martes, 23 de octubre de 2018

Sensatez y sentimiento



Sensatez y sentimiento…
(función de las creencias en la razón y la emoción)
Por Alberto Farías Gramegna



“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”- Ramón de Campoamor y Campoosorio.

E
n gran medida sentimos y vivimos como pensamos. Con frecuencia me impresionaba (y me sigue impresionando) observar cómo personas inteligentes se adherían (y se adhieren) a todo tipo de creencias sin mediar evidencia o siquiera pedir alguna razón para creer en ellas.  Es que insistir en un comportamiento a partir de una creencia errónea y nunca plantearse si aquella pudiera ser errónea o aludir a un inexistente, es propio de lo humano. Años después de haber sobrevivido a una educación académica institucional más centrada en fundamentos ideológico-voluntaristas y filosóficos que científicos, leo con placer a Violaine Guéritault: “La psicología moderna comprendió por fin que el psiquismo no era un parque de diversiones en el cual uno puede permitirse enunciar seudoverdades sin tener pruebas tangibles de lo que se postula”.
Sin duda, como enfatiza López Rosetti, “el corazón decide, la razón justifica”, (lo que la Psicología clínica llama mecanismo de “racionalización”) ya que somos seres emocionales, con capacidad de razonar (a veces). Un ejemplo es la trama psicosocial de la novela de Jane Austen “Sense and Sensibility” (Sensatez y Sentimiento), llevada al cine magistralmente por Emma Thompson.
Pero aquí vale preguntarse: ¿Cómo y a partir de qué decide el corazón? Y la respuesta apunta a las creencias que modelan valores. Si creo, por ejemplo, que la institucionalidad del Estado de Derecho es garantía de convivencia en libertad, el respeto a la Ley será para mí un valor positivo, y su transgresión generará culpa o indignación, que son dos componentes emocionales. El corazón finalmente es sujeto de la razón normativa, es decir parte de un sistema de ideas congruentes asociadas con coherencia interna, lo que no garantiza que siempre sean ciertas o comprobables, (a pesar del relativismo subjetivista y escéptico expresado por Campoamor), deseables y constructivas o indeseables y destructivas para propios y terceros. Ya se sabe que “el hombre ideológico” no habla, es hablado por el texto sagrado.

Pensamiento y acción

El significado de las concepciones se debe buscar en sus repercusiones prácticas. La función del pensamiento es guiar la acción. Para W. James y C.S Peirce, padres del Pragmatismo, la verdad se debe examinar preeminentemente por medio de las consecuencias prácticas de una creencia. Sabemos que basta con un enlace emocional empático a un sistema ideológico, una causa, discurso, relato, doctrina o mito, para transformar pasión en verdad y verdad en cosmovisión excluyente. Para el psicólogo Albert Ellis, creador de la TCRE (Terapia Conductual Racional Emotiva), en algún aspecto antecedente de la actual PNL (Programación Neurolingüística): “Las creencias irracionales se cambian mediante un esfuerzo activo y persistente para reconocerlas, retarlas y modificarlas”, porque ya lo sabía Einstein cuando sentenció que resulta más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Mi natural desconfianza ante los discursos dogmáticos y totalizantes, sean estos políticos, sociales, religiosos o seudocientíficos, me llevó durante mi etapa inicial de formación profesional, a estudiar  muchos modelos teóricos en boga por aquellas épocas; sin embargo, nunca milité en ninguna escuela, ni me puse la camiseta de algún club identitario, porque creo que la mejor pertenencia intelectual es tributaria de cierto eclecticismo que, sin disimular un razonable pragmatismo, se siente incómodo con los “ismos”, paradigmas omnicomprensivos de la realidad.

Creencias, emociones y los cambios

El comportamiento, objeto de estudio de la Psicología científica, implica pensamientos, sentimientos y acciones, aspectos inextricablemente interrelacionados. Así los cambios en uno producirán cambios en el otro. Si las personas modifican el modo en que piensan acerca de sí mismas, de las cosas y del mundo, sentirán, vivenciarán, de modo diferente y se comportarán por tanto de diferente forma.
Los seis principios del pensamiento vistos desde la mirada racional-emotiva son: 1) El pensamiento es el determinante principal de las emociones. 2) El pensamiento “disfuncional” es la causa central del malestar emocional3) Sentimos en función de lo que pensamos. Para entender un problema emocional hay que plantear el análisis de nuestros pensamientos. 4) Factores multideterminados, y determinantes, sociales, ideológicos, ambientales y a veces genéticos, como cierto tipo de personalidades, están en el origen del pensamiento irracional y la patología psicológica. 5) Sin ignorar la influencia del pasado en la conducta disfuncional, este enfoque acentúa las influencias presentes y 6) Las creencias puedan ser cambiadas, pero ese cambio suele llevar tiempo y esfuerzo. Estos principios enfatizan la importancia del factor creencial, del sesgo valorativo que el pensamiento da a una situación, del presente sobre la actividad pasada y de lo emocional como función primordial dependiente de la previa valoración interpretativa del pensamiento. Por ejemplo, un pensamiento “irracional” o “disfuncional” suele generar emociones poco confortables, desmesuradas y negativas o impulsar a actitudes antisociales y transgresoras de normas y convenciones, validadas por las “certezas” que dan las creencias sobre las que se apoyan esas actitudes. Tengo para mí que la actitud socrática de interrogar con discernimiento lo presuntamente “verdadero” nos ayuda a desandar críticamente las emociones negativas y pesimistas. Aprender a pensar distinto, evitando dogmatismos fundamentalistas e ideologismos que nos condicionen con prejuicios la percepción cotidiana, resulta en un sentir diferente, sin que ello implique necio escepticismo, ni negación de lo malo o lo bueno, lo justo o lo injusto del mundo que nos toca vivir.


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