Esperando a Godot…
(de la incertidumbre
al mito de Sísifo)
Por Alberto Farías
Gramegna
“La Historia se repite dos
veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa” -K.
Marx
“Se repite para superar la
amnesia, por lo que la compulsión a repetir, sustituye al impulso de recordar”-
S. Freud
"Errar es humano;
perseverar en el error es diabólico" -
San Agustín
L
|
a
compulsión a repetir es un síntoma propio de los sujetos “neuróticos”. Y
expresa el miedo morboso al cambio. (“Cambio” es una palabra que atemoriza y
amenaza a la mayoría de la sociedad argentina, porque la saca de su “zona de
confort” y afecta intereses malsanos y desvaríos varios) Miedo al cambio
decíamos, porque el problema del neurótico (y de las sociedades de una “cultura
neurotizada”) es su identidad incierta: qué y quién es y qué y cómo quiere ser. Se prefiere “lo malo
conocido que lo bueno por conocer”.
El
aserto contundente de Einstein acerca de la insanía de las expectativas de
hacer lo mismo esperando algo distinto, al estilo “gatopardístico” de que “algo
cambie para que nada cambie”, no aplica en su totalidad a las sociedades de
mayorías poblacionales con creencias deterministas como la nuestra, porque
aquel aserto presupone en cierta medida un libre albedrío en las opciones, es
decir una libertad de conciencia electiva. Sin embargo la sociedad corporativa
se ata a un Destino de reiteración de los mismos problemas y las mismas conductas.
Por momentos pareciera no querer escuchar “los cantos de sirena” y una minoría
ciudadana imita a Ulises asido al palo mayor de su navío (La República), pero
luego cede ante “la necesidad” y el pragmatismo del “ser argentino”, siempre
navegando entre “Escila” y “Caribdis”, es decir entre fundamentalistas del
Estado y fundamentalistas del Mercado. Cada repetición de un mismo hecho parece
distinto pero nunca se resuelve y todo vuelve a empezar, cada vez como un juego
farsesco, una puesta en escena, un “cómo si” vaciado de contenido, y
dilapidando esfuerzos, sabiendo que la meta nunca se concretará, como en el
Destino de Sísifo, el astuto, tramposo y ladino rey de Corinto, que por sus
mentiras y desafíos a Zeus, fue condenado a subir una enorme roca a lo alto de
una montaña y cuando la roca llegaba a la cima, caía nuevamente al llano,
condenándolo a subirla nuevamente y así como su destino terrible por la
eternidad. Es que cuando se cree en un
determinismo cultural asentado en dogmas tribales y relatos populistas que
excluyen la iniciativa personal del ciudadano y la convicción del esfuerzo para
el logro de metas racionales, todo intento de cambiar los medios para alcanzar
otros fines fracasa, sencillamente porque los actores no ven esa necesidad: lo
esperan todo del líder mesiánico, con sesgo divino. En una suerte de necia
conjura autodestructiva…Esperan a Godot.
Esperando a Godot

Son
nómades erráticos de una ideología desquiciada, como los personajes del teatro
del absurdo de Beckett, que incapaces de un proyecto autónomo de vida, dependen
de la llegada de un fantasma, que nadie dice qué traerá, ni para qué vendrá.
Godot, cuyo inicio del nombre remeda a Dios en la lengua inglesa, es una
ilusión tóxica, que paraliza a los personajes. Al igual que en el teatro del
absurdo, en una nueva versión farsesca de su drama histórico, Argentina (al
menos una gran parte de su población filopopulista) espera presuponiendo la
nueva llegada de una pareja mesiánica “salvadora” de la propia responsabilidad,
al estilo de los grupos que el psiquiatra inglés Wilfred Bion llama “grupo en
pre-tarea”, en la fase de dependencia, que no le permite crecer y desarrollar
un proyecto sinérgico autónomo y adulto, aprovechando “los beneficios de la
libertad”, como reza una frase de la
Constitución Nacional, que en sus preclaros y olvidados textos nada dice de un
tal Godot.
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by AFG 2020
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