiosos y de hombres individualistas. Aunque parezca un absurdo expresarlo de esta manera, no dudo en que la cultura humana diversa en sus contenidos es la fuente principal de los prejuicios y de los interminables conflictos entre etnias, tribus, colectividades y países. Y dentro de estas culturas, el papel xenófobo de las religiones ha sido en la historia de las civilizaciones una constante: el rechazo del otro diferente. La creencia de la verdad anidada en su propia creencia. El “verdadero creyente” -al decir de Eric Hoffer- es siempre un fanático obtuso.
En un mundo de facciones extremas , donde apocalípticamente los tibios son vomitados de la boca de los drásticos, un mundo dominado por la agotadora lógica futbolera de aniquilar al cuadro contrario vivido como “el enemigo” a derrotar y donde lo que importa no es la belleza del juego y la competencia sino el resultado, tan ligado a fabulosos negocios y negociados económicos, el hombre individual-liberal tiene mala o poca prensa porque no es escandaloso ni extremista y además se lo asocia erróneamente ,como se dijo antes, con posturas inocentes o egoístas, e incluso se lo asimila por ignorancia, confusión o mala intención con seudo-ideologías de pragmatismo economicista como el llamado “neo-liberalismo” , que en todo caso debiera denominarse “neo-mercantilismo”, para no manchar el concepto de “liberal” que significó un avance humanista extraordinario en los derechos del hombre frente a los absolutismos feudales y monárquicos de los últimos siglos.
Pero la realidad es otra: el individual-liberal es un hombre acompañado que acompaña. Un hombre de alta conciencia civil que entiende que la mejor sociedad es la que tolera y auspicia la convivencia enriquecedora de la diversidad y la pluralidad, que cree en el trabajo en equipo y que relativiza el valor de las creencias no operativas, que lucha con la tentación del prejuicio y que defiende el valor de la privacidad y la creatividad, que intuye que todo lo que no atenta contra la dignidad y la seguridad del otro, tiene el pleno derecho a expresarse tal como le apetezca a su autor. Se trata de con-vivir, vivir juntos pero no revueltos.

imagen: http://definicion.mx/individuo/


© by Alberto farías, Madrid, julio de 2014 –Se autoriza la reproducción total o parcial de este texto citando fuente y autor.

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