jueves, 16 de julio de 2020

EL VALOR DE LAS PALABRAS (acerca del ser y el parecer en la posverdad)

Temas de gestión y comunicación en tiempos de pandemias


El valor de las palabras
(acerca del ser y el parecer en la posverdad)
por Alberto Farías Gramegna
“La posverdad (o ´mentiras emotivas´) se refiere a que los hechos objetivos y reales tienen menos credibilidad o influencia que los sentimientos y creencias de los individuos al momento de formular una opinión pública o determinar una postura social.”- www.significados.com

“Las palabras significan exactamente lo que yo quiero que signifiquen (…) La cuestión -remató Humpey Dumphy-  es quien manda aquí.” - Alicia en el país de los espejos.

“Si las palabras no son cosas, ni los mapas el territorio mismo, entonces, obviamente, el único vínculo posible entre el mundo objetivo y el mundo lingüístico debe hallarse en la estructura, y solamente en la estructura” - Alfred Korzybski


“Si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír” – George Orwell.



Cuando Antoine de Saint Exupery le “hace decir” a El Principito “Si le pido a un general que vuele y el general no vuela..¿De quién es la culpa, del general o mía?”, el gran escritor, aviador  y  humanista francés, desaparecido en combate durante la Segunda Guerra, nos alerta sobre la cuestión de lo arbitrario de la comunicación humana, y de paso, sobre la necedad y el absurdo de los liderazgos autoritarios. Las cosas son como son, más allá de los deseos de las ideologías y de las insensatas idolatrías de ocasión.
Aceptando el principio polisémico del lenguaje y el valor significador del contexto en el que “algo es dicho por alguien”, lo innegable es que la sintaxis gramatical , la semántica  y la pragmática tienen en el análisis semiótico un valor propio que denota y connota el límite de una interpretación contextual.

Por ejemplo: “Fascismo” no es cualquier expresión autoritaria, discriminatoria o reaccionaria; “Oligarca” no alude a una persona cualquiera que tenga una importante  renta y una buena calidad de vida; “Cipayo” no refiere a un ciudadano que valore o alabe buenas costumbres de otros países; “Enemigo” no denota a un congénere solo por tener ideas diferentes sobre cómo organizar la sociedad; “Odiador” no es “per se”, un ciudadano que critica a la Justicia por su ausencia o venalidad y defiende la importancia del respeto a las instituciones republicanas; etc. Así podríamos seguir mucho tiempo, porque hoy, en nuestra sociedad, todo aparece mezclado, -por no agregar además las llamadas “fake news”- como en el tango “Cambalache” hasta lograr que las palabras nada expresen y que finalmente signifiquen como quería Humpey Dumphy…“lo que quiere el que manda”. Todo un combo degradante en el mundo alucinado de la “posverdad” y la neolengua pretendidamente “inclusiva”, que en algunos casos llega a extravíos ortográficos desopilantes. Las crisis suelen activar muchas tendencias autoritarias que anidan en las personalidades redentoras y épicas, pontificando con arreglo al “Ministerio de la Verdad”, como en la novela “1984” de George Orwell,  sobre lo que es o no es “políticamente correcto” en nombre de una progresía que asume actitudes persecutorias de control y censura, acerca de lo que “se puede” y lo que “no se puede decir”, al estilo del Gran Hermano de la distopía orwelliana, donde hay palabras prohibidas y otras obligatorias, y donde el diario de ayer se reescribe para acomodar la Historia a como convenga al Gran Relato.

La verdad como la mujer del César

Hoy, -así en las guerras como en las pandemias- la primera víctima es la verdad. La clave para salir de la encrucijada que muestra a la verdad sesgada tantas veces como personas pretendan poseerla, y por tanto a la misma realidad partida en otras tantas interpretaciones, reside precisamente en este último concepto: la interpretación que está en el medio del relato de los hechos objetivamente acaecidos. Y es el orden secuencial en la interpretación de ese “relato” el que nos habla del posicionamiento axiológico e ideológico del relator, más allá o más acá de los hechos constatables y las interpretaciones de sus causas y efectos posibles… (Eso ya es objetivamente otra dimensión del análisis). Ya hace mucho tiempo que la teoría de la Programación Neurolingüística, (PNL) sostiene que cada uno de nosotros tiene una experiencia del todo personal y subjetiva de la realidad, a partir, de su propia estructura del  “mapa del mundo” que confunde con “el territorio”, tal como explicó creativamente en “Sciencie and Sanity”, (1933) Alfred  Korzybski, el fundador de la Semántica General.

No es lo mismo “ser profundo que haberse venido abajo…”

Si yo digo, por ejemplo: “Esas personas se manifiestan en mi contra  porque me rechazan y por eso quieren difamarme”, es muy distinto a si dijera “Hice cosas que me difaman ante esas personas, por lo que me rechazan...”. Pareciera lo mismo, pero no lo es. Aquí recíprocamente con el  célebre reproche de César a su mujer Pompeya Sila, no basta con parecer sino que también hay que ser.
Ser y parecer, ¿Qué va primero?...André Guide plantea la cuestión tan enraizada en nuestra comunidad vernácula de si hay que ser para luego parecer o se debe parecer primero para poder ser lo que se parece. Creo que en el nodo de esta aparente trivialidad esta la presencia del “Otro” y su mirada  judicativa, el semejante-diferente en el conjunto genérico de la cultura. Como dijo Sartre “El infierno es la mirada del otro”. En nuestro ejemplo, ¿dónde reside la diferencia?: En la secuencia causa-efecto y su interpretación valorativa. Causalidad y axiología (valores-moral-ética) determinan al unísono un proceso interpretativo en función de cómo se ubican en la cadena sintáctica y la connotación cognitiva que producen , así como su correlato emotivo placentero o displacen tero, provocando en cada uno un reforzamiento de las convicciones, que por fuerza de congruencia tienden a autojustificarse como “naturales”. De tal suerte -exceptuando la “mala fe” del que miente o distorsiona intencionalmente- el sujeto que percibe un hecho interpreta con una dosis mayor o menor de alienación a su propia situación interesada que lo limita en su libertad para descentrarse en la secuencia del otro diferente.

Dime como piensas…y te diré que mundo te cabe.

El modelo mental previo de la percepción, interpretación y propositividad de la organización social que nos entorna, actuando como referente práctico o como sistema ideológico, refrenda y legitima luego la totalidad del proceso interpretativo de cada suceso. Por eso unos y otros “vemos cosas” distintas al mirar los mismos objetos interactuar , y así sacamos seguidamente diferentes conclusiones causales y valorativas de esos procesos que aunque ocurren con una dinámica propia objetiva -es decir espacio-temporalmente por fuera de nuestra subjetividad- sin embargo los ordenamos en secuencias disímiles a la hora de evaluarlos. Los sesgamos con arreglo a nuestras preferencias “lógicas” consecuencia no de una evidencia trascendente sino de nuestra escala valorativa y necesidad emocional  “ad hoc”. Los socio-comunicólogos llaman este proceso cotidiano “sesgo de disponibilidad” (lo que se ofrece ahí fuera para su selección significativa) y “sesgo de confirmación” (termino seleccionando lo que busco encontrar para confirmar mis creencias).
Cuando esta dialéctica resulta extrema se hace irreductible a la contrastación alternativa y surge la “polémica” (confrontación de posiciones imaginarias opuestas por sobre el análisis de la tensión suplementaria o complementaria de intereses legítimos). Y ya se sabe que se empieza cediendo en las palabras y luego se termina cediendo en los hechos.
En tanto que un camino diferente hacia el esfuerzo por descentralizar las ideas por parte de los protagonistas, los llevaría a un “debate” de fundamentaciones (en lugar de los agobiantes y tóxicos “fundamentalismos”, propios de los fanatismos de ayer, de hoy y de siempre) capaz de flexibilizar posiciones y explicitar intereses, lo que muda el dilema insoluble y lo transforma en problema soluble. La etapa final de este segundo camino es el acercamiento de intereses comunes y la negociación de aquellos intereses particulares. El común denominador lleva de lo abstracto a lo concreto, del dilema al problema y de éste a encontrar la solución, potenciando así el valor ético y crucial de las palabras.

URL de las imagenes:

Monumento a George Orwell con la frase sobre la Libertad , en la entrada del edificio de la BBC , en Londres
-https://pbs.twimg.com/media/DQM9xyzW4AEzcvc.jpg
-https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn%3AANd9GcTgIigBZlleFf6BnnEmIa3AhPGYl69gQXKnzQ&usqp=CAU

-https://reflexionesdiarias.files.wordpress.com/2012/01/el-valor-de-la-palabra.jpg

                                                           


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