sábado, 1 de febrero de 2014

A partir de mañana...

“A partir de mañana”
(es hermoso partir sin decir adiós)
Por Alberto Farías


“No me siento extranjero en ningún lugar, donde haya lumbre y vino tengo mi hogar”  - J.M  Serrat 
A partir de mañana empezaré a vivir una vida más sana, es decir, que mañana empezaré a rodar por mejores caminos" – Alberto Cortéz

M
i abuela decía “Partir es morir un poco”. Dicho así como así, no lo creo. Tengo para mí que partir, por partir de mi mano, es crecer por dentro, encontrarme devenido, siempre que
  se busque agrandar la mirada estrecha que ahoga y que se agota a poco desandar el cotidiano horizonte del pueblo en que nacemos. Porque vamos y venimos calle abajo y calle arriba y creyendo estamos en que el mundo entero entra en nuestra cabeza y de ingenua estocada con espada de cartón desmentimos cualquier duda, la más mínima incertidumbre, todo cae redondo, rendido a nuestra tozuda y estéril certeza. Quizá mi abuela al hablar de refranes de viajes y de muertes se refería al exilio forzado (el suyo como tantos) de quienes huyeron del espanto de la Europa fascista, que eso es cosa diferente.

De la historia que llevamos…arrastro circular -en primera persona en este caso- la conciencia de una infancia de aviones y barcos peronistas, de sables y cañones de museo. De Córdoba serrana y veranos estirados por no volver al peligro de la polio. De padre cuartelero con legado de mezquita y de David. De madre soñadora, envuelta en una dulce y orgullosa foto, que aún está sobre el dressoir aunque nadie la recuerde. Una madre a la que todos llamaban luego abuela. Crecida de padres inmigrantes con recuerdos de oscuras bodegas de vapores hundidos por una guerra que vendría a la vuelta de los años.

Arrastro…años de niebla fría, de ríspidas horas  de tristeza y de temores. Y más tarde, ya crecido, un país que me engañaba, pidiéndome al oído que le diera mi esperanza y mi certeza, que me arrojara al fuego de verdades absolutas. Un país que me llevó la vida descifrarlo, y aún hoy me resulta oscuro su entrecejo. Que lo sufrí adolescente y lo amé ingenuo en sus ideas, que en aquellos tiempos eran mías. Un país harto de mitos y locuras destructivas, que hoy la distancia me muestra en su mediocre conciencia de saberse malogrado.

En el medio los hijos…que nos dieron mucho más de lo que dimos. Los espejos y los muros, las hadas y los cuentos que un día se gastaron de tanto leer y releer sus peripecias.
Más allá de las puertas y jardines, todos fuimos creyentes en mentiras, y todos –algunos más que otros- supimos de la farsa. Pero de algo hay que vivir cuando se teme tanto a la vida.
Arrastro entonces la frustrada identidad del dinosaurio que se sabe no extinguido porque su era no termina de morir, sigue empecinada en el relato absurdo que alguna vez se tragó lo poco que aún quedaba de grandeza, de Nación, heredada de cuando pensábamos más en el futuro que en el trauma de un pasado vil y lleno de fantasmas de caudillos que terminaban amargando nuestros días.

Moverse…por dentro y por fuera. De eso se trata en todo caso la saludable, aunque difícil, costumbre de “estar motivado”. Mover el cuerpo agitando al tiempo ideas estancadas de tanta estéril mirada, desconfiando los unos de los otros. Salir de la “zona de confort”, se dice ahora. Nunca es bueno que el hombre se aferre a su montura porque ya no podrá bajarse del caballo cuando inevitablemente termine el simulacro. Caminar pues buscando la sorpresa, la maravilla diferente, lo nuevo insospechado, lo distinto que conmueve, sin melodramas ni actos en escena que remeden intrincadas ceremonias.

A partir de mañana…los años se llevaran puestas las creencias a pesar de todos y de todo. Por suerte el tiempo todo lo cura y lo que no, lo sepulta porque nada es para siempre. Y como también decía mi abuela “Mientras hay vida hay esperanzas”. Aquí también la enmiendo, pobre abuela: con la esperanza no alcanza, hace falta un proyecto que llevar a cabo. “A las cosas”, dijo alguna vez Ortega. La finitud nos hace sabios y una manera sabia de reinventar el tiempo propio es buscar aquel lugar donde nace el arco iris. Es seguro que eso nos hará caminar caminos que nunca imaginamos recorrer, descubrir ideas y formas de vivir mejores o peores, pero al fin diferentes. Dejar a un lado neuróticos prejuicios de ignorancia, de estúpidas ideologías ya caducas o de necia inteligencia de bellaco. Allá voy...a partir de mañana, porque es hermoso partir sin decir adiós.


© 2014


            

No hay comentarios:

Publicar un comentario