domingo, 19 de julio de 2020

ALLÍ DONDE FUERES HAZ LO QUE VIERES...

Sociedad y normalidad en tiempos de pandemia...

Allí donde fueres haz lo que vieres
(acerca de la “norma”, lo “normativo” y la “normalidad”)
Por Alberto Farías Gramegna


“Lo normativo modela la normalidad…y viceversa”- Alex Miro de Lacalle


Si bien el concepto de “normal” finalmente alude a un concepto de la estadística : “la norma”   (resultado promedio obtenido a partir de las mediciones de un número suficiente de individuos, que permite luego comparar a cada uno respecto de ese guarismo medio) lo cierto es que en la vida social se cumple aquello de que “lo normal termina definiendo lo normativo”, así como luego también no es menos cierto que dialécticamente lo normativo (lo que se postula como aceptable, bueno, legal, etc.)  modela e instituye el sesgo conceptual de “normalidad”, como dice Miro de Lacalle. Entonces aparece el “dónde fueres haz lo que vieres”. También es cierto que es normal (aunque no normativo) en el ser humano tener dos brazos y “anormal” (ya veremos este término) tener solo uno, y precisamente el tenerlos es, además un signo de salud anatómica, al menos a la vista de terceros (enseguida veremos el tema de lo saludable o lo no saludable). Por eso la normalidad no es “nueva” ni “vieja”, es un continuum siempre en transformación que incluye las novedades “ad hoc” sin abandonar el soporte de la lógica que la subyace, es decir los hábitos que satisfacen las necesidades impostergables y las que se instalan como hijas del “deseo humano”, lo que es redundar, ya que el “deseo”, como tal es propia exclusividad del Hombre, motor de la acción allende la sobrevivencia animal…Por ejemplo perseguir un bien fáctico psicofísico y a la vez un Ideal como la Libertad.

Normalidad y salubridad

Por otro lado el concepto de “normalidad” en el habla cotidiana hace referencia mutatis mutandis, a lo presuntamente opuesto a la “anormalidad”, en sentido de lo patológico o disfuncional a la norma saludable. Veamos esto con un poco de detalle.
A lo largo de las últimas décadas, la problematización teórica acerca de la temática  “normalidad” (entendida como no enfermedad o salubridad (sic) vs. patología, es decir enfermedad, (una dicotomía de entrada poco felizmente expresada, ya que esta antinomia alude formalmente a dos dimensiones gnoseo-etimológicas muy diferentes: estadística la una y axiológica la otra) se fundó en poder comprender y re-construir el campo de la salud-enfermedad inundado de tensiones, relaciones, procesos que hacen de ciertos personas enfermas o con cierta disfuncionalidad.
Ahora bien, problematizar la “normalidad” y no solamente  la “anormalidad”, nos da la posibilidad de realizar una construcción que involucra y analiza las condiciones de producción de dicha normalidad, generando rupturas en las producciones lingüísticas de los hablantes y luego en sus prácticas cotidianas. Entonces -va de suyo- no hay idea de déficit, de enfermedad, ni de salud sin noción contrastante de normalidad como deseabilidad, con lo cual la producción de la normativo (en tanto la norma es un “como es” y lo normativo un “como deber ser”) obra conjuntamente con la producción del comportamiento-en-situación.

Allí dónde fueres haz lo que vieres…

El conocido aserto Allí donde fueres, haz lo que vieres” (que hay que advertir que tomado mecánicamente puede ser muy riesgoso …A buen entendedor..) proviene del latín Cum Romae fueritis, Romano vivite more: Cuando a Roma fueres, como romano vivieres”. (Leemos la historia de la frase en el Blog de 20 minutos.es): Es decir “Cuando vayas a Roma, vive como un romano-y seguidamente continúa- “Fue pronunciada por primera vez en el siglo IV por Ambrosio de Milán, considerado como uno de los padres de la actual Iglesia católica y uno de los personajes que más influyó para que el cristianismo se impusiera al paganismo del Imperio Romano, consiguiendo que el poder de la Iglesia acabara por encima del poder del Estado.”(…) Pero con esta locución Ambrosio de Milán no pretendía dar consejos de cómo debían comportarse los ciudadanos a la hora de viajar a Roma, sino que originalmente la utilizó para adoctrinar a los fieles y señalarles cuál era el modo de seguir los mandatos de la Iglesia Romana por encima del ‘Arrianismo’, doctrina surgida en esa misma época (promovida por Arrio de Alejandría) y que negaba la divinidad de Cristo.
Y finalmente nos enteramos entonces de… “como, una exhortación advirtiendo que se debía seguir los mandatos de la Iglesia Romana y no la Arriana que provenía de Alejandría, acabó convirtiéndose en un popular refrán que utilizamos para recomendar que nos adaptemos a las costumbres y hábitos del país en el que nos encontramos, habiendo desaparecido de su intencionalidad  el sentido religioso original” (1). 

De usos y costumbres: Normalidad y disnormalidad.

Ya hemos advertido que la “normalidad” es eso que hace o deja de hacer el promedio de las personas consideradas precisamente “normales” (sic), por observar los usos y costumbres de la media poblacional en un lugar dado y en un contexto que le da significación saludable o insalubre, sociable o insociable a cada comportamiento. También se sigue de lo visto en líneas anteriores que no todo comportamiento “normal” (promedio) en una colectividad o grupo dado es necesariamente saludable o no patológico: en una secta delirante sería normal creer que si todos se suicidan, eso traerá un ejemplo de salvación al mundo, etc. (Este ejemplo lamentablemente fue real hace unos años). Esto es que lo normal (promedio) no implica ausencia de patología. Imaginemos ahora una comunidad acosada por la ignorancia, la manipulación social y el pánico irracional ante un agente amenazante desconocido (por ejemplo una pandemia); lo normal en este caso suele ser un comportamiento huidizo, desconfiado, autoritario, persecutorio y eventualmente agresivo con sesgo de insolidaridad. (Este otro ejemplo también refiere lamentablemente a hechos reales de nuestra cotidianeidad); y bien, en ese contexto un sujeto apartado de la norma, sería aquel que se comportara diferente a lo mencionado, y ese comportamiento sería, por muchas razones funcionales, mucho más saludable que el que muestra la normalidad de la mayoría. A este comportamiento alejado de la “media estadística” (otro concepto clave referido a la gráfica de la curva regular conocida como “campana de Gaüss”) lo llamaremos comportamiento “disnormal” por su alejamiento hacia uno de los extremos de esa distribución normal. Finalmente existe una conducta que nos remite a un concepto muy extendido tanto dentro como fuera del ámbito académico, con significados muy similares: el de “anormalidad”.

Anormalidad…

¿Qué sería la “a-normalidad”? Vamos a empezar con la definición del diccionario, que nos da una pista para ensayar luego una respuesta más elaborada: “Anormal: Adjetivo que alude a lo que (accidentalmente o no ) se halla fuera de su natural estado o de las condiciones que le son inherentes”. A diferencia de lo “disnormal” que se distancia de la media, pero permanece dentro del área de “la campana”, lo “anormal” aparece fuera de la misma; es decir que se comporta con arreglo a pautas que son exógenas a  “las condiciones” que supuestamente debiera regirlo. Retomando el ejemplo anterior, pensemos ahora que en esa situación de amenaza en una crisis sanitaria por efecto de una pandemia, otro sujeto parece no registrar el problema, lo desestima negando su existencia; simplemente se comporta como si no percibe la situación de crisis y eventualmente ubica el tema fuera de lo real, diciendo que es todo una mentira, un invento para asustar a la gente, etc. Esta interpretación “excéntrica” al reconocimiento del fenómeno -a diferencia de quien tienen pánico y de quien aborda el tema racionalmente manteniendo un equilibrio emocional- lo ubica a este tercer sujeto “fuera” del área de las premisas que responden a la norma, sea más cerca o más distante de la media (promedio), fuera de la normalidad y aún de la extrema disnormalidad. Lo posiciona en la anormalidad. Pero, aquí vale también una advertencia: una posición anormal no implica necesariamente un sesgo insalubre o patológico. En este ejemplo, sin duda, si lo es porque el sujeto cae en una desmentida absurda, toda vez que hay evidencia concreta de un hecho. Pero en otra situación diferente, donde lo que afirmara la normalidad no fuese evidente “per se”, una posición “anormal” podría ser la “verdadera” y por tanto más cercana a lo saludable. Como se ve normalidad, disnormalidad y anormalidad, son conceptos relativos al contextos y a la existencia o no de evidencias, si queremos asimilarlas a lo axiológico, bueno o malo, salud o enfermedad.


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