Calidad y proyecto de vida en la sociedad argentina
“Proyecto
personal y proyecto social”
Por Alberto Farías
rrhh@albertofarias.com
La, población argentina asiste por momentos angustiada
y por momentos pareciera indiferente al espectáculo de una agobiante realidad
cotidiana vinculada con la ineptitud política, la violencia sociocultural , la
desocupación, la inflación, la corrupción, la pobreza , la delincuencia, el
autoritarismo, la discrecionalidad del poder, etc.
Con
mayor o menor espectacularidad e importancia social todas y cada una de esas
lacras, pinta un aspecto de la realidad cotidiana e impacta en la gente más o menos
intensamente según la situación por la que cada uno este atravesando, la
personalidad, sus creencias ideológicas y los recuerdos de las experiencias
vividas en otras épocas.
Pero
hay un factor constante que recorre todas las situaciones relatadas y se
entronca con las expectativas que genera todo proyecto de vida: ese factor es,
sin duda , la vivencia de inseguridad,
física en primer lugar e inseguridad en cada intento de pensar el futuro.
El tema del
sentimiento o vivencia de seguridad-inseguridad puede rastrearse desde las primeras etapas
de la vida y constituye un elemento
central a la hora de entender una
conducta circunstancial o establecida en la personalidad.
La dialéctica
seguridad-inseguridad abarca tanto a la preservación del organismo como a la
autoafirmacion del Yo, es decir a la autoestima.
Así
como el sentimiento de seguridad aumenta la capacidad de la persona para conocer y transformar el medio y
fortalece los proyectos que gratifican
al Yo
(prestigio, logros materiales, afectos, conocimientos, diversión), por
el contrario el sentimiento de inseguridad empequeñece al Yo, afectando
seriamente su confianza para obrar sobre las
cosas según una planificación tendiente al logro de metas gratificantes,
es decir afecta directamente la capacidad de realización de proyectos.
Si
referenciamos estos mecanismos psico-sociales a los temas mencionados al
comienzo de esta nota, veremos que la visión de la violencia moviliza profundos
mecanismos de control de la agresividad y cuestiona la idea de convivencia.
Que
la desocupación, por ejemplo, no solo altera procesos de rutina vinculados con
la sobrevivencia, sino que hiere ferozmente la autoestima y la llamada
“identidad de rol”, es decir el lugar que se ocupa dentro del proceso de interacción social.
Que
la corrupción no sancionada legalmente, por citar otro aspecto de la realidad
cotidiana, dispara sentimientos de
desconfianza e impide que cada uno encuentre en los valores morales una fuente
de legitimo orgullo, ya que sin sanción, los actos antisociales pueden terminar en la autojustificación como formas diferentes de ser y actuar en
sociedad, es decir “todo resulta según el cristal con que se mire”.
Sin patrón
valorativo absoluto y consensuado, el bien y el mal se confunden como destellos
en el agitado interior del caos.
Proyecto de vida
Proyecto es
implícitamente futuro. Pero, injusticia, violencia, desocupación y descrédito atentan perturbadoramente contra la
posibilidad de sostener un proyecto de vida (afecto, estudio, trabajo, conocimiento) porque
introducen el factor inseguridad en la dimensión del tiempo y anulan la
previsibilidad constructiva.
Una gran
parte de la población tiene enormes
dificultades en sostener proyectos, por eso vive solamente “el hoy” y eso tiene consecuencias importantes
en la salud mental, los valores y el progreso cultural, toda vez que el
hombre se eleva por sobre lo natural, precisamente por su capacidad para
postergar lo inmediato para imaginar y concretar una meta siempre ubicada mas
allá del momento, en las utópicas comarcas del Ideal.
Pero claro
está que esta postergación no puede hacerse a costa de necesidades básicas
vitales. Al mismo tiempo, el esfuerzo social de la mayoría de la
población, aquella de comportamientos cotidianos previsibles y rutinarios, está
fuertemente anclado a la idea de mejora y superación personal en un ámbito de libertad, respeto por las
diferencias y mayor igualdad de
oportunidades.
En
este contexto social y psicológico, cada
vez que aparecen perspectivas de cambios institucionales se abren
esperanzas y al aire de la convivencia se renueva.
Así
por ejemplo, las próximas elecciones
generales del año que viene, - aún teniendo en cuenta el escepticismo
actual del ciudadano medio ante
los políticos vernáculos y la desafección por las instituciones - permitirán el
surgimiento de un valor positivo agregado al del propio mecanismo democrático: el
de la mística del cambio y reparación de los errores cometidos, asociado directamente
a la idea de “tener un proyecto” de crecimiento personal, arropado en un
proyecto serio y factible de crecimiento y bienestar de la sociedad en la que
se vive.
……..
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