lunes, 25 de mayo de 2020

LA CUARENTENA INTERMINABLE Y SUS EXEGETAS


La cuarentena interminable y sus exegetas
(el miedo sin la palabra como determinante del confinamiento mental)
por Alberto Farías Gramegna 


"Sabemos que es una situación (el confinamiento indefinido) que no se puede seguir extendiendo por su impacto económico, social, psicológico, emocional..." - Pedro Cahn (4-5-20)

“El miedo puede deshumanizar y al mismo tiempo puede ayudar a reconocer la real dimensión de una amenaza.  Lo cierto es que es lo primero que aparece en la víctima y también lo que busca instalar el victimario. Se dice que el miedo puede hacernos gritar o dejarnos mudos.  La ausencia de la palabra como argumento de la razón es la prisión del corazón. La furia, su libertador cuando todo se da por perdido”- Ataulfo Relmú

En el animal humano el decir de la palabra es conjura de soledades y garantía de trascendencia en el otro que me escucha o me lee. Es decir que la palabra es colectiva.  El miedo, en cambio, siempre es individual y resulta en un complejo de mixtura socio-bio-psicológica, expresión de la condición de criaturas culturales, incompletas, falibles y vulnerables, pero también de nuestra necesidad saludable de ser reconocidos y aceptados socialmente. Por eso mismo la locura y la delincuencia son finalmente efecto tardío de ese miedo primal a la exclusión, mutado en repudio anómalo del sujeto a una adaptación activa y armónica a los patrones sociales consensuados. En ninguno de los dos casos la palabra trasciende a un tercero. El miedo puede enfurecernos para controlarlo y someterlo o angustiarnos hasta la negación de la realidad. El miedo es siempre una respuesta a una amenaza real o imaginada (física, psicológica, social, cultural, natural: enfermedad, inseguridad, exclusión, desempleo, anomia cultural, desamparo afectivo, una pandemia como la actual, etc.). Es constitutivo de lo humano tanto como la palabra, y por eso mismo ambos pueden ser, según las circunstancias, la mejor o la peor respuesta ante la realidad externa e interna, es decir ante lo objetivo y la subjetividad que su percepción conlleva. Es tan inicuo tener miedo de vivir responsablemente con uno mismo como patológico desestimar toda amenaza real en nombre de la omnipotencia temeraria o de una idea delirante. El miedo es ante todo sentimiento, la razón en cambio nos propone sensatez.

La incertidumbre: del distanciamiento social al confinamiento mental  

La “cuarentena pasiva” que padece el ciudadano desde hace dos meses y que pareciera no tener un componente de planificación activo y direccionado de testeos moleculares y/o serológicos ampliados, dependiendo de las circunstancias puntuales y por otra parte, de metas socio-sanitarias explícitas  -en el sentido de una referencia escalar programada, al estilo de detallar actividades inherentes a fases progresivas de desconfinamiento social, a la que atenerse para normalizar actividades- genera fuerte incertidumbre asociada al enclaustramiento y al colapso económico de una parte importante de la población. 
Al mismo tiempo, “los números generales de la epidemia son menos alarmantes -dice Carlos Pagni en La Nación, 21 /5/20 (https://www.lanacion.com.ar/politica/) Los fallecidos diarios de los últimos 10 días, promedio, son 9,3.". 
Y aquí cabe recordar que recientemente los periodistas Cabot y Nasra, (La Nación 24/5/20; https://www.lanacion.com.ar/economia/) le enmendaron la plana a los errores de datos que el Gobierno dio en el último anuncio de la extensión de la cuarentena: La tasa real de mortalidad por coronavirus hasta el momento en Argentina es de 9,8 por Millón , dado que los fallecidos según las cifras oficiales son 445 , sobre una población de 44 millones. Y continúa diciendo Pagni: "Las camas de terapia intensiva ocupadas por pacientes con coronavirus son 161 sobre un total de 4700. El desborde del sistema sanitario que se quiere evitar está muy lejos”. Y concluye advirtiendo que  se profundiza  una pavorosa recesión. “La caída de la actividad económica fue en marzo de 9,8%. Es difícil, si no imposible, encontrar algún otro país que esté sufriendo ese derrumbe.”
El hombre es ante todo un “ser-de-proyecto”, arrojado hacia adelante, y si no tiene alguna certidumbre de una meta final, surgirá la angustia que da la detención del tiempo en un presente  contínuo, donde todo el hoy es igual que ayer y que mañana. Porque esa incertidumbre suma al miedo ancestral del contagio viral, potenciado por el sonsonete del “quedate en casa que te estamos cuidando”, (sic)  el de la discontinuidad de los proyectos vitales de cada uno, económicos y socioculturales. La ruptura de la cotidianeidad del ciclo privacidad del hogar y sociabilidad del espacio público, impacta en la autopercepción de la identidad personal, capaz de promover en muchas personas un dilema emocional paradójico: el de querer salir del encierro al tiempo que sentir una inercia que tiende a mostrar un afuera peligroso, a la espera del amenazante  “pico” de la curva casuístca, en un círculo vicioso paradojal: si termina el confinamiento se multiplicarían los casos, entonces la cuarentena no tiene fin..Un absurdo y una falacia. Luego el miedo al afuera, que se conoce también como “síndrome de la cabaña” y el agobio simultáneo del claustro obligado, produce una curiosa dualidad disfuncional  psicológica, la “claustro-agorafobia”.  Así, “a pesar de que tanto la claustrofobia como la  agorafobia incluyen el miedo a no poder escapar, ambas fobias son catalogadas como trastornos opuestos, ya que la primera es el miedo a los espacios cerrados y la segunda a los espacios abiertos”, (http://www.fobias.com) A esta ambivalencia la llamamos “confinamiento mental”. La dualidad del miedo hace que si bien puede ser un motor de adaptación y detección del peligro, también puede ser un efector de alienación y parálisis. Y es lo que está sucediendo con gran parte de la población. Una “psicosis” social alentada con o sin intencionalidad, por  ideologías de intereses inconfesables en algunos casos  y en otros por fundamentalismos sanitaristas que oponen dilemáticamente salud a economía, relacionando a esta última con “la muerte” (sic). Frente a un peligro real es mucho más útil la prevención activa que la inmovilidad del temor pasivo. Pero de eso no se habla.

La cuarentena interminable: de la tentación autoritaria a la “infectocracia”

En situaciones de crisis, como la de la pandemia de Covid-19, las creencias esenciales y las tendencias actitudinales profundas salen a relucir impulsadas por el miedo. Así como las buenas y heroicas, también las malas, cobardes y miserables: en nombre del miedo insensato se pueden obedecer órdenes indignas, se puede vender el alma y se puede denigrar al semejante, discriminándolo, como hemos visto en algunas conductas “fascistoides” repudiables en el marco de esta cuarentena. Nacemos desnudos y libres, pero también carentes y al socializarnos la libertad paradojalmente puede darnos miedo. Libertad y crecimiento personal y cívico son momentos solidarios: la primera es condición necesaria para el genuino desarrollo madurativo del organismo, pero al final del proceso se verá que sólo un sustentable y diversificado crecimiento autonómico permite el ejercicio continuado y responsable de aquella libertad inicial. No todos piensan que el ciudadano es un “objeto de cuidado”, sin reconocer que ante todo es un “sujeto” de conciencia y de derecho en una democracia republicana. Recientemente el médico Juan Avakian jefe de Guardia del Hospital Allende de Córdoba, en un mensaje abierto por las redes (Clarín; 20/5/20 https://www.clarin.com/sociedad/  )fue muy contundente y asertivo “(…) La cuarentena tan estricta, que lleva ya 60 días, era lógica en el sentido que eran casos importados, y se quería adecuar el sistema de salud para que hubiese camas para todos los pacientes, pero obviamente hay que ir liberándola de a poco (…) Era obvio que en la medida que la gente vaya saliendo va a haber nuevos casos…y debe ser así, para que de una vez por todas tengamos el pico y luego disminuya”.  Y concluye: “ Si los políticos no quieren asumir el costo de tener nuevos casos, que asuman el costo de la cantidad de fallecimientos, empeoramientos de otras patologías por esta cuarentena tan estricta. Que asuman el costo por el daño psicológico que están creando a toda la población. (…) Tiene que haber más casos, como va a haber, es inevitable que los haya. Hay que asumir que el 95% son casos leves, y que hay que estar preparado, como se ha estado organizando todo, para que el 5% que son los casos graves puedan ser atendidos correctamente, pero es una locura seguir teniendo a la gente encerrada (…) La salud también implica la economía, implica la salud mental e implica el resto de las patologías...Y la gente no está concurriendo por el terror que los medios y los políticos crean en la población. Les pido sean coherentes y hagamos las cosas lógicas, porque la verdad es que en vez de cuidarnos, nos están enfermando más a todos”. Así la cuarentena no será “víctima de su propio éxito”, como dijo también alguna vez Pedro Cahn. Y quizá sea oportuno en este sentido parafrasear al Winston Churchill, ya que la pandemia es algo demasiado importante  para dejarla exclusivamente en manos de tecnócratas y científicos. Una cuestión de sensatez por sobre el sentimiento.

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