La unanimidad de pensamiento
como verdad sospechosa
por Alberto Farías
“Que la boca mentirosa incurre en tan torpe mengua, que
solamente en su lengua es la verdad sospechosa”
-Juan Ruiz de Alarcón: La
verdad sospechosa
“La verdad es la verdad,
dígala Agamenón o su porquero.
Agamenón: - Conforme.
El porquero: - No me
convence..” - Antonio
Machado: Juan de Mairena
U
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nanimidad quiere decir “coincidencia
de ánimo”, concurrencia unívoca de voluntades y convicciones, encuentros de conveniencias
y/o concordancias de creencias. Por fin la unanimidad podría emerger de una
sobredeterminación ajena o externa a los sujetos, devenidos en objetos animados
por circunstancias sin opción. Aunque en este último caso la unanimidad pasa a
ser un efecto obligado por el sentido común: si hay fuego en la sala de un
cine, todos unánimemente -salvo el
suicida- querrán salir de ese lugar.
Por lo dicho, una actitud unánime puede darse en circunstancias extremas,
por dogmatismo sectario, en ocasiones especiales o por temas de tal fuerza
emocional o racional, que todos los implicados al momento coinciden. Sin
embargo -y por la simple razón de la
diversidad y el pluralismo de personalidades, historias personales, creencias,
intereses, ideologías y opiniones “a la
violeta”, lo normal es -si se me permite el término- la “pluranimidad” y lo
raro la unanimidad. En todo caso las ocasiones unánimes suelen ser contingentes, limitadas temporalmente y duran
lo que dura la situación de la que emergen.
El pensamiento único y la vida
de los otros
Si hay una obsesión que define más claramente a los gobiernos populistas
demagógicos, los regímenes autoritarios y muy especialmente a los totalitarismos
político-religiosos, como los integrismos teocráticos y las ideologías
totalizantes como el comunismo o el nazi-fascismo, es la constante búsqueda final de una supuesta
unanimidad de pensamiento en la búsqueda de la verdad política. Esa unanimidad
es absurda pero eficaz a la hora de manipular las voluntades. Es el sueño
terrible del reinado del pensamiento único, moldeado por acción propagandística
sistemática y por omisión de una parte de la realidad, a la manera de un objeto
de producción en serie. Los instrumentos para esa mítica meta son la coacción,
el terror, la mentira, la propaganda sugestiva y el pensamiento mágico.
Por lo contrario si hay algo esencial
que caracteriza a las sociedades
abiertas, laicas y democráticas -donde el derecho humano principal es el de la
persona como entidad individual- esa es la diversidad de ánimos y la
multiplicidad de opiniones, algunas semejantes, otras muy diferentes.
Opinar libremente es comunicar intuiciones sin obligación de ser
rigurosos, exponer impresiones informales y miradas existenciales sobre el
mundo. Ni siquiera en los límites y alcances del sistema que las contiene a
todas, los actores concurren con unanimidad de criterio.
Esa curiosa y elástica característica es precisamente la que hace a los
sistemas abiertos, vivos y en cambio y renovación permanente. Es lo que marca
un abismo moral y ético entre el respeto por el otro y la manipulación del otro
como objeto. La diferencia entre ser
ciudadano u hombre masa.
También es la que permite el crecimiento de la inteligencia social y la
creatividad productiva sostenida en la libertad de los actores y no en el temor
a un sistema coercitivo. Es decir la “no-unanimidad” o “pluranimidad” es
motivadora en sí misma.
Pero todo esto no significa una apología del constante desencuentro. Para
nada. Porque la no unanimidad de partida o presupuesta, no implica que no se
coincida en determinadas reglas básicas estratégicas que evitan caer en los
dilemas paralizantes y por lo tanto son esas normas culturales y reglas
institucionales las que coadyuvan para mudar las pluranimidades existentes en
consensos tácticos que permiten construir soluciones estratégicas de interés
común.
La unanimidad sospechosa
Y bien, si aceptamos que toda unanimidad “total” (valga este aparente
pleonasmo que en verdad no lo es) es decir que implique la totalidad del
“universo” considerado, tiene por fuerza una vida fugaz, solo la coacción o la
mentira pueden pretender clonar los pensamientos y alinear (alienando) las
ideas en una sola que las pretenda subsumir y conculcar.
Los grupos llamados “primarios” (como la familia endogámicas o las sectas, cuyos individuos está ligados por fuertes lazos emocionales directos y/o por identificaciones indiscriminadas) manifiestan una tendencia “natural” a crear y alentar climas psicológicos de pensamiento clonal, sostenidos en estados anímicos especulares (en espejo).
Los grupos llamados “primarios” (como la familia endogámicas o las sectas, cuyos individuos está ligados por fuertes lazos emocionales directos y/o por identificaciones indiscriminadas) manifiestan una tendencia “natural” a crear y alentar climas psicológicos de pensamiento clonal, sostenidos en estados anímicos especulares (en espejo).
Estos grupos tienden a alienarse, al ser uno-en-el-otro, es decir a
con-fundirse en la imagen del par. Así el imaginario (palabra que deriva de
imagen) totalizante es la búsqueda del ideal de la unanimidad.
Como he dicho antes y vale la pena reiterarme: los ideologismos
dogmáticos y fundamentalistas extremos impulsan el pensamiento único oficial como
equivalencia de verdad y castigan (a veces hasta con la muerte) los desvíos del
pensamiento “equivocado” (sic) por eso hablan cínicamente de “re-educación”.
Similar actitud de desagrado e intolerancia frente al pluralismo de ideas,
aunque con efectos menos dramáticos, encontramos en los gobiernos populistas, de índole personalista (cualquier
semejanza con la realidad en la que pueda pensar el lector es pura causalidad),
bonapartistas, cesaristas y otras ramas del mismo árbol demagógico. En el
pasado la Iglesia católica medieval -y
ahora mismo los empeños dogmáticos de cualquier religión- no toleraba el
pensamiento doctrinal diferente, al que se lo considera herético y causa de
puniciones terribles. Hoy en pleno Tercer Milenio hay países que condenan a
muerte a quien quiera convertirse a otra creencia. Pensemos en el juicio que para
salvar su vida hizo abjurar a Galileo de su visión heliocéntrica. Otra vez el
imaginario de unanimidad a palos…y sin embargo la Tierra rebelde se siguió
moviendo en contra del pensamiento oficial de la época, confirmando que la
fantasía de las unanimidades permanentes es siempre una verdad sospechosa.
imágen: http://juanvaldescesar.blogspot.com.es/2012/02/groupthinkinteresante-teoria.html
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