Por Alberto Farías Gramegna
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El calendario y mi pequeña hija me hicieron pasar un momento difícil.
Sabía
que la pregunta iba a venir y lo temido
finalmente se produjo:
-Papá -me dijo Anita, en el Día del Padre- ¿mañana no tengo
que ir a la escuela...no?
Con
toda naturalidad le aseguré‚ que no, porque sería un lunes feriado.
- ¿No hay clase por el Día del Padre?- preguntó enseguida.
Le
respondí que el Día del Padre era “hoy” y aproveché‚ para volver a elogiar su
regalito, con la intención de instalar un tema más cómodo para mí.
- ¿Y por qué‚
mañana no hay clase? - insistió al más
puro estilo de “El Principito”
-Bueno...-le dije
no muy convencido- es por Belgrano y la bandera.
-¿Pero no fue el viernes pasado el acto de la
bandera? -preguntó sorprendida.
-Ese día fue el
acto en la escuela...pero el Día de la Bandera es hoy domingo -le aseguré-
aunque el feriado es mañana... -enseguida me di cuenta de lo engorroso del
tema- ¿Entendés? bueno, y hoy también es el Día del Padre -agregué
espontáneamente.
-Ah...-comentó satisfecha- porque Belgrano es el padre de la bandera...
Nunca se me había ocurrido esa asociación entre el Día del Padre y el Día de la Bandera, pero, confieso que por un momento sentí un alivio.
- ¡Claro! -le dije- Belgrano creó la bandera argentina...
- ¿La inventó un lunes? -preguntó
Confieso que esta última pregunta me asestó un
golpe inesperado.
-No, hija mía, -traté‚ de calmarme y organizar mi
pensamiento haciéndolo didáctico- Belgrano creó la bandera un 27 de febrero de
1812, en Rosario, a orillas del río Paraná.
En
ese momento recordé‚ la carta que Don Manuel enviaba al Gobierno en Buenos
Aires informándole de su iniciativa sin permiso oficial: “Siendo preciso
enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé a hacer blanca y celeste, conforme
a los colores de la escarapela nacional”
- ¿Mañana es 27 de febrero...? - preguntó Anita, echando más
leña al fuego.
-No hija, mañana es lunes 21 de junio...-le dije, confundiéndola aún más.
- ¿Y ese día, Belgrano creó la bandera? -
-No...te explico: en realidad en el Día de la Bandera lo que
se recuerda es el día en que murió Manuel Belgrano, un 20 de junio... Eso pasó
en 1820.-
- ¿Mañana es 20 de junio? - dijo Anita imperturbable.
- ¡No! -contesté‚ aterrorizado- Hoy es 20...mañana es 21 de
junio.
- ¿Y ese día que pasó? - me dijo mirándome fijo a los ojos.
- ¡Nada! Bueno, nada no...siempre sucede algo en la
historia.
- ¿No te entiendo nada -interrumpió Anita- Me decís, al
final, ¿por qué mañana no hay clase? -
Me di cuenta de que estábamos otra vez en el comienzo y que
la cancha se estaba embarrando. Decidí ensayar, entonces, una clase magistral.
-Mirá Anita, Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús
Belgrano -que, aunque no lo creas, así lo bautizaron- nació un 3 de junio de
1770.
El 27 de febrero de
1812, mientras estaba en una campaña militar, en guerra contra los españoles,
crea la bandera. Tenía en ese momento 42 años.
A los pocos meses, el 25 de Mayo de 1812 la hace bendecir en Jujuy,
siendo General en Jefe del Ejército del Norte.
Belgrano muere ocho años después, un 20 de Junio de l820, en Buenos
Aires. Lo que se recuerda en el Día de la Bandera es la muerte de Belgrano.
De inmediato supe que algo había en esa última frase que no
sonaba bien.
-Y mañana vendría a ser el festejo...-acotó Anita, echando
por tierra mis ilusiones.
-No, es hoy...Y no se
festeja una muerte, se la recuerda. ¿Te queda claro? En el día de la muerte del
creador de la bandera, se recuerda precisamente... a la bandera...o sea es el
Día de…
-¿Y por qué el Día de la Bandera no es el mismo día que
Belgrano la creó? -interrumpió Anita, razonablemente.
-¡La verdad es que no lo sé!- Habla cedido sin tapujos a
mostrar mi indefensión ante la impecable lógica de un niño.
-¿Entonces el domingo 20 es el día en que murió Belgrano?
-¡Sí!- dije aliviado.
-¿Y no se festeja el día del su nacimiento?- preguntó.
-¡No!- concluí severo.
No
pude evitar pensar sobre el predominio de la muerte sobre la vida que siempre
caracterizó al “ser nacional”. La
extraña idea tan argentina de conmemorar “el paso a la inmortalidad” de los
héroes, no deja de ser una idolatría de los monumentos por sobre la valoración
de los gestos de los vivos. A San Martín y Sarmiento, por ejemplo, se los
recuerda, también, en las fechas de su fallecimiento. No son, entonces, fechas
para festejar la vitalidad de sus ideas, sus luchas y sus logros, sino de
recogimiento y circunspección por la partida del prócer del reino de este mundo, para usar una
expresión de Alejo Carpentier.
Toda
la cultura argentina ha sido influida
por la idolatría de la dramática funeraria. Hay algo de “rigor mortis” en la formalidad hueca de
los actos de homenaje y en general en todos los actos conmemorativos escolares.
A la pompa y circunstancia le falta la alegría del espíritu que da la vida al
sol y el protagonismo popular espontáneo.
“La
culpa es del calendario escolar. -me dijo alguna vez una maestra- El 27 de
Febrero, los chicos están de vacaciones y por eso no podrían saludar a la
bandera en su día”.
El mismo razonamiento tenía mi tía María, la
que le festejaba los cumpleaños al hijo, en Marzo, porque así podía invitar a
sus compañeritos de clase, ya que en Febrero, cuando realmente los cumplía,
todos estaban de vacaciones.
-Ya entendí- dijo Anita, sacándome de mis recuerdos y
elucubraciones. Y agregó:
-¿El lunes pasado
también fue feriado porque no hubo clases?
Enseguida
supe que había ido demasiado lejos.
-Si, pero esa es otra historia, fue por un
paro docente, algo mucho más difícil de entender que la de Belgrano…- Anita me
miró desconcertada.
-Está
bien papá, -dijo- después me seguís explicando- y salió corriendo a jugar con
su amiga Rocío.
Suspire
aliviado, y enseguida recordé las últimas palabras que la leyenda atribuye a
Don Manuel: “¡Ay... Patria mía!”.
En Necochea, ciudad distante,
año de 1992
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