Psicología laboral y organización
Por Alberto Farías Gramegna
“Complicar para reinar…la fórmula perfecta del burócrata”- Albert Relmu
|  | 
La palabra compuesta -con una
connotación negativa- fue introducida por Jean-Claude Marie Vicent de Gournay, en escritos relacionados a las
políticas de la monarquía absoluta.
Para Max Weber, padre de la sociología comprensiva el “sistema burocrático” tiene, en cambio, connotaciones diferentes: Resulta en una forma de organización y administración racional por oposición a los sistemas "carismáticos" o "tradicionales".
Weber definía a la burocracia
como un sistema administrativo, “una forma de organización que exalta la
precisión, la velocidad, la claridad, la regularidad, la exactitud y la
eficiencia conseguida a través de la división prefijada de las tareas, de la
supervisión jerárquica, y de detalladas reglas y regulaciones”
Partiendo de esta acepción,
hace años he propuesto, sin embargo, llamar “burocratismo” a
la distorsión o deformación del sistema burocrático hasta mutarlo en una
pesadilla administrativa.
Para analizar el mecanismo
burocratístico en la relación organización-sujeto (es decir la ecuación universalidad-particularidad y su producto resultante, la singularidad)
he propuesto la existencia de tres resultados a partir de  la interacción entre las necesidades de la
persona trabajando y los requerimientos que la organización hace al personaje
que aquella encarna y el rol que desarrolla. 
1) Automatismo: cuando el personaje anula a la persona
2) Discrecionalismo: cuando la persona se aprovecha del personaje en exclusivo beneficio propio y ...
3) Funcionalismo: cuando persona y personaje de rol armonizan sin anularse ni empobrecerse y en acción direccionada a los objetivos de la tarea.
La historia de un hombre de gris
No importa aquí su nombre. Su
historia es la historia de los que -metamorfosis mediante- pueblan  los cuentos de Kafka y se corporizan cada día
ante nuestra desazón de este lado del mostrador.
Nuestro personaje había aprendido
-no sin esfuerzo aunque con vocación- que las cosas  conocidas que lo rodeaban le daban una
extraña seguridad y una sensación 
de  bienestar familiar. Con el
curso de los días y las semanas  aprendió
a decir que no, con  notable facilidad y
sin culpa. 
Aprendió a disfrutar del  sentimiento de ser  importante a la hora de poner un sello.
Descubrió que detrás de ese insignificante puesto podía esconderse un  enorme poder, capaz de dar felicidad o amargura
y aún de disponer de la vida de la gente. Supo como crear intrigas y encontrar
un obstáculo en cada  renglón de un
formulario. Se detuvo en la búsqueda de la palabra justa  con más saña que prolijidad. Abrazó con
convicción la idea de que las formas deben privar por sobre el contenido y  comenzó a molestarle el sentido común que
amenazaba su doctrina, ahora mezclada con sus intereses.
Se mostraba cada vez mas  imbuido del nosotros y  palabras como 
formulario, expediente, legajo, usuario y  elevar solicitudes poblaban sin esfuerzo su
lenguaje cotidiano hasta resultarle connatural a la especie humana.
Supo apelar sin  hesitar a fórmulas  infalibles como  la frase fulano “Ahora está reunido”, que  le aseguraba un mayor control  de intermediario. Los “arriba” y los “abajo”  pasaron a significar  otros universos más de acuerdo con los
niveles dantescos que con la ubicuidad de los seres. 
Casi sin darse cuenta, reemplazó
el saludo por la interpelación “¿Qué necesita?” solo, después de simular
no  haberse dado cuenta de la presencia
del semejante detrás de un mostrador. Permanecía mirando para otro lado o
hablando con su compañero como un ritual necesario que mostraba que él tenía el
control del tiempo del otro. Se ocultaba 
para dilatar la espera y 
multiplicaba los requisitos aún mas allá de los que estipulaba el
reglamento. Nunca  más se preocupó
por  el argumento o la lógica de
quien  necesitaba de su función. El
encuentro solo tenía la rutina de una pulseada donde debía quedar claro que las
cosas se hacían  a su manera  según 
su estado de ánimo, pero siempre en nombre de la norma.
Aprendió -desconociéndose a sí
mismo- a sentirse a salvo  de la muerte
paladeando la angustia  impotente del
otro y  se  solazó con la frustración  ajena que le daba la idea de ser omnipotente.
Con un solo gesto, una palabra, lograba que el otro empalideciera o  suplicara 
su piedad. Trabando lo fácil podía después sentirse magnánimo  dando excepciones “solo por esta vez”.
Disfrutó indolente del mate y del
café detrás de bambalinas, a voces mientras las toses impacientes se retorcían
buscándolo en cada “¿Quién atiende aquí?”
Supo  refugiarse en 
la ilusión corporativa que le dio identidad a su desgracia. Fue alguien
en la nada  de su historia, y pudo hacer
menos cada vez  porque la escasez es un
buen motivo de disculpa. 
Se  obsesionó por las licencias y juntó
certificados, militó en las sombras  del
boicot, no importa quién saliera lesionado. Fue sindicalista  sin carné 
en cada huelga repetida, anónimo beneficiario  de un trabajo siempre “mal remunerado” según
decía  su evidencia.
Se acostumbró a trabajar siempre
lo justo  y menos si pudiera, porque “esa
tarea no me corresponde”. Fue “cafisio” de quien  algo tramitara. El otro de afuera, fuera
usuario, cliente, contribuyente, solicitante siempre era el otario al que debía
cargársele la cuenta y los gastos de sellado.
Con el correr de cada tarjeta
marcada la rutina se ahuecó en su boca reseca y sus labios delgados
construyeron una mueca  patética de
sadomasoquismo, porque aprendió también que 
dar dolor  destruye  también a quien lo aplica. Y las horas  transcurridas hicieron de su vida un
expediente más o menos  instalado en
las  auras  circulares del “acto administrativo”,
paráfrasis emblemática del escudo  de
pertenencia. Odió con fuerza los cambios que amenazaban su rutina, desconfío
del humor de los trasgresores y exigió lealtad 
indubitable a los bisoños que llegaban 
en busca  de  la soñada ceremonia de ser parte del sistema.
Todo se fue dando sin su autorización pero con su silenciosa complacencia. No hacía mucho tiempo que se había incorporado y, sin embargo, era ya sin dudas parte de la casa. Un acabado y perfecto burócrata.
Imagen: https://pm1.aminoapps.com/6218/0c3670738d6c56675ef1d2087045c2393f400793_hq.jpg
*  *  *


 
No hay comentarios:
Publicar un comentario