La
naturaleza del escorpión
(o
la condena a la compulsión social de repetición)
por Alberto Farías
Gramegna
“El
hombre está condenado a la libertad”- JP.Sartre (filósofo y escritor existencialista)
“Los
argentinos estamos condenados al éxito..” (sic) - Eduardo
Alberto Duhalde (político peronista)
“Había una vez una
rana -cuenta una fábula atribuida a Esopo- sentada en la orilla de un río,
cuando se le acercó un escorpión que le dijo: “-Amiga rana, necesito cruzar el
río. ¿Podrías llevarme en tu espalda? -
¡Pues claro que no! -respondió la rana- Si te llevo en mi espalda, me picarás y
moriré.
-No seas tonta -argumentó con lógica el
escorpión- Si te picase, me hundiría contigo y me ahogaría. Ante esta respuesta
racional irrefutable, la rana finalmente accedió. El escorpión se colocó sobre
la espalda de la rana y empezaron a cruzar el río. Cuando habían llegado a la
mitad del trayecto, el escorpión sorpresivamente en un gesto instintivo picó a
la solidaria rana. Ésta, al sentir el dolor y darse cuenta que moriría por el
veneno inoculado, le preguntó agonizante a su victimario: - ¿Pero por qué me
has picado, como yo temía? ¿Tal como dijiste, no te das cuenta que morirás
ahogado cuando yo me hunda? A lo que el escorpión resignado respondió:
-Perdóname, no lo pude evitar...porque está en mi naturaleza.”
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Acaso
están los hombres condenados a su “naturaleza”
como el escorpión o pueden hacer algo con su “condición” humana, como quería
André Malraux? ¿Esa “condición”, además
de la epigenética, (vinculada a la incidencia sobre el genoma humano del
entorno material y socio-cultural), refiere específicamente a los mitos, las
ideologías, las creencias religiosas, políticas o sociales y la biografía
personal? ¿Estamos condenados a elegir a partir de lo elegido por los otros,-como
quería Sartre- oscilando entre el determinismo y la
libertad de cambiar?
David
Hume pensaba que “es imposible cambiar o corregir algo en nuestra naturaleza,
lo más que podemos hacer es cambiar nuestra circunstancia y situación”. Los psicólogos
sociales dicen que es “la situación” la determinante central del
comportamiento: “Si quieres cambiar una conducta, cambia la situación que la
condiciona”. Pero una situación se cambia a partir de una decisión. ¿Un
aparente círculo vicioso?
Entre Eros y Thánatos
El
psicólogo Wilfred Bion llamaba “supuesto básico” a las poderosas tendencias
afectivas de los grupos que buscan inconscientemente evitar la frustración
propia de todo crecimiento, haciéndolos caer en una regresión psicológica
primitiva. Al grupo de trabajo racional y productivo, se opondrían como obstáculos
emocionales tres “supuestos”: a) “de dependencia” (el grupo depende de un líder
para recibir protección material y espiritual) b) de “ataque y fuga” (se
construye un enemigo externo frente al cual debe defenderse) y c) “mesiánico o
de apareamiento” (ilusiona la existencia de una pareja o una figura mesiánica,
que habrá de resolver los miedos y ansiedades grupales).
Sigmund Freud sostenía que los sujetos neuróticos “fracasan al
triunfar”. Quizá a riesgo de caer en un reduccionismo psicologista podríamos
extender este aserto, “mutatis mutandis”, a los pueblos con una identidad débil,
una historia traumática y dependiente de una entidad omnipotente y mágica que
los reúne bajo la identidad filiatoria de algún “ismo” cuasi religioso.
Aquellos
padecientes como estos prosélitos parecen no soportar independizarse de alguna
tutela demagógica, rumiando un idealizado y mítico pasado perdido, añorando simbólicamente
a un “padre proveedor”, infalible y autoritario que suministra la dadiva, pero que
no deja crecer más allá de la idolatría, complementado imaginariamente por una “madre
mítica”, sobreprotectora, absorbente, de amor sádico a los propios y desprecio
fanático para extraños. En esa endogamia social no hay Ley, porque la ley es el
Ídolo y de ahí la perversión institucional. Hasta aquí el determinismo
freudiano cuya noción estrella es la de “compulsión a la repetición” del
fracaso, una “neurosis de destino”, síntoma metapsicológico de la parte oscura
del ser: la mítica “pulsión de muerte”, Thánatos en su tensión con Eros.
Se hace camino al
andar…
A
diferencia del determinismo fatalista que señala al intrínseco “carácter
nacional populista” de una comunidad como único responsable de la manera corporativa
y oportunista de pensar, condenada como Sísifo al esfuerzo estéril de un
círculo vicioso, repitiendo siempre los mismos errores, la mirada “existencialista”
sostiene que, sin embargo, es posible trascenderlo hacia la responsabilidad individual
de elegir un camino diferente. No “es lo que hay” sino “lo que no hacemos” por
acción u omisión, porque no se sabe, no se quiere o no se puede. Responsabilidad
de saber que mi “acto” tiene valor universal, es decir que no vale justificar
mi conducta porque “todos hacen lo mismo”.
A esta lógica perversa, el mejor Sartre, (el
anterior a la polémica con Camus sobre el estalinismo) la llamaba “mala fe”. Mi
acto individual expresa mi moral y mi ética, por tanto, mi mundo de valores. Maximiliano
Reimondi dice que “el hombre inclinado al fatalismo se lamenta de que la
realidad se ha vuelto insulsa o cruel, y por eso cae en la desesperación,
mientras que la verdad es la opuesta: el hombre que cae en la apatía o en la
desesperación, es precisamente aquel que hace que una situación sea apática o
desesperada”.
La
diferencia es esencial y refiere al orden de la causa y el efecto. “El hombre -concluye-
es responsable tanto de elegir la fuente que pueda saciar su sed de auto
afirmación, como de encontrar el motivo al cual le concederá su preferencia. Si
el hombre cede a la apatía, al egoísmo y a la desesperación, significa que
prefirió su miedo ante el dolor y ante la muerte, y con éste colmó su proyecto
existencial que le estaba destinado para algo más noble y elevado”.
Es
decir, soy finalmente responsable por lo que elijo y por lo que omito. Puedo
seguir fracasando ante la idea de triunfar y por tanto hacer que triunfe mi
fracaso como una manera de reafirmar mí miedo a crecer y alejarme del mito. Entonces
no es cuestión de un determinismo natural, como el de la fábula. A diferencia
del hombre, el escorpión no pudo trascender la naturaleza que lo condenaba y
con su compulsión, condenó también el futuro de quien intentaba ayudarlo. ¿Los
argentinos responderán a la lógica “natural” de Duhalde y el escorpión o a la
de la libertad de Sartre..?
(c) by AFG 2019
Imagen base: https://www.politico.pe/la-rana-y-el-escorpion/
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