Breves relatos desde la mesa del bar II
La mujer memoriosa
(mantequilla y melocotón)
por Alberto Farías Gramegna
E |
sa mañana me levanté muy temprano. Casi no había dormido, por los ruidos molestos de mis vecinos allende el pasillo, una pareja, que según creí entender a través de las delgadas paredes del hotel, no lograba ponerse de acuerdo en torno a no sé qué problema con una escritura familiar. No era la primera vez que los ruidos y la desconsideración de los pasajeros me impedían descansar. En mis viajes a Murcia como profesor invitado de la Universidad, cuando no había lugar en la residencia universitaria, me quedaba en ese hotel, aunque también cada vez que me iba me prometía no volver a hospedarme allí. El lugar era confortable y receptivo, pero los pasajeros habituales muy poco discretos.
-Dígame usted… ¿Qué le pongo? - me dijo
-Un café con leche, tostada con pan “normal”,
mantequilla y melocotón, y también un zumo de naranja pequeño.
Siempre pedía lo mismo. Debo confesar que soy
en muchos aspectos un sujeto de rutina, aunque por paradoja un tanto neurótica,
cada tanto intento y me esfuerzo ilusoriamente por escapar a lo que hoy
paradojalmente se suele llamar “zona de confort”.
Al año siguiente regresé a la cafetería y al entrar y ver a la mujer como siempre enfrascada en su infatigable tarea sin pausa, la saludé con un escueto “¡Hola, buen día!”. Me respondió con una amigable sonrisa y siguió con su tarea.
Enseguida busqué una mesa junto al único
tomacorriente disponible. Necesitaba recargar mi teléfono móvil y eso mismo me
disponía hacer luego de quitarme al abrigo y abrir la mochila, cuando de pronto
la vi acercarse sosteniendo la bandeja con mi desayuno: un café con leche,
tostada con pan “normal”, mantequilla y mermelada de melocotón y un jugo de
naranja pequeño.
Sorprendido por su memoria, ya que aún no le
había recordado mi orden, le hice notar que ciertamente eso era lo que había
desayunado un año atrás. Sonriendo, me dijo que recordaba sin dificultad las
preferencias gastronómicas de cada cliente, y agregó: “Pero tenía dudas
acerca del azúcar: creo que la vez pasada usted quiso azúcar moreno”.
Y efectivamente, suelo preferir azúcar moreno,
en verdad no sé por qué, quizá solo por costumbre snob.
Luego de preguntarle sobre cuestiones
cotidianas y contarle el motivo de mi nueva visita a la ciudad, ella se retiró
tan enérgica y activa como siempre para retomar su tarea.
Hoy es la enésima vez que regreso a Murcia
para realizar actividades docentes en la Universidad y no he dejado de venir
cada mañana a desayunar a la cafetería de la mujer memoriosa, con mantequilla y
melocotón desde luego.
URL de las imágenes
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