jueves, 14 de mayo de 2020

HABILIDADES DEL BUEN SUPERVISOR


Habilidades del buen supervisor
Por Alberto Farías Gramegna

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ecorramos el título de esta nota con ánimo de exploración analítica. Leemos: “habilidades”, “buen” y “supervisor”, tres palabras que connotan la idea del ejercicio idóneo de un  rol laboral capaz de una generar una valoración positiva y nos invitan a  imaginar una lista de recomendaciones
necesarias para que un supervisor resulte finalmente reconocido como “bueno”, es decir adecuado, apto y operante.
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Pero enseguida nos preguntamos si esas habilidades son adquiridas vía capacitación  o innatas asociadas con su personalidad e inteligencia.
Ser hábil implica estar habilitado para gestionar una tarea, impulsar un emprendimiento y/o resolver exitosamente una dificultad. La habilidad, por tanto, se asocia a la destreza y a la capacidad. Por último agreguemos a nuestro primer interrogante, este otro: ¿la función de supervisar implica tener una súper-visión? ¿mirar más allá de lo ostensible para ver lo intersticial de las imágenes, la otra escena soterrada, la dimensión oculta que subyace a la objetividad natural de lo observado?
El imaginario social acerca de la figura del supervisor en cualquier ámbito laboral, lo ubica como alguien dotado de una actitud inquisidora, naturalmente relacionada con una personalidad  áspera, hábil para el control de tareas y de personas, cosas que no son similares y con frecuencia erróneamente se confunden: supervisar una tarea prescripta por la organización del trabajo, no significa necesariamente domeñar las actitudes espontáneas de las personas, ni pensar que solo hay una forma de hacer bien un trabajo indicado. Aquí es donde entra el perfil de la personalidad del trabajador y su estilo de relacionarse con su equipo, el trabajo y el entorno.
El supervisor que encaja con el “cliché” popular sintoniza con un perfil de personaje estereotipado, complaciente con su propia indiscreción, capaz de descubrir en mayor medida los defectos antes que las virtudes de los supervisandos.
Este supervisor omnisciente, omnipotente y ubicuo, ogro del lugar, señor de la norma  y la valía en nombre de la regla, que vigila y castiga el desvío, pero ignora o desestima el gesto creativo del que hace, inmerso solo en la lógica del procedimiento standard, no es “bueno” a la hora de evaluar el impacto ambiental de su estilo de liderar.

Supervisor último modelo

El supervisor “aggiornado”, en cambio, es un líder situado en  tiempo, espacio y personalidad. Es un entrenador (el afamado “coach” anglosajón) que entrena y capacita ofreciendo una tutoría de crecimiento a partir de evaluar y ponderar la personalidad y la capacidad de cada empleado, incentivando actitudes y entrenar competencias (“coaching”). Este entrenador de competencias es ante todo una asesoría humana para optimizar el desempeño removiendo obstáculos de naturaleza subjetiva, ligadas a las objetivas y va a la causa profunda de porqué no se es o no competente-en-situación. Estas competencias que se busca desarrollar, se asientan en aspectos emocionales, creencias, ruidos en la comunicación y prejuicios, ya que se ha descubierto que las razones de incompetencia técnica suelen estar potenciadas o directamente generadas por aquellos aspectos. Así, el supervisor-entrenador deberá ser capaz de crear ambientes de trabajo libres de miedo e impulsor de autonomías donde el valor central sea la creatividad y el aprendizaje continuo, situado en el seno del trabajo mismo y en “tiempo real”, sin dogmas o rutinas empobrecedoras.
La empresa es un excelente lugar educativo y la tendencia mundial es a establecer “a great place of work”, un buen lugar de trabajo y ahí mismo es donde se debe implementar la capacitación aplicada “in situ” como consecuencia obliga de la capacitación teórica de aula (ver “Capacitación home delivery”, La capital, 26-10-2004).

Liderar el cambio en la empresa

Hoy en la empresa, liderar es liderar el cambio, aumentando al mismo tiempo la productividad, la excelencia del producto ofrecido, la calidad de la vida laboral y la satisfacción del cliente-usuario-consumidor. Así, la ética, la psicología social y la ecología son actualmente los aliados naturales de la economía y el éxito de la empresa
El supervisor de nueva generación en su responsabilidad de impulsar este modelo se niega a si mismo como supervisor-rector de usos y costumbres estereotipadas prescriptas por la normativa, para afirmarse como entrenador-tutor que diagnostica la eficacia del emprendedor y la ineficacia del “no pudo, no supo o no quiso”, los tres obstáculos a la tarea, que remiten a la voluntad, la idoneidad y los intereses creados respectivamente. El jefe despótico o el supervisor “capanga” son hoy patéticos personajes condenados al museo de cera de las relaciones humanas y están siendo reemplazados por una gestión organizacional apoyada en el talento, las capacidades profesionales, el estilo de cada personalidad, la participación protagónica en la toma de decisiones, la capacitación continua, la personalización de la estrategia, el trabajo horizontalizado en equipo y la valoración del componente motivacional-afectivo. Todos estos factores claves para optimizar las condiciones y el medio ambiente de trabajo (CyMAT). Crecer en productividad y calidad, con protagonismo y confort laboral, tal la meta del momento que ningún emprendedor puede ignorar si quiere sobrevivir en este mundo global de alta competitividad y respuestas pragmáticas.

El hábito hace la diferencia

Este paradigma de gestión de RRHH puede ser descrito entonces, como diferencial, personal, estratégico y aplicado, con arreglo a la situación integral en que se de la relación supervisor-tarea-supervisando, teniendo en cuenta además la dimensión persona-personaje-personalidad de cada empleado. Este estilo versátil de conducción es conocido como “liderazgo situacional” e implica siempre realizar un diagnóstico de la tarea, la experiencia del trabajador, su personalidad y el contexto organizacional, antes de definir una forma comunicativa y prescribir una acción.
Esto significa que la forma (el exterior de una práctica) debe ser tenida en cuenta al momento de preservar el fondo (el contenido de la tarea). Lo habitual, impuesto por la cultura de la vieja organización (usos y costumbres)  puede jugar en contra al momento de planificar una directiva.
Lo mismo ocurre con la “standardización” de las formas de comunicar. Al contrario de lo que se busca en la calidad del producto, que no debe observar desniveles, cuando se trata del factor humano resultan  imprescindibles estas variaciones para lograr precisamente aquellas cualidades materiales.
El ajuste diferencial de las tácticas comunicacionales garantiza la unidad de la estrategia del liderazgo situacional, que será directivo, tutorial, protagónico o prescindente dependiendo de la experiencia, el rol, la responsabilidad operativa y la antigüedad en la tarea de cada supervisando.
Todos los estilos en un estilo, que tiende estratégicamente a delegar, fortalecer equipos, crear alternativas, tomar decisiones y protagonizar en cada nivel de responsabilidad institucional. Así planteado el modelo, el logro de estas metas serán, ahora si, resultados confirmatorios de las habilidades de un buen supervisor.


© by AFG (2004)

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