La unanimidad sospechosa
por Alberto Farías
“Eppur si muove” - Galileo Galilei
“Venceréis...pero
no convenceréis”- Miguel de Unamuno
U
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nanimidad quiere decir “coincidencia de ánimo”, concurrencia unívoca
de voluntades y convicciones, encuentros de conveniencias y/o concordancias de
creencias. Por fin la unanimidad podría emerger de una sobredeterminación ajena
o externa a los sujetos, devenidos en objetos animados por circunstancias sin
opción. Aunque en este último caso la unanimidad pasa a ser un efecto obligado
por el sentido común: si hay fuego en la sala de un cine, todos unánimemente -salvo el suicida- querrán salir del lugar.
Por lo dicho, una actitud unánime puede darse en circunstancias
extremas, por dogmatismo sectario, en ocasiones especiales o por temas de tal
fuerza emocional o racional, que todos los implicados al momento coinciden. Sin
embargo -y por la simple razón de la
diversidad y el pluralismo de personalidades, historias personales, creencias,
intereses, ideologías y opiniones “a la
violeta”, lo normal es -si se me permite el término- la “pluranimidad” y lo
raro la unanimidad.
En todo caso las ocasiones unánimes suelen
ser contingentes , limitadas temporalmente y duran lo que dura la
situación de la que emergen.
El
pensamiento clonado
Si hay una obsesión que define más claramente a los
populismos demagógicos, los autoritarismos
y especialmente a los totalitarismos, ésta es la constante búsqueda final de la
unanimidad: el reinado del pensamiento único, moldeado por acción
propagandística sistemática y por omisión de una parte de la realidad, a la
manera de un objeto de producción en serie.
Por lo contrario si hay una esencia que caracteriza
a las sociedades abiertas y democráticas es la diversidad de ánimos y la
multiplicidad de opiniones, algunas semejantes, otras muy diferentes. Opinar es
comunicar intuiciones sin obligación de ser rigurosos, exponer impresiones
informales y miradas existenciales sobre el mundo. Ni siquiera en los límites y
alcances del sistema que las contiene a todas, los actores concurren con
unanimidad de criterio.
Esa curiosa y elástica característica es
precisamente la que hace a los sistemas abiertos, vivos y en cambio y
renovación permanente. También es la que permite el crecimiento de la
inteligencia social y la creatividad productiva sostenida en la libertad de los
actores y no en el temor al sistema. Es decir la “no-unanimidad” es motivadora
en sí misma. Pero eso no significa una apología del constante desencuentro.
Para nada. Porque la no unanimidad de partida o presupuesta, no implica que no
se coincida en determinadas reglas básicas estratégicas que evitan caer en los
dilemas paralizantes y por lo tanto son esas normas culturales y reglas
institucionales las que coadyuvan para mudar las pluranimidades existentes en
consensos tácticos que permiten construir soluciones estratégicas de interés
común.
La
unanimidad sospechosa
Y bien, si aceptamos que toda unanimidad “total” (valga
este aparente pleonasmo que en verdad no lo es) es decir que implique la
totalidad del “universo” considerado, tiene por fuerza una vida fugaz, solo la
coacción o la mentira pueden pretender clonar los pensamientos y alinear
(alienando) las ideas en una sola que las pretenda subsumir y conculcar.
Los grupos llamados “primarios” (como la familia
endogámicas o las sectas, cuyos individuos está ligados por fuertes lazos
emocionales directos y/o por identificaciones indiscriminadas) manifiestan una
tendencia “natural” a crear y alentar climas psicológicos de pensamiento
clonal, sostenidos en estados anímicos especulares (en espejo).
Estos grupos tienden a alienarse, al ser
uno-en-el-otro, es decir a con-fundirse en la imagen del par. Así el imaginario
(palabra que deriva de imagen) totalizante es la búsqueda del ideal de la
unanimidad.
Los ideologismos dogmáticos y fundamentalistas
extremos -como en su triste momento de popularidad paradigmática fueron el
nazismo, el fascismo y el comunismo- impulsan el pensamiento único oficial y
castigan (a veces hasta con la muerte) los desvíos del pensamiento “equivocado”
(sic) o políticamente incorrecto. Similar actitud de desagrado e intolerancia
frente al pluralismo de ideas, aunque con efectos menos dramáticos, encontramos
en los regímenes populistas, bonapartistas, cesaristas y otras ramas del mismo
árbol demagógico. En el pasado la Iglesia medieval, y ahora mismo los desvíos
fundamentalistas de cualquier religión, no toleraba ni toleran el pensamiento
doctrinal diferente, al que se lo considera herético. Pensemos en el juicio que
para salvar su vida hizo abjurar a Galileo de su visión heliocéntrica. Otra vez
el imaginario de unanimidad a palos…y sin embargo la Tierra rebelde se siguió
moviendo en contra del pensamiento oficial de la época.
Así
en la calle como en la empresa
Como las macrosociedaes, las microsociedaes
empresarias, las organizaciones en cualquier ámbito de acción, si son capaces
de contener las diferencias y no combatir la pluranimidad anímica y cultural,
se perfeccionan en sus hábitos y actitudes fortaleciendo los equilibrios de
valores económicos, éticos y emocionales, es decir lentamente, sin prisa pero
sin pausa van mutando en empresas “eutópicas”. Una organización eutópica es
ante todo una comunidad de intereses diversos y a la vez comunes. Es un
organismo plástico que tramita y gestiona las igualdades en las diferencias,
sin forzar las individualidades y sin buscar eliminar las contradicciones
internas, ya que estas son la semilla de construcción de los consensos tácticos
en el marco de un contexto co-institucional estratégico. Otra cosa, la
imposición manipuladora de seudo-unanimidades permanentes es siempre...sospechosa.
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