Educando vocaciones para elegir en la escuela
Por Alberto Farías
L
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a educación (que nunca debe confundirse con
la “enseñanza”, ya que la una descubre talentos y la
otra informa contenidos y entrena rutinas), junto a la vocación (“vocare”, alude a una “llamada” interior
de intereses individuales) y al acto final de elegir una actividad laboral profesional que será
expresión de una identidad del ser y consolidación de un hacer de rol,
constituyen la triada formidable que sentará las bases de la identidad laboral
profunda del sujeto.
URL de la imagen: http://resonancias-oscarmisle.blogspot.com.es/2013/06/de-la-escuela-aburrida-la-inspiradora.html |
Pero, -al igual que los mosqueteros de la
célebre novela de Dumás- tres que son cuatro, y el D´artagnan de esta historia
no es menos importante: se trata nada menos que de la escuela.
El marco organizacional donde la educación
vocacional debe ayudar a elegir al estudiante.
Aquí también debemos diferenciar al
estudiante, destinatario de la educación que parte del talento personal de cada
uno, del “alumno” (que significa literalmente “sin luz”) y que suele ser
ubicado por el docente (que no es necesariamente un “maestro” orientador de
discípulos) como un número en la nómina del curso. La Escuela es (o debiera
ser) el ámbito regio de la filosofía de la pedagogía y por tanto incluir la
diversidad escolástica, y donde el maestro educa a los estudiantes en calidad
de educandos que luego serán sus discípulos.
Lo contrario de la escuela es “el colegio”,
un establecimiento donde el alumno aprende la disciplina de lo igual y la
repetición memorística del dogma, a partir de negarse a sí mismo como persona
para asumirse como clon de un discurso único con pretensiones de “verdad” que
privilegia la respuesta y menosprecia la pregunta.
Analicemos ahora las características
intrínsecas de cada una de las cuatro nociones mencionadas
Educación
El objetivo de la educación es
contribuir al desenvolvimiento armónico
y complejo de las facultades y aptitudes del hombre: intelectivas,
espirituales y físicas, tendiendo al logro de un equilibrio cada vez mayor que
favorezca en última instancia el bienestar y la justicia.
Una definición integral de educación
se parece bastante a la de salud, en cuanto a que ambas -salud y educación- se intrincan y
complementan en el logro del entendimiento y el bienestar.
Las condiciones materiales y el equilibrio de las funciones vitales
facilitan el entendimiento y la búsqueda de respuestas a los fenómenos
culturales y naturales, el cultivo sistematico y asistemático de las capacidades
intelectivas por la educación, no solo eleva y fortalece la inteligencia dada,
sino que incide notablemente en el
mantenimiento de la salud. Es un interjuego dialéctico.
El espacio reservado al concepto de educación
por nuestro amigo el diccionario es
muy extenso. Veamos algunos párrafos que nos dan pie a comentarlos: en primer
lugar relaciona la educación con el
crecimiento y la evolucion: “(...) La base de la educación es un proceso natural vinculado con el crecimiento, su
mantenimiento y mecanismo psicológico
esencial es la aptitud a imitar”. Pero este proceso forma parte
esencial de la cultura aunque se base en
aptitudes “naturales” y por consiguiente
no hay educación neutra o simplemente formal. Toda educación es formativa y
contribuye mal o bien en la síntesis de la identidad y personalidad del sujeto que la recibe. Otra
cosa es el estudio de los procesos psicobiológicos sobre los que se asientan
todas las técnicas educativas, unas
facilitándolos, otras entorpeciéndolos. La pedagogía intenta dar cuenta
científicamente de cómo aprende y en definitiva se educa el hombre. “El peligro máximo de la educación
(intervención sistemática) –nos dice el diccionario- es la que podríamos llamar dirigida y doctrinaria,
que se caracteriza por ser rutinaria, cerrada y artificiosa o bien tendiente a anular o deformar las
individualidades masificando, sin favorecer el pensamiento critico.”
Este es, sin dudas, el tipo de educación impulsado por el
pensamiento autoritario y dogmático. Educar,
entonces, entendido como aumento de la libertad de elegir, no es enseñar a
creer, sino alentar a preguntar, sin apurarse a responder.
No
buscar verdades reveladas, sino entender
los procesos y leyes que rigen a hombres y cosas.educar para la libertad es enseñar a tolerar la angustia que produce
el no saber con certeza. Darse cuenta que la peor educación es aquella basada
en el prejuicio, porque el prejuicio es la garantía del desconocimiento.
Como dijimos antes, si bien no hay
educación aséptica y educar es adaptar, no toda adaptación es sometimiento, se
trata de una adaptación crítica que
favorezca un pensamiento abierto, no dogmático, que dignifique a la persona en
lo que la define esencialmente: la libertad.
Vocación
Durante mucho tiempo se considero a la vocación
como una fuerza innata e irrefrenable capaz de sortear todos los escollos que
se interpusieran entre el individuo y su meta.
La vocación estaba mas allá del
carácter y de las circunstancias, era un sino, un llamado interior que le
permitía a alguien “ser lo que debía ser
o si no nos er nada”, tal la
sentencia atribuida al Gral. San Martín.
Modernamente la idea acerca de la
vocación ha cambiado, al menos desde el enfoque de los especialistas (psicólogos laborales, sociólogos, etc).
Nuestro diccionario nos ubica en el
origen de la palabra: del latín vocatione,
llamamiento. Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera.
Aptitud y atracción por una actividad
profesional determinada .para una
adecuada orientación vocacional, la psicología
tiene en cuenta el desarrollo conseguido en aquellas aptitudes intelectuales que mas
directamente están en relación con la
profesión a la que el joven se siente inclinado, y también sus principales
rasgos de personalidad.
Remarquemos dos palabras de la reciente definición
"inclinación" y "aptitud" y ambas se relacionan con el concepto de "rasgo
de personalidad".
Puede alguien sentirse inclinado o entusiasmado por alguna actividad profesional,
pero luego descubrir que su
aprendizaje le resulte difícil o
aburrido porque en verdad no reúne las aptitudes necesarias.
Esto no tiene nada que ver con la inteligencia o la voluntad, sino con la
personalidad y los intereses "esenciales" de cada uno.
Sería demasiado pretencioso
intentar definir los elementos que intervienen en la formación de una
actitud vocacional; hay factores relacionados con el "Ideal del Yo",
(como uno mismo imagina que quisiera ser), factores de presión familiar, de
circunstancias económicas, de prestigio social, de tradición, vinculados con
situaciones traumáticas de la vida infantil que se quieren enmendar, etc.
Lo cierto es que toda pretendida vocación comienza en una fantasía de ser
de tal o cual manera, haciendo esta o aquella cosa en determinadas circunstancias;
pasa luego por un momento de decisión al
tener que concretar el tiempo de estudio
real (facultad, escuela técnica, etc) y arriba a un período de crisis al
aproximarse la graduación y tener que buscar trabajo.
El grado de desarrollo económico y el tipo de demanda laboral, así como
el cambiante prestigio de las tareas y roles sociolaborales, inciden
fuertemente a la hora de elegir un oficio o profesión académica.
Ciertas personas de características apasionadas intuyen y definen
tempranamente sus intereses por cosas y quehaceres bien determinados, porque
reconocen sin conflicto que en ellos se expresan claramente sus
identidades y sus ideales; otras-la mayoría-
no tiene tan claro sus intereses y por lo general se sienten desorientadas o confundidas frente
al futuro laboral que habrán de elegir.
Es
aquí cuando una orientación vocacional ocupacional, que tenga en cuenta no solo
las aptitudes, sino también el conflicto y la personalidad del orientado, puede
ser beneficiosa y oportuna, ya que buscará una mayor autonomía de criterios al
momento de elegir
Elección
En variadas oportunidades hemos hablado de la
“orientación vocacional” y de su influencia sobre el logro de una mayor
autonomía de criterios al momento de
elegir. Y precisamente es sobre esto, la elección,
que intentaré hoy comentarles algunos aspectos importantes que hacen a este acto tan humano.
Es cierto que no puede haber elección sin
algún tipo de condicionamiento, es decir que no hay elección en “libertad
absoluta”, ya que siempre estamos condicionados de algún modo, por nuestra
conciencia, por los prejuicios, por las costumbres, los valores, los límites de
la naturaleza o la sociedad, por las fidelidades, las creencias, las culpas,
etc.
Pero, a pesar
y con todos restos condicionamientos
a cuestas, los hombres no pueden dejar de elegir a cada instante algo de
mayor o menor importancia para sus vidas, y esta elección puede ser considerada
como “un acto responsable en una libertad posible” (posible, por las circunstancias históricas que son diferentes en
cada uno)
El diccionario, al referirse a la palabra
“elección”, enfatiza precisamente que es sinónimo de deliberación, libertad
para obrar. Deliberar y obrar dice la definición: pensamiento y acción, he aquí
la síntesis de una verdadera elección, su esencia.
Elegir un
oficio, una profesión es definir
o al menos intentar dibujar una identidad, es también recortar –a veces
artificialmente- ciertos aspectos de la
personalidad para resaltar otros.
Orientar vocacionalmente a un joven es una tarea delicada que implica, no
solo “descubrir” una aptitud para
resaltarla, sino ayudarlo a pensar una ubicación ocupacional concreta, sus posibilidades
personales y sociales de arribar a ese
rol laboral que marcará su vida futura.
La orientación vocacional ocupacional, no es
un acto adivinatorio, tampoco el orientado es un “elegido”, sino que
contrariamente debe descubrirse un
hombre libre para poder elegir, con los
riesgos, las perdidas y el interjuego con los condicionamientos y el azar
presente en ele devenir de toda elección.
El orientador vocacional es un técnico
entrenado profesional y
universitariamente, para ayudar psicológicamente y utilizando técnicas
estandarizadas, a que el orientado descubra, por una parte la vinculación de
sus fantasías con los roles laborales pensados, sus conflictos y temores de
fracaso y –por otra parte- a facilitarle vías de información sobre ofertas de capacitación, áreas de
aprendizaje y coincidencias o discrepancias
entre lo deseado y sus
posibilidades materiales de concreción.
En resumen la orientación vocacional debe ser
un proceso orientado a su vez a una meta básica: que el joven mejore su
capacidad de autocomprensión y con ello aumente sus posibilidades de elección,
es decir de libertad.
Escuela
La sola mención de la palabra “escuela”
nos trae a la memoria innumerables recuerdos cargados
de afectos fuertes. Después aparecen, mas racionalizados, conceptos que
aluden a las dos acepciones principales del vocablo: “institución organizada física y administrativamente para brindar
una determinada enseñanza sistematizada” –nos dice el diccionario y
agrega- “grupo de personas o conjunto de
ideas que responden a una doctrina
filosófica o científica
diferenciada de otras”.
Así que nosotros tomaremos aquí a la “escuela” en sentido pedagógico estricto,
como expresión concreta de un sistema
que educa al enseñar, con su conjunto de preceptos, reglamentos y su currícula
de enseñanza, es decir con una concepción
del educador, del educando y el
método que los vincula en una dramática cotidiana. La institución
educativa -tomada en su globalidad- está
en crisis universalmente, y en nuestro país ha llegado a un límite tal que
hoy cuestionamos su misma
capacidad para sobrevivir a una existencia meramente formal. El aislamiento de
la realidad circundante, los vínculos autoritarios
“al uso” , la rutinización y vaciamiento
de los contenidos de la enseñanza, el predominio de las respuestas superficiales
por sobre los interrogantes profundos a la manera -¿por qué no? del diálogo
socrático y otros tantos aspectos
coincidentes como la falta de presupuesto, los bajos salarios docentes, la
sindicalización cooptada por la partidización política de las agrupaciones
profesionales, la mediocridad de las capacitaciones, el bajo desempeño del
recurso profesional por carencia de
capacitación de calidad, la enorme burocratización de la estructura
institucional y por fin la crisis
vocacional (1) del magisterio.
Todas estas características negativas de
la escuela actual en tanto que colegio,
dan un tono dramático a una institución
de crucial importancia en el desarrollo
de una nación.
Al
mismo tiempo, es frecuente confundir el concepto de lo público
con lo estatal: se confrontan realidades de la escuela pública y la llamada escuela privada. Ambas son públicas, en sus
objetivos y su sometimiento al control
normativo del Estado “en representación
del bien común”.
Y es esta calidad de “bien
público” que puede o no coincidir con
“propiedad pública” (estatal) o privada, la que no debe perderse de vista al
momento de pensar hacia donde desembocara esta crisis del sistema educativo.
La educación es un bien social y por
consiguiente sus características y sus
métodos no pueden quedar exclusivamente
en manos de los educadores, de los empresarios, ni de los tecnócratas
gubernamentales.
Su accesibilidad debiera estar
garantizada así como su excelencia y
continuidad, al igual que cualquier otro servicio publico, este o no
privatizado, como la electricidad, el agua, el gas o el teléfono. Por eso, no se trata de discutir solamente si tiene que haber mas escuelas estatales que privadas
o viceversa, sino de examinar y discutir el modelo educativo general y por consecuencia el de la institución escolar en su conjunto y
conseguir de una vez por todas
que se adecue a las exigencias de la sociedad global del Tercer Milenio
,en constantes cambios y una enorme demanda de capacitación.
Se hace imprescindible un consenso racional
alejado de las ideologías del discurso dogmático, entre la llamada “comunidad educativa” y el resto de la
sociedad (2) -ya que como se ha
dicho “la educación es demasiado importante como para dejarla solo en manos de
los educadores”- sobre un cambio esencial y no solo formal de la filosofía
educativa.
Cambio que implique la consideración
del contexto en el que se educa y se imparte la enseñanza, y que incluya además
necesariamente un cambio radical en el vínculo entre el estudiante, el maestro y los padres,
ya que -como se ha dicho- educar es mucho más que instruir. (3).
(1) ver
“Vocación” y “Elección”
Diccionario de la
Vida Cotidiana , Farias A. “Cambio 21” ( Nro. 26 y 27, junio 1993).
(2) ver
comunidad y sociedad en “Participación y protagonismo”, A.Farias “
Pagina 12” ,
(18-10-90)
(3) ver “Educación” Diccionario de la Vida Cotidiana , A
Farias,”Cambio 21”
(1993)
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