jueves, 7 de diciembre de 2023

LA MUJER MEMORIOSA

 Breves relatos desde la mesa del bar II

La mujer memoriosa

(mantequilla y melocotón)

por Alberto Farías Gramegna

textosconvergentes@gmail.com

 

E

sa mañana me levanté muy temprano. Casi no había dormido, por los ruidos molestos de mis vecinos allende el pasillo, una pareja, que según creí entender a través de las delgadas paredes del hotel, no lograba ponerse de acuerdo en torno a no sé qué problema con una escritura familiar. No era la primera vez que los ruidos y la desconsideración de los pasajeros me impedían descansar. En mis viajes a Murcia como profesor invitado de la Universidad, cuando no había lugar en la residencia universitaria, me quedaba en ese hotel, aunque también cada vez que me iba me prometía no volver a hospedarme allí. El lugar era confortable y receptivo, pero los pasajeros habituales muy poco discretos.


Luego de ducharme y ordenar los papeles que debía llevar, puse la notebook en mi mochila y me encaminé a la panadería y cafetería en la que habitualmente desayunaba desde que años atrás la descubrí, “Paninni” se llamaba.  Estaba sobre la avenida, a poca distancia del hotel y su ambientación incluía un despacho de pan propio y por supuesto café y bollería. Era abierta y luminosa y las mujeres que atendían muy activas y atentas. Una de ellas, que yo suponía era la dueña del lugar, iba y venía de mesa en mesa llevando los desayunos a los famélicos fieles clientes, muchos locales parroquianos con hábitos tertulianos. Recuerdo la primera vez que entré al lugar y la mujer me saludó con gesto amigable y extrovertido.

-Dígame usted… ¿Qué le pongo? - me dijo

-Un café con leche, tostada con pan “normal”, mantequilla y melocotón, y también un zumo de naranja pequeño.

Siempre pedía lo mismo. Debo confesar que soy en muchos aspectos un sujeto de rutina, aunque por paradoja un tanto neurótica, cada tanto intento y me esfuerzo ilusoriamente por escapar a lo que hoy paradojalmente se suele llamar “zona de confort”.


Al año siguiente regresé a la cafetería y al entrar y ver a la mujer como siempre enfrascada en su infatigable tarea sin pausa, la saludé con un escueto “¡Hola, buen día!”. Me respondió con una amigable sonrisa y siguió con su tarea.

Enseguida busqué una mesa junto al único tomacorriente disponible. Necesitaba recargar mi teléfono móvil y eso mismo me disponía hacer luego de quitarme al abrigo y abrir la mochila, cuando de pronto la vi acercarse sosteniendo la bandeja con mi desayuno: un café con leche, tostada con pan “normal”, mantequilla y mermelada de melocotón y un jugo de naranja pequeño. 

Sorprendido por su memoria, ya que aún no le había recordado mi orden, le hice notar que ciertamente eso era lo que había desayunado un año atrás. Sonriendo, me dijo que recordaba sin dificultad las preferencias gastronómicas de cada cliente, y agregó: “Pero tenía dudas acerca del azúcar: creo que la vez pasada usted quiso azúcar moreno”.

Y efectivamente, suelo preferir azúcar moreno, en verdad no sé por qué, quizá solo por costumbre snob.

Luego de preguntarle sobre cuestiones cotidianas y contarle el motivo de mi nueva visita a la ciudad, ella se retiró tan enérgica y activa como siempre para retomar su tarea.

Hoy es la enésima vez que regreso a Murcia para realizar actividades docentes en la Universidad y no he dejado de venir cada mañana a desayunar a la cafetería de la mujer memoriosa, con mantequilla y melocotón desde luego.

URL de las imágenes

https://c8.alamy.com/compes/d90t3n/tostar-cafe-zumo-de-naranja-un-ligero-desayuno-de-cafe-espresso-zumo-de-naranja-y-tostadas-con-suaves-d90t3n.jpg

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