Psicología social y política: de la pandemia a la anomia (4-10-20)
- (Pánico, discrecionalidad y autoritarismo:
- los otros efectos deletéreos de la pandemia)
- Por Alberto Farías Gramegna
- textosconvergentes@gmail.com
“Pánico: Miedo
muy intenso y manifiesto, especialmente el que sobrecoge repentinamente a un colectivo
en situación de peligro”- Diccionario
RAE
“El miedo a la muerte puede no
dejarnos vivir”- Sigmund
Freud
“El hombre es ante todo un ser motivado antes
que un ser causado” - Xavier Orozco
En varias oportunidades he
abordado desde una perspectiva psico-socio-cultural el tema de los miedos: “Miedos y fantasmas de los beneficios de la
libertad”(2020) ; “Miedo: del sentimiento a la sensatez”(2020) ; “Los miedos y nosotros”(2012) ; “La sociedad de los miedos”(2016)
“Los miedos y los cambios” (2016); “Los miedos del silencio”(2018).
En 1982 se estrenaba en la televisión argentina una serie de episodios de enorme éxito de audiencia, y de gran interés psicosocial: “Nosotros y los miedos”. Creada y dirigida por Diana Álvarez y protagonizados por un reconocido elenco actoral, los unitarios abordaban temas de la vida cotidiana capaces de generar miedos ante la necesidad de enfrentarlos con determinación y lugar de huir de ellos. El miedo al cáncer, a la traición, a la paz, al tomar decisiones, miedo a los cambios, al volver a empezar, miedo a cumplir con el deber, a la infidelidad, miedo a los demás, al compartir, sin duda el miedo a enfermar y morir, etc. eran algunos de las temáticas abordadas. Si el programa se grabara aún en estos tiempos, sin duda incluiría el miedo a las pandemias, y un capítulo especial habría que dedicarlo al miedo a contagiarse de coronavirus.
El miedo, sus circunstancias y sus traductores
Sigmund Freud dijo alguna vez que “el miedo a la muerte puede no dejarnos vivir”, y eso mismo es lo que estamos viendo después de tantos meses de confinada incertidumbre abrazada a nuestros miedos, mezclados con dudas, mentiras y prejuicios; hijos frecuentes de la ignorancia, otras veces de extravíos ideológicos y otras más de la vileza de los pillos y amorales de siempre que fomentan el pánico de las masas ante las cifras diarias de muertes que difunden los medios junto a los resultados del último torneo de fútbol o el último escándalo de la farándula, mezclando y confundiendo por omisión implícita el “por” con el “con”, en relación a la causalidad del coronavirus como factor del fatal desenlace. El marco de agobio e incertidumbre del paisano de a pie, se potencia aún más cuando aparece la consabida “segunda ola” o el siempre temido “pico de la curva” estadística, que “ya está llegando…” pero parece que aún no…aunque ahora parece que sí…pero todavía no.
Así que con arreglo al nivel de
la fase que aplicaba a cada territorio, se insistía -con las variantes propias
de cada país y cultura- en el “quédate en
casa, que te estamos cuidando”, (sic) hasta que llegue la vacuna. El
mensaje implica obviamente no trabajar, no enviar a los niños a la escuela, no
pasear ni hacer actividades recreativas o deportivas. Esa parece ser la extraña
distopía de la “nueva normalidad” (sic) que desespera y angustia en lo
económico a la mayoría de la gente en el mundo que depende de un trabajo privado.
La situación de los que reciben un sueldo seguro del Estado, respecto a este
punto crítico esencial, por defecto los ubica en una expectación muy diferente.
Lo cierto es que la pandemia del
Covid-19 lo habilita todo: desde el idealismo “buenista” de las almas bellas,
que repite que “de esta saldremos mejores”,
hasta la impronta autoritaria de los que aman la uniformidad y el sometimiento
al pensamiento único como tributo al poder del amo. También los delirios de las
sectas de todo pelaje, que ve en la pandemia el indudable signo de la
decadencia humana; sin olvidar el “castigo divino” que nos manda el Demiurgo
para recordarnos lo que le pasó a Sodoma y Gomorra por sus excesos.
Luego están los
fundamentalistas que infaltablemente relacionan a la viral pandemia con la vida
disipada del consumo inagotable de una sociedad hedónica, hija injusta y
alienada del denostado “sistema capitalista” (sic) Al respecto, y abriendo un
paréntesis, me pregunto: ¿existe hoy día alguna sociedad moderna integrada al
mundo global que -más allá de la naturaleza de sus instituciones democráticas o
dictatoriales- esté realmente exenta de alguna relación con aquel sistema? ¿Acaso
el intercambio comercial universalmente no se asienta en la circulación de la
moneda como articuladora de la relación valor-precio
y como sostén de la vida cotidiana de las sociedades?. Cierro paréntesis.
Así, aquellos “antisistemas”
proponen -acompañados de los fundamentalismos ecologistas extremos-que la gente
haga menos turismo. Que se quede en sus países, alabando las delicias de los
nacionalismos y alentando -desde las izquierdas o derechas, da lo mismo- las
xenofobias y prejuicios racistas de todo color y cultura. En lugar de alentar
la pluralidad y los contactos internacionales para que las sociedades se
conozcan más y pierdan sus prejuicios, promoviendo las mezclas culturales,
estos extraños “progresistas” alientan las retracciones tribales, bajo las
consignas de la “identidad nacional” que consolida la grieta entre el “ellos y
nosotros”.
Finalmente vemos en la margen ideológica opuesta, a los presuntos defensores del “libre mercado”, pero desde un fundamentalismo salvaje, cuasi religioso que excluye toda presencia de Estado en cuestiones constitucionales como la salud, la educación o la seguridad pública. Aludidos con la cantinela de “neoliberales” por los “progres”, -que raramente leen economía política y ni siquiera algunas hojas de “El Capital”- aprovechan discrecionalmente a la pandemia para especular en beneficios contingentes que satisfagan sus insanables apetencias discrecionales. A estos se le suman los mediocres advenedizos inescrupulosos, que desde algún lugar de poder obtenido, cumplimentan aquellas apetencias.
A río revuelto…
Y en todo esto explícita o implícitamente, con más o menos razonabilidad -para no entrar en la necedad del “negacionismo idiota”-, está involucrado el miedo, pero no el miedo contingente racional ante un peligro potencial del que hay que prevenirse y resguardarse con sentido común y sensatez, echando mano a las ya harto conocidas medidas higiénica-sanitarias preventivas, (mascarilla, higiene de manos, distancia social, etc.) sino el miedo irracional con formato de pánico. Al respecto sugiero al lector que googlee la etimología y la historia de la palabra “pánico”, anclada al mito griego del dios pastoril Pan, que asustaba hasta la locura a sus enemigos y caminantes del bosque con sólo tocar su famosa flauta o siringa, nombre que alude a la ninfa que no correspondió a sus desmedidas pretensiones eróticas. Así el terror pánico, puede ser un aliado ideal de los manipuladores de siempre del comportamiento humano que pescan incautos en aguas turbulentas. Ya lo sabía Nicolás Maquiavelo, cuando decía que “Quien controla el miedo de la gente se convierte en el amo de sus almas”
De la amígdala al significante
Pero, ¿por qué el miedo tiene tanta importancia a la
hora de entender el comportamiento animal y en especial en el animal humano? La amígdala es la zona cerebral que genera la
reacción de miedo,
desempeñando esa función tanto en humanos como en otros animales
superiores. Sin embargo en el animal humano, el miedo, al acceder a la
conciencia se presenta como un significante amarrado al sustrato reflejo
emocional de lo biológico. Ahora bien, al tocar a un caracol y notar que
se retrae rápidamente hacia el interior de su concha... ¿podemos decir que ese
comportamiento es efecto “del miedo”, tal como lo entendemos en el humano? No parece
adecuado ese concepto en un organismo elemental, ya que la noción de reflejo biológico
de auto-preservación, cercano al par reactivo de “ataque-fuga” ante el
“peligro”, resulta más compatible con el mundo no simbólico, tan diferente a la
realidad simbólico-interpretativa del mundo humano.
El miedo en nuestra especie, -si bien como dijimos, no
está desligado de su base biológica- responde a una “idea-de-peligro-en-un-mundo-reticular-de-ideas”
que reconstruyen los estímulos exteriores ordenándolos en una secuencia de
sentidos expresados en significantes. Estos articulados con retrospectivas
históricas, se presentan entonces ante la conciencia como “la realidad” y su
proyección al futuro posible: “si esto sucede, quizá luego le siga esto otro…” Por
ejemplo, “si me contagio de coronavirus,
luego quizá me enferme y muera”. La relación de inicio causa-efecto, deriva
luego a la dimensión motivacional del comportamiento; es decir, no es tanto el
“por qué” (causalidad) sino el inmediato “para”, esto es, “me recluyo”, “me
distancio”, “me aíslo para no contagiarme” (motivación). “El hombre es ante todo un ser motivado antes que un ser causado”,
Orozco dixit.
Por eso la conducta está en gran parte determinada por la cosmovisión interpretativa de la realidad material externa a su mundo interior. Así el hombre puede restringir más y más su libertad para evitar lo que considera un mal definitivo: el sufrimiento y la muerte. Opta en su lógica por lo que considera el mal menor.
La libertad como pulsión de vida
Pero la libertad es también una pulsión vinculada a
los organismos vivientes. La tendencia al movimiento y la expansión en busca del
objeto de necesidad o interés que lleva a la exploración del entorno. Entonces,
en el animal humano, por ese camino evitativo del peligro supuesto o real,
aparece pues un nuevo miedo, el miedo a la libertad.
Erich Fromm en su obra clásica “El miedo a la
libertad” nos alerta sobre el peligro de seguir ese camino de renuncia a la
dignidad en nombre del miedo. Maximiliano E. Korstanje, en un análisis de la
obra (2), enfatiza que “(…) Fromm estudia
´un miedo´ que se torna asfixiante para la libertad del hombre político. El
autoritarismo tiene un fundamento en el miedo a ser libre, a ejercer la
libertad y la angustia que deriva luego de la indecisión. Con un análisis
convincente de los regímenes totalitarios (…) Fromm abre la puerta para una
nueva interpretación. El hombre se debate sobre dos tendencias, una al amor a
la vida y la otra a la destrucción (necrofilia). Si bien el autor sigue en
parte la perspectiva hobbesiana sobre ´la guerra de todos contra todos´
introduce nuevos elementos en el análisis como la angustia ante la (idea) de predestinación…
(…)“
Este mismo autor, en otro lugar (3) nos dice acerca
del “miedo político” que
“ha sido un concepto examinado por casi más de dos milenios
que lleva de existencia la filosofía. Desde Aristóteles hasta Hobbes, pasando
por las más variadas perspectivas, como la de Montesquieu o la de Tocqueville,
todos han visto en el miedo una variable importante de la vida social y
política de un Estado o ciudad.”
Volviendo a la libertad frente al miedo, -tal como tematiza poéticamente Buñuel en su film surrealista “El fantasma de la libertad”-, Alberto Relmú, en palabras que remiten al análisis del aquel film afirma que “la libertad, cuando se le teme, muda en fantasma”, y por tanto, al igual que la flauta de Pan, asusta antes que empoderar de dignidad a quien le teme. La relación entre el poder absoluto y aquellos que lo padecen está siempre mediada por el miedo, aún en aquellos que lo aprueban desde una actitud de vasallaje o fanatismo. Desde la noche de los tiempos el perverso Calígula afirmaba: “No importa que me odien, lo importante es que me teman”.
Poder y discrecionalidad: la anomia tan temida
Y una de las derivaciones del poder corrupto es la discrecionalidad
institucional. Es decir lo que el poder formal puede hacer en los márgenes de
la ley sin transgredirla jurídicamente, pero con arreglo al saber y entender
del actor público; lo que frecuentemente coincide con sus valores e intereses
generales a la hora de decidir.
Así, la discrecionalidad no responde necesariamente a
la norma escrita, sino que surge de decisiones opinables dentro de un marco de
arbitrariedad, que por su formato administrativo, se autojustifica en el marco
decisorio de un orden jurídico dado. La contraparte de un exceso de
discrecionalidad del poder dirigente es la paulatina instalación de un estado
de anomia fáctica por parte de los dirigidos. Y esto porque ante determinadas
decisiones atribuidas a “la opinión personal de tal o cual funcionario”, el ciudadano
afectado por aquellas decisiones opondrá su propio pensamiento, actuando “ad hoc” también discrecionalmente. La
realimentación de lo uno y de lo otro irá instalando en el tejido social un
paulatina “cultura anómica”.
El concepto de “anomia” (específicamente la anomia social, aunque la
noción así expresada impresiona redundante), ha sido desarrollado y enfatizado
por Émile Durkheim para caracterizar el momento en el que
“los vínculos sociales se debilitan y la
sociedad pierde su fuerza para integrar
y regular adecuadamente a los individuos”
(López Fernández) (4). Y es lo que -como adelantamos- se observa en
muchos lugares del planeta, en los que, al compás y de la mano de la pandemia,
gobiernos poco afectos a la prolijidad constitucional -por ineptitud,
oportunismo político o ideología- se han deslizado hacia la discrecionalidad en
la administración racional de las medidas sanitarias en medio de las consabidas
mal llamadas “cuarentenas” o confinamientos, que en algún caso se dilatan
absurda y dañinamente por meses, generando un agotamiento psicológico en la
población con efectos deletéreos en sus conductas, afectadas ya por el formidable
deterioro del factor económico-laboral-educativo-sanitario. Este proceso
insidioso, entre restricciones a la movilidad, limitaciones de derechos
ciudadanos y confinamientos de idas y vueltas, por acción u omisión, a medida
que pasa el tiempo, potencia conflictos sociales ya existentes y crea
otros nuevos, que realimentan en las administraciones de los gobiernos
tentaciones autoritarias a la hora de confrontarlos y controlarlos. Así pues, cuando se juntan el pánico, la
discrecionalidad y el autoritarismo en el limbo de una crisis sanitaria, se tiene
la tormenta perfecta…Un clima anómico muy poco recomendable para preservar precisamente
la salud pública.
Citas
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Pan_(mitolog%C3%ADa)
(2) https://www.redalyc.org/pdf/181/18112178025.pdf
(3) http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-24502010000200013
(4) https://www.redalyc.org/pdf/2110/211014822005.pdf
Imágenes
a)
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/da/Rolling-thunder-cloud.jpg
b)
Rostro de Miedo
c)
Escultura hallada en Pompeya, Italia: Pan enseña a Dafnis a
tocar la siringa.ca. 100
A.C.
d)
Mosaico romano con el rostro del dios Pan.
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