Allí donde fueres haz lo que vieres
(acerca de la “norma”, lo “normativo” y la
“normalidad”)
Por Alberto Farías Gramegna
“Lo normativo
modela la normalidad…y viceversa”- Alex Miro de
Lacalle
Si bien el concepto de “normal” finalmente alude
a un concepto de la estadística : “la norma” (resultado
promedio obtenido a partir de las mediciones de un número suficiente de
individuos, que permite luego comparar a cada uno respecto de ese guarismo
medio) lo cierto es que en la vida social se cumple aquello de que “lo normal termina definiendo lo normativo”,
así como luego también no es menos cierto que dialécticamente lo normativo (lo que se postula como
aceptable, bueno, legal, etc.) modela e instituye el sesgo conceptual de
“normalidad”, como dice Miro de Lacalle. Entonces aparece el “dónde fueres haz lo que vieres”. También
es cierto que es normal (aunque no normativo) en el ser humano tener dos brazos
y “anormal” (ya veremos este término) tener solo uno, y precisamente el
tenerlos es, además un signo de salud anatómica, al menos a la vista de
terceros (enseguida veremos el tema de lo saludable o lo no saludable). Por eso
la normalidad no es “nueva” ni “vieja”, es un continuum siempre en transformación que incluye las novedades “ad hoc” sin abandonar el soporte de la
lógica que la subyace, es decir los hábitos que satisfacen las necesidades
impostergables y las que se instalan como hijas del “deseo humano”, lo que es
redundar, ya que el “deseo”, como tal es propia exclusividad del Hombre, motor
de la acción allende la sobrevivencia animal…Por ejemplo perseguir un bien
fáctico psicofísico y a la vez un Ideal como la Libertad.
Normalidad y
salubridad
Por otro lado el concepto de “normalidad” en el habla cotidiana hace
referencia mutatis mutandis, a lo
presuntamente opuesto a la “anormalidad”,
en sentido de lo patológico o disfuncional a la norma saludable. Veamos esto
con un poco de detalle.
A lo largo de las últimas décadas, la
problematización teórica acerca de la temática
“normalidad” (entendida como no enfermedad o salubridad (sic) vs.
patología, es decir enfermedad, (una dicotomía de entrada poco felizmente
expresada, ya que esta antinomia alude formalmente a dos dimensiones
gnoseo-etimológicas muy diferentes: estadística la una y axiológica la otra) se
fundó en poder comprender y re-construir el campo de la salud-enfermedad
inundado de tensiones, relaciones, procesos que hacen de ciertos personas
enfermas o con cierta disfuncionalidad.
Ahora bien, problematizar la “normalidad” y
no solamente la “anormalidad”, nos da la
posibilidad de realizar una construcción que involucra y analiza las
condiciones de producción de dicha normalidad, generando rupturas en las
producciones lingüísticas de los hablantes y luego en sus prácticas cotidianas.
Entonces -va de suyo- no hay idea de déficit, de enfermedad, ni de salud sin
noción contrastante de normalidad como deseabilidad, con lo cual la producción
de la normativo (en tanto la norma es un “como es” y lo normativo un “como
deber ser”) obra conjuntamente con la producción del
comportamiento-en-situación.
Allí dónde fueres haz lo que vieres…
Y finalmente nos enteramos entonces de… “como, una exhortación advirtiendo que se
debía seguir los mandatos de la Iglesia Romana y no la Arriana que provenía de
Alejandría, acabó convirtiéndose en un popular refrán que utilizamos para
recomendar que nos adaptemos a las costumbres y hábitos del país en el que nos
encontramos, habiendo desaparecido de su intencionalidad el sentido
religioso original” (1).
De usos y
costumbres: Normalidad y disnormalidad.
Ya hemos advertido que la “normalidad” es eso que hace o deja de
hacer el promedio de las personas consideradas precisamente “normales” (sic), por observar los usos y
costumbres de la media poblacional en un lugar dado y en un contexto que le da
significación saludable o insalubre, sociable o insociable a cada
comportamiento. También se sigue de lo visto en líneas anteriores que no todo
comportamiento “normal” (promedio) en una colectividad o grupo dado es
necesariamente saludable o no patológico: en una secta delirante sería normal
creer que si todos se suicidan, eso traerá un ejemplo de salvación al mundo,
etc. (Este ejemplo lamentablemente fue real hace unos años). Esto es que lo
normal (promedio) no implica ausencia de patología. Imaginemos ahora una
comunidad acosada por la ignorancia, la manipulación social y el pánico irracional
ante un agente amenazante desconocido (por ejemplo una pandemia); lo normal en
este caso suele ser un comportamiento huidizo, desconfiado, autoritario,
persecutorio y eventualmente agresivo con sesgo de insolidaridad. (Este otro ejemplo
también refiere lamentablemente a hechos reales de nuestra cotidianeidad); y
bien, en ese contexto un sujeto apartado de la norma, sería aquel que se
comportara diferente a lo mencionado, y ese comportamiento sería, por muchas
razones funcionales, mucho más saludable que el que muestra la normalidad de la
mayoría. A este comportamiento alejado de la “media estadística” (otro concepto
clave referido a la gráfica de la curva regular conocida como “campana de
Gaüss”) lo llamaremos comportamiento “disnormal”
por su alejamiento hacia uno de los extremos de esa distribución normal.
Finalmente existe una conducta que nos remite a un concepto muy extendido tanto
dentro como fuera del ámbito académico, con significados muy similares: el de
“anormalidad”.
Anormalidad…
¿Qué sería la “a-normalidad”? Vamos a empezar con la definición del diccionario, que
nos da una pista para ensayar luego una respuesta más elaborada: “Anormal: Adjetivo que
alude a lo que (accidentalmente o no ) se halla fuera de su natural estado o de
las condiciones que le son inherentes”.
A diferencia de lo “disnormal” que se
distancia de la media, pero permanece dentro del área de “la campana”, lo
“anormal” aparece fuera de la misma; es decir que se comporta con arreglo a
pautas que son exógenas a “las
condiciones” que supuestamente debiera regirlo. Retomando el ejemplo anterior,
pensemos ahora que en esa situación de amenaza en una crisis sanitaria por
efecto de una pandemia, otro sujeto parece no registrar el problema, lo
desestima negando su existencia; simplemente se comporta como si no percibe la
situación de crisis y eventualmente ubica el tema fuera de lo real, diciendo
que es todo una mentira, un invento para asustar a la gente, etc. Esta
interpretación “excéntrica” al reconocimiento del fenómeno -a diferencia de
quien tienen pánico y de quien aborda el tema racionalmente manteniendo un
equilibrio emocional- lo ubica a este tercer sujeto “fuera” del área de las
premisas que responden a la norma, sea más cerca o más distante de la media
(promedio), fuera de la normalidad y aún de la extrema disnormalidad. Lo
posiciona en la anormalidad. Pero, aquí vale también una advertencia: una
posición anormal no implica
necesariamente un sesgo insalubre o patológico. En este ejemplo, sin duda, si
lo es porque el sujeto cae en una desmentida absurda, toda vez que hay
evidencia concreta de un hecho. Pero en otra situación diferente, donde lo que
afirmara la normalidad no fuese evidente “per se”, una posición “anormal”
podría ser la “verdadera” y por tanto más cercana a lo saludable. Como se ve
normalidad, disnormalidad y anormalidad, son conceptos relativos al contextos y
a la existencia o no de evidencias, si queremos asimilarlas a lo axiológico,
bueno o malo, salud o enfermedad.
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