(Diccionario de la Vida Cotidiana)
Por AFG
Presentación de la serie de cuentos y relatos
En la mitología griega, Argos o Argo (en griego Άργος, 'brillante') es el nombre de varios personajes: Argo o Argos, la nave de los Argonautas.
La nave Argo era el barco mítico en el que Jasón y los
argonautas viajaron en busca del vellocino de oro. Fue construida por un artesano llamado Argos, por lo
que fue nombrada en su honor, y recibió ayuda de los dioses para su creación.
El Argo poseía el don de la profecía gracias a una madera del oráculo de Dodona
y, tras la expedición, fue consagrada a Poseidón.
“El Argo”, cuadro del pintor Lorenzo Costa, el Viejo, que representa la nave Argo, realizado entre 1500 y 1530, Museo Cívico de Padua (Italia).
Palabras de lo cotidiano y cotidianeidad de las palabras (*)
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e dice que las
palabras se las lleva el viento…no tanto cuando están escritas.
En la vida cotidiana
usamos palabras que muchas veces no expresan exactamente lo que queremos decir.
Otras veces de tanto usarlas en cualquier circunstancia y sin relación directa
o estricta con su significado van perdiendo la fuerza de su sentido y terminan
como algo inservible o generando un mal entendido. Se ha dicho alguna vez que “se empieza cediendo en las palabras y se
termina cediendo en los hechos”.
El ser humano
que somos construye un mundo subjetivo, particular, a partir de las palabras
para reflejar la realidad concreta que nos rodea. Esa realidad construida a
partir y por el lenguaje, que va y viene hacia y desde las cosas, nos sirve
para entender el entorno en que nos movemos, pero a veces el mal uso de las
palabras puede ser la señal de que estamos “pensando mal” las relaciones que
tienen esas cosas entre sí y nosotros con ellas. Llamar a las cosas por su
nombre es reconocerlas en su doble existencia: material y lingüística.
Vivimos en una
sociedad que ha hecho un culto perverso de las palabras, quitándole el estricto
sentido que tenían en el contexto de un corpus de significados.
Si bien el habla
revitaliza la lengua, cuando a esta se la traiciona impostando o transponiendo contenidos
bajo vocablos que no prestaron consentimiento para otros decires, se abre la puerta que conduce a un cambalache de valores.
Lo malo se llama
bueno, lo científico y la charlatanería van de la mano en un carnaval de
palabras donde el lector aprendió a leer entre líneas, dándole a los dichos el
exacto sentido opuesto a lo que pretenden decir.
En nuestros días
los textos parecen estar escrito en clave.
Aburrido y
empobrecido sería el mundo si todos viéramos las mismas cosas al mirar. Mejor
dicho: las cosas que todos miramos son las mismas, reales, pero cada cual
percibimos impar y pensamos distinto sobre ellas, ya que nos evocan situaciones
y secuencias propias de nuestra historia singular.
La información
precisa nos ayuda a entender los hechos, pero debemos primero ponernos de
acuerdo en el sentido que le damos a las palabras utilizadas, lo que los
técnicos llaman “el código”.
Nuevas palabras
o el uso distinto de las conocidas, el despojarnos de los prejuicios que
algunas conllevan entre nosotros, plantean una exigencia cognitiva y una ética
consistente en saber de lo que se está hablando. Pero también abren un
escenario fascinante de imaginación y creatividad despojado del corsé del
discurso escolar. Y ese portal asequible es la historia de vida, de la vida cotidiana
de cada quien, prohombres y villanos, tristes sombras silentes que deambulan
por las calles del ensueño y truenos avasallantes, refulgentes personalidades
que crecen en cada gesto
y trepan a veces
a los altares del cortinado mediático.
Y las historias y
relatos de nuestro diccionario pretenden seguir ese camino del mítico Argos, un
camino discontinuo, a veces destemplado, otras esperanzado, las más inciertas.
Personas y personajes diferentes y similares, con historias disímiles, que remedan el viaje del Héroe, donde lo social y la existencia son una extraña pareja tributaria de un pasado que no puede ocultar su inequívoca acción disfrazado de destino. Y al final de ese viaje de dramas y comedias, regresando a la tierra conocida, hoy nos sentimos -al menos para mí- sobrevivientes del naufragio de tan polícroma aventura y, reconociendo la pasión por la escritura, allá vamos a contar los recuerdos que vienen una y otra vez desde la cubierta misma del Argos, la nave de la vida que nos viste de argonautas.
(*) El Diccionario de la Vida
Cotidiana, fue el título de una columna de más de 300 publicaciones, que
escribí durante varios años en el suplemento Cultura del diario La Capital, de
Mar del Plata, Argentina.


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