viernes, 27 de diciembre de 2019

FREUD TIENE LA CULPA...

Sociedad, cultura  y psicología política 
al final de un año  agitado


Freud tiene la culpa…
(La neurosis de una nación)
Por Alberto Farías Gramegna (*)

“Curiosamente, alimentamos la dinámica de la pelea. Nos sentimos más cómodos en la diferencia que en el consenso”- Sergio Berenzstein. Del  libro “¿Somos todos peronistas? Del idealismo al pragmatismo”.

Porque no hago el bien que quiero; mas el mal que no quiero, éste hago” - Romanos 7:19-25

Errare humanum est, sed perseverare diabolicum” - Aserto atribuido a Séneca, aunque está opinado.

“Aquí yace un famoso cardenal que hizo mucho bien y mucho mal;  pero el bien lo hizo siempre mal y el mal lo hizo siempre bien” – Epitafio en la tumba del cardenal Armand-Jean du Plessis, duque de Richelieu  

S

egún la Psicología, “neurosis” es la disfunción en el comportamiento generada por un trastorno emocional evolutivo que le impide al sujeto adaptarse creativamente a su entorno cotidiano con estabilidad afectiva, madurez en la toma de decisiones y racionalidad cognitiva. Para Sigmund Freud la salud mental era sinónimo de poder amar y trabajar con un mínimo de conflicto emocional.

A modo de prólogo

Sin embargo, desde su teoría todos somos un poco neuróticos -en sentido amplio-  por la misma estructura del proceso socializador que nos muda de animales humanos a personajes sociales. En sentido estricto las neurosis se clasifican entre las disfunciones severas del comportamiento, ya que  castigan con tremendos sufrimientos que distorsionan el pensamiento racional y generan problemas de relación familiar e inserción socio laboral. Quizá la manifestación interior más típica de las neurosis sea la ansiedad anómala, que siempre espera un porvenir funesto y permanece anclada a un pasado que acompaña a la persona en un presente continuo. El psiquiatra vienés, que gustaba fumar habanos hasta generarse un cáncer de mandíbula, escribió un artículo provocador con paradójico título: “Los que fracasan al triunfar”, en referencia a lo que llamaba “la neurosis de fracaso”.
En rigor todos los neuróticos fracasan al triunfar, ya que no soportan desamarrarse de los hilos trágicos  que los mantienen fijados a la pelea infantil para conseguirse una identidad adulta.Por su parte, hace años, un político argentino, que no era experto en psicología, pero que de sociología política sabía mucho, exclamó “Los argentinos estamos condenados al éxito”. Con intuición freudiana mencionó sin querer una cuestión nodal: nuestra “neurosis social”. Permítaseme semejante atrevido concepto y el paralelismo ocurrente que sigue, que podría calificar de ridículo, amañado, reduccionista, irritante y temerario, lo reconozco…aunque también inquietante si fuera verosímil.
Es que una sociedad que no fuese neurótica no podría sentir que el éxito la condena.
En un artículo de mayo de 2017 , el portal de La Gaceta de Tucumán (1) a propósito de un informe internacional de psicología política, se preguntaba: “¿Tienen los países personalidades? ¿O se trata sólo de estereotipos? Estudios globales de largo alcance han mostrado que hay algunos rasgos de personalidad que son prevalentes dentro de marcos nacionales (…) Pero, ¿realmente existen personalidades diferentes para cada país?” .Y comentaba que en dicho estudio, Argentina aparece como uno de los países “más neuróticos”: “Los resultados asombraron (…) Y  se detectó que en los países más neuróticos, los ciudadanos suelen ser más vulnerables física y mentalmente.”. 
Hace ya muchas décadas que los sociólogos y psicólogos sociales manejan conceptos tales como "personalidad básica" y "carácter nacional" (Abraham Kardiner, Ralph Linton; Mikel Dufrenne y otros representantes de la llamada escuela de "Cultura y Personalidad"). A propósito del "carácter nacional" y la "personalidad básica", Kardiner, quizá el principal impulsor de estos conceptos, apunta  en "El individuo y su sociedad" (1939) que se trata de configuraciones normales de adaptación que una sociedad extiende a sus miembros. Linton (“Las fronteras psicológicas de la sociedad”; “Los antecedentes culturales de la personalidad”; “Cultura y personalidad”; 1945) dice que el tipo de "personalidad básica para cualquier sociedad, es la configuración de personalidad compartida por la mayoría de sus miembros como resultado de las primeras experiencias que tuvieron en común". Y agrega para no confundir niveles grupales con individuales que esto "no corresponde a la personalidad total del individuo, sino más bien a los sistemas proyectivos; en otras palabras, al sistema de valores y actitudes que son básicos para la configuración de la personalidad del individuo. Así, el mismo tipo de personalidad básica puede reflejarse en diferentes formas de conducta y puede participar en muchas configuraciones diferentes de personalidad total". En el mismo sentido Mikel Dufrenne (“La Personalidad básica, un concepto sociológico”; 1953) apunta que la personalidad básica es "una configuración psicológica particular, propia de los miembros de una sociedad dada y que se manifiesta en un cierto estilo de vida sobre el cual los individuos bordan sus variantes singulares: el conjunto de los rasgos que componen esa configuración".
Y refuerza este concepto de “Personalidad Básica” porque cree que es sumamente adecuado, "no porque constituya exactamente una personalidad, sino porque constituye la base de la personalidad para los miembros del grupo, la matriz dentro de la cual se desarrollan los rasgos del carácter”. Entonces tenemos aquí que efectivamente hay una manera de ser propia de una comunidad nacional, una forma de interactuar culturalmente que define una cierta "personalidad" o estilo de pensar y actuar característico de un grupo social dado y determinado por instituciones, mitos y tradiciones.

De padre somos


Los neuróticos suelen tener una visión conflictiva, ingenua y maniquea de los progenitores. Y eso ocurre también con nuestros “padres fundadores”: ¿A quién quieres más...Rosas o Urquiza, Sarmiento o Chacho Peñaloza, “el manco” Paz o Facundo Quiroga?
El neurótico teme crecer porque tienen reminiscencias de traumas infantiles. Nosotros le tememos a los desafíos, al crecimiento y reprobamos a los patronos exitosos, porque suponemos que persiguen solo el interés económico antes que el amor. Vivimos de recuerdos de épocas en que la dorada infancia del país en verdad no era tan dorada. Los neuróticos remedan a los otros que perciben diferentes por hacer cosas que ellos no se animan y en el intento sufren y renuncian, porque es más cómodo quejarse que salir del encierro que alimenta su pesada letanía. Nosotros vivimos copiando solapadamente a los países que luego criticaremos por ser “pragmáticos”, “fríos,  desalmados” y menos “espirituales”.
Los neuróticos hablan recurrentemente de los mismos temas que nunca resuelven...“compulsión a la repetición”, Freud dixit.

La "grieta” como dilema…

Un dilema, a diferencia de un problema, no tiene solución si no se opta por uno de los términos confrontados. Es una disyunción de dos entidades separadas por la letra “o”. El problema, en cambio, implica una solución intermedia, una síntesis de los términos en conflicto, ya que se relacionan por sus semejanzas y no por sus diferencias y por tanto los términos implicados se vinculan por una conjunción expresada por la letra “y”. No es lo mismo “los unos o los otros” que “los unos y los otros”. En el primer caso el resultado de un conflicto es excluyente, en el segundo es incluyente.
La “grieta” seudo-ideológica que separa a “kirchneristas” y sus aliados populistas variopintos, de “macristas” y sus aliados republicanistas, (así planteada en términos de sectores militantes en un colectivo político), refiere más a una confrontación tribal de identidades endogámicas dilemáticas, que a un conflicto ideológico explícito, en sentido estricto, que desde luego también legítimamente existe, con sus implicancias axiológicas, actitudinales, morales y éticas.
Ahora bien, lo cierto es que por debajo de este ruidoso dilema de superficie, transita, -no siempre explícito y consciente para los actores-, otro dilema irreductible y esencial: los modelos de sociedad que se proponen explícita o implícitamente: populismo autoritario versus republicanismo pluralista. Y en cada uno el concepto de “democracia” cobra diferente significación. De hecho históricamente algunos regímenes totalitarios se autodefinian como “democracias populares” (sic).
Pero hay también otra dimensión subyacente a este dilema, que atraviesa trasversalmente a la sociedad argentina: la resistencia al cambio y el consecuente miedo a salir de la “zona de confort”, aunque sea esta una “zona sufriente”, condensada en la frase “Es lo que hay”.
Aparece aquí la idea conservadora y dramática expresada en la frase “Mejor malo conocido que bueno por conocer”. Y aquella actitud reaccionaria no siempre se alinea sólo con uno de los bandos en conflicto, más bien es connatural a cierto rasgo de la personalidad básica argentina.
Finalmente, y para complejizar aún más el cuadro político socio-cultural de la sociedad, la psicología social nos muestra que una de las características de un colectivo “adolescente”, reside en la omnipotencia y el pensamiento mágico, que lleva a desconocer en un nivel de la consciencia lo que se conoce en otro.. Este mecanismo “defensivo” se conoce como “desmentida”. Así un adolescente sabe que yendo en moto sin casco, haciendo “wheelie” delante de una hilera de coches en movimiento, es muy peligroso ante una caída, y sin embargo “cree” que no le puede pasar nada, ya que desmiente el peligro por su omnipotencia negadora de la muerte. Por eso se puede saber y no saber al mismo tiempo la calidad moral de una persona a la que se vota, para no sentir culpa moral ante una decisión dada. Otro mecanismo asociado a esta conducta para “justificar” una convicción que no se tiene realmente es el que el psicólogo León Festinger denomino “disonancia cognitiva”: cuándo algo entre interés y conocimiento no coincide y fuerza a una “incomodidad” moral o intelectiva, el sujeto para disminuir esa tensión acude a “mentirse” a sí mismo, justificando o racionalizando su pensamiento o acción. Se ha enfatizado que los resultados electorales se ven fuertemente influidos por la situación económica. Esto es parcialmente cierto, aunque otros factores, algunos fuertemente emocionales y otros claramente racionales, inciden en las decisiones, en función del grado de responsabilidad social y educación cívica del sujeto que vota. En ese sentido hay colectivos que no ponderan la prioridad de la conducta moral o simplemente comparten otra moral diferente, a la hora de elegir. Un ejemplo de esto sería la pragmática y amoral frase “Roban, pero hacen”, en referencia a determinado sector político.

Ayer como hoy, la cultura de la noria y el dilema

Como sociedad, la argentina se muestra hoy como ayer, incapaz de abordar seriamente un tema y resolverlo en profundidad para seguir adelante con otros... La noria es el paradigma nacional, una y otra vez los mismos dilemas irresueltos que disfrazados en opiniones individualistas pasan por ser problemas ideológicos. Un dejá-vú tóxico que agobia. Se apela a fórmulas perimidas, un más de lo mismo, desoyendo aquella máxima atribuida a Albert Einstein: “Es estúpido esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo”.
Cada año se discuten los mismos temas que compulsivamente transformamos en dilemas nominales: educación laica o libre, estatal o privada, campo o industria, zapatillas o libros, "yo o el caos", oligarquía o populismo, latifundios o reforma agraria, monopolio de los cielos o competencia de cielos abiertos, libre cambio o cepo cambiario, estatismo o privatismo, pensamiento único o pluralismo, indigenismo o centralidad étnica, fronteras permeables o xenofobia, gratuidad o gravosidad, si se me permite el neologismo, machismo u homofobia, libertad de género o feminismo militante, antiabortistas o aborto legal, corrección gramatical de la lengua o “lenguaje inclusivo”, etc. siempre disyuntivas antinómicas.
Desde la psicología se descubre que a los sujetos neuróticos les cuesta consensuar porque no conocen grises (salvo el de sus complicadas vidas). Se ven forzados a monologar con sus fantasmas interiores, tal como -mutatis mutandis- la sociedad argentina comunitariamente, cada día: personas, grupos, entidades, clubes, asociaciones, partidos, gobiernos, todos monologando como si vivieran en fantásticos mundos paralelos, desconociendo al semejante.
Los neuróticos conflictivos -como las “sociedades adolescentes”, permítaseme el concepto - no pueden ponerse en el lugar del otro diferente, porque son inmaduramente narcisistas y su propia inermidad, por paradoja, los vuelve omnipotentes en sus ideas: como los adolescentes creen que sus miradas pueden cambiar mágicamente el mundo. Un mundo que excede la  subjetividad, y por suerte eso mismo permite un “dia-logos”. Pero el monólogo seudoideológico es lo que predomina entre la mayoría de los argentinos. "Soy-en-tanto-descalifico-al-otro", atribuyéndole una esencia abominable que pretende disimular y por tanto al denunciarlo mi afirmo en mi identidad excluyente. Somos el bien y los otros el mal. Se ve claramente esta lógica en la pretensión del “relato peronista” de ser no una parcialidad partidaria sino el todo representante excluyente del “pueblo” versus el “antipueblo”.

La sociedad argentina como la mujer del César

¿El peronismo -de él es necesario hablar por su brutal gravitación histórica y actual en la cultura política del país- y sus mil caras variopintas que pasan de derechas a izquierdas y viceversa, es o parece ser? Históricamente se atribuye a esta parcialidad político-cultural seudo-ideológica (ya que el peronismo no reúne las condiciones sociológicas para ser un sistema ideológico neto) la implantación del dilema “pueblo” (“compañeros”) versus “antipueblo" ("gorilas") (sic), dilema basado en mitos corporativos que reemplazan el sistema de valores republicanos centrado en la división de poderes institucionales y en el juego de ideas de partidos políticos por el esquema autoritario del movimiento corporativo que desvaloriza ese sistema reemplazándolo por la llamada “Comunidad Organizada” basada en el poder de las corporaciones de intereses de los sectores de roles sociolaborales (trabajadores, profesionales, militares, empresarios, religiosos, etc.). Un esquema “light” con innegables componentes conceptuales derivados del fascismo histórico.
El discurso de la llamada corriente del “revisionismo histórico”, en ese sentido, ha instaurado la demonización del discurso que llama “liberal” (y más modernamente otro neologismo improcedente: “neo-liberal”) y que se opondría al “pensamiento nacional y popular”. Por ejemplo, se ha criticado el presunto dilema planteado por la frase sarmientina de “civilización” que se dice se opone a “barbarie”. En verdad el texto habla de dos realidades socioculturales del siglo XIX en un país que salía de una larga guerra civil y dice “civilización y barbarie”, es decir que ambas realidades cohabitan en un momento en que un sector ilustrado pretendía construir un sistema político propio de un país capitalista urbano y moderno, basado en la revolución occidental de la burguesía industrial  que luchaba contra la resistencia de una cultura feudal centrada en la tradición hispanista y religiosa del caudillismo rural.
Así pues, detenidos en la historia, los argentinos (generalizamos por fuerza) -al igual que los neuróticos, insisto-  sienten culpa de sus propias impotencias y de sus miedos no resueltos. Entonces acuden a la negación, la omnipotencia y el pensamiento mágico: sí quiero algo con la intensidad suficiente se producirá. Y surge el “como si fuese real”, la apariencia, el disfraz, el parecer algo sin serlo realmente. Se actúa como si el país fuese una potencia cuando no lo es; como si fuese una democracia madura, cuando no lo es; como si fuese una república en fondo y forma, cuando no lo es. Se habla mucho pero se hace muy poco. Importan más las formas aparentes que el fondo concreto. Si se dijo, ya está. Así, la mayor parte de las veces, los maestros no enseñan, los médicos no curan, los jueces no juzgan, los policías no protegen, los empresarios no emprenden, los trabajadores no producen, los legisladores no legislan, los políticos no gestionan, los gobernantes no gobiernan.

Epílogo

Es muy probable que los tiempos que vienen repitan más de lo mismo y de manera recargada, porque hay un sector dirigente que tiene mucho que perder y además se apoya en sectores intoxicados de ideologías mesiánicas autoritarias y vindicativas, envueltas en relatos solidarios con igualitarios mundos ideales, hilvanados en las tertulias de cafés de madrugadas insomnes y con mucho de bravata épica tributaria de omnipotencia adolescente.
Pero, más allá de esta agobiante y patética realidad, que cansa hasta el hartazgo,  la sociedad argentina promedio tiene una deuda existencial dramática, que implica a varias generaciones por venir, y que es debatir en profundidad el único dilema esencial que vale la pena resolver:  Salir de una buena vez de un duelo melancólico perverso y tóxico para asumir saldada la deuda con héroes y villanos, que convivieron otrora amando y odiando, soñando grandezas o elucubrando mezquindades, y  que seguramente no hubieran elegido ser convidados de piedra en ésta, la neurosis de una nación o seguir en el camino de la patológica noria; de más de lo mismo, donde  -como dijo José Ingenieros- abunda el hombre mediocre, el de la gris simulación en la lucha por la vida .
Porque los argentinos de a pie, los unos, que votan , hacen y sostienen día a día la cultura del trabajo privado y la dinámica expansiva del mercado (aproximadamente ocho millones), y los otros, que también votan y viven sostenidos por el Estado, ya sea trabajando como estatales o beneficiados por algún plan o subsidio eterno (aproximadamente dieciocho millones), deben entender que, al igual que la mujer del César, pero paradójicamente por la recíproca, no sólo se trata de parecer sino que además realmente hay que ser…y sobre todo hacer. Ah...y dejar de echar la culpa de todo lo malo que les pasa, al “neoliberalismo” (sic), al “FMI” (sic), a “la oligarquía” (sic), al “capitalismo” (sic), al “imperialismo” (sic), a los “comunistas”, a “los yankees” (sic)...y sobre todo a Freud.

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(*) Psicólogo socioinstitucional y consultor en RRHH  (http://afcrrhh.blogspot.com/)

(   1) La gaceta de Tucumán: Alerta: estudios aseguran que Argentina es uno de los países más neuróticos del mundo. Investigadores han establecido modos de medir la “personalidad de los países”


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