domingo, 10 de septiembre de 2017

La libertad y sus beneficios....

Psicología y Sociedad (La Capital, MdP ; 9/9/2017)

La libertad y sus beneficios, 
sus miedos y fantasmas
por Alberto Farías Gramegna



 “(…) Promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad (…)”- Fragmento del Preámbulo de la Constitución de la Nación Argentina.
“La libertad, cuando se le teme, muda en fantasma” - Albert Relmu
“Nos encontramos tantas veces en complicados cruces que nos llevan a otros cruces, siempre a laberintos más fantásticos. De alguna manera tenemos que escoger un camino.”-  Luis Buñuel


En “El Fantasma de Canterville”, Oscar Wilde, nos muestra cómo la manera de neutralizar e incluso ridiculizar  a un fantasma es dejar de temerle. Años después Luis Buñuel en  “Le fantôme de la liberté”, plantea una hermenéutica de la libertad partiendo “del azar que todo lo gobierna; la necesidad, que lejos está de tener la misma pureza, sólo viene más tarde”.  
La cuestión es qué hacemos -por acción u omisión- con la libertad a la que “estamos condenados”, diría Jean Paul Sartre. Si dejamos de pensar la cotidiana realidad de males como el mero discurrir azaroso de hechos anecdóticos inconexos y sin causalidad (el lugar común “es lo que hay” expresa una resignación determinista), para entender que la libertad es la capacidad que tenemos de ordenar las prioridades de nuestras necesidades, descubriremos que la primera es la libertad misma para decidir  aquel orden. Ante los recurrentes laberintos que nos ofrece nuestra cotidiana realidad nacional, “de alguna manera tenemos que elegir un camino”, y aquí aparece una cuestión relevante: la que alude a la manera de elegir el camino que nos aleje primero de los laberintos mentales para encontrar luego la salida de los físicos.

El miedo a la libertad

En “El miedo a la libertad” (1941), Erich Fromm nos recuerda que “el hombre, cuanto más gana en libertad, -en el sentido de su emergencia de la primitiva unidad indistinta con los demás y la naturaleza- para transformarse en individuo, tanto más se ve en la disyuntiva de unirse al mundo en la espontaneidad del amor y del trabajo creador, o bien de buscar alguna forma de seguridad que acuda a vínculos tales que destruirán su libertad y la integridad de su yo individual."
En su “Historia de la civilización en Europa” (1928), François Guizot  pregunta: “¿La sociedad está hecha para servir al individuo, o el individuo para servir a la sociedad?” Enseguida afirma que “de la respuesta a esta pregunta depende inevitablemente la de saber si el destino del hombre es puramente social, si la sociedad agota y absorbe al hombre entero", o  -agregamos nosotros- si el hombre y su derecho a la libertad y la felicidad está por encima de esa generalidad inasible que llamamos “sociedad”, representada jurídica e institucionalmente por el Estado. En su “Filosofía del derecho” (1831), Eugéne Lerminier  parece responderle al afirmar que "la libertad social concierne a la vez al hombre y al ciudadano, a la individualidad y a la asociación: debe ser a la vez individual y general, no concentrarse ni en el egoísmo de las garantías particulares, ni en el poder absoluto de la voluntad colectiva.” En 1859 John Stuart Mill publica “On Liberty”. Allí dice que  “la única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra propia manera, en tanto que no intentemos privar de sus bienes a otros, o frenar sus esfuerzos para obtenerla. (…) La especie humana -enfatiza- ganará más en dejar a cada uno que viva como le guste más, que en obligarle a vivir como guste al resto de sus semejantes.”. Los autoritarios de todo color -va de suyo-  nunca compartieron esa opinión.

Senderos, laberintos y jardines

En “El jardín de los senderos que se bifurcan”, Jorge Luis Borges, atribuye a un antepasado de uno de los personajes, el creer  “en infinitas series de tiempos, una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos”. Por tanto todas las historias pueden contener finales diferentes, a la manera de aquellos libros de cuentos infantiles en que se podía elegir  el camino a la propia aventura. La cuestión -siguiendo con la ficción borgeana- radica en si esos caminos nos son impuestos por mezquinos intereses de sector y/o por desquiciadas ideologías autoritarias o, por lo contrario, emergen de la sumatoria de las libertades individuales para sopesar racionalmente valores cívicos esenciales que hacen a la búsqueda de la propia felicidad en un marco cultural plural y culturalmente diverso de una sociedad abierta
Tenemos que elegir un camino, nos dice Buñuel, ante los enigmáticos laberintos que nos desafían.
Y los de una porción de ciudadanos de nuestra sociedad son aún principalmente laberintos psico-socio-culturales que alimentan mitos alienantes. Sin saber salir -y acaso sin querer-, caminan en círculo en un jardín absurdo de insistentes dilemas tributarios de ideologías autoritarias y populistas, fracasadas y opacas que el tiempo se llevó, y que la historia contemporánea condenó por sus efectos desastrosos y corruptos en todos los planos, desde la ética humanística y el respeto a los derechos humanos hasta la economía, la cultura y la libertad de decidir la propia vida.
Sin embargo, para muchos otros la idealización del pasado y el temor a lo nuevo, a otra manera de pensar la vida en comunidad, parece estar terminando. El desafío sociopolítico estratégico para los próximos años deberá apuntar no sólo a la recuperación económica e institucional hoy incipiente, sino -lo que es fundamental-  al cambio cultural del hombre subsidiado, haciendo lo que hay que hacer para que la sociedad productiva pierda el miedo a la libertad, planteando contextos sostenidos en la ética del trabajo emprendedor y la competencia honesta, capaces de impulsar proyectos colectivos realistas y sublimados en futuro de progreso y sin la neurótica queja de un puro presente. Para que la libertad y sus beneficios dejen de ser un temido fantasma.



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