lunes, 11 de abril de 2022

LA NATURALEZA DE LA MENTIRA


Psicología de la mentira 

La naturaleza de la mentira

(el síndrome de Pinocchio desde una perspectiva psicológica)

Por Alberto Farías Gramegna

textosconvergentes@gmail.com

 

 

“La mentira tiene patas cortas” - Dicho popular

“Miente, miente que algo quedará” - Joseph Goebbels, Ministro nazi de la Propaganda

“En boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso” - Dicho popular

“Cuando la mentira ha dado la vuelta al mundo, la verdad recién se está levantando”- Winston Churchill

“Una mentira repetida cien veces, termina instalada como una verdad” - Alberto Relmú

 

E

l Diccionario de la RAE, comienza diciendo en su primera acepción, que  “Mentira” es “una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa” (…)  Una mentira -leemos- es entonces “una declaración realizada por alguien que sabe, cree o sospecha que es falsa en todo o en parte, esperando que los oyentes le crean, de forma que se oculte la realidad o la verdad en forma parcial o total.”

Esta definición es interesante y compleja, porque abre la puerta a una serie de conclusiones implícitas. Primero, si el que miente “sabe” que lo que dice es falso, manifiesta una intencionalidad clara de manipular al destinatario de la mentira. Segundo, si “cree” que lo que dice es falso, pero realmente no lo sabe con certeza, o simplemente lo sospecha, pero no lo tiene confirmado, en alguna medida -y aunque la intención sea igualmente manipular al otro- participa él mismo de la curiosa y paradojal situación de terminar en un “autoengaño”, en la medida en que le surjan dudas acerca de la falsedad de lo que afirma, es decir que lo que afirma, podría ser eventualmente cierto. Tal como el oxímoron que reza acerca de las “mentiras verdaderas”. Así la mentira es opuesta tanto a la veracidad de un hecho como a la sinceridad del sujeto respecto a ese hecho. La “veracidad” de un hecho es la adecuación entre lo que el sujeto “cree” que es verdad y lo que dice que es verdad. De tal manera que una persona podría “mentir” sin intención de hacerlo, ya que lo que pudiera creer que es verdad realmente no lo sea. En este caso sería una mentira “fáctica” por creencia o ignorancia, sin intención de engañar u omitir. Otra situación se plantea si estamos ante un emisor que intenta mentir conscientemente esperando que el receptor le crea. Pero, sin embargo y tal como dijimos, podría ser que emisor y receptor coincidan en la misma persona, siendo el caso del autoengaño: el sujeto que cree sus propias mentiras en un proceso de autoconvencimiento, un mecanismo bastante frecuente, en el pensamiento ideológico, que se caracteriza por la egosintonía ante lo que se conoce como “sesgo de “confirmación” de lo que observamos selectivamente (“sesgo de disponibilidad”).

Esa mentira tan humana 

Un tema tan consustanciado naturalmente con la conducta humana , va de suyo, no puede agotarse en este artículo. Intentaremos pues unas pocas reflexiones desde la psicología social y de la personalidad. En algunos otros animales, a diferencia del simio humano, no puede hablarse de “mentiras”, pero si de mecanismos de “engaño” o “enmascaramiento” “disimulo” “ocultación”, etc. como sistemas biológicos adaptativos de autoprotección y supervivencia. En el humano, también encontramos mecanismos de “simulación” en la lucha por la vida, parafraseando a José Ingenieros. La mentira humana es ante todo un efecto cultural de interrelación ligado a los intereses más vitales del sujeto, sean estos saludables o no. En algunos casos por efecto de prejuicio social y en otros por procesos lindantes con la patología. Un caso específico, ya en este terreno sería el de la “mitomanía”. Y otro diferente, el del mentiroso psicópata. Este último es consciente de la falsedad de lo que dice, -aunque excepcionalmente puede también autoengañarse- mientras que el mitómano, “cree” en las mentiras sesgadas que sostiene, como defensa de su imaginaria identidad que dibuja un personaje por él creado.

Falsear y ocultar: dos formas de mentir

El psicólogo Diego Cáceres, -en el capítulo dedicado al tema que nos ocupa- en su libro “La psicología del mal” (2021), cita al conocido investigador Paul Ekman, al respecto de la diferenciación entre “ocultamiento” (omisión) y “falseamiento” (mentira propiamente dicha).

Ekman define la mentira, puntualizando una serie de premisas que no por obvias son menos importantes al momento de definir el concepto: una persona decide engañar a otra, de manera deliberada y sin notificación previa de tal propósito y sin que el destinatario le haya pedido explícitamente que lo haga.

El mencionado investigador puntualiza que hay dos formas principales de mentir: “(…) ocultar y falsificar. Al ocultar, el mentiroso retiene alguna información sin decir nada falso. En la falsificación se da un paso adicional. No solo el mentiroso retiene información verdadera, sino que presenta información falsa como si fuera verdadera” (Ekman, 1985)

Ekman aclara que “no todo el mundo considera que un ocultamiento es una mentira. Hay quienes reservan ese nombre para el acto más notorio de falseamiento”. Sin embargo, no decir “toda” la verdad es una manera de distorsionarla, por lo que puede ser considerado un falseamiento de la realidad.

Finalmente, el autor vuelve sobre las características centrales del falseamiento: “(…) Hay mentiras que de entrada obligan al falseamiento y para las cuales el ocultamiento a secas no bastará (…) También se apela al falseamiento, por más que la mentira no lo requiera en forma directa, cuando el mentiroso quiere encubrir las pruebas de lo que oculta”.

Pinocho y la mentira 

En una parte del clásico “Las aventuras de Pinocchio”, escrita por Carlo Collodi, el Hada le dice a Pinocho después de constatar que está mintiendo al compás del crecimiento de su nariz de madera: Las mentiras, hijo mío, se reconocen en seguida porque suelen ser de dos clases: hay mentiras que tienen las piernas cortas, y mentiras que tienen la nariz larga. La tuya, por lo que veo, es de las que tienen la nariz larga.”

Pero ¿por qué mentía el niño Pinocchio? (Pinocho para la traducción castellana). La respuesta es vasta y compleja y sirve para explicar el comportamiento del personaje de madera creado por el carpintero Gepetto (y que por el mero deseo de su creador cobra vida, al igual que el mito del escultor Pigmalión creando a Galatea ) al tiempo que abarcar el análisis de la conducta imaginaria de la mayoría de los niños de carne y hueso, y también en parte incluidos los adultos con personalidades inmaduras.

Pinocho mentía simplemente porque la realidad escasamente satisface la omnipotencia infantil. Mentía quizá por inseguridad para llamar la atención sobre los adultos o porque confundía realidad con fantasía o quizá por el gusto de inventar una historia sobre la que un niño no necesariamente “cree”, sino que “hace como que cree”, un “como sí”.

El mundo de Pinocho es un mundo de fantasía a partir de que él mismo es un producto mágico del deseo de su creador. A propósito de la fantasía Frederic Nietzsche en  “Sobre Verdad y Mentira”  (1903) dice que “la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica sino en la imaginación”.

En cambio, para Emanuel Kant, dado que la confianza es la base primordial de la solidez de los vínculos personales, la mentira sistemática genera desconfianza y atenta contra la vida en sociedad. Kant plantea más una noción prescriptiva de la moral deseable que un análisis de la causalidad de la mentira.

Algo parecido encontramos en las sentencias platónico-aristotélicas. En ambos pensadores de la Grecia clásica mentir hace al hombre indeseable frente a la Divinidad y despreciable ante la estima de sus semejantes.

Para la concepción moral agustiniana-tomista la mentira es esencialmente contraria al propio proceso de pensamiento, entendido como un camino al encuentro con el otro, que se opone a ese objetivo en tanto busca la voluntad de engañar al semejante. 

Una mentira cantada…

Infinidad de canciones populares nos hablan de la mentira en el marco de las relaciones de pareja, por ejemplo, la letra de “Mentira”: “Lo nuestro siempre fue una mentira, una piadosa, pero cruel mentira. Esas palabras bellas que se dicen y dejan en el fondo cicatrices De pronto mi vida se llenó de tu existencia, mi suerte se cambió con tu presencia y descubrí que el mundo era bello. Volé por los caminos del ensueño y fui creyendo en ti, sin sospechar que sólo estaba frente a un profesional de la mentira (…)”

Constatamos aquí desilusión frente a la imagen del otro. Para la persona desilusionada la frustración y el resentimiento hace que se convenza de que hubo una perversa intencionalidad de aparentar y engañar. Ciertamente no sabemos si ese otro de la canción, tenía intención de engañar o de autoengañarse presentándose como alguien que en verdad no era tal. Si era un manipulador, un psicópata emocional, un perverso o un mero neurótico, inseguro de sí mismo, que necesitaba construirse una imagen mentirosa ante quien nunca podría amar o simplemente descubrió que había proyectado cosas propias en esa relación que un día mostró una realidad que no pudo asimilar a su deseo.


Diferente es el caso de “Mentiras Piadosas”: “: “Cuando le dije que la pasión por definición no puede durar, ¿cómo iba yo a saber que ella se iba a echar a llorar? -No seas absurdo, me regaño…esa explicación nadie te la pidió, así que guárdatela. Me pone enferma tanta sinceridad- Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir. Que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor (…)”.

Aquí el personaje en primera persona concluye que la honestidad brutal impacta en la imposibilidad emocional que tiene el receptor de la verdad (o una presunta verdad) y que para evitar esa situación se apiada del otro mintiendo conscientemente, como un vano intento de evitar el sufrimiento del interlocutor y así evitarse el autorreproche de ser su causante. Pero esta decisión hace que el sujeto sea cómplice de una relación mentirosa. Al aceptar el metamensaje de quién “enferma ante tanta sinceridad”, pidiendo un “Miénteme que me gusta”, asume un costo ético que más temprano que tarde habrá de pagar: el resentimiento por la carga que “le impone” la debilidad del amado, que le impide ser auténtico. 

Esa mentira suele generar agresividad y descalificación hacia una “victima” que se la siente realmente como “victimario”.


La paradoja de Pinocho y la “naturaleza” de la mentira


La mentira anclada en el deseo se vincula por un lado con la lógica semántica de quién la afirma y por otro lado con la intencionalidad consciente o no de mentir. En relación a la lógica lingüística formal tenemos un ejemplo en lo que se conoce como la “paradoja del aserto de Pinocho” (1). Según esta paradoja del lenguaje si Pinocho dijera  “Me va a crecer la nariz ahora”, daría lugar a dos consecuencias paradojales igualmente válidas: 1- “Si lo que dijo es verdad, entonces su nariz no crecerá, pero el problema es que sí debería crecerle ya que, como se mencionó al inicio, habría mentido y su nariz le crece cuando hace una afirmación falsa.”

2- Si lo que dijo es mentira, entonces su nariz crecerá, pero el problema es que no debería crecerle ya que, como se dijo al principio, habría dicho la verdad y su nariz no le crece cuando afirma algo verdadero.” (ref. sitio de Wikipedia) Habría entonces una contradicción entre las premisas sobre mentir o decir la verdad y el consecuente crecimiento de la nariz en uno u otro caso y las dos conclusiones excluyentes en uno u otro caso, por lo que se plantea una inevitable paradoja en el terreno de la lógica formal.

Pero desde la perspectiva de la intencionalidad vinculada con el deseo, alguien puede decir que la nariz del personaje crecerá o no dependiendo de si “tiene la intención” de mentir o de decir la verdad, al menos la verdad que él cree. Cierto es que las mentiras formalmente formuladas en el terreno de la semántica son independientes de la voluntad de quien las dice. Además, el propio deseo puede no ser consciente para el Yo del locutor.

Y aquí vamos a lo que importa desde una perspectiva psicológica en relación con la “naturaleza de la mentira”: el deseo humano de controlar la realidad en tanto la realidad es en general limitadora y frustrante del deseo en cualquier etapa de la vida. La conocida expresión “Con la verdad no temo ni ofendo”, paráfrasis allí donde el original artiguense dice “con libertad…”, es una idealizada expresión de deseos omnipotentes, porque justamente con la verdad se suele ofender a quien no quiere enterarse de ella y genera temor, tanto en el que la niega como en el que la dice. La verdad es impiadosa con el deseo mágico de los hombres, por eso suele “tener mala prensa” y es reemplazada por la mentira que me apetece escuchar. Ya se sabe, “de ilusión también se vive”. La verdad es como la realidad, es lo que es la diga Agamenón o su porquero, ironizaba Machado. Y la verdad es que el hombre es finito, carente, imperfecto y fantasioso, pero intenta luchar para no parecerlo, y por eso al primero que engaña es a sí mismo. Lo que lo hace simulador al tiempo que busca la autenticidad del ser.

Mentir al interlocutor con consciencia de que se está mintiendo, (muy diferente a mentirse a sí mismo sin consciencia de tal cosa, proceso que se conoce en psicología como “racionalización”) puede vincularse básicamente a dos situaciones paradigmáticas opuestas pero relacionadas con el poder de controlar la conducta del otro: a) Pretendo manipularlo para lograr que haga o deje de hacer algo, o que su comportamiento coincida con mi deseo de dominio de las decisiones de la otra persona. b) Estoy bajo el poder del otro (por edad, por estatus, por sumisión, etc.) y pretendo que ese otro no se entere de lo que hice o no hice, de lo que pienso o no, para que no me castigue o para que me siga sosteniendo o para que no me retire su afecto positivo. En ambos casos lo que hace que se apele a la mentira es la imitación humana para hacer del deseo omnipotente y la autosatisfacción una realidad fáctica siempre limitada y frustrada por la imposibilidad de la omnipotencia real ,que sólo aparece en la fantasía mágica del sujeto. La propia naturaleza carenciada de la mentira, hace que más temprano o más tarde se revele en su esencia como tal. Tal como lo dice el aserto popular, y lo recordamos al inicio de esta nota: la mentira tiene patas cortas.

(1)    https://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_de_Pinocho

(2)    Ilustración de Enrico Mazzanti (1883)  primera edición de “Le avventure di Pinocchio: Storia di un burattino” by C. Collodi.

(3)    Dibujos de caricaturas tradicionales de Walt Disney

(4)    Ilustración C. Chiostri - Firenze

 

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