miércoles, 4 de junio de 2014

La obsesión por el "pensamiento único"...

Consenso, diversidad y gestión en la sociedad plural    

La unanimidad sospechosa   
por Alberto Farías


Eppur si muove”  - Galileo Galilei
Venceréis...pero no convenceréis”- Miguel de Unamuno

U
nanimidad quiere decir  “coincidencia de ánimo”, concurrencia unívoca de voluntades y convicciones, encuentros de conveniencias y/o concordancias de creencias. Por fin la unanimidad podría emerger de una sobredeterminación ajena o externa a los sujetos, devenidos en objetos animados por circunstancias sin opción. Aunque en este último caso la unanimidad pasa a ser un efecto obligado por el sentido común: si hay fuego en la sala de un cine, todos unánimemente  -salvo el suicida- querrán salir del lugar.
Por lo dicho, una actitud unánime puede darse en circunstancias extremas, por dogmatismo sectario, en ocasiones especiales o por temas de tal fuerza emocional o racional, que todos los implicados al momento coinciden. Sin embargo  -y por la simple razón de la diversidad y el pluralismo de personalidades, historias personales, creencias, intereses, ideologías y opiniones “a la violeta”, lo normal es -si se me permite el término- la “pluranimidad” y lo raro la unanimidad.

En todo caso las ocasiones unánimes suelen ser  contingentes  , limitadas temporalmente y duran lo que dura la situación de la que emergen.

El pensamiento clonado

Si hay una obsesión que define más claramente a los populismos demagógicos,  los autoritarismos y especialmente a los totalitarismos, ésta es la constante búsqueda final de la unanimidad: el reinado del pensamiento único, moldeado por acción propagandística sistemática y por omisión de una parte de la realidad, a la manera de un objeto de producción en serie.
Por lo contrario si hay una esencia que caracteriza a las sociedades abiertas y democráticas es la diversidad de ánimos y la multiplicidad de opiniones, algunas semejantes, otras muy diferentes. Opinar es comunicar intuiciones sin obligación de ser rigurosos, exponer impresiones informales y miradas existenciales sobre el mundo. Ni siquiera en los límites y alcances del sistema que las contiene a todas, los actores concurren con unanimidad de criterio.
Esa curiosa y elástica característica es precisamente la que hace a los sistemas abiertos, vivos y en cambio y renovación permanente. También es la que permite el crecimiento de la inteligencia social y la creatividad productiva sostenida en la libertad de los actores y no en el temor al sistema. Es decir la “no-unanimidad” es motivadora en sí misma. Pero eso no significa una apología del constante desencuentro. Para nada. Porque la no unanimidad de partida o presupuesta, no implica que no se coincida en determinadas reglas básicas estratégicas que evitan caer en los dilemas paralizantes y por lo tanto son esas normas culturales y reglas institucionales las que coadyuvan para mudar las pluranimidades existentes en consensos tácticos que permiten construir soluciones estratégicas de interés común.

La unanimidad sospechosa

Y bien, si aceptamos que toda unanimidad “total” (valga este aparente pleonasmo que en verdad no lo es) es decir que implique la totalidad del “universo” considerado, tiene por fuerza una vida fugaz, solo la coacción o la mentira pueden pretender clonar los pensamientos y alinear (alienando) las ideas en una sola que las pretenda subsumir y conculcar.
Los grupos llamados “primarios” (como la familia endogámicas o las sectas, cuyos individuos está ligados por fuertes lazos emocionales directos y/o por identificaciones indiscriminadas) manifiestan una tendencia “natural” a crear y alentar climas psicológicos de pensamiento clonal, sostenidos en estados anímicos especulares (en espejo).
Estos grupos tienden a alienarse, al ser uno-en-el-otro, es decir a con-fundirse en la imagen del par. Así el imaginario (palabra que deriva de imagen) totalizante es la búsqueda del ideal de la unanimidad.
Los ideologismos dogmáticos y fundamentalistas extremos -como en su triste momento de popularidad paradigmática fueron el nazismo, el fascismo y el comunismo- impulsan el pensamiento único oficial y castigan (a veces hasta con la muerte) los desvíos del pensamiento “equivocado” (sic) o políticamente incorrecto. Similar actitud de desagrado e intolerancia frente al pluralismo de ideas, aunque con efectos menos dramáticos, encontramos en los regímenes populistas, bonapartistas, cesaristas y otras ramas del mismo árbol demagógico. En el pasado la Iglesia medieval, y ahora mismo los desvíos fundamentalistas de cualquier religión, no toleraba ni toleran el pensamiento doctrinal diferente, al que se lo considera herético. Pensemos en el juicio que para salvar su vida hizo abjurar a Galileo de su visión heliocéntrica. Otra vez el imaginario de unanimidad a palos…y sin embargo la Tierra rebelde se siguió moviendo en contra del pensamiento oficial de la época.

Así en la calle como en la empresa

Como las macrosociedaes, las microsociedaes empresarias, las organizaciones en cualquier ámbito de acción, si son capaces de contener las diferencias y no combatir la pluranimidad anímica y cultural, se perfeccionan en sus hábitos y actitudes fortaleciendo los equilibrios de valores económicos, éticos y emocionales, es decir lentamente, sin prisa pero sin pausa van mutando en empresas “eutópicas”. Una organización eutópica es ante todo una comunidad de intereses diversos y a la vez comunes. Es un organismo plástico que tramita y gestiona las igualdades en las diferencias, sin forzar las individualidades y sin buscar eliminar las contradicciones internas, ya que estas son la semilla de construcción de los consensos tácticos en el marco de un contexto co-institucional estratégico. Otra cosa, la imposición manipuladora de seudo-unanimidades permanentes es siempre...sospechosa.




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