viernes, 11 de julio de 2014

De ilusión también se muere..


De ilusión también se muere
Por Alberto Farias

 “Que la vida es triste si no la vivimos con una ilusión…”- Sapo Cancionero (zamba)

Ilusión: Imagen mental engañosa provocada por la imaginación 
o por la interpretación errónea de lo que perciben los sentidos.



T
ambién el Diccionario alude a la esperanza puesta en una cosa positiva, como un sueño o proyecto. En fin que la ilusión es algo así como una manera de edulcorar una realidad mucho más áspera e incierta y emana del deseo relacionado con el placer  y lo maravilloso.
Mi abuela solía decir: “De ilusión también se vive”.
Yo diría que la ilusión es un componente vital muy activo sobre todo en los primeros años de vida infantil y adolescente. El adulto sensato no acota su vida a la ilusión  -aunque pueda permitirse jugar solo un rato con ella-  sino a los ideales, cosas muy diferentes. Veamos porque: la ilusión es hija de la emocionalidad antes que de la racionalidad y está sostenida sobre la dimensión imaginaria, es decir producto de imágenes narcisistas y autocomplacientes con un alto componente mágico y fantasioso: es la ensoñación del adolescente que sueña con encontrar la pareja ideal que la o lo colme de satisfacción  y que todos lo o la admiren …la ilusión es el “sueño del pibe”, que si no deja solo de soñar y pasa a construir un plan de vida estratégico para intentar alcanzar esa meta, seguirá soñando ser lo que no pudo ser. La ilusión sirve solo como disparador para revisar el ideal y pasar a la acción.
El que mira el mundo solo partir de la ilusión es -va de suyo- un “iluso”: Persona que se deja engañar con facilidad y tiende a hacerse ilusiones positivas sobre cosas y hechos solo a partir de su deseo y sin fundamento para ello. El iluso es la contracara del “escéptico”, pero ambos son hijos de la imaginación y ambos viven en el mundo mítico de la ilusión: política, social, deportiva, existencial

Un país de ilusiones


Un país que vive solo de ilusiones es un país imaginario que se engaña constantemente, una sociedad inmadura y neurótica. La ilusión es el componente principal de las demagogias manipuladoras de las masas. Igual que el sediento perdido en el desierto, que por una coincidencia del deseo y la refracción de la luz cree ver un oasis donde solo hay arena caliente, -lo que se conoce como “ilusión óptica”- así también el hombre desesperado por la pequeñez de su vida, el ciudadano des-ilusionado de los gobiernos corruptos, el fanático ideologizado, creen ver en el demagogo de turno el oasis político y social inexistente, encandilados por las luces calientes  de los discursos vacíos pero llenos de locuaz oratoria encendida, caen rendidos ante la emoción ilusoria, antes que sentarse a razonar sobre la seriedad de aquellas promesas. Resulta demasiado doloroso para ellos constatar que el agua existe, pero el camino para obtenerla no está ahí mismo, como la ilusión seduce y promete al compas de los tambores y los gritos destemplados de los populismos variopintos.
Pasa otro tanto con la religión y el fútbol, que en definitiva es la religión planetaria de los últimos cien años. El creyente busca en el ídolo o el icono la confirmación de su ilusión de vida eterna o la protección de los males del mundo. De ahí que el rezo sagrado o pagano se aplique para conjurar una amenaza del mal o para buscar un resultado deportivo. Es curioso observar como en este último mundial del “balón pie” (para castellanizar el anglicismo) dada la conocida afición futbolera del Papa Francisco -hincha de San Lorenzo, va de suyo- se lo asoció humorísticamente (el chiste y su relación con el inconsciente, diría Freud) con el gol argentino del último minuto en el partido Argentina-Bélgica: se lo veía oculto detrás del arco belga…Una versión actualizada de la “mano de Dios” , ahora a través de su representante en la Tierra..

Un mundo “ideal”…pero real

Todo esto, más allá de la anécdota de color, muestra como la ilusión, lo imaginario, el deseo de manejar y controlar la realidad desde la omnipotencia mística del pensamiento mágico, el miedo a la frustración y un “yo colectivo” (si se me permite la metáfora para aludir a un presunto “ser nacional”, una constante cultural de la identidad de una comunidad diferenciada de las demás) debilitado por su dependencia al éxito fácil, a la adoración de líderes investidos de palabras seductoras que  divide el mundo entre “ellos, los oligarcas y nosotros, el pueblo”, siempre esperando la dádiva venida del Cielo o del Estado (que siempre fue el Paraíso de los arribistas y oportunistas de turno), como un maná albiceleste ( ya se sabe que “Dios es argentino”). La ilusión, por tanto, ha fraguado el alma del país en detrimento del ideal.
Un “ideal”, tiene naturaleza racional y cognitiva, es simbólico por contraposición a lo imaginario ilusorio y se articula en su esencia con la moral y la ética. El ideal piensa una meta conforme a su sistema de valores, sus expectativas e intereses y va a por ella. No tanto ilusionado como esperanzado que es otra cosa: espera que por ese camino alcance sus objetivos y sus metas. Es realista: sabe que el volar no se logra ilusionando ser un ave sino construyendo alas artificiales. El “ideal” presente en un individuo (o en una comunidad) es ético y práctico a la vez. Pero cuando se excede en el valor absoluto del poder de las ideas y olvida el insoslayable componente afectivo de ellas, corre el riesgo de pasar también a la ilusión por vía de la ideologización de las ideas: es el idealista. Entendido este término como un distanciamiento ilusorio de la operatividad práctica de las ideas, de la posibilidad de ser transformadas en acción sobre el mundo. Por eso aunque parezcan muy vivas...hay ilusiones que matan.

Imagen: http://principiodeuncomienzo.files.wordpress.com/2011/09/ilusion1.jpg

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