De ilusión también se muere
Por Alberto Farias
“Que la vida es triste si no la vivimos con una
ilusión…”- Sapo Cancionero (zamba)
Ilusión: Imagen mental engañosa provocada por la imaginación
o por la interpretación errónea de lo que perciben los sentidos.
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ambién el Diccionario alude a la esperanza
puesta en una cosa positiva, como un sueño o proyecto. En fin que la ilusión es
algo así como una manera de edulcorar una realidad mucho más áspera e incierta
y emana del deseo relacionado con el placer
y lo maravilloso.
Mi abuela solía decir: “De ilusión
también se vive”.
Yo diría que la ilusión es un componente vital
muy activo sobre todo en los primeros años de vida infantil y adolescente. El
adulto sensato no acota su vida a la ilusión
-aunque pueda permitirse jugar solo un rato con ella- sino a los ideales, cosas muy diferentes.
Veamos porque: la ilusión es hija de la emocionalidad antes que de la
racionalidad y está sostenida sobre la dimensión imaginaria, es decir producto
de imágenes narcisistas y autocomplacientes con un alto componente mágico y
fantasioso: es la ensoñación del adolescente que sueña con encontrar la pareja
ideal que la o lo colme de satisfacción
y que todos lo o la admiren …la ilusión es el “sueño del pibe”, que si
no deja solo de soñar y pasa a construir un plan de vida estratégico para
intentar alcanzar esa meta, seguirá soñando ser lo que no pudo ser. La ilusión
sirve solo como disparador para revisar el ideal y pasar a la acción.
El que mira el mundo solo partir de la
ilusión es -va de suyo- un “iluso”: Persona que se deja engañar con facilidad y tiende a hacerse ilusiones
positivas sobre cosas y hechos solo a partir de su deseo y sin fundamento para
ello. El iluso es la contracara del “escéptico”, pero ambos son hijos de la
imaginación y ambos viven en el mundo mítico de la ilusión: política, social,
deportiva, existencial
Un
país de ilusiones
Un país que vive solo de ilusiones es un país imaginario que se engaña constantemente, una sociedad inmadura y neurótica. La ilusión es el componente principal de las demagogias manipuladoras de las masas. Igual que el sediento perdido en el desierto, que por una coincidencia del deseo y la refracción de la luz cree ver un oasis donde solo hay arena caliente, -lo que se conoce como “ilusión óptica”- así también el hombre desesperado por la pequeñez de su vida, el ciudadano des-ilusionado de los gobiernos corruptos, el fanático ideologizado, creen ver en el demagogo de turno el oasis político y social inexistente, encandilados por las luces calientes de los discursos vacíos pero llenos de locuaz oratoria encendida, caen rendidos ante la emoción ilusoria, antes que sentarse a razonar sobre la seriedad de aquellas promesas. Resulta demasiado doloroso para ellos constatar que el agua existe, pero el camino para obtenerla no está ahí mismo, como la ilusión seduce y promete al compas de los tambores y los gritos destemplados de los populismos variopintos.
Pasa otro tanto con la religión y el
fútbol, que en definitiva es la religión planetaria de los últimos cien años.
El creyente busca en el ídolo o el icono la confirmación de su ilusión de vida
eterna o la protección de los males del mundo. De ahí que el rezo sagrado o
pagano se aplique para conjurar una amenaza del mal o para buscar un resultado
deportivo. Es curioso observar como en este último mundial del “balón pie” (para
castellanizar el anglicismo) dada la conocida afición futbolera del Papa Francisco
-hincha de San Lorenzo, va de suyo- se lo asoció humorísticamente (el chiste y
su relación con el inconsciente, diría Freud) con el gol argentino del último
minuto en el partido Argentina-Bélgica: se lo veía oculto detrás del arco belga…Una
versión actualizada de la “mano de Dios” , ahora a través de su representante
en la Tierra..
Un
mundo “ideal”…pero real
Todo esto, más allá de la anécdota de
color, muestra como la ilusión, lo imaginario, el deseo de manejar y controlar la
realidad desde la omnipotencia mística del pensamiento mágico, el miedo a la
frustración y un “yo colectivo” (si se me permite la metáfora para aludir a un
presunto “ser nacional”, una constante cultural de la identidad de una
comunidad diferenciada de las demás) debilitado por su dependencia al éxito
fácil, a la adoración de líderes investidos de palabras seductoras que divide el mundo entre “ellos, los oligarcas y
nosotros, el pueblo”, siempre esperando la dádiva venida del Cielo o del Estado
(que siempre fue el Paraíso de los arribistas y oportunistas de turno), como un
maná albiceleste ( ya se sabe que “Dios es argentino”). La ilusión, por tanto,
ha fraguado el alma del país en detrimento del ideal.
Un “ideal”, tiene naturaleza racional y
cognitiva, es simbólico por contraposición a lo imaginario ilusorio y se
articula en su esencia con la moral y la ética. El ideal piensa una meta
conforme a su sistema de valores, sus expectativas e intereses y va a por ella.
No tanto ilusionado como esperanzado que es otra cosa: espera que por ese
camino alcance sus objetivos y sus metas. Es realista: sabe que el volar no se
logra ilusionando ser un ave sino construyendo alas artificiales. El “ideal” presente
en un individuo (o en una comunidad) es ético y práctico a la vez. Pero cuando
se excede en el valor absoluto del poder de las ideas y olvida el insoslayable componente
afectivo de ellas, corre el riesgo de pasar también a la ilusión por vía de la
ideologización de las ideas: es el idealista. Entendido este término como un
distanciamiento ilusorio de la operatividad práctica de las ideas, de la
posibilidad de ser transformadas en acción sobre el mundo. Por eso aunque parezcan
muy vivas...hay ilusiones que matan.
Imagen: http://principiodeuncomienzo.files.wordpress.com/2011/09/ilusion1.jpg
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