Trabajar en el verano
Por Alberto Farías
rrhh@albertofarias.com
Una vez más -va de
suyo- llega el verano y con él en las ciudades turísticas como Mar del Plata,
el empleo estacional.
Las empresas, los
locales comerciales de productos o servicios y especialmente los gastronómicos, contrataron personal temporario (algunos
formalmente y otros informalmente) para cubrir puestos de trabajo en calidad de
“trabajos eventuales”, y por lo tanto supernumerarios en la planta permanente.
Algunos contratados
podrán tener alguna esperanza de continuar
luego, ingresando al plantel de empleados quizá como parte de alguna
expansión empresarial o cubriendo alguna vacante imprevista o jubilatoria. Sin
embargo la mayoría se irá a sus casas en marzo o con suerte en abril.
Para muchos
trabajar en el verano es regresar a los lugares en los que trabajaron la temporada
anterior retomando rutinas y siendo entonces portadores de un relativo “know how” (saber cómo hacer su trabajo,
digamos la “expertise”)
Pero otros -jóvenes
en su mayoría- con el verano
estrenan su primer empleo, con la modesta meta inicial de costear sus gastos
“extras” que demanda las costumbres
expansivas de esta época del año. También están los que buscan ahorrar lo
obtenido para afrontar los meses post-vacacionales, o para pagarse un vuelo a
algún punto nodal del verano europeo apostando a otro empleo estacional (esta
vez en euros), mientras aquí los fríos del invierno mantienen a los turistas
alejados de las playas.
Dime como atiendes y te diré si
te entrenaron
Como se dijo
recién, la mayor parte de los trabajos solicitados para los empleos estacionales
son desempeñados por jóvenes. También -con las excepciones de cada caso- suelen ser
tareas sencillas que no requieren una alta capacitación técnica ni títulos
habilitantes. Y esto hace que lo relativo a la capacitación vía entrenamiento
sobre el producto que se ofrece y las técnicas de abordaje del potencial
cliente, sea en general soslayado o relegado a una simple instrucción “ad hoc”. Sin embargo lo que aparece ante
los pyme-empresarios como secundario o una pérdida de tiempo y dinero se transforma
muchas veces en un obstáculo para lograr la calidad en el resultado de la tarea.
Estas personas que
inician su actividad temporaria suelen no estar debidamente capacitadas, ni
tener entrenamiento previo en situaciones controladas por tutores de
entrenamiento, ya que no existe periodo de “inducción” y el empleado temporario
inicia la actividad con una suerte de modalidad disfuncional estilo “plug and
play” fallido.
Tampoco los noveles
empleados suelen mostrar demasiada
motivación para aprender la tarea (ya que no se identifican
con el rol que asumen por necesidad) y la mayor parte de las veces sus
personalidades -aún maleables por la inmadurez de la edad- no coinciden con los estilos necesarios para
determinadas tareas específicas (por ejemplo la “extroversatilidad” y empatía
con el usuario de un servicio o el cliente que requiere ser asesorado y aún
motivado hacia un producto en particular)
Paradojalmente personal
novato debe hacer su experiencia laboral enfrentando una situación de altísima
demanda clientelar. Así la labor más complicada recae sobre los menos aptos.
El trabajo difícil es sostenido por empleados inexpertos y en muchos casos
francamente ineptos, que sobrepasados en sus recursos por la situación colapsan
y desvirtúan el resultado de la tarea. Solo estas desprolijidades suelen
disimularse porque dado lo particular de la situación vacacional, lo clientes
no manifiestan demasiadas exigencias: en el verano todo es “light”.
Tres son suficientes
Por lo dicho
resulta infrecuente verificar calidad o excelencia en un servicio estacional.
Hay tres factores que conspiran contra este deseable objetivo. 1) Como se dijo, el aumento exponencial de la
demanda, lo que provoca escasez de la oferta disponible. 2) La no consideración
del usuario o comprador como un “cliente” a cuidar y preservar, ya que su
regreso es circunstancial y no sistemático. El año próximo está aún lejos en la
representación del agente comercial. 3) La ya comentada falta de capacitación
adecuada del personal y la ausencia de
inserción emocional en la cultura de la empresa. El corto lapso del empleo no
permite un proyecto laboral estable y evita una proyección a mediano y largo
plazo, por lo que el empleado no se preocupará en cuidar la fuente de su
trabajo, es decir la permanencia del cliente como tal.
Así las cosas
concluimos que los nuevos empleados estarán ante una experiencia a ganar por
delante como desafío, poniendo en valor sus fortalezas conocidas o a descubrir
en la misma acción de trabajar, y una inexperiencia por detrás como
amenaza ante posibles debilidades de
aptitudes o de estilos de personalidad, que impactarán negativamente en las
actitudes del día a día y ante cada incidente devenido de la interacción con el
cliente, sus jefes o compañeros de labor.
Permítaseme
compartir una conclusión: trabajar es relativamente sencillo, trabajar bien y
con inteligencia emocional que minimice los conflictos y errores es un arte un
poco más difícil que exige aptitud, sistema, clima y actitud.
El resultado es un
desempeño de calidad y eso lamentablemente no abunda entre nosotros…menos aún
en verano.
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