viernes, 27 de septiembre de 2019

LA NATURALEZA DEL ESCORPIÓN

Psicología social y política 

La naturaleza del escorpión
(o la condena a la compulsión social de repetición)

por Alberto Farías Gramegna


“El hombre está condenado a la libertad”- JP.Sartre  (filósofo y escritor existencialista)

“Los argentinos estamos condenados al éxito..” (sic) - Eduardo Alberto Duhalde (político peronista)


“Había una vez una rana -cuenta una fábula atribuida a Esopo- sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: “-Amiga rana, necesito cruzar el río. ¿Podrías llevarme en tu espalda?  - ¡Pues claro que no! -respondió la rana- Si te llevo en mi espalda, me picarás y moriré.
 -No seas tonta -argumentó con lógica el escorpión- Si te picase, me hundiría contigo y me ahogaría. Ante esta respuesta racional irrefutable, la rana finalmente accedió. El escorpión se colocó sobre la espalda de la rana y empezaron a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, el escorpión sorpresivamente en un gesto instintivo picó a la solidaria rana. Ésta, al sentir el dolor y darse cuenta que moriría por el veneno inoculado, le preguntó agonizante a su victimario: - ¿Pero por qué me has picado, como yo temía? ¿Tal como dijiste, no te das cuenta que morirás ahogado cuando yo me hunda? A lo que el escorpión resignado respondió: -Perdóname, no lo pude evitar...porque está en mi naturaleza.”

¿

Acaso están  los hombres condenados a su “naturaleza” como el escorpión o pueden hacer algo con su “condición” humana, como quería André Malraux?  ¿Esa “condición”, además de la epigenética, (vinculada a la incidencia sobre el genoma humano del entorno material y socio-cultural), refiere específicamente a los mitos, las ideologías, las creencias religiosas, políticas o sociales y la biografía personal? ¿Estamos condenados a elegir a partir de lo elegido por los otros,-como quería Sartre- oscilando entre el determinismo y la libertad de cambiar?

David Hume pensaba que “es imposible cambiar o corregir algo en nuestra naturaleza, lo más que podemos hacer es cambiar nuestra circunstancia y situación”. Los psicólogos sociales dicen que es “la situación” la determinante central del comportamiento: “Si quieres cambiar una conducta, cambia la situación que la condiciona”. Pero una situación se cambia a partir de una decisión. ¿Un aparente círculo vicioso?

Entre Eros y Thánatos

El psicólogo Wilfred Bion llamaba “supuesto básico” a las poderosas tendencias afectivas de los grupos que buscan inconscientemente evitar la frustración propia de todo crecimiento, haciéndolos caer en una regresión psicológica primitiva. Al grupo de trabajo racional y productivo, se opondrían como obstáculos emocionales tres “supuestos”: a) “de dependencia” (el grupo depende de un líder para recibir protección material y espiritual) b) de “ataque y fuga” (se construye un enemigo externo frente al cual debe defenderse) y c) “mesiánico o de apareamiento” (ilusiona la existencia de una pareja o una figura mesiánica, que habrá de resolver los miedos y ansiedades grupales). 

Sigmund Freud sostenía que los sujetos neuróticos “fracasan al triunfar”. Quizá a riesgo de caer en un reduccionismo psicologista podríamos extender este aserto, “mutatis mutandis”, a los pueblos con una identidad débil, una historia traumática y dependiente de una entidad omnipotente y mágica que los reúne bajo la identidad filiatoria de algún “ismo” cuasi religioso. 

Aquellos padecientes como estos prosélitos parecen no soportar independizarse de alguna tutela demagógica, rumiando un idealizado y mítico pasado perdido, añorando simbólicamente a un “padre proveedor”, infalible y autoritario que suministra la dadiva, pero que no deja crecer más allá de la idolatría, complementado imaginariamente por una “madre mítica”, sobreprotectora, absorbente, de amor sádico a los propios y desprecio fanático para extraños. En esa endogamia social no hay Ley, porque la ley es el Ídolo y de ahí la perversión institucional. Hasta aquí el determinismo freudiano cuya noción estrella es la de “compulsión a la repetición” del fracaso, una “neurosis de destino”, síntoma metapsicológico de la parte oscura del ser: la mítica “pulsión de muerte”, Thánatos en su tensión con Eros.

Se hace camino al andar…

A diferencia del determinismo fatalista que señala al intrínseco “carácter nacional populista” de una comunidad como único responsable de la manera corporativa y oportunista de pensar, condenada como Sísifo al esfuerzo estéril de un círculo vicioso, repitiendo siempre los mismos errores, la mirada “existencialista” sostiene que, sin embargo, es posible trascenderlo hacia la responsabilidad individual de elegir un camino diferente. No “es lo que hay” sino “lo que no hacemos” por acción u omisión, porque no se sabe, no se quiere o no se puede. Responsabilidad de saber que mi “acto” tiene valor universal, es decir que no vale justificar mi conducta porque “todos hacen lo mismo”.  

A esta lógica perversa, el mejor Sartre, (el anterior a la polémica con Camus sobre el estalinismo) la llamaba “mala fe”. Mi acto individual expresa mi moral y mi ética, por tanto, mi mundo de valores. Maximiliano Reimondi dice que “el hombre inclinado al fatalismo se lamenta de que la realidad se ha vuelto insulsa o cruel, y por eso cae en la desesperación, mientras que la verdad es la opuesta: el hombre que cae en la apatía o en la desesperación, es precisamente aquel que hace que una situación sea apática o desesperada”.
La diferencia es esencial y refiere al orden de la causa y el efecto. “El hombre -concluye- es responsable tanto de elegir la fuente que pueda saciar su sed de auto afirmación, como de encontrar el motivo al cual le concederá su preferencia. Si el hombre cede a la apatía, al egoísmo y a la desesperación, significa que prefirió su miedo ante el dolor y ante la muerte, y con éste colmó su proyecto existencial que le estaba destinado para algo más noble y elevado”.

Es decir, soy finalmente responsable por lo que elijo y por lo que omito. Puedo seguir fracasando ante la idea de triunfar y por tanto hacer que triunfe mi fracaso como una manera de reafirmar mí miedo a crecer y alejarme del mito. Entonces no es cuestión de un determinismo natural, como el de la fábula. A diferencia del hombre, el escorpión no pudo trascender la naturaleza que lo condenaba y con su compulsión, condenó también el futuro de quien intentaba ayudarlo. ¿Los argentinos responderán a la lógica “natural” de Duhalde y el escorpión o a la de la libertad de Sartre..?

(c) by AFG 2019

Imagen base: https://www.politico.pe/la-rana-y-el-escorpion/

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