sábado, 12 de agosto de 2023

LA ILUSIÓN DE UN PORVENIR


 Psicología social y pensamiento mágico

La ilusión de un porvenir (*)

(con la esperanza no alcanza si el bosque oculta el árbol)

Por Alberto Farías Gramegna

textosconvergentes@gmail.com

“Sé lo difícil que es evitar las ilusiones, y es muy posible que las esperanzas por mí confesadas antes sean también de naturaleza ilusoria” - Sigmund Freud

“A veces el árbol no deja ver el bosque y otras el bosque termina escondiendo el árbol”- Ataulfo Relmú

“Después que importa del después, toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado. Eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardado como un pájaro sin luz…”- Virgilio y Homero Expósito

 

E

n "El porvenir de una Ilusión", (1927) Sigmund Freud hace un análisis acerca de la necesidad muy humana de "creer" o "ilusionarnos", a través de las ideologías religiosas, políticas, sociales o eligiendo íconos mesiánicos de cualquier índole, y de esa manera contrarrestar los miedos y sufrimientos de la vida cotidiana. Un ejemplo son los integrismos y fundamentalismos ideológicos por diestra y siniestra que vuelven a asomar su pútrida cabeza en el mundo globalizado de hoy.

Freud nos advierte que “ilusión” y “error” no son sinónimos: “Una ilusión no es lo mismo que un error ni es necesariamente un error (…) Es un error la creencia aristotélica afirmando que la suciedad engendra los parásitos; en cambio, fue una ilusión de Cristóbal Colón creer que había descubierto una nueva ruta para llegar a las Indias. La participación de su deseo en este error resulta fácilmente visible. También resulta una ilusión la afirmación de ciertos nacionalistas afirmando que los indogermanos son la única raza susceptible de cultura (…) Calificamos de ilusión una creencia cuando aparece engendrada por el impulso a la satisfacción de un deseo, prescindiendo de su relación con la realidad, del mismo modo que la ilusión prescinde de toda garantía real” (op.cit)

Para que haya ilusión ha de haber un deseo de ocurrencia. Por eso la ilusión no tiene por fuerza que ser falsa, irrealizable o contraria a la realidad posible, en todo caso diremos que nada garantiza que realmente acontecerá en el futuro.

Con la esperanza no alcanza…

Establezcamos ahora una nueva diferencia que en el citado trabajo aparece reiterada a manera de un “va de suyo”: la que hay entre la naturaleza de la "ilusión" y la actitud específica que llamamos "esperanza": Hallándonos dispuestos a renunciar a buena parte de nuestros deseos infantiles, podemos soportar muy bien que algunas de nuestras esperanzas demuestren no ser sino ilusiones”. La ilusión se co-instituye integrada al pensamiento mágico (como el de los niños) y avanza en la dirección al cumplimiento de los deseos con el sólo hecho de pensar en ellos.

La potestad del pensamiento fuerza la realidad pretendiendo que esta no interfiera con el final deseado. La ilusión desde luego no es privativa de los niños: como adultos más de una vez quedamos enajenados en la fascinación a la espera del acontecimiento maravilloso que sucederá porque así lo queremos.

Pero a diferencia de la ilusión, la esperanza se relaciona comprensivamente con la posibilidad estadística de que un hecho tenga una razonable posibilidad de suceder de acuerdo con nuestros proyectos y desde luego también con nuestros deseos: tener la esperanza de ver llover sobre la siembra es distinto a la ilusión de obtener “per se” una buena cosecha. La sola ilusión nos mantiene soñadores pasivos, ingenuos, dependientes de “ver qué pasa”, en la inacción. La esperanza por el contrario nos motiva para seguir construyendo los sueños de nuestras cabezas. Pero con la esperanza no alcanza…hay que agregarle la acción de nuestras manos, acompasadas al ritmo de lo probable o azaroso.

¿Querer es poder?

Debemos diferenciar finalmente “voluntad” de “voluntarismo”. El voluntarismo como forma de alcanzar logros se sostiene en última instancia en otra ilusión: la que piensa que siempre “querer es poder”. La voluntad es sin dudas condición necesaria para iniciar una acción orientada a un logro, pero no es suficiente porque la voluntad como motor del deseo debe crear luego las condiciones de factibilidad de ese logro. El éxito de un proyecto es el resultado de una construcción que se inicia en la esperanza de la efectividad de un emprendimiento, y no el precipitado causal de una ilusión. Si así pareciera derivada en el tiempo, sería más bien por orden de una casualidad. Una esperanza que reposa en la ilusión es una “seudo-esperanza”. El voluntarismo exacerbado como propuesta única de interacción con el mundo -por ejemplo, en política- es una seudo-ideología que supone la creencia en la supremacía de las ideas y el triunfo de la voluntad autoritaria por sobre los límites materiales y las leyes que regulan los sistemas sociales, económicos, políticos o culturales. El resultado suele ser siempre el mismo: la frustración, al no aceptar que la omnipotencia es una característica insensata de la inmadurez de hombres y sociedades por lo que los triunfalismos megalómanos sucumben ante la realidad que pone fin a sus ilusiones. Nos dice Jean CottrauxToda ideología triunfalista termina por toparse con la realidad, que un día pone fin a sus ilusiones”.

Pensamiento mágico: el pasado es un prólogo

Nuestra sociedad vernácula, muy afecta a los recuerdos idealizados y las nostalgias de un tiempo idílico, suele alentar al criollo “sapo cancionero” para que, en lugar de construir, siga cantando su deseo, porque “la vida es triste si no la vivimos con una ilusión” (sic). Y si de sapos de trata, los ciudadanos del aquí y allá del mundo se han tragado muchos a lo largo de la fatigada historia de la Humanidad.

La legítima esperanza en un porvenir próspero no alcanza, sin embargo, para alejar el riesgo de una frustración reiterada. Se le atribuye a Albert Einstein haber dicho que es estúpido esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo. Es necesario reconocer que los sueños se construyen con las manos y sólo se hacen realidad cambiando críticamente actitudes e ideas atávicas que se pudieren revelar ora anticuadas, extraviadas o necias, o tal vez que se reconozcan como oportunistas, hipócritas u obsecuentes con los pensamientos mágicos de uno mismo, que -como es de sospechar- no cambian la desatenta realidad.  Shakespeare escribió alguna vez que el pasado es un prólogo”, y esto porque cuando el pasado modela el futuro, el porvenir es sólo una ilusión.

(*) El presente artículo forma parte del libro “El árbol y el bosque”, una relación mutuamente condicionante, de próxima edición en España.

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