PSICOLOGÍA Y SOCIEDAD
Por
Alberto Farías Gramegna
Hoy, en el mundo la vacunación masiva, aunque desigual según los países más o menos desarrollados, ha modificado en gran parte el riesgo de mortalidad en determinados grupos etarios con menor defensa ante el contagio, pero las diferentes variantes del coronavirus, sigue haciendo inestable el retorno a la normalidad societaria y por tanto la otra “`pandemia”, la de la incertidumbre genera las condiciones para el surgimiento de múltiples conflictos de diferente nivel de sustancialidad: los derivados por la economía y los intereses laborales y sectoriales y los que derivan de las patologías psicosomáticas asociadas al estado general de la crisis. Y lo que parece estar en “ascuas” es una actitud exclusivamente humana: el proyecto de vida y la estabilidad del contexto para consolidarlo.
La aparente
paradoja de “vivir el momento” como proyecto de vida
La palabra “proyecto” deriva del latín “pro-iectus” y
significa “lanzado hacia adelante, que avanza”. El proyecto es la esencia de
hombre en la búsqueda del sentido de la vida, que lo diferencia del resto de
los animales que viven en un presente continuo, aunque anticipen escenarios por
efecto del aprendizaje y los reflejos condicionados, al menos hasta donde
sabemos.
La Psicopatología y la Psiquiatría, han enfatizado la
importancia del “proyecto de vida” y el papel que el manejo y la planificación
del tiempo propio, tienen en la salud mental y el confort emocional de las
personas.
Un proyecto implica la necesidad de planificar hechos
y situaciones que aún no son reales, pero que existen en nuestras cabezas, por
lo que implica un ejercicio vital propio del ser humano: la imaginación.
Imaginamos cómo seremos, lo que haremos y dónde en un lapso corto, mediano o
largo. Imaginamos cómo se verá nuestra forma de ser y hacer en un espacio
tiempo virtual, que sólo es prerrogativa humana: la idea de futuro.
Y es esa misma idea la que modela nuestro actuar en el presente y su ausencia o su cuestionamiento por la incertidumbre derivada de la crisis pandémica actual nos paraliza, nos atemoriza y frente a esa sensación de incomodidad, la reacción mayoritaria es la de “salir al toro”, confrontar con eso que nos amenaza, venciendo al miedo y paradojalmente para afirmar nuestro proyecto (que es tiempo, plan, acción y espera de los resultados) nos abrazamos al puro presente para “vivir el momento”, ya que el mañana aparece como mera incertidumbre. Pareciera una suerte de oxímoron, una metáfora de los tiempos de crisis existencial. Todo muy humanos, insistimos. Y la incertidumbre prolongada se realimenta a sí misma creando las condiciones para el estrés crónico con todos los efectos psicosomáticos deletéreos asociados a la misma.
El virus de la incertidumbre y las paradojas de la libertad
Los falsos dilemas de la Libertad
Pero
quizás, la más interesante de la “tribus” seudoideológicas que hoy ocupan las
primeras planas de los medios es la de los “libertarios” fundamentalistas, que
piensan que cualquier restricción amenaza y vulnera su idea un tanto “naif”
de libertad, apoyándose en falsos dilemas. La libertad del hombre es posible en
sociedad (por tanto, Robinson Crusoe no era totalmente libre en su isla). La
paradoja de la libertad es que somos libres en tanto “esclavos” de la Ley (que
no del decreto o la voluntad arbitraria del Dictador o el Tirano) La Ley es
humana (no hay Ley Divina en sentido estricto, sino Dogma) y por tanto falible
y modificable en el consenso de las democracias. Con el criterio extremo de los
“fundamentalismos libertarios”, la luz roja de un semáforo que me “obliga” a
detenerme, es un atentado a mi libertad de seguir cruzando la calle. La
afirmación se niega a sí misma por el absurdo, ya que todos entienden el
peligro para la vida de propios y terceros, pero en esencia es la misma lógica
de quienes, más allá de sus creencias, sugieren que, si me piden un certificado
de vacunación para determinadas actividades inclusivas, atentan contra mi
libertad. Pues bien, nadie obliga a un conductor a conducir un vehículo, pero
si lo hace debe respetar las reglas del juego, como el futbolista las reglas del
fútbol. Así también nadie obligará por la fuerza a vacunarse a quién no quiera,
pero deberá aceptar las restricciones de las reglas consensuadas de la sociedad
y sus instituciones, o vivir en la isla de Crusoe, con el que seguramente
tendría algunos conflictos de convivencia. Un tema un tanto más complejo de
resolver en el plano del Derecho y la libertad es la negativa de los padres que
por sus creencias eluden los planes del calendario de vacunas de la infancia,
asunto que excede el objetivo de esta nota y las expertise y
conocimiento del autor.
Somos seres contingentes amalgamados con innegables factores deterministas como la herencia y la educación familiar. También por suerte o por desgracia seres de cultura que, abrazados a las creencias y las tradiciones, nos motivamos (cosa distinta a la causalidad) para ciertas metas y por tanto conscientemente o no construimos “profecías autocumplidas”. Somos en parte lo que creemos que somos y sobre todo lo que los demás creen ver en nosotros. Otra vez la vida en sociedad, que como tal suele llevarse mal con la pandemia de la incertidumbre.
Imagen: https://rinconpsicologia.com/wp-content/uploads/2020/07/Tipos-de-incertidumbre.jpg
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