La
cuarentena interminable y sus exegetas
(el miedo sin la palabra como determinante del confinamiento
mental)
por Alberto Farías Gramegna
"Sabemos que es una situación (el confinamiento
indefinido) que no se puede seguir extendiendo por su impacto económico, social, psicológico, emocional..." - Pedro Cahn (4-5-20)
“El miedo puede
deshumanizar y al mismo tiempo puede ayudar a reconocer la real dimensión de
una amenaza. Lo cierto es que es lo
primero que aparece en la víctima y también lo que busca instalar el
victimario. Se dice que el miedo puede hacernos gritar o dejarnos mudos. La ausencia de la palabra como argumento de
la razón es la prisión del corazón. La furia, su libertador cuando todo se da
por perdido”- Ataulfo Relmú
En el animal humano el decir de la palabra es conjura de soledades y
garantía de trascendencia en el otro que me escucha o me lee. Es decir que la
palabra es colectiva. El miedo, en
cambio, siempre es individual y resulta en un complejo de mixtura
socio-bio-psicológica, expresión de la condición de criaturas culturales,
incompletas, falibles y vulnerables, pero también de nuestra necesidad
saludable de ser reconocidos y aceptados socialmente. Por eso mismo la locura y
la delincuencia son finalmente efecto tardío de ese miedo primal a la
exclusión, mutado en repudio anómalo del sujeto a una adaptación activa y
armónica a los patrones sociales consensuados. En ninguno de los dos casos la palabra
trasciende a un tercero. El miedo puede enfurecernos para controlarlo y
someterlo o angustiarnos hasta la negación de la realidad. El miedo es siempre
una respuesta a una amenaza real o imaginada (física, psicológica, social,
cultural, natural: enfermedad, inseguridad, exclusión, desempleo, anomia
cultural, desamparo afectivo, una pandemia como la actual, etc.). Es
constitutivo de lo humano tanto como la palabra, y por eso mismo ambos pueden
ser, según las circunstancias, la mejor o la peor respuesta ante la realidad
externa e interna, es decir ante lo objetivo y la subjetividad que su
percepción conlleva. Es tan inicuo tener miedo de vivir responsablemente con
uno mismo como patológico desestimar toda amenaza real en nombre de la omnipotencia
temeraria o de una idea delirante. El miedo es ante todo sentimiento, la razón
en cambio nos propone sensatez.
La
incertidumbre: del distanciamiento social al confinamiento mental
La “cuarentena pasiva” que padece el ciudadano desde hace dos meses y que
pareciera no tener un componente de planificación activo y direccionado de
testeos moleculares y/o serológicos ampliados, dependiendo de las
circunstancias puntuales y por otra parte, de metas socio-sanitarias explícitas
-en el sentido de una referencia escalar
programada, al estilo de detallar actividades inherentes a fases progresivas de
desconfinamiento social, a la que atenerse para normalizar actividades- genera fuerte
incertidumbre asociada al enclaustramiento y al colapso económico de una parte
importante de la población.
Al mismo tiempo, “los números generales de la epidemia son menos alarmantes -dice Carlos Pagni en La Nación, 21 /5/20 (https://www.lanacion.com.ar/politica/) Los fallecidos diarios de los últimos 10 días, promedio, son 9,3.".
Y aquí cabe recordar que recientemente los periodistas Cabot y Nasra, (La Nación 24/5/20; https://www.lanacion.com.ar/economia/) le enmendaron la plana a los errores de datos que el Gobierno dio en el último anuncio de la extensión de la cuarentena: La tasa real de mortalidad por coronavirus hasta el momento en Argentina es de 9,8 por Millón , dado que los fallecidos según las cifras oficiales son 445 , sobre una población de 44 millones. Y continúa diciendo Pagni: "Las camas de terapia intensiva ocupadas por pacientes con coronavirus son 161 sobre un total de 4700. El desborde del sistema sanitario que se quiere evitar está muy lejos”. Y concluye advirtiendo que se profundiza una pavorosa recesión. “La caída de la actividad económica fue en marzo de 9,8%. Es difícil, si no imposible, encontrar algún otro país que esté sufriendo ese derrumbe.”
Al mismo tiempo, “los números generales de la epidemia son menos alarmantes -dice Carlos Pagni en La Nación, 21 /5/20 (https://www.lanacion.com.ar/politica/) Los fallecidos diarios de los últimos 10 días, promedio, son 9,3.".
Y aquí cabe recordar que recientemente los periodistas Cabot y Nasra, (La Nación 24/5/20; https://www.lanacion.com.ar/economia/) le enmendaron la plana a los errores de datos que el Gobierno dio en el último anuncio de la extensión de la cuarentena: La tasa real de mortalidad por coronavirus hasta el momento en Argentina es de 9,8 por Millón , dado que los fallecidos según las cifras oficiales son 445 , sobre una población de 44 millones. Y continúa diciendo Pagni: "Las camas de terapia intensiva ocupadas por pacientes con coronavirus son 161 sobre un total de 4700. El desborde del sistema sanitario que se quiere evitar está muy lejos”. Y concluye advirtiendo que se profundiza una pavorosa recesión. “La caída de la actividad económica fue en marzo de 9,8%. Es difícil, si no imposible, encontrar algún otro país que esté sufriendo ese derrumbe.”
El hombre es ante todo un “ser-de-proyecto”, arrojado hacia adelante, y
si no tiene alguna certidumbre de una meta final, surgirá la angustia que da la
detención del tiempo en un presente
contínuo, donde todo el hoy es igual que ayer y que mañana. Porque esa
incertidumbre suma al miedo ancestral del contagio viral, potenciado por el sonsonete
del “quedate en casa que te estamos
cuidando”, (sic) el de la discontinuidad de los proyectos
vitales de cada uno, económicos y socioculturales. La ruptura de la
cotidianeidad del ciclo privacidad del hogar y sociabilidad del espacio
público, impacta en la autopercepción de la identidad personal, capaz de
promover en muchas personas un dilema emocional paradójico: el de querer salir
del encierro al tiempo que sentir una inercia que tiende a mostrar un afuera peligroso,
a la espera del amenazante “pico” de la
curva casuístca, en un círculo vicioso paradojal: si termina el confinamiento
se multiplicarían los casos, entonces la cuarentena no tiene fin..Un absurdo y
una falacia. Luego el miedo al afuera, que se conoce también como “síndrome de
la cabaña” y el agobio simultáneo del claustro obligado, produce una curiosa
dualidad disfuncional psicológica, la
“claustro-agorafobia”. Así, “a pesar de que tanto la claustrofobia como la agorafobia incluyen el miedo a no poder escapar, ambas fobias
son catalogadas como trastornos opuestos, ya que la primera es el miedo a los espacios cerrados y la segunda a los
espacios abiertos”, (http://www.fobias.com) A esta ambivalencia la llamamos “confinamiento
mental”. La dualidad del miedo hace
que si bien puede ser un motor de adaptación y detección del peligro, también
puede ser un efector de alienación y parálisis. Y es lo que está sucediendo con
gran parte de la población. Una “psicosis” social alentada con o sin intencionalidad,
por ideologías de intereses inconfesables
en algunos casos y en otros por
fundamentalismos sanitaristas que oponen dilemáticamente salud a economía,
relacionando a esta última con “la muerte” (sic). Frente a un peligro real es
mucho más útil la prevención activa que la inmovilidad del temor pasivo. Pero de
eso no se habla.
La cuarentena interminable: de la
tentación autoritaria a la “infectocracia”
En situaciones de crisis, como la de la pandemia de Covid-19, las
creencias esenciales y las tendencias actitudinales profundas salen a relucir
impulsadas por el miedo. Así como las buenas y heroicas, también las malas,
cobardes y miserables: en nombre del miedo insensato se pueden obedecer órdenes
indignas, se puede vender el alma y se puede denigrar al semejante,
discriminándolo, como hemos visto en algunas conductas “fascistoides”
repudiables en el marco de esta cuarentena. Nacemos desnudos y libres, pero también carentes y al socializarnos la
libertad paradojalmente puede darnos miedo. Libertad y crecimiento personal y cívico son
momentos solidarios: la primera es condición necesaria para el genuino
desarrollo madurativo del organismo, pero al final del proceso se verá que sólo
un sustentable y diversificado crecimiento autonómico permite el ejercicio
continuado y responsable de aquella libertad inicial. No todos piensan que el
ciudadano es un “objeto de cuidado”, sin reconocer que ante todo es un “sujeto”
de conciencia y de derecho en una democracia republicana. Recientemente el médico Juan Avakian jefe de Guardia del Hospital Allende de Córdoba, en un
mensaje abierto por las redes (Clarín; 20/5/20 https://www.clarin.com/sociedad/ )fue muy
contundente y asertivo “(…) La cuarentena
tan estricta, que lleva ya 60 días, era lógica en el sentido que eran casos
importados, y se quería adecuar el sistema de salud para que hubiese camas para
todos los pacientes, pero obviamente hay que ir liberándola de a poco (…) Era
obvio que en la medida que la gente vaya saliendo va a haber nuevos casos…y
debe ser así, para que de una vez por todas tengamos el pico y luego disminuya”. Y concluye: “ Si los políticos no quieren asumir el costo de tener nuevos casos,
que asuman el costo de la cantidad de fallecimientos, empeoramientos de otras
patologías por esta cuarentena tan estricta. Que asuman el costo por el daño psicológico que están creando a
toda la población. (…) Tiene que haber más casos, como va a haber, es
inevitable que los haya. Hay que asumir que el 95% son casos leves, y que hay
que estar preparado, como se ha estado organizando todo, para que el 5% que son
los casos graves puedan ser atendidos correctamente, pero es una locura seguir
teniendo a la gente encerrada (…) La salud también implica la economía, implica
la salud mental e implica el resto de las patologías...Y la gente no está
concurriendo por el terror que los medios y los políticos crean en la
población. Les pido sean coherentes y hagamos las cosas lógicas, porque la
verdad es que en vez de cuidarnos, nos están enfermando más a todos”. Así la cuarentena no será “víctima de su propio éxito”, como dijo
también alguna vez Pedro Cahn. Y quizá sea oportuno en este sentido parafrasear
al Winston Churchill, ya que la pandemia es algo demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de tecnócratas
y científicos. Una cuestión de sensatez por sobre el sentimiento.
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