La Argentina
como “ El Día de la Marmota”
(Sísifo entre nosotros)
Por Alberto
Farías Gramegna
“Los
dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de
una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían
pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo
inútil y sin esperanza.” - El Mito de Sísifo, Albert Camus
“Locura
es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes”- Albert Einstein
E
|
l Día de
la Marmota (Groundhog Day) es un ritual folklórico de los granjeros, de Estados Unidos y Canadá, para “predecir” el
fin del invierno a través del
comportamiento de ese pequeño y simpático animalito cuando sale de
hibernar el 2 de febrero. La creencia sostiene que si la marmota al salir de su
madriguera no ve su sombra, (por ser un día nublado), dejará la madriguera, lo
cual significa que el invierno terminará pronto. Pero si (por ser un día soleado), la marmota
ve su sombra y asustada se mete de nuevo
en su madriguera, significa que el invierno durará unas seis semanas más.
Curiosa creencia, turísticamente muy rentable, porque ese día miles de turistas
van a presenciar el simpático ritual.
Así pues
, en la entretenida comedia fílmica surrealista “Groundhog Day”, también
conocida como “Hechizo del tiempo”, Phil
(Bill Murray) periodista de una cadena
de televisión, que encabeza el programa
“El hombre del tiempo” (informante del clima) , es enviado un año más a
Punxstawnwey, un pequeño pueblo de Pennsylvania , a cubrir la información del
festival del Día de la Marmota. Una vez terminada su cobertura, en el viaje de
regreso, Phil y su equipo de colaboradores se ven sorprendidos por una tormenta
que les obliga a regresar al pueblo marmotero.
A la
mañana siguiente, al despertar esperando iniciar el ansiado regreso a la
ciudad, comprueba entre aterrorizado y confundido que es la misma fecha que el
día anterior y “comienza otra vez” el
Día de la Marmota. Todo se
repite, día tras día, excepto su percepción
de que lo que le sucede en cada momento ya lo ha vivido, (un dejá-vu del que sólo él es consciente) y así se verá condenado a revivir, cada vez que suena el despertador, una y otra vez los
mismos hechos exactos del día anterior, sin poder escapar de esa recurrencia
asfixiante, aunque irá aprendiendo de cada minuto sucedido, para anticipar lo
que ha de venir en el minuto siguiente.
Un
país hechizado por el tiempo
La
sociedad argentina en su conjunto parece hechizada en la identidad de los temas
y problemas recurrentes de cada día, que se clonan en un paradojal “devenir estático” (o sea un anti-devenir).
Como en “El día de la marmota” -y al igual que los neuróticos obsesivos-, los
argentinos (por fuerza generalizo) hablan recurrentemente de los mismos temas
que nunca resuelven. Una suerte de “compulsión a la repetición” que el
imaginativo e incansable profesor vienes Sigmund Freud vinculaba con la
“pulsión de muerte” y el Principio de Nirvana, que nos remite a la inacción o
el estado de inercia inmóvil de antes de la vida, que es movimiento, resolución
e impulso de la Libido. Como sociedad política la Argentina se muestra incapaz
-es un hecho observable- de abordar
seriamente cualquier tema de Estado y resolverlo para seguir adelante:
Inflación, corrupción, inseguridad, narcotráfico, transporte público, sanidad,
educación, distribución de la renta interna, reforma penal, relación de la
Nación y las provincias, Justicia, financiación de los partidos políticos,
modernización de las fuerzas armadas, crédito a la PyME, reforma parlamentaria
y actualización constitucional, control inmigratorio, política exterior, etc..y
podríamos seguir así.
O
sea, casi ningún tema de importancia estratégica nacional está resuelto y van
más de ochenta años desde la ruptura del sistema institucional republicano de
1930 por parte de un sector profascista del Ejercito, al que siguió una década
infame de raíz oligárquica , que dio lugar en 1943 a un contragolpe de corte
populista de jóvenes oficiales germanófilos, de cuyo riñón en 1945, con apoyo
de las mayorías postergadas, surge el peronismo
-emergente político social cuyos
integrantes más conspicuos se caracterizan por ser, como decía Borges, “incorregibles”-
. Un movimiento nacido de los ecos del fascismo derrotado en la II Guerra
Mundial, que todo lo atravesará con su cultura de reivindicación corporativa y fácticamente
demagógica, que al compás de una gran obra pública, ostensibles reformas
sociales con injerencia política de control estatal y de dádivas clasistas , terminó
de distorsionar fatalmente a la república moderna , progresista y liberal en
sus fundamentos filosóficos humanistas, que -a pesar de sus límites y carencias
del momento- había colocado al país entre los diez primeros del mundo a
comienzos del siglo XX.
La desesperante noria cotidiana
Año
tras año, década tras década, la opinión pública argentina, encabezada por los
gobernantes de turno y los medios de comunicación de todos los sectores de
opinión, discute los mismos problemas que compulsivamente transforma en dilemas: laica o libre, estatal o privada,
campo o industria, zapatillas o libros, yo o el caos, corrupción e ineptitud o
conspiración oligárquica, pueblo u
oligarquía, patria o buitres...y otras necedades perversas por el estilo, siempre
con formato de disyuntivas antinómicas.
Al
ciudadano medio argentino, -remedando a los neuróticos- le cuesta consensuar
porque ha crecido en un clima cultural donde todo es blanco o negro,
amigo-enemigo, y no conoce la importancia del consenso de los grises (salvo el de su complicada vida) en la lucha
contra la desmesura y la eterna polémica sin diálogo. El ciudadano medio
argentino no sabe, no puede o no quiere ponerse en el lugar del otro porque es
soberbio y corporativo, inmaduro y de
identidad narcisista (sigo generalizando...) y su propia inermidad ante la complejidad polícroma
del mundo globalizado, por paradoja lo vuelve omnipotente en sus ideas sobre su
lugar en el mundo. Persigue la ilusión del Mesías que vendrá a salvarlo de una
buena vez, porque “está condenado al
éxito” (sic), pero él no se siente
responsable de lo que pase.
Como
el adolescente normal y el neurótico adulto, culturalmente hablando, el
ciudadano argentino medio -que en verdad no es tal porque su rol de ciudadano es
ficticio- cree que su mirada puede cambiar mágicamente el mundo, con solo decir
lo que piensa, y en general lo que piensa es que siempre la culpa la tiene el
otro. Y muy particularmente los “malos”
del norte del primer mundo : los yanquis imperialistas, los europeos
colonialistas, los poderes que le tienen envidia al país y se empeñan en no
dejarlo crecer…tal como sugirió el actual gobierno hace pocos días en el marco
de su cruzada contra la conjura de los buitres y los poderes de la plutocracia
mundial. Pero -glosando a Sabina- el mundo es más ancho que sus caderas, aunque
no quiera enterarse y excede la subjetividad nacional permitiendo un
“dia-logos” de la integración postmoderna, aún en medio del descalabro de la
crisis del capitalismo financiero, y sus múltiples burbujas inmorales. Sin
embargo, la clase dirigente argentina -generalizo- sigue monologando con sus
fantasmas interiores, cargados de mitos y signos decadentes y en desuso. Los
políticos argentinos (generalizo una vez más..) viven en una atmósfera de un
pasado congelado: personas, grupos, entidades, clubes, asociaciones, partidos,
gobiernos, todos -con escasas y honrosas excepciones- monologando como si
vivieran en fantásticos mundos paralelos, desconociendo a un planeta inquieto en
constante cambio de paradigmas.
Como
una noria cultural instalada en un imaginario pueblo de las pampas
sudamericanas, detenida en la historia
de sus logros y fracasos, algunos nostálgicos nacionalistas se entretienen mentando
al Rastrojero al Pulqui , la moto Puma y el dadivoso pan dulce del mítico peronismo
histórico, o más recientemente los “logros” del siniestro kirchnerismo según su
relato de la autodenominada “Década
ganada” (sic), que debiera llamarse por derecho y de hecho “década robada”.
Los
argentinos peronistas, en sus mil rostros y tribus -y quienes dicen que no lo
son aunque se comportan muy parecido en sus gestos políticos y sociales- parecieran sentir culpa de sus propias
impotencias, de sus miedos al futuro y
la peor de las nostalgias: la de cosas que nunca sucedieron. Hoy más que nunca,
en las inminentes elecciones generales, el país de Borges y Gardel, atrapado en
el hechizo del tiempo, se debatirá en su hora crucial de cara al fascinante y
difícil Tercer Milenio, en medio de un nuevo antagonismo: República, libertad,
pluralismo y futuro vs. Populismo, autoritarismo, dogma y pasado. Elegir una
opción u otra, implicará romper el círculo vicioso de sus mitos populistas y abandonar
para siempre las creencias estériles en líderes mesiánicos y vengativos, ora
delirantes, ora corruptos, que promueven una realidad dual imaginaria e irreconciliable
o condenarse a seguir levantándose cada vez, padeciendo el castigo de Sísifo y
la desesperación de Phil, en el mismo Día de la Marmota.
© by afc 2019 - Mar del Plata, Argentina All rights reserved
………………..
No hay comentarios:
Publicar un comentario